Lo que los medios de información no dijeron sobre las elecciones del 28-A
Vicenç Navarro
7 de mayo de 2019
Pedro Sánchez, presidente de España. Foto de archivo
La gran mayoría de los medios radiofónicos, televisivos y prensa escrita en España mostraron los escaños conseguidos por los diferentes partidos en competencia electoral el 28 de abril como expresión de la postura política de la ciudadanía española. En definitiva, los parlamentarios pasaron a ser representantes de la voluntad popular, tomando el número y porcentaje de votantes de cada opción política y el número de escaños que les correspondía como indicadores de tal voluntad popular.
De esta lectura de la realidad concluyeron que el PSOE había ganado las elecciones en España, pintando en sus mapas la casi totalidad del territorio español de color rojo, el color de dicho partido, excepto Catalunya, que cubrieron en amarillo, el color de ERC. Es más, en Catalunya se presentó, en general, el gran triunfo de ERC, junto con el mantenimiento (con ligero descenso del número de escaños) de Junts per Catalunya (JxCat), el otro partido independentista, como indicadores del sentimiento del supuesto apoyo mayoritario de la población a tales opciones políticas. La imagen que se daba con ello era que los independentistas habían alcanzado un gran éxito, el cual se atribuyó al deseo de reafirmar su proyecto secesionista, deseo reforzado por el temor a Vox, la voz del pasado fascista, que amenaza con hacernos retroceder a las tinieblas de un tiempo en el que el pensamiento de este partido fue impuesto a la fuerza a la población de todos los pueblos y naciones de España.
Todas estas conclusiones, sin embargo, estaban basadas en el altamente cuestionable supuesto de que las elecciones reflejaban la voluntad popular del conjunto de la ciudadanía. Es cierto que algunos medios señalaron que el aumento del número de escaños de las izquierdas, superior al número de escaños de las derechas, era consecuencia de una ley electoral que creían que les favorecía, puesto que el número de votantes de los dos lados del espectro político eran prácticamente iguales. La suma de votos de PP+C’s+Vox era solo ligeramente inferior a la suma de PSOE+Unidas Podemos (UP). Por lo demás, todo parecía estar en orden, mostrando así la eficiencia, eficacia y representatividad de la democracia española. Estos, pues, fueron los mensajes que se transmitieron y continúan transmitiéndose por los principales medios de información.
Los errores y las medias verdades de tal lectura mediática de las elecciones
Todos los mayores medios aceptaron, pues, el resultado de las elecciones como el reflejo de la opinión popular en cuanto al proyecto o línea política que desea que lleve a cabo su gobierno. Este mensaje ignora, sin embargo, el enorme sesgo conservador y poco representativo que tiene la ley electoral española, que fue diseñada precisamente para reducir el impacto de las áreas urbanas, donde se concentra la clase trabajadora, temida por los aparatos del Estado, sucesores del Estado fascista, y que explica que las derechas hayan estado casi siempre durante el período democrático (desde 1978) sobrerrepresentadas y las izquierdas infrarrepresentadas en las instituciones representativas de este país.
Un tanto igual ocurre, por cierto, aquí en Catalunya, puesto que el gobierno de derechas (que ha gobernado Catalunya la mayor parte del período democrático) tuvo la posibilidad de cambiar tal ley electoral, pero no lo hizo, lo que ha permitido a los independentistas, sucesores del pujolismo, gobernar en mayoría, cuando, en realidad,no tenían ni nunca han tenido la mayoría del voto popular ni el apoyo de la mayoría de la población adulta en Catalunya.
Los datos muestran claramente que la ley electoral dista mucho de ser proporcional. El principio básico, que debería regir un sistema democrático, de que todos los votos tienen la misma capacidad de decisión no se cumple en España. En este país no todos los ciudadanos somos iguales. El sistema electoral favorece, por ejemplo, más a las clases pudientes que a las clases populares, lo cual es una de las causas de que estas se abstengan en mayor proporción. Grandes sectores de estas clases populares han dejado de tener fe en el sistema electoral.
Ni que decir tiene que la explicación más promovida en los principales medios de información que reproducen la sabiduría convencional del país es que tal abstención se debe a los déficits democráticos de los no votantes, tales como la falta de educación, su ignorancia, o lo que fuera. Pero estos argumentos ignoran un hecho clave de nuestra limitada democracia española: la distancia entre lo que los establishments políticos y mediáticos discuten y debaten, y lo que las clases populares consideran más importante, es enorme (ver mi artículo “El gran escándalo que estamos viendo en estas elecciones con la complicidad de los medios”, Público, 18.04.19). Es también uno de los países de la Unión Europea cuya ciudadanía tiene mayor desconfianza hacia su clase política y sus medios de información. Y ello es, precisamente, porque el sistema democrático discrimina a las clases populares, que son plenamente conscientes de ello, absteniéndose en mayores porcentajes que las clases altas.
¿Está dividida España en dos grandes bloques, la derecha y la izquierda, casi iguales? Esto es lo que dijeron los medios pero no es del todo cierto
Los datos, sin embargo, no apoyan esta percepción de los medios. Todo lo contrario. Los votos de los partidos de izquierdas (de los cuales hay más de 45 en el país) suman un número mucho mayor que el que suman los partidos de derechas. Concretamente, suman 13.634.731 votos, 1.264.510 votos más que todos los partidos de derechas (incluyo como partidos de izquierdas a aquellos que se oponen hoy a las políticas neoliberales -reformas laborales y políticas de austeridad-; incluyo, por lo tanto, al PSOE de Sánchez, puesto que en su propuesta de presupuestos del Estado -muy influenciado por Unidas Podemos- revertía aquellas políticas seguidas por los partidos gobernantes anteriores, incluido su propio partido durante el gobierno Zapatero). El hecho es que un elevado número de votos de izquierdas no se tradujeron en escaños por varias razones, siendo una de ellas el límite mínimo de votantes que un partido necesita para obtener representación en las Cortes (la barrera electoral) en la circunscripción donde tiene lugar la elección. Así, Unidas Podemos vio cómo más de medio millón de sus votos no se tradujeron en escaños. De haberse contabilizado todos estos votos, en un sistema proporcional de circunscripción única, las izquierdas (excepto el PSOE) habrían conseguido más escaños, siendo UP uno de los partidos que habría sido más favorecido por un sistema proporcional. En realidad, en estas condiciones la suma de Unidas Podemos, En Comú Podem y Compromís hubiera conseguido casi los mismos escaños que Ciudadanos (considerado el gran vencedor entre las derechas).
En Catalunya no ganaron los independentistas
Es importante subrayar el error de esta lectura, pues es ofensivo para los catalanes que no son independentistas que los medios de información españoles constantemente presenten el conflicto entre el Estado central, gobernado hasta hace poco por partidos neoliberales (PSOE de Zapatero y PP, con el apoyo de Ciudadanos), por un lado, y la Generalitat de Catalunya (gobernada por el JxCat –también neoliberal-, continuación de CDC, apoyado por ERC), por el otro, como un conflicto entre España y Catalunya, asumiendo erróneamente que los partidos que gobiernan Catalunya representaban a la mayoría de la población. En realidad, si analizamos los votos a los partidos independentistas (los gobernantes ERC y JxCat, además de Front Republicà), estos representaron solo el 39,6%, frente a una gran mayoría no independentista (60,4%). Si en lugar de dividir los partidos en un eje unionistas versus separatistas, comparamos los votos de las izquierdas (ERC, PSC, ECP y otros partidos menores) frente a los votos de las derechas (JxCat, C’s, PP, Vox y otros), los primeros son una gran mayoría sobre los segundos (67,71% frente a 32,29%). Habiendo visto su historial reciente, ERC ha estado apoyando las políticas neoliberales de los gobiernos Mas, Puigdemont y Torra, todos ellos conocidos por su pertenencia a la familia liberal. Es más, la propuesta económica que ERC hizo desde el gobierno de la Generalitat encaja claramente en la filosofía neoliberal. De ahí que el gran interrogante en Catalunya sea qué hará ahora ERC, teniendo la posibilidad de independizarse de la fuerza dominante del bloque independentista: establecer una alianza de izquierdas, como hicieron sus antecesores con el tripartito de izquierdas, o continuar con su énfasis independentista a costa de las políticas sociales que Catalunya necesita.
Todos estos datos muestran la gran falacia de considerar las instituciones representativas en España como auténticas representantes de la ciudadanía, voluntad supuestamente expresada a través de los votos, lo que ignora que en España unos votos cuentan mucho más que otros, y que la clase política dista mucho de representar a la gran mayoría de la ciudadanía. El eslogan “no nos representan” del 15M continúa vigente.
El comportamiento de los medios de información durante la campaña electoral
Ni que decir tiene que todas estas realidades son sistemáticamente ignoradas por la mayoría de los medios, los cuales, el día de las elecciones, se centraron exclusivamente en los escaños, sin apenas hablar de la enorme falta de proporcionalidad de la ley electoral y de los abstencionistas, que son el elemento clave cuando hablamos de representatividad. El hecho de que se hayan estado aplicando políticas neoliberales altamente impopulares por parte de los partidos que han gobernado es una consecuencia directa de la falta de representatividad de los gobernantes.
Ahora bien, hay otro comportamiento de los medios de información, mostrado claramente en estos días de tertulias y debates, que merece también una crítica y una denuncia. Me estoy refiriendo a la confrontación antidemocrática que aparece constantemente en las tertulias y en los debates, que alcanzó su máxima expresión en los debates electorales de TVE y Atresmedia en España, y de TV3 aquí en Catalunya. Me explicaré.
La confrontación antidemocrática de los medios en el diseño de sus debates
Uno de los indicadores que muestra más claramente la falta de cultura democrática en una persona es su disposición a interrumpir a la persona a la que considera adversaria, sin permitirle exponer sus argumentos. Esta costumbre antidemocrática se repite constantemente en las tertulias y en los debates políticos que se emiten en los principales medios de comunicación, ya sean televisivos o radiofónicos. Es una práctica muy generalizada que empobrece todavía más la aún poco desarrollada cultura democrática del país. Estas interrupciones de la exposición del adversario suelen darse predominantemente en personajes (ya sean periodistas o políticos) de derechas, que además suelen añadir insultos y/o sarcasmos a sus interrupciones, anulando con ello cualquier posibilidad de auténtico debate. Es cierto que este comportamiento no es exclusivo de las derechas, pero es mucho más frecuente en estas. En un estudio reciente realizado informalmente por alumnos de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra, que analizaron la frecuencia y el origen de este comportamiento en las tertulias de La Sexta Noche (uno de los programas de mayor proyección mediática en temas políticos del país), se vio que más del 70% de las interrupciones las hacían los tertulianos de derechas, siendo Eduardo Inda (uno de los tertulianos que aparecen con más frecuencia en tal programa) el máximo exponente de la interrupción, del insulto y de la mala educación. Ni que decir tiene que estos comportamientos anulan cualquier posibilidad de que tal programa sea educativo, pues su componente teatral e histriónico es la característica principal del programa, lo que ha motivado que incluso algunos invitados, como el bien conocido catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla, Juan Torres, abandonara el programa como protesta frente a tal comportamiento. Por desgracia, da una imagen pésima de lo que se entiende en España por debate político. A lo largo de mi largo exilio, en el que he vivido en muchos países (principalmente en Suecia, Reino Unido y EEUU), jamás he visto tertulias semejantes, con un comportamiento tan poco democrático, tan agresivo, grosero y maleducado, con tantas interrupciones, como en La Sexta Noche. Ni la Fox, la cadena televisiva de la ultraderecha en EEUU, alcanza tales niveles. Por desgracia, en España (incluyendo Catalunya) esta práctica está generalizada.
La escasa cultura democrática en los debates electorales en TVE, Atresmedia y TV3
Lo que he expuesto hasta ahora es una introducción a los comentarios que me surgen a raíz de los tres debates televisivos que vi hace dos semanas a causa de de las elecciones legislativas del 28 de abril. Los dos primeros, en TVE y en Atresmedia a nivel estatal. Y en TV3, en el debate con los cabezas de lista de Barcelona. De nuevo, nunca había visto algo semejante. Con la sola excepción de Pablo Iglesias en las cadenas españolas, y de Jaume Asens en TV3, el debate fue un gallinero insoportable, insultante para la población que lo estaba viendo. Ver cómo las derechas, encarnadas por Pablo Casado y Albert Rivera, constantemente interrumpían sobre todo a Pedro Sánchez, pero también a Pablo Iglesias, con insultos (repitiendo el eslogan de que defendían la “unidad de España” frente al “traidor Sánchez”) fue algo que no debería tolerarse en la televisión española. Es una lástima que la bronca que caracterizó el debate impidiera que se discutieran las propuestas de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, así como las de los supuestos defensores de la unidad de España. De haberse hecho una exposición detallada de los programas, se habría podido ver que tales eslóganes en defensa de la unidad de España ocultaban propuestas que defendían sustancialmente los intereses económicos y financieros de aquellos a los que sirven.
El peor mal llamado debate, sin embargo, tuvo lugar en TV3. Ahí el supuesto moderador, Vicent Sanchis, que es también director de TV3, hizo una labor pésima. Fue dificilísimo poder escuchar con calma y orden los argumentos de los candidatos, pues la tónica general fueron las interrupciones constantes, los insultos, los sarcasmos y la mala educación. Inés Arrimadas, de Ciudadanos, y Cayetana Álvarez de Toledo, del PP, junto con Gabriel Rufián, de ERC, atosigaron constantemente a sus adversarios sin siquiera dejarlos hablar. Jaume Asens, candidato de En Comú Podem, casi nunca pudo exponer sus argumentos.
Tanto por el contenido como por la forma, la gran mayoría de medios de información (la gran mayoría sesgados hacia la derecha, reproduciendo el pensamiento neoliberal) están obstaculizando el tan necesario cambio que necesita España, incluyendo Catalunya. La ausencia de medios críticos con el establishment político-mediático que domina tanto Catalunya como el resto de España empobrece enormemente la democracia española. Así de claro.
Todas estas conclusiones, sin embargo, estaban basadas en el altamente cuestionable supuesto de que las elecciones reflejaban la voluntad popular del conjunto de la ciudadanía. Es cierto que algunos medios señalaron que el aumento del número de escaños de las izquierdas, superior al número de escaños de las derechas, era consecuencia de una ley electoral que creían que les favorecía, puesto que el número de votantes de los dos lados del espectro político eran prácticamente iguales. La suma de votos de PP+C’s+Vox era solo ligeramente inferior a la suma de PSOE+Unidas Podemos (UP). Por lo demás, todo parecía estar en orden, mostrando así la eficiencia, eficacia y representatividad de la democracia española. Estos, pues, fueron los mensajes que se transmitieron y continúan transmitiéndose por los principales medios de información.
Los errores y las medias verdades de tal lectura mediática de las elecciones
Todos los mayores medios aceptaron, pues, el resultado de las elecciones como el reflejo de la opinión popular en cuanto al proyecto o línea política que desea que lleve a cabo su gobierno. Este mensaje ignora, sin embargo, el enorme sesgo conservador y poco representativo que tiene la ley electoral española, que fue diseñada precisamente para reducir el impacto de las áreas urbanas, donde se concentra la clase trabajadora, temida por los aparatos del Estado, sucesores del Estado fascista, y que explica que las derechas hayan estado casi siempre durante el período democrático (desde 1978) sobrerrepresentadas y las izquierdas infrarrepresentadas en las instituciones representativas de este país.
Un tanto igual ocurre, por cierto, aquí en Catalunya, puesto que el gobierno de derechas (que ha gobernado Catalunya la mayor parte del período democrático) tuvo la posibilidad de cambiar tal ley electoral, pero no lo hizo, lo que ha permitido a los independentistas, sucesores del pujolismo, gobernar en mayoría, cuando, en realidad,no tenían ni nunca han tenido la mayoría del voto popular ni el apoyo de la mayoría de la población adulta en Catalunya.
Los datos muestran claramente que la ley electoral dista mucho de ser proporcional. El principio básico, que debería regir un sistema democrático, de que todos los votos tienen la misma capacidad de decisión no se cumple en España. En este país no todos los ciudadanos somos iguales. El sistema electoral favorece, por ejemplo, más a las clases pudientes que a las clases populares, lo cual es una de las causas de que estas se abstengan en mayor proporción. Grandes sectores de estas clases populares han dejado de tener fe en el sistema electoral.
Ni que decir tiene que la explicación más promovida en los principales medios de información que reproducen la sabiduría convencional del país es que tal abstención se debe a los déficits democráticos de los no votantes, tales como la falta de educación, su ignorancia, o lo que fuera. Pero estos argumentos ignoran un hecho clave de nuestra limitada democracia española: la distancia entre lo que los establishments políticos y mediáticos discuten y debaten, y lo que las clases populares consideran más importante, es enorme (ver mi artículo “El gran escándalo que estamos viendo en estas elecciones con la complicidad de los medios”, Público, 18.04.19). Es también uno de los países de la Unión Europea cuya ciudadanía tiene mayor desconfianza hacia su clase política y sus medios de información. Y ello es, precisamente, porque el sistema democrático discrimina a las clases populares, que son plenamente conscientes de ello, absteniéndose en mayores porcentajes que las clases altas.
¿Está dividida España en dos grandes bloques, la derecha y la izquierda, casi iguales? Esto es lo que dijeron los medios pero no es del todo cierto
Los datos, sin embargo, no apoyan esta percepción de los medios. Todo lo contrario. Los votos de los partidos de izquierdas (de los cuales hay más de 45 en el país) suman un número mucho mayor que el que suman los partidos de derechas. Concretamente, suman 13.634.731 votos, 1.264.510 votos más que todos los partidos de derechas (incluyo como partidos de izquierdas a aquellos que se oponen hoy a las políticas neoliberales -reformas laborales y políticas de austeridad-; incluyo, por lo tanto, al PSOE de Sánchez, puesto que en su propuesta de presupuestos del Estado -muy influenciado por Unidas Podemos- revertía aquellas políticas seguidas por los partidos gobernantes anteriores, incluido su propio partido durante el gobierno Zapatero). El hecho es que un elevado número de votos de izquierdas no se tradujeron en escaños por varias razones, siendo una de ellas el límite mínimo de votantes que un partido necesita para obtener representación en las Cortes (la barrera electoral) en la circunscripción donde tiene lugar la elección. Así, Unidas Podemos vio cómo más de medio millón de sus votos no se tradujeron en escaños. De haberse contabilizado todos estos votos, en un sistema proporcional de circunscripción única, las izquierdas (excepto el PSOE) habrían conseguido más escaños, siendo UP uno de los partidos que habría sido más favorecido por un sistema proporcional. En realidad, en estas condiciones la suma de Unidas Podemos, En Comú Podem y Compromís hubiera conseguido casi los mismos escaños que Ciudadanos (considerado el gran vencedor entre las derechas).
En Catalunya no ganaron los independentistas
Es importante subrayar el error de esta lectura, pues es ofensivo para los catalanes que no son independentistas que los medios de información españoles constantemente presenten el conflicto entre el Estado central, gobernado hasta hace poco por partidos neoliberales (PSOE de Zapatero y PP, con el apoyo de Ciudadanos), por un lado, y la Generalitat de Catalunya (gobernada por el JxCat –también neoliberal-, continuación de CDC, apoyado por ERC), por el otro, como un conflicto entre España y Catalunya, asumiendo erróneamente que los partidos que gobiernan Catalunya representaban a la mayoría de la población. En realidad, si analizamos los votos a los partidos independentistas (los gobernantes ERC y JxCat, además de Front Republicà), estos representaron solo el 39,6%, frente a una gran mayoría no independentista (60,4%). Si en lugar de dividir los partidos en un eje unionistas versus separatistas, comparamos los votos de las izquierdas (ERC, PSC, ECP y otros partidos menores) frente a los votos de las derechas (JxCat, C’s, PP, Vox y otros), los primeros son una gran mayoría sobre los segundos (67,71% frente a 32,29%). Habiendo visto su historial reciente, ERC ha estado apoyando las políticas neoliberales de los gobiernos Mas, Puigdemont y Torra, todos ellos conocidos por su pertenencia a la familia liberal. Es más, la propuesta económica que ERC hizo desde el gobierno de la Generalitat encaja claramente en la filosofía neoliberal. De ahí que el gran interrogante en Catalunya sea qué hará ahora ERC, teniendo la posibilidad de independizarse de la fuerza dominante del bloque independentista: establecer una alianza de izquierdas, como hicieron sus antecesores con el tripartito de izquierdas, o continuar con su énfasis independentista a costa de las políticas sociales que Catalunya necesita.
Todos estos datos muestran la gran falacia de considerar las instituciones representativas en España como auténticas representantes de la ciudadanía, voluntad supuestamente expresada a través de los votos, lo que ignora que en España unos votos cuentan mucho más que otros, y que la clase política dista mucho de representar a la gran mayoría de la ciudadanía. El eslogan “no nos representan” del 15M continúa vigente.
El comportamiento de los medios de información durante la campaña electoral
Ni que decir tiene que todas estas realidades son sistemáticamente ignoradas por la mayoría de los medios, los cuales, el día de las elecciones, se centraron exclusivamente en los escaños, sin apenas hablar de la enorme falta de proporcionalidad de la ley electoral y de los abstencionistas, que son el elemento clave cuando hablamos de representatividad. El hecho de que se hayan estado aplicando políticas neoliberales altamente impopulares por parte de los partidos que han gobernado es una consecuencia directa de la falta de representatividad de los gobernantes.
Ahora bien, hay otro comportamiento de los medios de información, mostrado claramente en estos días de tertulias y debates, que merece también una crítica y una denuncia. Me estoy refiriendo a la confrontación antidemocrática que aparece constantemente en las tertulias y en los debates, que alcanzó su máxima expresión en los debates electorales de TVE y Atresmedia en España, y de TV3 aquí en Catalunya. Me explicaré.
La confrontación antidemocrática de los medios en el diseño de sus debates
Uno de los indicadores que muestra más claramente la falta de cultura democrática en una persona es su disposición a interrumpir a la persona a la que considera adversaria, sin permitirle exponer sus argumentos. Esta costumbre antidemocrática se repite constantemente en las tertulias y en los debates políticos que se emiten en los principales medios de comunicación, ya sean televisivos o radiofónicos. Es una práctica muy generalizada que empobrece todavía más la aún poco desarrollada cultura democrática del país. Estas interrupciones de la exposición del adversario suelen darse predominantemente en personajes (ya sean periodistas o políticos) de derechas, que además suelen añadir insultos y/o sarcasmos a sus interrupciones, anulando con ello cualquier posibilidad de auténtico debate. Es cierto que este comportamiento no es exclusivo de las derechas, pero es mucho más frecuente en estas. En un estudio reciente realizado informalmente por alumnos de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra, que analizaron la frecuencia y el origen de este comportamiento en las tertulias de La Sexta Noche (uno de los programas de mayor proyección mediática en temas políticos del país), se vio que más del 70% de las interrupciones las hacían los tertulianos de derechas, siendo Eduardo Inda (uno de los tertulianos que aparecen con más frecuencia en tal programa) el máximo exponente de la interrupción, del insulto y de la mala educación. Ni que decir tiene que estos comportamientos anulan cualquier posibilidad de que tal programa sea educativo, pues su componente teatral e histriónico es la característica principal del programa, lo que ha motivado que incluso algunos invitados, como el bien conocido catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla, Juan Torres, abandonara el programa como protesta frente a tal comportamiento. Por desgracia, da una imagen pésima de lo que se entiende en España por debate político. A lo largo de mi largo exilio, en el que he vivido en muchos países (principalmente en Suecia, Reino Unido y EEUU), jamás he visto tertulias semejantes, con un comportamiento tan poco democrático, tan agresivo, grosero y maleducado, con tantas interrupciones, como en La Sexta Noche. Ni la Fox, la cadena televisiva de la ultraderecha en EEUU, alcanza tales niveles. Por desgracia, en España (incluyendo Catalunya) esta práctica está generalizada.
La escasa cultura democrática en los debates electorales en TVE, Atresmedia y TV3
Lo que he expuesto hasta ahora es una introducción a los comentarios que me surgen a raíz de los tres debates televisivos que vi hace dos semanas a causa de de las elecciones legislativas del 28 de abril. Los dos primeros, en TVE y en Atresmedia a nivel estatal. Y en TV3, en el debate con los cabezas de lista de Barcelona. De nuevo, nunca había visto algo semejante. Con la sola excepción de Pablo Iglesias en las cadenas españolas, y de Jaume Asens en TV3, el debate fue un gallinero insoportable, insultante para la población que lo estaba viendo. Ver cómo las derechas, encarnadas por Pablo Casado y Albert Rivera, constantemente interrumpían sobre todo a Pedro Sánchez, pero también a Pablo Iglesias, con insultos (repitiendo el eslogan de que defendían la “unidad de España” frente al “traidor Sánchez”) fue algo que no debería tolerarse en la televisión española. Es una lástima que la bronca que caracterizó el debate impidiera que se discutieran las propuestas de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, así como las de los supuestos defensores de la unidad de España. De haberse hecho una exposición detallada de los programas, se habría podido ver que tales eslóganes en defensa de la unidad de España ocultaban propuestas que defendían sustancialmente los intereses económicos y financieros de aquellos a los que sirven.
El peor mal llamado debate, sin embargo, tuvo lugar en TV3. Ahí el supuesto moderador, Vicent Sanchis, que es también director de TV3, hizo una labor pésima. Fue dificilísimo poder escuchar con calma y orden los argumentos de los candidatos, pues la tónica general fueron las interrupciones constantes, los insultos, los sarcasmos y la mala educación. Inés Arrimadas, de Ciudadanos, y Cayetana Álvarez de Toledo, del PP, junto con Gabriel Rufián, de ERC, atosigaron constantemente a sus adversarios sin siquiera dejarlos hablar. Jaume Asens, candidato de En Comú Podem, casi nunca pudo exponer sus argumentos.
Tanto por el contenido como por la forma, la gran mayoría de medios de información (la gran mayoría sesgados hacia la derecha, reproduciendo el pensamiento neoliberal) están obstaculizando el tan necesario cambio que necesita España, incluyendo Catalunya. La ausencia de medios críticos con el establishment político-mediático que domina tanto Catalunya como el resto de España empobrece enormemente la democracia española. Así de claro.
Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra, profesor en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. Columnista en el periódico Público de España.