Por Vicky Peláez
Mientras la geopolítica mundial se reorienta cada vez más a la multipolaridad, Latinoamérica está tomando un curso opuesto.Dicho curso está impulsado por la sumisión, la corrupción de sus élites y los medios de comunicación globalizados al servicio del sistema financiero norteamericano, que necesita mantener a los latinoamericanos y sus inmensos recursos naturales en su ‘patio trasero’ para asegurar su propio bienestar económico.
“Ahora se ha dado por llamar revolución a cualquier pendejada” (Lenín Moreno, presidente de Ecuador, 30/08/17)
Para desmantelar la ‘pluripolaridad’ en el Hemisferio Occidental, promovida por Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, Washington no ha escatimado recursos financieros con el fin de comprar y corromper a los oligarcas, banqueros locales, los burócratas gubernamentales, la clase media alta, dirigentes indígenas y los dueños de los medios de comunicación que han logrado asegurar la permanencia o el retorno del neoliberalismo radical a sus países.
Actualmente, naciones como Honduras, Guatemala, México, Paraguay, Chile, Colombia, Perú, Argentina y Brasil están gobernadas por la derecha radical de tendencia neoliberal dispuesta a obedecer ciegamente los dictados e instrucciones de Washington.
Sus Gobiernos representan precisamente la variante de Latinoamérica descrita por el propio presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, como “un perro simpático que está durmiendo en la alfombra y no genera ningún problema” a EEUU.
El proceso del retorno forzado de los países que se atrevieron de alejarse de la órbita de Washington y declararon su soberanía lo impulsaron Barack Obama y Hillary Clinton al orquestar y dirigir en 2009 un ‘golpe de Estado constitucional’ contra el presidente legítimamente elegido de Honduras, Manuel Zelaya. Luego, en 2012, la CIA y el Departamento de Estado promovieron un ‘golpe parlamentario exprés’ contra el presidente paraguayo, exobispo católico y partidario de la ‘teología de la liberación’ Fernando Lugo.
Años antes hubo también intentos fracasados de golpe en Venezuela (2002) contra Hugo Chávez y en Bolivia, en 2010, contra Evo Morales. Ese mismo año Washington financió una rebelión policial contra Rafael Correa en Ecuador, pero no logró su propósito. A pesar de estos fracasos, la Casa Blanca no se quedó con las manos cruzadas y prosigue su guerra mediática sucia en Latinoamérica con más intensidad y dinero. Logró convencer a los argentinos que el Gobierno de Cristina Fernández era el más corrupto del continente y frenaba el desarrollo del país, alejándolo del capital extranjero y, en especial, del estadounidense. Creando una imagen negativa del Gobierno de Fernández, la derecha logró imponer su candidato, Mauricio Macri, y elevarlo a la Presidencia.
Lo que siguió fue un retorno al pasado, cuando los ricos se enriquecieron más a costa de la clase media y los más pobres. La privatización de las empresas públicas y la desregulación de la economía abrieron el camino al dominio de las transnacionales y, finalmente, a la instalación de la base militar norteamericana en la Triple Frontera, un viejo anhelo del Pentágono. El empobrecimiento masivo del país no le importa al Gobierno y las marchas de protesta casi diarias vienen siendo reprimidas con dureza.
En Brasil, la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 siguió el mismo guion que utilizaron para el golpe de Estado contra Fernando Lugo en Paraguay. Incluso el congreso brasileño contrató el servicio de la misma firma de la derechista exsecretaria de Estado, Madeleine Albright (Albright Stonebridge Group), para ayudar a hacer un ‘golpe parlamentario’ contra Rousseff.
El nuevo presidente, Michel Temer, puso en marcha un programa económico al estilo de Mauricio Macri y desmanteló el sector público, congeló los salarios por 20 años y, lo más importante, dio permiso a los estadounidenses para instalar una base militar en Amazonía. De paso no defendió a una de las más importantes corporaciones del sector industrial militar, Odebrecht, e hizo congelar el desarrollo de la industria nuclear en el país que estaba realizando esta compañía.
Ya son 19 años que el Gobierno de EEUU está en guerra mediática, financiera, diplomática y económica contra Venezuela que, bajo el liderazgo de Hugo Chávez, primero, y después de Nicolás Maduro, ha seguido un curso progresista, oponiéndose a la política injerencista de Washington y logrando salir adelante a pesar de guarimbas y otras formas de violencia política propiciada por la oposición que es guiada por Norteamérica.
Ahora la situación se ha calmado debido al debilitamiento de la oposición y el fortalecimiento del chavismo. Sin embargo, las drásticas sanciones estadounidenses, el acaparamiento de los productos de primera necesidad y el sabotaje económico incesante perjudican al chavismo. Actualmente, el país sufre la escasez de gasolina porque Pdvsa carece de aditivos necesarios para la refinación, que no llegan como antes de EEUU debido a las sanciones.
Además, 100.000 barriles diarios de gasolina se van a Colombia, Aruba y Curazao. Recién ahora, después de 338 llamadas de Nicolás Maduro a la oposición para entablar un diálogo, hay una remota posibilidad los próximos 11 y 12 de enero para lograr un entendimiento y detener el sabotaje económico.
Perú, bajo el mando de Pedro Pablo Kuczynski, se ha convertido no solamente en el ‘perrito dócil’ de Washington, sino también en el rehén del fujimorismo, con quienes Kuczynski pactó para evitar ser destituido por corrupción a cambio de indultar al exdictador Alberto Fujimori, quien purgaba cárcel por delitos de lesa humanidad.
12 enero, 2018
Mientras la geopolítica mundial se reorienta cada vez más a la multipolaridad, Latinoamérica está tomando un curso opuesto.Dicho curso está impulsado por la sumisión, la corrupción de sus élites y los medios de comunicación globalizados al servicio del sistema financiero norteamericano, que necesita mantener a los latinoamericanos y sus inmensos recursos naturales en su ‘patio trasero’ para asegurar su propio bienestar económico.
“Ahora se ha dado por llamar revolución a cualquier pendejada” (Lenín Moreno, presidente de Ecuador, 30/08/17)
Para desmantelar la ‘pluripolaridad’ en el Hemisferio Occidental, promovida por Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, Washington no ha escatimado recursos financieros con el fin de comprar y corromper a los oligarcas, banqueros locales, los burócratas gubernamentales, la clase media alta, dirigentes indígenas y los dueños de los medios de comunicación que han logrado asegurar la permanencia o el retorno del neoliberalismo radical a sus países.
Actualmente, naciones como Honduras, Guatemala, México, Paraguay, Chile, Colombia, Perú, Argentina y Brasil están gobernadas por la derecha radical de tendencia neoliberal dispuesta a obedecer ciegamente los dictados e instrucciones de Washington.
Sus Gobiernos representan precisamente la variante de Latinoamérica descrita por el propio presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, como “un perro simpático que está durmiendo en la alfombra y no genera ningún problema” a EEUU.
El proceso del retorno forzado de los países que se atrevieron de alejarse de la órbita de Washington y declararon su soberanía lo impulsaron Barack Obama y Hillary Clinton al orquestar y dirigir en 2009 un ‘golpe de Estado constitucional’ contra el presidente legítimamente elegido de Honduras, Manuel Zelaya. Luego, en 2012, la CIA y el Departamento de Estado promovieron un ‘golpe parlamentario exprés’ contra el presidente paraguayo, exobispo católico y partidario de la ‘teología de la liberación’ Fernando Lugo.
Años antes hubo también intentos fracasados de golpe en Venezuela (2002) contra Hugo Chávez y en Bolivia, en 2010, contra Evo Morales. Ese mismo año Washington financió una rebelión policial contra Rafael Correa en Ecuador, pero no logró su propósito. A pesar de estos fracasos, la Casa Blanca no se quedó con las manos cruzadas y prosigue su guerra mediática sucia en Latinoamérica con más intensidad y dinero. Logró convencer a los argentinos que el Gobierno de Cristina Fernández era el más corrupto del continente y frenaba el desarrollo del país, alejándolo del capital extranjero y, en especial, del estadounidense. Creando una imagen negativa del Gobierno de Fernández, la derecha logró imponer su candidato, Mauricio Macri, y elevarlo a la Presidencia.
Lo que siguió fue un retorno al pasado, cuando los ricos se enriquecieron más a costa de la clase media y los más pobres. La privatización de las empresas públicas y la desregulación de la economía abrieron el camino al dominio de las transnacionales y, finalmente, a la instalación de la base militar norteamericana en la Triple Frontera, un viejo anhelo del Pentágono. El empobrecimiento masivo del país no le importa al Gobierno y las marchas de protesta casi diarias vienen siendo reprimidas con dureza.
En Brasil, la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 siguió el mismo guion que utilizaron para el golpe de Estado contra Fernando Lugo en Paraguay. Incluso el congreso brasileño contrató el servicio de la misma firma de la derechista exsecretaria de Estado, Madeleine Albright (Albright Stonebridge Group), para ayudar a hacer un ‘golpe parlamentario’ contra Rousseff.
El nuevo presidente, Michel Temer, puso en marcha un programa económico al estilo de Mauricio Macri y desmanteló el sector público, congeló los salarios por 20 años y, lo más importante, dio permiso a los estadounidenses para instalar una base militar en Amazonía. De paso no defendió a una de las más importantes corporaciones del sector industrial militar, Odebrecht, e hizo congelar el desarrollo de la industria nuclear en el país que estaba realizando esta compañía.
Ya son 19 años que el Gobierno de EEUU está en guerra mediática, financiera, diplomática y económica contra Venezuela que, bajo el liderazgo de Hugo Chávez, primero, y después de Nicolás Maduro, ha seguido un curso progresista, oponiéndose a la política injerencista de Washington y logrando salir adelante a pesar de guarimbas y otras formas de violencia política propiciada por la oposición que es guiada por Norteamérica.
Ahora la situación se ha calmado debido al debilitamiento de la oposición y el fortalecimiento del chavismo. Sin embargo, las drásticas sanciones estadounidenses, el acaparamiento de los productos de primera necesidad y el sabotaje económico incesante perjudican al chavismo. Actualmente, el país sufre la escasez de gasolina porque Pdvsa carece de aditivos necesarios para la refinación, que no llegan como antes de EEUU debido a las sanciones.
Además, 100.000 barriles diarios de gasolina se van a Colombia, Aruba y Curazao. Recién ahora, después de 338 llamadas de Nicolás Maduro a la oposición para entablar un diálogo, hay una remota posibilidad los próximos 11 y 12 de enero para lograr un entendimiento y detener el sabotaje económico.
Perú, bajo el mando de Pedro Pablo Kuczynski, se ha convertido no solamente en el ‘perrito dócil’ de Washington, sino también en el rehén del fujimorismo, con quienes Kuczynski pactó para evitar ser destituido por corrupción a cambio de indultar al exdictador Alberto Fujimori, quien purgaba cárcel por delitos de lesa humanidad.
A consecuencia de esto, el país, polarizado, se halla en constante movilización y se viene organizando a nivel nacional un nuevo planteamiento de vacancia presidencial. Igualmente, los diferentes estamentos están llegando hasta tribunales internacionales para anular el indulto a Alberto Fujimori, quien se hallaba ‘al borde de la muerte’, pero ahora en libertad viene opinando con mucha energía y pidiendo ‘trabajar unidos por un país sin violencia’. Todo el país contempla admirado cómo el moribundo indultado defiende a su hijo Kenji Fujimori, quien tiene intenciones de llegar a la Presidencia del país.
En otros países, como Uruguay, la orientación política de la nación está desplazándose del centro-izquierda al centro-derecha bajo el liderazgo de Tabaré Vázquez. El presidente Vázquez trata de ‘ordenar’ la herencia que dejó Pepe Mujica. Algo similar está pasando en Ecuador, donde el presidente Lenín Moreno está esforzándose en deshacer la herencia de Rafael Correa.
Primero, ha terminado con los medios públicos de comunicación, convirtiendo al diario polémico y alternativo El Telégrafo en algo amorfo. Después, según el periodista Jaime Galarza, ha hecho encarcelar a su vicepresidente, Jorge Glas, elegido el 2 de abril pasado por millones de ecuatorianos, por no estar de acuerdo con su política de acercamiento a la derecha.
Así se logró “armar un circo implacable de múltiples poderes locales e internacionales, entre ellos el Departamento de Justicia de EEUU, ese pantano de largartos insaciables, magistrados de lectura rápida (100 expedientes por día), linchadores mediáticos a tiempo completo, parlamentarios convertidos en tales por milagro, bancarios nostálgicos de célebres feriados, líderes izquierdistas que danzan abrazados a momias derechistas, todos pidiendo la horca para Glas”, describe Galarza (28-12-17).
En Cuba vienen muchos cambios. Primero, los pronósticos de todos los especialistas a nivel mundial sobre el crecimiento negativo en el 2017 no se cumplieron y la economía de este país creció un 1,6%. Segundo, a pesar del huracán Irma, las sanciones estadounidenses y el problema de la disponibilidad de combustible, La Habana siguió adelante con sus planes de desarrollo social y la industria del turismo siguió creciendo. La isla caribeña fue visitada por 4,7 millones de personas. Este 2018 comenzó con una excelente noticia, cuando la delegación de la Unión Europea condenó el bloqueo económico comercial y financiero contra Cuba por parte de EEUU y lo tildó como obsoleto e ilegal.
Con esto, prácticamente la UE reconoció la legalidad de la Revolución Cubana. Ambas partes firmaron un acuerdo de diálogo político y cooperación económica por valor de 58 millones de euros —69,6 millones de dólares—. Esto coincide con el anuncio de Raúl Castro de dejar el poder en abril de este año.
En México habrá sorpresas el 1 de julio cuando se lleven a efecto las elecciones presidenciales. Según las encuestas de Latinobarómetro, el candidato izquierdista Andrés López Obrador tiene la aprobación del 30% de los mexicanos, mientras que el candidato del Gobierno, José Antonio Meade, tiene el 23%. Sin embargo, los medios globalizados ya empezaron la guerra contra López Obrador, declarando que, con él, “México se convertirá en una nueva Venezuela”.
No es la primera vez que esto sucede: López Obrador fue el favorito en el 2006, pero el sistema no le dejó llegar al poder y ‘perdió’ las elecciones por un 0,7% de votos ante la denuncia y protesta generalizada, tal como pasa hoy en Honduras donde el favorito de las encuestas, Salvador Nasralla, fue derrotado por el presidente candidato, Juan Orlando Hernández.
En este 2018 habrá elecciones en seis países. Costa Rica (febrero), Paraguay (abril), Colombia (mayo), México (julio), Venezuela (noviembre) y Brasil (octubre). Tal como van las cosas, los candidatos que apoya EEUU para que el continente siga siendo su ‘patio trasero’, tienen mayor opción de ganar y hasta son impuestos.
En Brasil, por ejemplo, el candidato favorito de prestigio internacional Luiz Inácio Lula da Silva corre el riesgo de ser encarcelado por un caso de corrupción —no comprobado—para evitar que concurra a las elecciones.
Sin embargo, todo en este mundo está en permanente movimiento. La otrora poderosa Europa está dejando de ser uno de los importantes centros de la globalización y se debilita. Toma fuerza lentamente un mundo multipolar que se aleja de la ideología occidental. A la vez, la derecha radical que ahora se apodera de América Latina agudizará las contradicciones en la sociedad moderna, donde internet, WhatsApp, etc. ya han quitado la exclusividad de la verdad a los medios de comunicación globalizados. Entonces, todo es cuestión de tiempo hasta que surja un nuevo ciclo de desarrollo más progresista, fuerte y justo.
ALBA
En otros países, como Uruguay, la orientación política de la nación está desplazándose del centro-izquierda al centro-derecha bajo el liderazgo de Tabaré Vázquez. El presidente Vázquez trata de ‘ordenar’ la herencia que dejó Pepe Mujica. Algo similar está pasando en Ecuador, donde el presidente Lenín Moreno está esforzándose en deshacer la herencia de Rafael Correa.
Primero, ha terminado con los medios públicos de comunicación, convirtiendo al diario polémico y alternativo El Telégrafo en algo amorfo. Después, según el periodista Jaime Galarza, ha hecho encarcelar a su vicepresidente, Jorge Glas, elegido el 2 de abril pasado por millones de ecuatorianos, por no estar de acuerdo con su política de acercamiento a la derecha.
Así se logró “armar un circo implacable de múltiples poderes locales e internacionales, entre ellos el Departamento de Justicia de EEUU, ese pantano de largartos insaciables, magistrados de lectura rápida (100 expedientes por día), linchadores mediáticos a tiempo completo, parlamentarios convertidos en tales por milagro, bancarios nostálgicos de célebres feriados, líderes izquierdistas que danzan abrazados a momias derechistas, todos pidiendo la horca para Glas”, describe Galarza (28-12-17).
En Cuba vienen muchos cambios. Primero, los pronósticos de todos los especialistas a nivel mundial sobre el crecimiento negativo en el 2017 no se cumplieron y la economía de este país creció un 1,6%. Segundo, a pesar del huracán Irma, las sanciones estadounidenses y el problema de la disponibilidad de combustible, La Habana siguió adelante con sus planes de desarrollo social y la industria del turismo siguió creciendo. La isla caribeña fue visitada por 4,7 millones de personas. Este 2018 comenzó con una excelente noticia, cuando la delegación de la Unión Europea condenó el bloqueo económico comercial y financiero contra Cuba por parte de EEUU y lo tildó como obsoleto e ilegal.
Con esto, prácticamente la UE reconoció la legalidad de la Revolución Cubana. Ambas partes firmaron un acuerdo de diálogo político y cooperación económica por valor de 58 millones de euros —69,6 millones de dólares—. Esto coincide con el anuncio de Raúl Castro de dejar el poder en abril de este año.
En México habrá sorpresas el 1 de julio cuando se lleven a efecto las elecciones presidenciales. Según las encuestas de Latinobarómetro, el candidato izquierdista Andrés López Obrador tiene la aprobación del 30% de los mexicanos, mientras que el candidato del Gobierno, José Antonio Meade, tiene el 23%. Sin embargo, los medios globalizados ya empezaron la guerra contra López Obrador, declarando que, con él, “México se convertirá en una nueva Venezuela”.
No es la primera vez que esto sucede: López Obrador fue el favorito en el 2006, pero el sistema no le dejó llegar al poder y ‘perdió’ las elecciones por un 0,7% de votos ante la denuncia y protesta generalizada, tal como pasa hoy en Honduras donde el favorito de las encuestas, Salvador Nasralla, fue derrotado por el presidente candidato, Juan Orlando Hernández.
En este 2018 habrá elecciones en seis países. Costa Rica (febrero), Paraguay (abril), Colombia (mayo), México (julio), Venezuela (noviembre) y Brasil (octubre). Tal como van las cosas, los candidatos que apoya EEUU para que el continente siga siendo su ‘patio trasero’, tienen mayor opción de ganar y hasta son impuestos.
En Brasil, por ejemplo, el candidato favorito de prestigio internacional Luiz Inácio Lula da Silva corre el riesgo de ser encarcelado por un caso de corrupción —no comprobado—para evitar que concurra a las elecciones.
Sin embargo, todo en este mundo está en permanente movimiento. La otrora poderosa Europa está dejando de ser uno de los importantes centros de la globalización y se debilita. Toma fuerza lentamente un mundo multipolar que se aleja de la ideología occidental. A la vez, la derecha radical que ahora se apodera de América Latina agudizará las contradicciones en la sociedad moderna, donde internet, WhatsApp, etc. ya han quitado la exclusividad de la verdad a los medios de comunicación globalizados. Entonces, todo es cuestión de tiempo hasta que surja un nuevo ciclo de desarrollo más progresista, fuerte y justo.
ALBA