31 jul 2016

NI A ELLOS LE SIRVE

Los demócratas reniegan del tratado comercial estrella impulsado por Obama. La campaña de Clinton cuestiona los beneficios del TPP y el Nafta
AMANDA MARS

Nueva York 
Delegados con carteles contra el TPP durante la convención demócrata en Filadelfia. NICHOLAS KAMMAFP
El sentimiento proteccionista sobre el que camina la campaña de Donald Trump en materia de comercio ha calado también en el campo demócrata. Los ataques del republicano a los tratados internacionales han hecho correr ríos de tinta, pero también Hillary Clinton ha cuestionado los beneficios de la alianza con México y Canadá (Nafta, por sus siglas en inglés) y se mantiene más que distante del acuerdo estrella impulsado por Barack Obama para fortalecer los intercambios en el Pacífico (TPP). El comercio provoca divisiones en ambos partidos.
Unos cinco millones de empleos fabriles se han evaporado de EE UU en los últimos 15 años. El dato sirve para entender la ansiedad de los estadounidenses de clase media y su creciente rechazo a una apertura comercial que, sospechan, tiene que ver con la fuga de empleos a países con mano de obra más barata (olvidando, a veces, el peso que también ha tenido la tecnología). Eso explica que los ya candidatos a la Casa Blanca, tanto del Partido Republicano como del demócrata, adopten posturas que entran en contradicción con sus propias formaciones.

En el discurso para aceptar la nominación, el pasado jueves, Hillary Clinton aludió directamente a ese malestar y aseguró: “Si creéis que debemos decir no a acuerdos comerciales injustos (…), que debemos plantarnos ante China, que deberíamos apoyar a nuestros trabajadores del sector del acero, de la automoción y nuestras fábricas locales (…), uníos a nosotros”.

Mientras, las gradas del pabellón de Filadelfia donde se celebraba la convención demócrata para confirmarla como candidata estaban plagadas de carteles de protesta contra el TPP (las siglas con las que se conoce el Acuerdo de Asociación Transpacífico) que impulsaron Estados Unidos y Japón con otros 10 países de la zona que no incluyen a China.

Si algo une a muchos de los electores a los que el partido de Clinton quiere conquistar con aquellos a los que apela Trump es el miedo a los efectos del nuevo tratado, una apuesta de Obama que ha supuesto cinco años de negociaciones. Y tanto la candidata como su compañero y aspirante a la vicepresidencia, Tim Kaine, han cambiado sus posiciones al respecto. Cambio de postura Como jefa de la diplomacia americana, Clinton defendió de forma entusiasta el TPP: “Fija el patrón oro de los acuerdos comerciales para abrir un comercio libre, transparente y justo, el tipo de marco en el que rige la ley y que establece unas reglas iguales para todos”, dijo en 2012. Pero a partir de 2014 empezó a matizar que su adhesión dependería del contenido final y, en las primarias, recalcó que no cumplía los requisitos necesarios para apoyarlo.

DIFICULTADES PARA UN NUEVO TRATADO CON EUROPA
Dado el clima hostil que rodea el TPP, el otro gran acuerdo comercial que se empezó a cocinar con Obama, el de Estados Unidos y Europa (llamado TTIP), tendrá un encaje difícil en la agenda del futuro presidente, se llame Hillary Clinton o se llame Donald Trump.
En un viaje a Bruselas en julio, el secretario de Estado, John Kerry, manifestó la voluntad de cerrar el acuerdo antes del fin del mandato de Obama. Los detractores del TTIP en EE UU critican el mayor acceso que tendrían las firmas europeas a sus contratos. También en Europa hay resistencia al acuerdo.

También Kaine, que lo había defendido, lo critica. Clinton cuestiona ahora incluso los resultados del Nafta, la alianza comercial de Estados Unidos con Canadá y México que su marido, Bill Clinton, firmó en 1993 cuando era presidente.

Este es el complicado escenario con el que Obama pretende lograr refrendar el TPP en el Congreso este año, antes de dejar la presidencia. La postura de su partido se aleja de la que el mandatario pretende dejar como legado económico. El año pasado logró en el Senado una ley que le daba más poderes para negociar por su cuenta los tratados comerciales con el apoyo de los republicanos y el rechazo masivo de sus compañeros demócratas (curiosamente, Kaine votó a favor). Con esa norma (llamada del fast track o vía rápida), el Congreso da su visto bueno a los acuerdos a posteriori y solo puede votar sí o no.

Que fueran los republicanos los que hicieran posible el fast track para Obama refleja bien las contradicciones que esta campaña está suponiendo para los republicanos (tradicionalmente unos defensores a ultranza del libre comercio) con su candidato, que ha convertido su crítica a los actuales tratados en una de sus grandes bazas electorales, y también para los demócratas, cuyas bases sindicales son más críticas con la globalización y reniegan del tratado de su presidente.