Por Aram Aharonian
1 diciembre, 2017
El futuro de los medios populares depende de una Internet ciudadana
Nos sorprende hasta a nosotros, dinosuarios anteriores a la llamada “revolución” tecnológica digital, pensar cómo funcionaríamos sin celular, sin redes ni correo electrónico, sin guglear, mientras nos intentan seducir con la comodidad del mundo tecnológico, con un robot que haga la limpieza de la casa y nos avise si entran ladrones…
Todo este seductor avance tecnológico esconde el fin de la seguridad, la vigilancia sin límites, la recolección indiscriminada de nuestros datos personales para enriquecer a megaempresas, la pérdida masiva de puestos de trabajo con la robotización y automatización. Y ni siquiera podemos echarle la culpa a algún fulano, sino que la tienen los algoritmos –que no tienen nada de transparentes ni de equitativos.
Hoy debemos analizar la integración vertical de proveedores de servicios de comunicación con compañías que producen contenidos (por ejemplo, ATT&T compra HBO y Times-Warner), la llegada directa de los contenidos (informativos, recreativos) a los dispositivos móviles, donde la televisión pasará a ser una pantalla más, la trasnacionalización de la comunicación y sobre todo de los temas de vigilancia, manipulación, transparencia y gobernanza en Internet. Ah, y del video como formato a reinar en los próximos años.
Hoy cinco de las 10 empresas de mayor cotización en la bolsa son del sector tecnológico y las tres del podio son Apple, Google y Microsoft . Sí, el problema es la concentración oligopólica: por el lado gráfico, 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 9.000 estaciones de radio, 1.500 televisoras, 2.400 editoriales, están controlados por apenas seis trasnacionales.
Los riesgos de este modelo concentrador de las tecnologías digitales van mucho más allá de lo que ahora conocemos como Internet. En diversos sectores de la economía y la gestión político-social, se están produciendo cambios internos facilitados por la agregación y el análisis de datos (lo que se conoce como big data). Son solo las grandes entidades (empresas transnacionales, gobiernos poderosos) que tienen la capacidad de almacenar y procesar tal cantidad de datos y de transformarlos en algoritmos, que son la base de la inteligencia artificial.
Nuestros datos se han convertido en el principal insumo de la nueva economía digital, dado que Internet se ha convertido en el sistema nervioso central de la economía global, así como del conocimiento, la información, la política y la vida sociocultural de la humanidad, lo que significará, de no producirse cambios en la gobernanza de la red de redes, en nuevas dependencias de nuestros países.
Es que cuando se trata de sistemas internacionales, no existe ningún organismo facultado para normar muchos aspectos de los flujos de datos, y mucho menos para supervigilarlos. Los nuevos monopolios digitales están explotando este vacío de regulación y supervisión para consolidar aún más su poder, y negocian a puerta cerrada las regulaciones que decidirán el futuro de la red, con muy poca o ninguna incidencia real de la ciudadanía.
Internet y el ciberespacio son el escenario de disputas de poder, donde las grandes potencias y corporaciones trasnacionales protagonizan una pugna mundial por conquistar y dominar esta nueva dimensión, integrándola en el marco de los conflictos geopolíticos, geoeconómicos y militares. Por eso, es un reto urgente de nuestras sociedades rescatar la Internet ciudadana, antes de que sea tarde.
Y las decisiones sobre estas cosas no son técnicas, sino políticas: es imprescindible mantener el carácter abierto y descentralizado de la red mundial de computadoras, discutir privacidad y protección de datos en un mundo en que no sólo las personas, pero las cosas (coches, heladeras, aviones, casas) están y estarán cada vez más interconectadas.
Un tratado sobre las corporaciones digitales debiera ser claro y plenamente aplicable a las empresas que operan en el mundo en línea, y preservar el derecho democrático de los pueblos a tomar las decisiones de política pública, que debe reconocer que son entidades globales, que deben estar sujetas a normas globales, lo que exige contar con un mecanismo para hacer cumplir estas normas globales.
Pero las megaempresas tienen capacidad de cooptar a los Estados. Las negociaciones de los tratados bilaterales y multilaterales de libre comercio TPP, TPIP y TISA, del Mercosur-UE, reducirán la capacidad de los Estados periféricos para proteger la privacidad y otros derechos ciudadanos.
Según los últimos cálculos, en el mundo hay unos 10 zetabytes de información (un zetabyte es un 1 con 21 ceros detrás), y la única manera de interpretarlos es con máquinas. El DeepLearning es la forma como se hace la Inteligencia Artificial: son redes neuronales que funcionan de manera muy similar al cerebro, con muchas jerarquías. Apple y Google y todas las Siri en el teléfono, todos lo usan.
Hoy el control emerge de la conjunción de medio, transporte y contenido. Los que controlan los sistemas de difusión, cada vez más inalámbricos, satelitales, eligen, producen y disponen cuáles serán los contenidos. El Big Data permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones, y preocupa lo fácil que está siendo convertir la democracia en una dictadura de la información, haciendo de cada ciudadano una burbuja distinta.
Está de moda hablar de las noticias falsas, que en realidad son prácticas milenarias, que hoy son mucho más poderosas por su velocidad, potencia y bajo costo de producción. Son como el cáncer de la web que nacen como consecuencia de los modelos de negocios de Google, Facebook, Twitter y los miles de sitios que cada día intentan captar la atención en un mundo de concentración informativa y crisis del periodismo.
Las llamadas fake news es información falsamente descriptiva que busca manipular a la audiencia sin importar su propósito. Pero hasta que se creó la web, el acceso a audiencias masivas estaba monopolizado por quienes concentraban el poder político o los dueños de diarios, radios y canales de TV. La llegada de las redes sociales multiplicó el alcance de los internautas exponencialmente, dinamitando ese control primario de la información.
Ante el desastre producido por los terremotos el presidente mexicano Peña Nieto instó a los ciudadanos‘‘no dejarse engañar ni confundir por la desinformación o noticias falsas de las redes sociales.
Aquella metáfora, en el filme The Truman Show, por la cual un hombre es sólo parte de un reality show dentro del cual cree haber nacido y vivido toda su existencia, según un guion ajeno que desconoce, nos plantea si no seremos un sueño inventado por los medios masivos de comunicación,
El negocio de la televisión y el cine está experimentando un cambio rápido a medida que el streaming de video gana terreno sobre los modos tradicionales de visualización. En los últimos años, el proveedor de cable Comcast compró a NBC Universal y DreamWorks. Disney compró a Marvel, Lucasfilm, e invirtió en el servicio de streaming MLB Advanced Media. Verizon compró a AOL y Yahoo para alimentar sus propias ambiciones de contenido y publicidad.
Todas esas megaempresas de Internet acumulan información sobre cada uno de nosotros cada vez que utilizamos la web, que ellos comercializan vendiéndola a otras empresas o a la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU. Una sociedad conectada es una sociedad espiada y una espiada es una sociedad controlada.
Hoy más que nunca, la dictadura mediática, cada vez en manos de menos generales de las corporaciones, busca garantizarse hegemónicamente la imposición de imaginarios colectivos, narrativas, discursos, verdades e imágenes únicas. Es el lanzamiento global de la guerra de cuarta generación a los usuarios digitalizados del mundo. ¿Será el inicio de la guerra de quinta generación?
A veces pienso que en esta guerra ideológica nos llevan a combatir en escenarios de batalla equivocados o perimidos, mientras ellos desarrollan sus estrategias, tácticas, ofensivas en nuevos campos. Todo cambia, mientras nosotros, desde el campo popular parece que estuviéramos anclados, aferrados, a los mismos reclamos y reivindicaciones.
¿De qué estamos hablando cuando reclamamos la democratización de la comunicación y de la información? ¿Para qué queremos nuevos medios, nuevas frecuencias si no contamos y sumamos nuevos contenidos que tengan que ver con nuestras idiosincrasias, nuestras luchas, nuestros anhelos, nuestra memoria?, preguntan unos. ¿Cuándo vamos a construir nuestra propia agenda y dejar de ser reactivos a la agenda del enemigo? ¿Cómo vamos a romper esta ilógica lógica comunicativa desde organizaciones verticales? La horizontalidad ayuda a construir unidad, en procesos de organización, con movilización, señalan desde los movimientos sociales.
Lo cierto es que la vieja caja de herramientas ya no nos sirve. La academia poco nos ha ayudado en los últimos 40 años y no ha sumado teoría a la praxis elaborada por nuestros pueblos. De eso es de lo que debemos hablar: cómo y con qué herramientas luchar en estos nuevos campos de batalla.
– Introducción el tema de Medios, en Diálogos por una Internet ciudadana: NuestrAmérica rumbo al Foro Social de Internet, Quito 27 de setiembre de 2017.
(*) Periodista uruguayo, magister en Integración, fundador de Telesur, codirector del Observatorio de Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), y presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (Fila). Autor de Vernos con nuestros propios ojos y La internacional del terror mediático, entre otros textos.
Las redes sociales, otra forma de control
(Tomado del libro “El asesinato de la Verdad”, de Aram Aharonian (Editorial Ciccus 2017)
Entrar en Internet es abrir la ventana a cualquier tipo de datos mezclados entre lo riguroso, lo banal y fútil: descripciones sobre el uso de medicamentos, la calidad de un restaurante, el estreno teatral, el servicio médico de un hospital, el estado de las cárceles, la justicia, la educación, la violencia de género, compras online, etcétera. En este maremágnum, las opiniones se multiplican y la circulación de basura copa todos los espacios.
Algunos –no por casualidad- lo confunden con democracia en red. Se trata de una falsa democratización que pasa por el tamiz de las grandes empresas, que son quienes controlan y deciden. Realizan perfiles sicológicos donde emergen gustos, obsesiones, preferencias literarias, itinerarios de viajes. Si en algún momento usted consultó una agencia de viajes, recibirá ofertas para sus vacaciones, hoteles, horarios de tren, autobús y avión. No hay manera de bloquearlos, traspasan todos los límites del decoro.
Cualquiera que quiera poner en circulación una “publicación” en la red debe saber que no solo compite contra grandes factorías de elaboración y difusión de contenidos que tienen una fuerte incidencia en redes, sino también con un ilimitado número de fuentes, en una selva en el que “las mentiras fluyen y se multiplican, se adjudican citas falsas, se inventan datos, declaraciones, se cambian párrafos, se suplantan identidades”, señala el español José María Izquierdo en ¿Para qué servimos los periodistas?
Se necesita actuar con inteligencia, conocimiento, habilidad y tiempo, pero también trabajar con permiso del buscador todopoderoso (Google) y de la hermana mayor de las redes sociales (Facebook, una herramienta poderosísima para difundir y compartir contenidos, siempre y cuando a la hora de publicar se tengan en cuenta sus exigencias, estrechamente relacionadas con la capacidad de viralizar y con el rendimiento económico.).
Internet, en contra de lo que pretendíamos creer tantos ilusos, no es el reino de la igualdad de oportunidades. Preocupan al comunicólogo belga Armando Mattelart, “las zonas de sombra de la información y los modos de control” y habla de “un nuevo modo de gobernar de los Estados a partir de perfiles de resultados en la escuela, y todas las partes en que uno se vuelve cliente del Estado, y de todos los perfiles que se desprenden de las nuevas tecnologías y del uso de las redes sociales”.
Según el informe de Facebook, el 30% de los adultos estadounidenses se “informa” a través de Facebook y el 20% del tráfico de las noticias proviene de esa red social. También para Mark Zuckerberg, el futuro de Facebook será en video ya que cada vez es más sencillo grabar y compartir. Incluso Twitter cambió de estrategia y está pasando del solo texto al video en la lucha del video en los teléfonos móviles.
Tras adquirir You Tube, con 130 millones de visitantes al mes solo en EEUU, Google, que apuesta a que el video en Internet va a acabar con la televisión, se apresta a difundir contenidos visuales para su clientela de más de 1.300 millones de usuarios que consumen unos seis mil millones de horas de video cada mes. En Estados Unidos, los 25 principales canales online de YouTube tienen más de un millón de visitantes únicos a la semana y captan más jóvenes de entre 18 y 34 años que cualquier otro canal estadounidense de televisión por cable. El director de Youtube para América del Sur, John Farrel, afirma que el 75% de los contenidos audiovisuales serán consumidos vía internet en 2020.
Muchos de nosotros hemos utilizado Wikipedia para consultar información superficial: fechas, hechos históricos o la secuencia de presidentes de un país. Un proceso facilista que se ha popularizado, dejando de lado otras fuentes, como la enciclopedia temática, con una construcción destinada a favorecer la capacidad crítica del lector y realizar nuevas preguntas, o un diccionario.
Pero hoy , trabajos académicos, tesis de licenciatura, maestrías y doctorados están llenos de referencias a Wikipedia, obviando las citas a biografías contrastadas o autobiografías, de Darwin, Einstein, Marx, Keynes, Cortázar, Borges, Rulfo: nadie los leer, basta con ver la referencia superficial y sin constatación en Wilkipedia..
Estar informado no es sinónimo de estar formado. Sin capacidad de seleccionar, fijar y construir pensamiento, los datos se trasforman en un arma para el control y la manipulación desde el poder.
La democracia no está en la red ni la red es democrática. De lo contrario, ¿por qué las grandes compañías que controlan los datos permiten su acceso gratis? Eso sí, a lo que les interesa. Son muchas las novedades aparejadas al uso de Internet, entre otras, tener datos sobre cualquier cosa, la mayoría de las veces irrelevantes, tópicas o falsas.
La superproducción de información puebla sus páginas. El llamado Big Data inunda la vida cotidiana: desde publicidad encubierta, experiencias místicas, terapias alternativas, métodos antiestrés, mejoramiento de la memoria, hasta consejos para adelgazar, restaurantes, etcétera. Hasta aquí nada nuevo.
A medida que profundizamos se abre un mundo siniestro y oscuro. El dato por el dato, acompañado de los inevitables me gusta o no me gusta, incluido el comentario sobre el comentarista, su vida privada, las descalificaciones mutuas, los chats, transforman la red en un basurero mundial en el cual se depositan las excrecencias, señala el chileno Marcos Roitmann. “El voyerismo social se incrementa; muchos confunden el significado de la información con opiniones personales”, añade.
Todos son fotógrafos, reporteros, informadores. Un accidente de coche, una pelea callejera, un atasco de tránsito, una mascota, un beso furtivo, la invasión a la privacidad de cualquier ciudadana o ciudadano: cualquier cosa puede ser objeto de filmación, comentario en red y más tarde mutar en un éxito viral. Así logra relevancia y se recoge en los informativos de todo el mundo, en horas de máxima audiencia.
Sin olvidar los comentarios en Twitter de quienes guardan anonimato con seudónimos peculiares como indignado furioso, revolucionario para siempre, Carlos Marx, anarquista confeso, socialdemócrata convencido, etcétera.
Big Data asusta
Según los últimos cálculos, en el mundo hay unos 10 zetabytes de información (un zetabyte es un 1 con 21 ceros detrás), que si se ponen en libros se pueden hacer nueve mil pilas que lleguen hasta el sol. Desde 2014 hasta hoy, creamos tanta información como desde la prehistoria hasta el 2014. Y la única manera de interpretarlos es con máquinas.. El Deep Learning es la manera como se hace la Inteligencia Artificial desde hace cinco años: son redes neuronales que funcionan de manera muy similar al cerebro, con muchas jerarquías. Apple y Google y todas las Siri en el teléfono, todos lo usan.
El alemán Martin Hilbert , asesor tecnológico de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos explica cómo el Big Data permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones, cuánto saben las grandes empresas de nosotros, y lo que más le preocupa: lo fácil que está siendo convertir la democracia en una dictadura de la información, haciendo de cada ciudadano una burbuja distinta.
Señala que si uno tiene Gmail en su celular con wifi, puede ver en Google Maps un mapa mundial que muestra dónde estuvo cada día, a cada hora, durante los últimos dos o tres años (ver www.google.com/maps/timeline). Es una información que uno les permites coleccionar al aceptar los términos de licencia cuando instala la aplicación. “Se puede predecir con casi un 90% de probabilidad dónde va a estar uno en cada momento de cada día del año que viene. Imagine lo que vale esa información para una empresa que hace marketing, por ejemplo”, resalta.
También las empresas telefónicas, que uno supone que sólo nos cobran el plan, hacen buenos negocios con nuestros datos. Por ejemplo, Smart Steps es la empresa de Telefónica que vende los datos de los celulares Movistar. De la noche a la mañana, la gente pasó a tener un sensor de sí mismo 24 horas al día. Hoy se puede saber dónde están las personas, pero también qué compran, qué comen, cuándo duermen, cuáles son sus amigos, sus ideas políticas, su vida social. Algunos estudios ya han logrado predecir un montón de cosas a partir de nuestra conducta en Facebook . “Se puede abusar también, como Barack Obama y Donald Trump lo hicieron en sus campañas, como Hillary Clinton no lo hizo, y perdió.
Esos son los datos que Trump usó. Teniendo entre 100 y 250 likes (me gusta) tuyos en Facebook, se puede predecir tu orientación sexual, tu origen étnico, tus opiniones religiosas y políticas, tu nivel de inteligencia y de felicidad, si usas drogas, si tus papás son separados o no”, señala el científico.
Y agrega que “con 150 likes, los algoritmos pueden predecir el resultado de tu test de personalidad mejor que tu pareja. Y con 250 likes, mejor que tú mismo. Este estudio lo hizo Kosinski en Cambridge, luego un empresario que tomó esto creó Cambridge Analytica y Trump contrató a Cambridge Analytica para la elección”. “Usaron esa base de datos y esa metodología para crear los perfiles de cada ciudadano que puede votar. Casi 250 millones de perfiles. Obama, que también manipuló mucho a la ciudadanía, en 2012 tenía 16 millones de perfiles, pero acá estaban todos. En promedio, tú tienes unos 5000 puntos de datos de cada estadounidense. Y una vez que clasificaron a cada individuo según esos datos, los empezaron a atacar”, señala Hilbert.
Por ejemplo, si Trump dice “estoy por el derecho a tener armas”, algunos reciben esa frase con la imagen de un criminal que entra a una casa, porque es gente más miedosa, y otros que son más patriotas la reciben con la imagen de un tipo que va a cazar con su hijo. Es la misma frase de Trump y ahí tienes dos versiones, pero aquí crearon 175 mil. Claro, te lavan el cerebro. No tiene nada que vercon democracia. Es populismo puro, te dicen exactamente lo que quieres escuchar”.
Hilbert señala que Obama fue el pionero en esto. En la campaña para su reelección en 2012, invirtió en esto mil millones de dólares, mucho más que en comerciales de TV. Y con eso contrató a un grupo de cuarenta nerds, de Twitter, de Google, de Facebook, de Craigslist, tres profesionales de póker, otro que trabaja con células madres… “A esos 40 nerds los puso en un subterráneo, les dio mil millones de dólares …Y ahí crearon los 16 millones de perfiles que les interesaban, los votantes indecisos. Sacaron datos de todos lados”.
Lo más delicado es que no sólo pueden mandar el mensaje como más le va a gustar a esa persona, sino también pueden mostrarle sólo aquello con lo que va a estar de acuerdo. “Si Obama tiene sesenta compromisos de campaña, puede que 58 te parezcan mal, pero al menos con dos vas estar de acuerdo. Digamos que estás a favor del desarrollo verde y a favor del aborto. Bueno, empezaron a mostrar en su Facebook sólo estos dos mensajes”.
Y más rezagada aún queda la democracia, incapaz de mediar entre tanta información fragmentada. Big Data permite poner a la gente en muchas más cajas que antes, es un arma de fragmentación muy poderosa. Y en Estados Unidos, crearon las primarias, los colegios electorales por cada Estado: como no había acceso a la gente y ésta tampoco estaba informada, se necesitó todo esta construcción representativa.
Pero con la tecnología actual, esta construcción está completamente superada y tiene potencial para constituirse en una dictadura informacional. La democracia representativa de esta manera no funciona y se debe repensarla completamente. Y ya tampoco podemos ignorar que las redes digitales son globales (…) “Llevábamos miles de años separados en diferentes culturas y nos tuvimos que conocer en un par de décadas”, indica. Hilbert afirma que si en otra época el Estado destinó recursos para llevar la telefonía a las áreas rurales, ahora tendrá que hacerlo para igualar el acceso a Big Data. “Son cosas que estamos aprendiendo, aunque los gobiernos ya podrían estar haciendo mucho más”.
Al final, el juego con la tecnología siempre ha sido ver cuáles tareas se pueden automatizar y cuáles no. Si un robot reconoce células de cáncer, uno se ahorra al médico. Más del 50% de los actuales empleos son digitalizables. Y ya no hablamos de reemplazar a los obreros, como en la revolución industrial, sino también los trabajos de la clase más educada: médicos, contadores. El 99% de las decisiones de la red de electricidad en EEUU son tomadas por IA que localiza en tiempo real quién necesita energía.
“Estamos convergiendo con la tecnología para crear un ente superior, que se llama sociotecnología, tecnosociedad o como se lo quiera llamar. Es muy profundo y hay gente que se preocupa más de la cuenta, y prefieren hablar del robot de Amazon que les mandó un paquete equivocado. Nos descoloca que nos hablen de un chip implementado en el cerebro, pero ya todos usamos tecnología para aumentar nuestras capacidades”, alerta Hilbert.
No es en ningún caso el fin de la humanidad, es la evolución que sigue su camino. Y la manera en que esto ocurra va a depender de nosotros. Entonces nos conviene entender que tenemos por delante una gran responsabilidad, porque nosotros diseñamos las instituciones que van a definir el futuro de estas convergencias, señaló a The Clinic.
El panóptico digital, que vigila y explota lo social
(Tomado del libro “El asesinato de la Verdad”, de Aram Aharonian (Editorial Ciccus 2017)
La actual euforia con el Big Data se asemeja a la euforia con la estadística del siglo XVIII, a la que pronto le surgió una resistencia, principalmente por parte del Romanticismo. La estadística es, en efecto, el Big Data del siglo XVIII. Al principio se celebró la red digital como un medio de libertad y movilidad ilimitada, y así lo sugería el primer eslogan publicitario de Microsoft, Where do you want to go today?,
Esta euforia inicial se muestra hoy como una ilusión, cuando la libertad y la comunicación ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales. También los medios sociales se equiparan cada vez más a los panópticos digitales que vigilan y explotan lo social de forma despiadada, señala el coreano Byung-Chul Han en Psicopolítica, término que usa en contraposición con la biopolítica..
El panóptico (disciplinario) era un tipo de arquitectura carcelaria ideada por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham hacia fines del 1700. El objetivo de la estructura panóptica es permitir a su guardián, guarnecido en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales alrededor de la torre, sin que estos puedan saber si son observados.
Su efecto más importante era inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantizaría el funcionamiento automático del poder sin que el mismo se esté ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no.
Hoy, los residentes del panóptico digital se comunican intensamente y se desnudan por su propia voluntad. La sociedad del control digital hace un uso intensivo de la libertad, gracias a que, de forma voluntaria, tiene lugar una iluminación y un desnudamiento propio. El Big Brother digital traspasa su trabajo a los reclusos: la entrega de datos no sucede por coacción, sino por una necesidad interna, y ahí reside la eficiencia del panóptico.
También se reclama transparencia en nombre de la libertad de comunicación. La transparencia es en realidad un dispositivo neoliberal. De forma violenta vuelve todo hacia el exterior para convertirlo en información. En el modo actual de producción inmaterial, más información y comunicación significan más productividad, aceleración y crecimiento, añade Byung- Chul Han.
El secreto, la extrañeza o la otredad representan obstáculos para una comunicación ilimitada y por ello son desarticulados en nombre de la transparencia. La comunicación se acelera cuando se eliminan todas las barreras, muros y abismos. También a las personas se las desinterioriza (no en forma violenta sino voluntaria), porque la interioridad obstaculiza y ralentiza la comunicación.
El dispositivo de la transparencia obliga a una exterioridad total con el fin de acelerar la circulación de la información y la comunicación. La apertura sirve en última instancia para la comunicación ilimitada, ya que el cierre, el hermetismo y la interioridad bloquean la comunicación. Una conformidad total es una consecuencia adicional de la transparencia.
La red y la comunicación totales tienen ya como tales un efecto allanador, generan un efecto de conformidad, como si cada uno vigilara al otro, y ello previamente a cualquier vigilancia y control por servicios secretos.
El neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor, afirma Byung-Chul Han. La libertad del ciudadano cede ante la pasividad del consumidor. El votante, en cuanto consumidor, no tiene un interés real por la política, por la configuración activa de la comunidad. No está dispuesto ni capacitado para la acción política común y solo reacciona de forma pasiva a la política, refunfuñando y quejándose, igual que el consumidor ante las mercancías y los servicios que le desagradan. os políticos y los partidos también siguen esta lógica del consumo: tienen que proveer.
De este modo, se degradan a proveedores que han de satisfacer a los votantes en cuanto consumidores o clientes. La transparencia que hoy se exige de los políticos es todo menos una reivindicación política. No se les exige transparencia frente a los procesos políticos de decisión, por los que no se interesa ningún consumidor. El imperativo de la transparencia sirve sobre todo para desnudar a los políticos, para desenmascararlos, para convertirlos en objeto de escándalo.
La reivindicación de la transparencia presupone la posición de un espectador que se escandaliza. No es la reivindicación de un ciudadano con iniciativa, sino la de un espectador pasivo. La participación tiene lugar en la forma de reclamación y queja. La sociedad de la transparencia, que está poblada de espectadores y consumidores, funda una democracia de espectadores. a autodeterminación informativa es una parte esencial de la libertad: el ciudadano debiera conocer quién sabe de él, así como qué, cuándo y en qué ocasión se sabe de él.
De ella se hablaba a fines del siglo XX, en una época en la que se creía que había que enfrentarse al Estado como a una instancia de dominación que arrebataba información a los ciudadanos contra su voluntad. Pero hace mucho que esa época quedó atrás. Hoy nos ponemos al desnudo sin ningún tipo de coacción ni de prescripción. Subimos a la red todo tipo de datos e informaciones sin saber quién, ni qué, ni cuándo, ni en qué lugar se sabe de nosotros. Este descontrol representa una crisis de la libertad que se ha de tomar en serio.
En vista de la cantidad y el tipo de información que de forma voluntaria se lanza a la red indiscriminadamente, el concepto de protección de datos se vuelve obsoleto. Nos dirigimos a la época de la psicopolítica digital, señala Byung-Chul Han. Avanza desde una vigilancia
pasiva hacia un control activo. Nos precipita a una crisis de la libertad con mayor alcance, pues ahora afecta a la misma voluntad libre.
El Big Data es un instrumento psicopolítico muy eficiente que permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación. Se trata de un conocimiento de dominación que permite intervenir en la psique y condicionarla a un nivel prerreflexivo. Permite hacer pronósticos sobre el comportamiento humano. De este modo, el futuro se convierte en predecible y controlable. La psicopolítica digital transforma la negatividad de la decisión libre en la positividad de un estado de cosas que es cuantificable, mensurable y controlable.
Sin embargo, ninguna cosa es libre. Sin duda alguna, la cosa es más transparente que la persona. El Big Data anuncia el fin de la persona y de la voluntad libre. Todo dispositivo, toda técnica de dominación, genera objetos de devoción-sumisión que se introducen con el fin de someter. El smartphone (teléfono celular “intligente”) es un objeto digital de devoción, de devoción de lo digital en general.. La dominación aumenta su eficacia al delegar a cada uno la vigilancia. El me gusta es el amén digital.
Cuando hacemos clic en el botón de me gusta nos sometemos a un entramado de dominación. El smartphone no es solo un eficiente aparato de vigilancia, sino también un confesionario móvil. Facebook es la iglesia, la congregación religiosa de lo digital.
Vendiendo nuestros datos
Los gigantes de Internet, ávidos por recuperar la confianza de sus usuarios, ofrecieron a principios de febrero de 2014 información detallada acerca del número de peticiones secretas sobre datos de usuarios realizadas por el gobierno de Estados Unidos, en medio de acciones judiciales presentadas por gigantes como Facebook, Google, LinkedIn, Microsoft y Yahoo ante las actividades de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) reveladas por el exconsultor de inteligencia Edward Snowden, refugiado en Rusia.
Google señaló que esas solicitudes de la Corte de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA) superaron las 20 mil en 2013: 9 mil a 10 mil cuentas en los primeros seis meses y de 12 mil a 13 mil en el semestre anterior.
Facebook reveló que recibió solicitudes de FISA de información de las cuentas de 5 mil a 6 mil de sus más de mil millones de miembros en los primeros seis meses del año pasado, y de 4 mil a 6 mil usuarios en el semestre previo, mientras que Microsoft habló de requerimientos de información de entre 15 mil y 16 mil cuentas de usuarios en los primeros seis meses del año pasado. Yahoo indicó que, en el mismo período, los funcionarios de inteligencia exigieron la información de unos 30 mil a
31 mil usuarios. Eso es lo que aceptaron –al menos- públicamente.
Desde terroristas y pedófilos hasta piratas cibernéticos acechan en la red de redes y para protegernos –dicen desde los países centrales- debemos ceder cualquier resquicio de intimidad, cualquier atisbo de lo privado en la red a manos de los organismos de seguridad imperiales. Las fuerzas coercitivas avanzan bajo la excusa de la seguridad. El viejo argumento del enemigo externo, convenientemente trasfigurado en terror y degradación, nos conduce al adocenamiento, al consentir tácito.
Internet, publicitado como nuevo espacio para la libertad de información, es también un nuevo espacio para la libertad de comercio. El control del ciberespacio depende de satélites, de líneas telefónicas y de comunicaciones, y no resulta nada casual que en la etapa de aplicación de las teorías neoliberales en nuestra región, la privatización haya arrancado estos servicios de las manos públicas, para entregarlas y concentrarlas en manos de los grandes conglomerados transnacionales de la comunicación, europeos y estadounidenses.
Y las revelaciones del exanalista de inteligencia Edward Snowden sobre el espionaje en Estados Unidos son una prueba de que los gobiernos pueden aliarse con las grandes corporaciones para usar la red contra los ciudadanos.
Si bien el número de servicios de noticias que circulan actualmente en el mundo es reducido, su impacto es enorme. McLuhan no conocía siquiera las tandys, precursoras de las laptops ni el fax que se popularizó recién a partir de 1985, cuando las agencias de noticias internacionales aún transmitían por medio de teletipos y cintas perforadas. Parece la prehistoria, pero sucedió hace apenas tres décadas.
Muchas teorías de egregios comunicólogos murieron ahogadas por la realidad. Hasta hoy se enseña en algunas universidades latinoamericanas que Internet garantiza la democratización de la información. Cerca de 2.300 millones de personas son usuarios de Internet hoy en día. Cerca de 30% de los seres humanos se informa, compra, se entretiene en y por la Web. En América Latina se supone que hay unos 300 millones de usuarios.
En 2010-2011, asistimos a un inusitado fragor revolucionario por parte de los medios de información capitalista, cuando los regímenes del ámbito musulmán en el norte de África y en el Golfo Pérsico-Arábigo estuvieron en el punto de mira de los medios masivos de comunicación, que quisieron ver en las rebeliones de Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Marruecos y Bahrein un ejemplo de lucha pacíficadel pueblo contra la opresión.
Presentaron esta lucha como horizontal, sin líderes, producto de una espontaneidad creadora de valores políticos surgida desde abajo, gracias, especialmente, a las redes sociales. Sergio de Castro sostiene que la lectura mediática de las revueltas en el mundo musulmán ha supuesto una oportunidad única para recuperar el acento en lo político, o más bien, para reconstruir la ilusión ideológica –en sentido marxiano– de que el poder económico no está en la punta de la pirámide «democrática».
Y para ello no sólo es necesario ocultar al verdadero sujeto económico que hay detrás de nuestras «democracias», sino también el recrear el espejismo de que el sujeto político no son los gobernantes (que tan amablemente se han doblado a los intereses del capital) sino en el pueblo mismo.
Desde este punto de vista, la importancia que se ha dado a las redes sociales, principalmente en las revueltas de Túnez y Egipto, es un elemento esencial. El catedrático español Vicenç Navarro alertaba sobre cómo de manera generalizada el enfoque de los medios del capital ha ocultado las verdaderas raíces de lo sucedido en Egipto, las contundentes y continuadas movilizaciones del movimiento obrero en los últimos años.
No interesaba evidenciar la existencia de un movimiento obrero y campesino en estos países, sino que se volvía necesario, en su lugar, inventar un nuevo “sujeto revolucionario no ideologizado”, casi apolítico. El enfoque consigue algo más: la privatización de la horizontalidad e incluso de la sociedad civil.
Porque, y es algo que también nos intentan hacer olvidar, las redes sociales son empresas con evidentes intereses económicos. El presentarlas como espacios democráticos de lucha política capaces de lo impensable (derrocar a dictadores casi de un día para otro) no sólo implica someter la iniciativa de la sociedad civil a la lógica empresarial, sino que además muestra a esos espacios como verdaderas armas de lucha contra la opresión, señalando el camino a posibles futuras revueltas que, por supuesto, serían fácilmente controlables dado el carácter eminentemente vertical de las estructuras formales de las redes.
Hace pocos años la Secretaria de Estado estadounidense Hilary Clinton anunció que su cartera destinó 25 millones de dólares para apoyar a «activistas digitales» y a crear tecnología y aplicaciones diversas para liberarse de esta represión gubernamental en países autoritarios: un problema para la libertad de expresión y el desarrollo democrático.
Amnistía Internacional denunció hace algunos años que no existe plena libertad de expresión en Internet. Y acusó también a las grandes empresas de servicios como Microsoft, Google y Yahoo de colaborar con los países censuradores facilitándoles bloquear páginas que esos gobiernos consideran inconvenientes para sus internautas. En Egipto, Túnez y Siria hasta se encarcelaban a blogueros por sus opiniones contrarias al régimen.
Por otra parte, la sociedad civil estadounidense organizada está constantemente reclamando para que Internet se mantenga libre de las presiones de los grandes grupos empresariales telefónicos o de TV cable, que hacen lobby en el Congreso para que éste apruebe proyectos de ley para gravar con diferentes «peajes» la supercarretera de la información, donde quienes paguen más tendrán rutas más rápidas.
De los navegadores latinoamericanos en internet, un 18 por ciento jamás visita un sitio de noticias, y prefieren la televisión para informarse y no están dispuestos a pagar por acceder a un sitio de noticias. La otra forma de financiarlos es mediante avisos (banners) para sufragar los costos del equipo humano y técnico. Si bien el traslado de publicistas y avisadores al ciberespacio ha sido lento, hoy vemos agresivas campañas publicitarias que nos asaltan cuando abrimos las páginas de diarios digitales.
Hoy los dueños de los medios gráficos y cibernéticos han encontrado la forma de vender publicidad en paquete para su multimedia. Así, el ciberespacio pierde gran parte de su libertad y los diarios digitales, la autonomía para enfocar las informaciones porque – al igual que en los medios impresos– siempre habrá temas que podrán molestar a los avisadores, que forman parte de los grupos del poder económico.
También puede transformarse en problema la libertad que ofrece Internet para que mentes inescrupulosas y criminales cometan ciberdelitos, como las redes de pederastas, el tráfico
de mujeres y niños, las estafas, los hackeos (intervención de terceros en sitios ajenos) para cometer delitos. El internauta necesita también una cierta seguridad para realizar operaciones en el e-commerce (compraventas a través de Internet) y también para expresarse con confianza en algunas redes sociales donde sus datos personales pueden utilizarse en su contra.
En su reciente libro La ética del ciberespacio, el comunicólogo holandés Cees Hamelink defiende el ciberespacio de lo que él estima la invasión a que lo están sometiendo las empresas privadas y el comercio en circunstancias que, a su juicio, su evolución debería dirigirse al servicio de la sociedad civil, constituirse en un espacio eminentemente público. Teme que se esté convirtiendo un mercado acorde a la visión del neoliberalismo económico que globaliza el mundo.
Una mano de pintura democrática sin duda puede ser un buen sustituto a los necesarios cambios estructurales, y servirá para que se oculte que ese nuevo orden sólo puede ser posible con el fin del capitalismo. Y más si ese «retoque» se hace de la mano de una ciudadanía presentada como autónoma, pero controlada a través de un sujeto económico que es ocultado.
El cubano Alejandro Perdomo Aguilera, por su parte, señala que las redes sociales en Internet son para algunos la nueva arma de las revoluciones, pero para otros, son también un efectivo mecanismo de dominación ideológica, y un poderoso instrumento del gobierno de los EEUU para extraer información sobre los intereses, las vulnerabilidades y potencialidades existentes en Latinoamérica.
El acoplamiento del gobierno estadounidense en las redes sociales en Internet denota el marcado interés que adquieren para sus intereses hegemónicos en la región. La capacidad de las redes para socializar estados de opinión la convierten en una excelente herramienta de los centros de pensamiento y los medios de comunicación dirigidos por las elites del poder, para hacer llegar a diversos públicos los mensajes de su interés.
La rapidez con que fluyen las informaciones en la red, las atractivas formas en que se presentan los mensajes y la concatenación de los estados de opinión con una caracterización ideológica-cultural, socioeconómica y física que se hace de cada internauta, resulta una valiosa información para los entes que controlan los medios de información a nivel global, replanteando a las redes sociales como un nuevo terreno de combate, añade Perdomo.