Por Carlos Medina Viglielm, Periodista De Nueva Trinchera, Cuba Debate
11 julio de 2016
El gobierno de los EUA y sus agencias especializadas en la desestabilización de gobiernos progresistas, definidos por ellos como populistas, se ha especializado en el empleo de las ONGs e instituciones de ese corte para sus propósitos subversivos y como fórmula poderosa y escurridiza para asestar los llamados “golpes blandos”, cada vez más de moda en nuestra región.
Existe un número no despreciable de ONGs que operan en Latinoamérica y que detrás de los nobles proyectos que esgrimen como razón de su existencia, se esconden intereses oscuros que satisfacen objetivos bien claros de los EUA, dirigidos a entorpecer la labor de los gobiernos de izquierda y hasta derrocarlos para instaurar nuevos gobiernos que respondan plenamente a los designios del Imperio.
A través del tiempo y del accionar de muchas de esas ONGs, se ha ido conociendo el verdadero propósito de ellas, que bajo el manto del trabajo humanitario y la ayuda para el desarrollo de disímiles países y regiones, realmente actúan de forma injerencista, con campañas mediáticas basadas en mentiras y medias verdades, guerras psicológicas, la deslegitimación política, incitando al descontento social y otras acciones desestabilizadoras y claramente hostiles hacia los Estados.
La lista de las ONG se que han transitado por ese camino en países de Latinoamérica sería interminable, por lo que para ilustrar solo mencionaremos algunas de ellas como IBIS, que fuera expulsada por el Estado Plurinacional de Bolivia de su territorio en el año 2013, así como Bolivia Transparente y construir, caracterizada por apoyar las iniciativas subversivas de instituciones norteamericanas como la fundación Nacional para la Democracia (NED) y el Instituto Nacional Demócrata (NDI), entre otras, en algunas cosas con apoyo financiero de la USAID, cuyo rol como financista de proyectos subversivos y desestabilizadores en la región es archi conocido.
Igual destino han tenido ONGs como Misereor en Ecuador, People in Need, con un marcado desempeño en la región, Semillas Para la Democracia en Paraguay y las venezolanas de Educación – Acción en Derechos Humanos (PROVEA), Amnistía Internacional Venezuela y Red Venezolana de Organizaciones para el Desarrollo Social (REDSOC).
Es justo reconocer que también existen muchas ONG que en su desempeño, a través de los años, han demostrado su apego a la labor e intereses sociales para las que fueron creadas y llevan una larga data de trabajo y en genuina cooperación en la región, como OXFAM, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), Agro Acción Alemana, Not Just Tourists Ottawa, aunque algunas de ellas como OXFAM y Agro Acción Alemana, al igual que las mencionadas en el párrafo anterior, reciben jugoso financiamiento de la USAID, ampliamente conocidos por sus poco transparentes propósitos.
Como antecedentes de este tipo del golpe, está el que se dio en Venezuela contra el presidente Hugo Chávez en 2002, el realizado en Honduras contra el presidente José Manuel Zelaya, el intento en Ecuador contra Rafael Correa en el 2010 y contra el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, en el 2012.
La izquierda latinoamericana más que nunca hoy está en el blanco de estos “golpes blandos”, que buscan tumbar a sus presidentes democráticos por potencias que pretenden re apoderarse especialmente de los recursos en Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia, naciones antiimperialistas, defensoras de su soberanía y empeñadas en proteger los derechos de los pueblos por encima del capital.
Luiz Moniz Bandeira(*) y el golpe de Estado
Las Fuerzas Armadas de Brasil mantienen relaciones cordiales y de colaboración, en diversos sectores, con la Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Pero hay desconfianza. Desde la guerra de las Malvinas, en 1982, la primera hipótesis de guerra en estudio por el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Brasil es la de un conflicto con una potencia tecnológicamente superior, por ejemplo con los Estados Unidos, en la Amazônia.
Y los altos mandos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica son conscientes de que los Estados Unidos no quieren el desarrollo de Brasil como potencia militar, con un papel internacional. Por eso el Pentágono insiste en que las tareas de las Fuerzas Armadas brasileñas sean solamente de policía interna. Nuestros militares no lo aceptan. Las contradicciones son muchas. Y las condiciones en Brasil y en el mundo no son las mismas de 1964, año del golpe militar. El último ministro de Defensa de Dilma, Aldo Rebelo, era del Partido Comunista de Brasil. No hubo ningún problema.
Hay un diseño geopolítico y estratégico de Washington en la instalación de una base en Ushuaia y otra en la Triple Frontera, como ya le comenté. Su objetivo es recuperar y aumentar la presencia militar en la América del Sur, que parece haberse reducido desde que perdieron la base de Manta, en el Ecuador, y desde que la Corte en Colombia consideró inconstitucional la instalación de siete bases.
Bases reconocidas como tales existen en El Salvador (Comalpa), Cuba (Guantánamo), Aruba, Curaçao y Puerto Rico. Al mismo tiempo los Estados Unidos mantienen en América Latina bases informales y legalmente ambiguas. El Pentágono las llama quasi-bases para evitar tanto el escrutinio del Congreso como la reacción de los países. Las quasi-bases están en Perú, Honduras, Costa Rica, Panamá, Ecuador y Colombia, entre otros países, a lo largo del litoral del Pacífico. Las quasi-bases en la Antártida y la Triple Frontera representan una amenaza a la soberanía de Argentina y a la seguridad de Brasil. El presidente Lula había rechazado el acuerdo para que Estados Unidos hicieran la bases de lanzamientos de cohetes en Alcántara, al norte de la Amazonia.