Por Juan Guahán
Exactamente después de dos años de gobierno y a 50 días de haber ganado las elecciones de medio tiempo, el gobierno comienza de Mauricio Macri a sentir el efecto de algunas de sus medidas. Hasta ahora, reinaba -en la dirigencia política y gran parte de la prensa- la impresión que “al gobierno no le entran balas”. Esto tenía el sentido que todas sus medidas, incluidas las más erradas, encontraban una piadosa justificación. En general, el gobierno reconocía haberse equivocado y todo seguía como antes, sin que ello hiciera mella en su prestigio y accionar. Eso está suficientemente probado y avalado con la amplia victoria alcanzada en el reciente resultado electoral.
Los más veteranos ya vivimos una circunstancia parecida con el gobierno de la Alianza, que encabezaba, Fernando de la Rua. Ahí también se percibían las macanas que se estaba mandando pero nada parecía afectarlo. Hasta que un día la crisis estalló –“corralito” mediante- y “todas las balas le entraron juntas”.
13 diciembre, 2017
Exactamente después de dos años de gobierno y a 50 días de haber ganado las elecciones de medio tiempo, el gobierno comienza de Mauricio Macri a sentir el efecto de algunas de sus medidas. Hasta ahora, reinaba -en la dirigencia política y gran parte de la prensa- la impresión que “al gobierno no le entran balas”. Esto tenía el sentido que todas sus medidas, incluidas las más erradas, encontraban una piadosa justificación. En general, el gobierno reconocía haberse equivocado y todo seguía como antes, sin que ello hiciera mella en su prestigio y accionar. Eso está suficientemente probado y avalado con la amplia victoria alcanzada en el reciente resultado electoral.
Los más veteranos ya vivimos una circunstancia parecida con el gobierno de la Alianza, que encabezaba, Fernando de la Rua. Ahí también se percibían las macanas que se estaba mandando pero nada parecía afectarlo. Hasta que un día la crisis estalló –“corralito” mediante- y “todas las balas le entraron juntas”.
Viene a la memoria la vergonzosa imagen del helicóptero con la escalera de sogas, porque el techo de la Casa Rosada no soportaba su descenso, para que trepe un agobiado De la Rua, ya ex Presidente.
Las circunstancias nacionales e internacionales no son las mismas, pero es un buen momento para sacar a ese hecho del cajón de los recuerdos. Es particularmente interesante hacerlo en momentos como éstos, donde el macrismo gobernante hace gala de un poderío, omnipotencia e impunidad que parecen totales y eternos.
El jueves 7 de diciembre nos despertamos con la novedad de la mayor ofensiva judicial contra miembros del kirchnerismo. La acusación por lo que se considera un encubrimiento en torno al Memorándum con Irán y una presunta “traición a la Patria” son los motivos invocados. Eso se sale del libreto de la corrupción y encaja en las conveniencias internas del macrismo y sus alineamientos internacionales. Es posible que ello favorezca al gobierno en lo inmediato pero lo coloca en un incómodo lugar respecto al futuro.
La acusación al kirchnerismo ya no gira sobre una exagerada y condenable voracidad por un rápido enriquecimiento aprovechando la función estatal, cuestión difícil de negar, sino sobre un tema estrictamente político. Se trata de la política de negociación seguida por Argentina respecto de Irán a partir de 2011, ciertamente en el extremo opuesto de las durísimas denuncias que hiciera contra ese país –en la Asamblea General de la Naciones Unidas- entre 2003 y 2010. Respecto de estas políticas el futuro de nuestros pueblos volverá a estar del lado de quienes hoy son agraviados por los sistemas de poder mundial. Por eso el gobierno se equivoca también en este aspecto y ese error -persecución mediante- dignifica a un kirchnerismo gastado por sus propios errores y una avaricia, cuestiones sobre las cuales no hubo reconocimientos, ni autocríticas.
De todos modos parece que las diferencias con la situación de la Alianza son notorias. En las elecciones de medio tiempo, la Alianza sufrió una dura derrota y el abstencionismo fue récord histórico. Por otra parte los apoyos internacionales con los que cuenta el macrismo son muy superiores a los del gobierno delarruísta. De modo tal que no aparece en el futuro macrista la inminencia de un helicóptero. Más aún, hasta un triunfo en las elecciones del 2019 no es descartable. Lo que sí nadie puede ignorar es la existencia de un caldo que se está cocinando a fuego constante y la olla que lo contiene puede ser fuerte pero no eterna.
Hay varias cuestiones en debate y sus resultados nos van a dar una idea de lo que espera a los argentinos en el futuro inmediato. El conjunto de leyes -particularmente las laborales- que van a formar parte del debate de las Sesiones Extraordinarias son parte de lo que hoy está en cuestión; en un sentido semejante, el tema de los mapuches no es un tema menor que el gobierno quiere resolver generando la idea de un “enemigo terrorista”. Con esa construcción está avanzando rápidamente en un proceso de disciplinamiento social a partir del fortalecimiento de las actividades represivas, tal como se lo acaba de ver con los trabajadores neuquinos.
A diferencia de lo hecho hasta los días recientes ahora el gobierno pretende avanzar más rápidamente. Da la idea de estar transitando un “vamos por todo” propio, semejante al planteado en su momento por Cristina. Lo prueban el intento de hacer aprobar las leyes laborales, la avalancha de nuevos “tarifazos”, los aumentos sin anestesia a los combustibles y la coraza que se han colocado ante las variadas e importantes movilizaciones populares en contra.
El tratamiento del caso Sa ntiago Maldonado y ahora el de Rafael Nahuel avalan la idea de un gobierno irreductible que avanza dispuesto a poner en marcha sus políticas y -apoyado en el triunfo electoral- pagar los costos necesarios. Pero ocurre que en ese avance, el gobierno no puede eludir variadas críticas. Una de ellas es por el silencio presidencial ante lo ocurrido con el submarino ARA San Juan. Al más puro y criticable estilo cristinista, el Presidente no quiere que su imagen se asocie a esta tragedia y se viene haciendo el distraído, evitando dar la cara en las decisiones que se van tomando.
Las perspectivas de avance del gobierno encuentran uno de sus topes en variadas denuncias. La novedad es que muchas de ellas son alimentadas desde el riñón mediático del oficialismo. Esas denuncias alcanzan al Presidente y su familia y abarcan negocios muy poco santos y vergonzosas designaciones, todo lo que hace pensar en la vigencia de un “capitalismo de amigos”, que se aprovecha del Estado. Es difícil pensar que esta política no continuará. De ella deberá dar cuenta este oficialismo, dentro de algunos años.
El gobierno está bajo presión de varios problemas de coyuntura y otros de tipo estratégico. El gobierno no puede ignorar los vaivenes de un peronismo que se debate entre la colaboración y una dura oposición al gobierno, situación ahora exacerbada con las detenciones y el pedido de desafuero a Cristina, que acaban de ser puestos en marcha. Todo hace pensar que hasta las posiciones más críticas al kirchnerismo no apoyarán esta decisión del gobierno.
Esto tiene que ver –por lo menos- con dos razones. Una la tradición peronista de tener una cierta solidaridad con los perseguidos, mucho más en casos como éste donde el eje no es la corrupción. La segunda razón es que el desafuero de la ex Presidenta no logrará, en estas circunstancias, el apoyo legislativo necesario. Esto es así porque –además- los propios legisladores, ahora enfrentados con Cristina, aprobaron el cuestionado Memorándum de Entendimiento con Irán.
Respecto a las cuestiones más estratégicas el aspecto central lo ocupa el déficit fiscal y el consecuente endeudamiento con el cual el gobierno –irresponsablemente- imagina dar respuesta. Todos saben que esto funciona hasta que el mundo financiero –por razones económicas o políticas- decide mantener el financiamiento. Cuando eso deje de ocurrir, deben tener a mano el helicóptero.
Lo que está en medio de la actual situación es el fracaso de su modelo económico. El intento de frenar la inflación con las tasas de interés está llevando a un nuevo estancamiento económico. El gobierno imaginaba licuar este endeudamiento con un constante crecimiento de la economía. Pero olvidaron que no hay economía que pueda funcionar con estas tasas, superiores al 30%, cuando en el mundo ellas rondan el 0%.
De modo tal que las cortinas bajas se seguirán multiplicando, con el consecuente crecimiento de pobreza y desocupación. Hasta ahora funciona por los apoyos políticos, la entrega del país y las fabulosas ganancias del sector financiero. Pero ¿hasta cuándo…? Porque ante esa situación el gobierno parece encerrado en una “salida” sin salida.
Desde lo que se conoce como la “derecha” más liberal le advierten que por este camino van derechito al choque con el paredón. Desde el campo popular le advierten que los ajustes no pasarán impunemente. La resistencia está en la calle. La opción macrista de confrontar con un kirchnerismo debilitado ya no parece un argumento suficiente para contener la bronca.
Por ahora parece tener como respuesta esperar que este diciembre pase, tal como viene ocurriendo en las últimas semanas de cada uno de los años recientes. Pero tampoco olvidan que hubo un 19 y 20 de diciembre, en el 2001, que barrió con la Alianza. Por ahora confían que –este diciembre- solo deje el sabor de un trago amargo y algunos frenos en su voluntad de arrasar con todo después de la victoria de octubre.
(*) Abogado y militante social argentino
Las circunstancias nacionales e internacionales no son las mismas, pero es un buen momento para sacar a ese hecho del cajón de los recuerdos. Es particularmente interesante hacerlo en momentos como éstos, donde el macrismo gobernante hace gala de un poderío, omnipotencia e impunidad que parecen totales y eternos.
El jueves 7 de diciembre nos despertamos con la novedad de la mayor ofensiva judicial contra miembros del kirchnerismo. La acusación por lo que se considera un encubrimiento en torno al Memorándum con Irán y una presunta “traición a la Patria” son los motivos invocados. Eso se sale del libreto de la corrupción y encaja en las conveniencias internas del macrismo y sus alineamientos internacionales. Es posible que ello favorezca al gobierno en lo inmediato pero lo coloca en un incómodo lugar respecto al futuro.
La acusación al kirchnerismo ya no gira sobre una exagerada y condenable voracidad por un rápido enriquecimiento aprovechando la función estatal, cuestión difícil de negar, sino sobre un tema estrictamente político. Se trata de la política de negociación seguida por Argentina respecto de Irán a partir de 2011, ciertamente en el extremo opuesto de las durísimas denuncias que hiciera contra ese país –en la Asamblea General de la Naciones Unidas- entre 2003 y 2010. Respecto de estas políticas el futuro de nuestros pueblos volverá a estar del lado de quienes hoy son agraviados por los sistemas de poder mundial. Por eso el gobierno se equivoca también en este aspecto y ese error -persecución mediante- dignifica a un kirchnerismo gastado por sus propios errores y una avaricia, cuestiones sobre las cuales no hubo reconocimientos, ni autocríticas.
De todos modos parece que las diferencias con la situación de la Alianza son notorias. En las elecciones de medio tiempo, la Alianza sufrió una dura derrota y el abstencionismo fue récord histórico. Por otra parte los apoyos internacionales con los que cuenta el macrismo son muy superiores a los del gobierno delarruísta. De modo tal que no aparece en el futuro macrista la inminencia de un helicóptero. Más aún, hasta un triunfo en las elecciones del 2019 no es descartable. Lo que sí nadie puede ignorar es la existencia de un caldo que se está cocinando a fuego constante y la olla que lo contiene puede ser fuerte pero no eterna.
Hay varias cuestiones en debate y sus resultados nos van a dar una idea de lo que espera a los argentinos en el futuro inmediato. El conjunto de leyes -particularmente las laborales- que van a formar parte del debate de las Sesiones Extraordinarias son parte de lo que hoy está en cuestión; en un sentido semejante, el tema de los mapuches no es un tema menor que el gobierno quiere resolver generando la idea de un “enemigo terrorista”. Con esa construcción está avanzando rápidamente en un proceso de disciplinamiento social a partir del fortalecimiento de las actividades represivas, tal como se lo acaba de ver con los trabajadores neuquinos.
A diferencia de lo hecho hasta los días recientes ahora el gobierno pretende avanzar más rápidamente. Da la idea de estar transitando un “vamos por todo” propio, semejante al planteado en su momento por Cristina. Lo prueban el intento de hacer aprobar las leyes laborales, la avalancha de nuevos “tarifazos”, los aumentos sin anestesia a los combustibles y la coraza que se han colocado ante las variadas e importantes movilizaciones populares en contra.
El tratamiento del caso Sa ntiago Maldonado y ahora el de Rafael Nahuel avalan la idea de un gobierno irreductible que avanza dispuesto a poner en marcha sus políticas y -apoyado en el triunfo electoral- pagar los costos necesarios. Pero ocurre que en ese avance, el gobierno no puede eludir variadas críticas. Una de ellas es por el silencio presidencial ante lo ocurrido con el submarino ARA San Juan. Al más puro y criticable estilo cristinista, el Presidente no quiere que su imagen se asocie a esta tragedia y se viene haciendo el distraído, evitando dar la cara en las decisiones que se van tomando.
Las perspectivas de avance del gobierno encuentran uno de sus topes en variadas denuncias. La novedad es que muchas de ellas son alimentadas desde el riñón mediático del oficialismo. Esas denuncias alcanzan al Presidente y su familia y abarcan negocios muy poco santos y vergonzosas designaciones, todo lo que hace pensar en la vigencia de un “capitalismo de amigos”, que se aprovecha del Estado. Es difícil pensar que esta política no continuará. De ella deberá dar cuenta este oficialismo, dentro de algunos años.
El gobierno está bajo presión de varios problemas de coyuntura y otros de tipo estratégico. El gobierno no puede ignorar los vaivenes de un peronismo que se debate entre la colaboración y una dura oposición al gobierno, situación ahora exacerbada con las detenciones y el pedido de desafuero a Cristina, que acaban de ser puestos en marcha. Todo hace pensar que hasta las posiciones más críticas al kirchnerismo no apoyarán esta decisión del gobierno.
Esto tiene que ver –por lo menos- con dos razones. Una la tradición peronista de tener una cierta solidaridad con los perseguidos, mucho más en casos como éste donde el eje no es la corrupción. La segunda razón es que el desafuero de la ex Presidenta no logrará, en estas circunstancias, el apoyo legislativo necesario. Esto es así porque –además- los propios legisladores, ahora enfrentados con Cristina, aprobaron el cuestionado Memorándum de Entendimiento con Irán.
Respecto a las cuestiones más estratégicas el aspecto central lo ocupa el déficit fiscal y el consecuente endeudamiento con el cual el gobierno –irresponsablemente- imagina dar respuesta. Todos saben que esto funciona hasta que el mundo financiero –por razones económicas o políticas- decide mantener el financiamiento. Cuando eso deje de ocurrir, deben tener a mano el helicóptero.
Lo que está en medio de la actual situación es el fracaso de su modelo económico. El intento de frenar la inflación con las tasas de interés está llevando a un nuevo estancamiento económico. El gobierno imaginaba licuar este endeudamiento con un constante crecimiento de la economía. Pero olvidaron que no hay economía que pueda funcionar con estas tasas, superiores al 30%, cuando en el mundo ellas rondan el 0%.
De modo tal que las cortinas bajas se seguirán multiplicando, con el consecuente crecimiento de pobreza y desocupación. Hasta ahora funciona por los apoyos políticos, la entrega del país y las fabulosas ganancias del sector financiero. Pero ¿hasta cuándo…? Porque ante esa situación el gobierno parece encerrado en una “salida” sin salida.
Desde lo que se conoce como la “derecha” más liberal le advierten que por este camino van derechito al choque con el paredón. Desde el campo popular le advierten que los ajustes no pasarán impunemente. La resistencia está en la calle. La opción macrista de confrontar con un kirchnerismo debilitado ya no parece un argumento suficiente para contener la bronca.
Por ahora parece tener como respuesta esperar que este diciembre pase, tal como viene ocurriendo en las últimas semanas de cada uno de los años recientes. Pero tampoco olvidan que hubo un 19 y 20 de diciembre, en el 2001, que barrió con la Alianza. Por ahora confían que –este diciembre- solo deje el sabor de un trago amargo y algunos frenos en su voluntad de arrasar con todo después de la victoria de octubre.
(*) Abogado y militante social argentino