Por Nicolás Rotnitzky06 de enero de 2018
Es el club más joven de la historia en llegar a la elite del fútbol uruguayo, no tiene estadio ni hinchas, pero su entrenador es Pomelo Marini y se convirtió en el centro de operaciones en Sudamérica del club que revoluciona el fútbol europeo de la mano de Pep Guardiola: Enganche te cuenta de qué se trata este apéndice del equipo Ciudadano.
No se trata de un cuento de esos en los que aparece un poderoso y pone sus fichas en un club con un puñado de locos. No hay lírica ni recuerdos románticos. Acá no hay uno de eso finales lacrimógenos en los que alguien salió al rescate de un equipo centenario con hinchas en sus puertas llorando por tiempos de gloria. Esto se trata de la evolución del negocio de la pelota. El City Football Group es una multinacional del fútbol impulsada por capitales árabes. Tienen inversiones desparramadas por todo el planeta, pero su casa matriz está en Manchester. “El Manchester City es política”, dice alguien que conoce el proyecto. Tener un club de fútbol permite generar negocios más allá del deporte. Ferrán Soriano, cerebro de la iniciativa, convenció con ese argumento a Khaldoon Al Mubarak, jeque de Emiratos Árabes y principal financista del grupo. Empezaron con Manchester City en 2008. Un lustro más tarde se expandieron, y hoy son dueños de otros cinco clubes, uno en cada continente, con excepción de África: New York City, en Estados Unidos, Melbourne City, en Australia, Yokohama Marinos, en Japón, Girona, en España y Club Atlético Torque, en Uruguay. Torque es el tentáculo con el que en abril alcanzaron Sudamérica.
El City Football Group no ancló en Uruguay por casualidad. La República Oriental le ofrece facilidades que no había en otros lugares de la región. Por un lado, la cultura futbolera está intrínseca en la sociedad; pero, sobre todo, se inclinaron por la tierra de Luis Suárez y Edinson Cavani debido a dos factores esenciales: la posibilidad de crear Sociedades Anónimas Deportivas y la gran cantidad de jugadores uruguayos con pasaporte europeo, una llave fundamental para exportarlos hacia la casa matriz. Tras analizar tres opciones, eligieron a Torque.
La historia de este club uruguayo es sencilla: las familias Aquino y Reynoso, uruguayos exiliados en México, regresaron al país en 2007 con la idea de hacer algo por la comunidad. Apostaron por el fútbol: fundaron el club, y tiempo después lo anotaron en la Segunda División Amateur, la tercera categoría del fútbol charrúa. Amparados por el estatuto de la Asociación Uruguaya de Fútbol, se convirtieron en una Sociedad Anónima en 2015, y le cedieron los activos deportivos a un grupo de empresarios cercano al City Football Group, que en abril decidió quedarse con el equipo. Antes de venderlo, ambas familias impusieron condiciones. Pidieron, entre otras cosas, ampliar el complejo “Daniel Marsicano”, el predio donde se entrenaba el plantel y que tenía solamente dos canchas. Ahora se modernizó y cuenta con cuatro campos de juego, los vestuarios, un comedor, una sala médica y la utilería. “La inversión en Torque ayuda a expandir las opciones para identificar y desarrollar talentos locales y sudamericanos. Además, es una sede administrativa para nuestras operaciones de captación de jugadores en la región”, apuntó Soriano en el comunicado que anunció la adquisición del club por parte del CFG. El primero que se puso a trabajar fue Luis Bruno, un ex dirigente de Nacional entre 2009 y 2016. Ahora es el director general de Torque. Viaja dos veces al año a Manchester para reunirse con directivos de todos los equipos del grupo, y reporta a Inglaterra una vez a la semana. “Vienen seguido a Montevideo para hacernos un seguimiento, para ver cómo estamos. Hay una férrea exigencia desde lo profesional”, cuenta.
Los dueños de Manchester City necesitaban, en principio, un centro de operaciones en Sudamérica, una institución que les permitiera realizar dos movimientos claves: triangular los pases de los futbolistas antes de llevarlos a Europa, y armar un nido donde criar a las joyas que emergieran por el continente. Torque hace un trabajo de captación muy fino. Cuentan con una serie de ojeadores que rastrillan a lo largo y a lo ancho de Sudamérica. Así, por ejemplo, encontraron en Deportivo Táchira al venezolano Nahuel Ferraresi, un defensor de 19 años que integró el seleccionado finalista del último Mundial Sub 20. Torque lo compró en un monto irrisorio, y le dio continuidad en el primer equipo. Así también dieron con Valentín Castellanos, un mendocino de la misma edad que no tuvo suerte en el fútbol argentino y recaló en la Universidad de Chile. Torque lo sumó a préstamo hasta fin de año con una opción de compra baja. En diciembre ambos viajaron a Manchester para entrenarse con el Sub 23 del City. Las autoridades del grupo querían verlos de cerca. Ferraresi convenció y en julio se muda a Nueva York para sumarse al New York City. Torque es el paso previo, la parada obligada: el hogar donde llegan las promesas cabizbajas, aquellas que escapan a los ojos de los gigantes de Sudamérica. Ahí los cobijan, ahí los forman, ahí les dan vuelo. Desde ahí disparan. Ese es el objetivo del club en el corto plazo. En el mediano pretenden crear una academia donde formar a sus propios jugadores. El proceso ya comenzó: en menos de un año se sumaron 120 chicos. Con el tiempo buscan que esos mismos juveniles formados en casa puedan incorporarse a cualquiera de los planteles del City Football Group: “Nuestro objetivo es que el Melbourne City, por ejemplo, pueda llevarse de Torque al delantero que le falta en su plantel”, revela un allegado al proyecto.
El ascenso también estaba entre las metas inmediatas. Torque subió en noviembre imponiéndose con la fuerza de una manada de toros. Salió campeón con nueve puntos de ventaja sobre su escolta. Fueron noticia en Uruguay cuando hicieron un gol en donde la tocaron los once jugadores: la pelota daba saltos en el pasto mientras los futbolistas se movían con una precisión orquestal. “Intentamos hacer un juego moderno: presión alta, salida con pelota desde el fondo”, detalla Martín Bonjour en una explicación que podría leerse en el manual de Pep Guardiola. Antes de llegar a Torque, Bonjour, argentino, jugó en diez clubes de siete países diferentes. Marcador central de 32 años, quedó sorprendido con Torque: “La estructura es muy seria. Parece una empresa: la mayoría son empleados, no es que hay dirigentes amateurs. Y entre todos se armó un grupo de trabajo fantástico”, cuenta. La receta que aplicó el club para ascender fue sencilla y alcanzó para marcar una superioridad notable. Hicieron una pretemporada, concentraron antes de los partidos, les dieron desayuno a los jugadores antes de los entrenamientos, y pagaron todos los sueldos en fecha. Para la categoría, todo el combo de facilidades era un lujo. Torque tuvo, además, un presupuesto superior a la media: “La estrategia es que debemos tener un equilibrio en el que tanto al futbolista como al resto de la estructura no les falte nada. No hay lujos, pero no falta nada. Teníamos fondos por encima del resto de los equipos de la segunda división, pero no contamos con una inyección económica o la plata de un grande”, dice Bruno. La partida es designada desde Manchester. Es el resultado de un estudio de mercado: Torque está en el promedio del resto de las instituciones de la Primera División. “Hoy en día es un proyecto deficitario, pero aspiramos a que, con buena gestión, no lo sea”, apunta Bruno.
De momento, Torque es un equipo nómade. Todavía no tienen estadio propio, aunque compraron un terreno donde empezar a soñarlo. Tampoco conquistaron hinchas: “Al principio era raro porque en los partidos solamente iba la familia. Ahora me acostumbré –dice Bonjour–. El problema es que en Uruguay está todo muy polarizado: el 90% es de Nacional o Peñarol, y el 10% restante se lo reparten entre todos los equipos”, dice Bonjour. Bruno coincide: “Aunque tenemos una buena imagen en el fútbol uruguayo, es difícil conseguir socios. Ahora estamos tratando de desarrollar estrategias de marketing para atraerlos. Queremos que la gente que sea de Nacional o Peñarol tenga a Torque como su segundo equipo”.
El nuevo desafío es la Primera División. Torque es el club más joven de la historia en llegar a la elite del fútbol uruguayo. Para afrontar el reto cambiaron al técnico: contrataron a Pablo Marini, que el año pasado dirigió a Unión de Santa Fe, porque sus equipos juegan con la pelota en el suelo. Pomelo viajó a Manchester para conocer a las cabezas del proyecto. A Bonjour lo entusiasma su llegada: “Los nombres fuertes generan buenas expectativas”, asegura. El camino, sin embargo, ya está delineado: quieren afianzarse en la categoría, y después sí, con un colchón de puntos más grande, asomarse en la pelea por uno de los ocho cupos a las copas internacionales. Bruno, conocedor del terreno, sabe a lo que se va a enfrentar: “La primera es difícil, pero vamos a hacer lo posible para consolidarnos. De acá a cinco años tenemos que tener una buena cantera, ser un club modelo, y que el plantel sea de formación”, dice.
Un proyecto que se convierta en una idea a copiar, respaldado por el equipo que está transformando al fútbol europeo, como un pequeño apéndice de la revolución de Guardiola.