Por Marcelo Justo
28 de mayo de 2019
El Partido del Brexit de Nigel Farage fue el más votoado, con un 31 por ciento de votos. Imagen: EFE
El éxito de Farage en las elecciones europeas impulsa aún más las candidaturas de conservadores favorables a un Hard Brexit. Varios ganadores y dos grandes derrotados en las elecciones europarlamentarias redefinieron el escenario político británico de cara al Brexit. El claro ganador fue el Brexit Party de Nigel Farage con un 31,6 %, pero el voto conjunto a favor de los partidos que quieren permanecer en la Unión Europea superó con cierta claridad a los que quieren salir del bloque: 40,4% contra 34,9%.
Sobre los derrotados no hay duda alguna. Con más del 20%, los liberal demócratas desplazaron a un pobre tercer lugar al laborismo de Jeremy Corbyn (14,1%) mientras que los verdes (12,1%) relegaron a los conservadores a un humillante quinto lugar (9,1%), pero hubo un alto nivel de abstención que impide hacer proyecciones a nivel nacional: solo un 36,7% se dignó a concurrir a las urnas.
Aún así en el Reino Unido al igual que en el resto de la Unión Europea aumentó la participación respecto a los comicios de 2014. En el conjunto del bloque se registró el nivel más alto de votantes en los últimos 20 años, señal de la importancia simbólica que se daba a la elección por la irrupción de grupos antieuropeístas de ultraderecha y por el mismo Brexit, primera vez que un miembro de la UE busca salir del bloque.
El resultado final da para todos los gustos. No fue un voto masivo para la ultraderecha, pero sí una muestra de su solidez como nueva fuerza paneuropea. Solo 4 de los 28 miembros del bloque no tienen representación política de los ultras. En Francia, Italia, Hungría y Polonia son la primera fuerza, al igual que en el Reino Unido, con la particularidad británica de que en teoría sus diputados fueron electos con fecha de vencimiento: el 31 de octubre el Reino Unido debe abandonar el bloque, salvo que se negocie una nueva prórroga (sería la tercera).
A nivel europeo los verdes han crecido hasta situarse en el segundo lugar en la locomotora europea, Alemania, y en tercer lugar en Francia, en ambos casos superando a formaciones políticas tradicionales. Esto lleva a que las dos fuerzas dominantes europeas en el parlamento, los conservadores y los social-demócratas, necesitarán forjar alianzas para la conformación de una mayoría parlamentaria.
El Reino Unido muestra una tendencia similar en cuanto a la excelente elección de los verdes, pero en el resto mantiene peculiaridades tan notorias como el manejar con el volante del otro lado que sus aún socios europeos. Con fecha límite de partida a la vista, la elección tenía más que ver con el dilema hamletiano de la salida de la UE que con qué hacer en su interior.
La primera ministra Theresa May lamentó la magnitud de la derrota, pero hoy su voz apenas cuenta. El viernes anunció que dejará la jefatura partidaria el 7 de junio y continuará como primer ministra interina hasta que el Partido Conservador elija un nuevo líder que automáticamente se convertirá en su sucesor, proceso que tomará hasta mediados de julio.
El éxito de Farage impulsa aún más las candidaturas de conservadores favorables a un Hard Brexit (salida con o sin acuerdo). El favorito es por el momento el ex alcalde de Londres y ex canciller, Boris Johnson, seguido por dos candidatos que están aún más a su derecha. Solo dos de los postulantes pertenecen a la versión más moderada del campo proeuropeo.
La posibilidad de una implosión partidaria es alta. Miembros de la minoría proeuropea no descartaron votar con la oposición a favor de nuevas elecciones si el sucesor de Theresa May quiere salir del bloque sin un acuerdo. Un histórico conservador, Lord Michael Heseltine, varias veces ministro, y una vez, viceprimer ministro, dijo públicamente que en las europarlamentarias europeas votaría a los liberal-demócratas. “Por primera vez en mi vida no voto a conservadores”, dijo.
El pobre resultado en la elección de los laboristas también cambia las cosas. En Twitter Jeremy Corbyn planteó la necesidad de “consultar nuevamente con el pueblo, sea a través de una elección general o un voto público”. Diputados laboristas pro y anti Corbyn, así como sindicalistas, criticaron su ambigüedad respecto al Brexit. En medio de la polarización que produce el tema, Corbyn ensayó su “ancha avenida del medio”, supuesto sendero para unir a los que votaron a favor y en contra de la salida. El tiro le salió por la culata.
En la muy pro-europea Escocia, el laborismo, que había recuperado terreno en la elección general de 2017, fue arrasado por los independentistas escoceses. En el norte de Inglaterra, territorio pro-Brexit, perdió a manos del partido de Nigel Farage, aunque al menos mantuvo una presencia. En Gales salió tercero después del Brexit Party y los autonomistas Galeses. El riesgo de cisma interno está a la vista. Al igual que con los conservadores, un peso pesado laborista, el ex jefe de prensa de Tony Blair, Alastair Campbell, confesó que no votaría a los laboristas en estas elecciones “por primera vez en mi vida”. Corbyn tendrá que definir más claramente su posición sobre el Brexit y el segundo referendo, pero al hacerlo, inevitablemente, generará enemigos.