Por Marcelo Justo
18 de mayo de 2019
May y Corbyn no pudieron zanjar sus diferencias y cerraron el diálogo por el Brexit.
Desde Londres. La negociación entre Theresa May y Jeremy Corbyn para salir del impase del Brexit terminó en el mismo lugar donde había empezado hace seis semanas: en total desacuerdo. El líder laborista le escribió este viernes a la primer ministro que “las conversaciones llegaron hasta donde se pudo” y que “no hemos resuelto las diferencias que existían entre nuestras posiciones”.
Corbyn añadió que la negociación era imposible por la creciente “debilidad e inestabilidad del gobierno”. May le contestó que el problema habían sido las divisiones internas del laborismo sobre si quieren o no un segundo referendo sobre la partida del Reino Unido de la Unión Europea (UE). Lo peor es que los dos están diciendo la verdad. La libra esterlina cayó a su nivel más bajo desde febrero respecto al dólar.
El fin de la negociación entre los dos grandes partidos de la política británica cierra una de las últimas avenidas para llegar a una salida consensuada de la UE en base un “Soft Brexit”. El 3 de junio el parlamento volverá a debatir el acuerdo de salida de la Unión Europea (UE) que May firmó con Bruselas. La Cámara de los Comunes rechazó en tres oportunidades este acuerdo, pero dada la dinámica parlamentaria británica y la extensión hasta el 31 de octubre de la fecha de salida del Reino Unido, existe una posibilidad de que, por esas carambolas de la política, esta vez a May le den los números en la cámara.
Es una posibilidad exigua. Una nueva derrota enterraría definitivamente el acuerdo. En su lugar quedaría un agujero político y diplomático. El jueves Sir Graham Brady, líder del comité 1922 que agrupa a la bancada conservadora, señaló que había acordado con Theresa May que después de la votación, la primera ministra anunciaría un calendario para elegir a su reemplazante como líder del Partido Conservador. No solo el Reino Unido no tendría ningún acuerdo con la UE sino que además los diputados conservadores estarían eligiendo un nuevo líder partidario que, por las peculiaridades de su sistema político británico, se convertiría en el nuevo primer ministro.
Candidatos no faltan. La disgregación conservadora es tal que aún antes del anuncio de Graham Brady, unos 16 diputados tenían equipos de campaña listos para entrar en el ruedo. La mayoría pertenecen al ala del Brexit duro que pregona una salida de la UE sin ningún tipo de acuerdo, ruptura que generaría un fuerte impacto económico y un conflicto bilateral de larga data con el más importante socio comercial del Reino Unido. El que encabeza las preferencias es el ex alcalde de Londres, Boris Johnson, un excéntrico y oportunista bon vivant, canciller de May hasta mediados del año pasado.
Un nuevo gobierno del Brexit duro elegido por 316 diputados conservadores en medio de una crisis política sin precedentes tendría escasa legitimidad popular, algo que, según los analistas, podría desembocar en una elección anticipada. En el vespertino Evening Standard ayer mostraban que como están las cosas Jeremy Corbyn podría ser el nuevo primer ministro y el bipartidismo británico se convertiría en una lucha entre cuatro fuerzas: laboristas, conservadores, el Partido del Brexit de Nigel Farage y los liberal demócratas.
En medio de esta crisis galopante se celebrarán las elecciones europarlamentarias del próximo jueves. Los británicos eligen 73 eurodiputados que, a menos que ocurra un milagro, asumirán sus escaños el 1 de junio y deberán renunciar a los mismos el 31 de octubre, nueva fecha límite para la partida del Reino Unido de la Unión Europea. La fecha original de la partida era el 29 de marzo, se pospuso hasta el 12 de abril y ahora se extendió hasta octubre sin que por ahora haya una idea clara de cómo salir del laberinto que creó el referendo de 2016, convocado más por las necesidades políticas del Partido Conservador que por los problemas de la Unión Europea.
Corbyn añadió que la negociación era imposible por la creciente “debilidad e inestabilidad del gobierno”. May le contestó que el problema habían sido las divisiones internas del laborismo sobre si quieren o no un segundo referendo sobre la partida del Reino Unido de la Unión Europea (UE). Lo peor es que los dos están diciendo la verdad. La libra esterlina cayó a su nivel más bajo desde febrero respecto al dólar.
El fin de la negociación entre los dos grandes partidos de la política británica cierra una de las últimas avenidas para llegar a una salida consensuada de la UE en base un “Soft Brexit”. El 3 de junio el parlamento volverá a debatir el acuerdo de salida de la Unión Europea (UE) que May firmó con Bruselas. La Cámara de los Comunes rechazó en tres oportunidades este acuerdo, pero dada la dinámica parlamentaria británica y la extensión hasta el 31 de octubre de la fecha de salida del Reino Unido, existe una posibilidad de que, por esas carambolas de la política, esta vez a May le den los números en la cámara.
Es una posibilidad exigua. Una nueva derrota enterraría definitivamente el acuerdo. En su lugar quedaría un agujero político y diplomático. El jueves Sir Graham Brady, líder del comité 1922 que agrupa a la bancada conservadora, señaló que había acordado con Theresa May que después de la votación, la primera ministra anunciaría un calendario para elegir a su reemplazante como líder del Partido Conservador. No solo el Reino Unido no tendría ningún acuerdo con la UE sino que además los diputados conservadores estarían eligiendo un nuevo líder partidario que, por las peculiaridades de su sistema político británico, se convertiría en el nuevo primer ministro.
Candidatos no faltan. La disgregación conservadora es tal que aún antes del anuncio de Graham Brady, unos 16 diputados tenían equipos de campaña listos para entrar en el ruedo. La mayoría pertenecen al ala del Brexit duro que pregona una salida de la UE sin ningún tipo de acuerdo, ruptura que generaría un fuerte impacto económico y un conflicto bilateral de larga data con el más importante socio comercial del Reino Unido. El que encabeza las preferencias es el ex alcalde de Londres, Boris Johnson, un excéntrico y oportunista bon vivant, canciller de May hasta mediados del año pasado.
Un nuevo gobierno del Brexit duro elegido por 316 diputados conservadores en medio de una crisis política sin precedentes tendría escasa legitimidad popular, algo que, según los analistas, podría desembocar en una elección anticipada. En el vespertino Evening Standard ayer mostraban que como están las cosas Jeremy Corbyn podría ser el nuevo primer ministro y el bipartidismo británico se convertiría en una lucha entre cuatro fuerzas: laboristas, conservadores, el Partido del Brexit de Nigel Farage y los liberal demócratas.
En medio de esta crisis galopante se celebrarán las elecciones europarlamentarias del próximo jueves. Los británicos eligen 73 eurodiputados que, a menos que ocurra un milagro, asumirán sus escaños el 1 de junio y deberán renunciar a los mismos el 31 de octubre, nueva fecha límite para la partida del Reino Unido de la Unión Europea. La fecha original de la partida era el 29 de marzo, se pospuso hasta el 12 de abril y ahora se extendió hasta octubre sin que por ahora haya una idea clara de cómo salir del laberinto que creó el referendo de 2016, convocado más por las necesidades políticas del Partido Conservador que por los problemas de la Unión Europea.