Después de agotar la posibilidad de caracterizar la situación actual de los gobiernos progresistas latinoamericanos como una situación de “fin de ciclo” –en la onda del fin de la historia, del fin de la oposición derecha/izquierda, del fin de las ideologías y otras ondas sin fin–, surge la idea de que sería una década desperdiciada. Nada de fundamental habría ocorrido, los gobiernos de Lula, de los Kirchner, del Frente Amplio, de Chávez, de Evo Morales, de Rafael Correa, habrían tirado por la borda una situación excepcionalmente favorable a la izquierda y habrian favorecido el retorno de la derecha.
Fin de ciclo ya está claro que no es, no surge nada de superador, ni por la derecha ni por la izquierda. Al contrario, sea en Brasil, Argentina o en los otros países, lo que surgen son procesos de restauración conservadora, de retorno del viejo neoliberalismo de los años de 90.
Entonces era necesario intentar descalificar los gobiernos que han traído los más grandes avances para nuestros países en mucho tiempo, para lo cual se lanza la idea de que habría sido una década desperdiciada. Como si las condiciones fueran las mejores posibles y no se hubieran aprovechado.
Esos gobiernos surgen a contramano de la fortísima onda global neoliberal, que todavía subsiste, aun con la prolongada y profunda crisis internacional del capitalismo. Mientras en el mundo aumentan las desigualdades, la miseria, la pobreza, la exclusión social, la expropiación de derechos, en nuestros países se ha avanzado en la dirección exactamente opuesta. Se ha disminuido mucho la desigualdad en el continente más desigual del mundo. Se ha retomado el crecimiento económico en medio de una acentuada recesión internacional. Nuestros países han cambiado mucho su fisionomía respecto de lo que eran antes, a pesar de los retrocesos a nível global.
Pero eso se habría debido solamente a los precios favorables de los productos primarios de exportación, gritan las aisladas voces de la ultraizquierda. Antes estaban altos esos precios y nada de eso había pasado y aun cuando esos precios han caído, los gobiernos progresistas han mantenido sus políticas sociales.
¿Para quién habría sido una oportunidad desperdiciada? Para los pueblos, seguro que no, que se han aprovechado para luchar y conquistar derechos, apoyando a gobiernos que los defendían. A lo mejor habrá sido una oportunidad perdida para la ultraizquierda de probar sus tesis de siempre, que han pasado toda la década sin apoyo popular.
¿Esos gobiernos serían responsables por el retorno de la derecha? Entonces, ¿por qué la ultraizquierda, que cree haber tenido siempre razón, no se ha fortalecido, no se aprovechado del debilitamiento de los gobiernos progresistas y ha ocupado su lugar? Simplemente porque no tiene ningún arraigo popular, porque sus argumentos no han cuajado en ningun sector popular, no dirigen ninguna experiencia de gobierno significativa, ni a nível municipal, ni provincial, menos todavia a nivel nacional.
Desperdiciada fue la década para los que no han aprendido que el desafío fundamental de nuestro tiempo es superar el modelo neoliberal, construir una alternativa concreta, fortalecerla, generar un polo lationoamericano y mundial de superación del neoliberalismo. El que no aprende de la historia sigue repitiendo lo mismo que decían hace décadas, desperdiciando las ensenanzas de la historia. Esos no tienen ni la perspectiva de repetirla, porque no la protagonizan nunca.