07 de junio de 2019
Investigadores del gigante farmacéutico descubrieron que un antiinflamatorio era potencialmente beneficioso para reducir el riesgo de padecer Alzheimer. Pero como el medicamento no tiene patente exclusiva, la empresa frenó la investigación.
Un equipo de investigadores de la compañía farmacéutica Pfizer descubrió en 2015 que Enbrel, uno de los medicamentos antiinflamatorios que produce y comercializa para la artritis reumatoide, podría reducir el riesgo de padecer Alzheimer en un 64 por ciento. Sin embargo, según reveló The Washington Post, el gigante farmacéutico no solo rechazó el pedido de sus investigadores para avanzar con un ensayo clínico por el elevado costo que suponía, sino que también decidió no hacer públicos los resultados de ese descubrimiento. La cuestión de fondo, según consideraron algunos especialistas, es que actualmente Enbrel no está protegido con una patente exclusiva, lo que reduce las ganancias y los incentivos para investigar otros usos del fármaco.
El descubrimiento sobre los beneficios potenciales de Enbrel en el cerebro surgió de la división de inmunología e inflamación de la compañía, que en 2015 analizó cientos de miles de reclamos de seguro médico de personas que padecían artritis reumatoide y otras enfermedades inflamatorias. Dividieron a esos pacientes anónimos en dos grupos iguales de 127.000 personas cada uno: el primer grupo con diagnóstico de Alzheimer y el segundo sin diagnóstico. Allí observaron que en el grupo con Alzheimer había solo 110 personas que habían sido tratadas con Enbrel, mientras que en el grupo sin diagnóstico de Alzheimer había un total de 302 pacientes tratados con el mismo medicamento.
Esos resultados, si bien eran acotados, animaron a los investigadores a solicitar un ensayo clínico en miles de pacientes, que tenía un costo estimado de 80 millones de dólares. “El Enbrel podría potencialmente prevenir, tratar y ralentizar la progresión del Alzheimer”, decía el PowerPoint --que difundió The Washington Post-- preparado por un grupo de investigadores de Pfizer para presentar a un comité interno de la compañía en febrero de 2018.
Sin embargo, luego de un largo debate interno, según explicó un portavoz del Pfizer al diario estadounidense, la farmacéutica consideró que la probabilidad de un estudio clínico exitoso era baja porque la droga no llega directamente al tejido cerebral. La decisión de no continuar investigando, según la versión oficial, habría sido exclusivamente científica, mientras que la no publicación de los hallazgos estadísticos se habría basado en que no cumplían con "rigurosos estándares científicos” y podrían haber llevado a científicos externos hacia una vía no válida.
Uno de los factores que se cree que influyeron en la decisión de Pfizer para no dar curso al ensayo clínico, según sostienen algunos especialistas, es que las ganancias que genera este medicamento están disminuyendo a medida que surge la competencia genérica. A diferencia de lo que sucedió con el Viagra, que fue concebida para tratar la hipertensión y terminó como tratamiento para la disfunción eréctil, generando multimillonarias ganancias para Pfizer, Enbrel no está protegido en la actualidad con una patente exclusiva, como sí lo estaba en su momento la Viagra, lo que disminuye los incentivos financieros para futuras investigaciones.
La decisión para no dar curso al costoso ensayo clínico se tomó a principios de 2018, al mismo tiempo que la compañía anunciaba el cierre de su división de neurología, donde se exploraron los tratamientos de la enfermedad de Alzheimer, y el despido de 300 empleados.
"Me siento realmente frustrado por todo esto", dijo Clive Holmes, profesor de psiquiatría biológica de la Universidad de Southampton en Gran Bretaña, quien recibió apoyo de Pfizer para la investigación de Enbrel en la enfermedad de Alzheimer, un ensayo independiente de 2015 en 41 pacientes que no resultaron concluyentes. Según afirmó el especialista, Pfizer y otras compañías no quieren invertir mucho en investigaciones adicionales dado que sus mercados se ven socavados por la competencia genérica.
A medida que el ciclo de vida de Enbrel se acaba, Pfizer introdujo una nueva droga para la artritis reumatoide, Xeljanz, y está poniendo su fuerza de marketing detrás de este nuevo tratamiento. Mientras que los ingresos de Enbrel se reducen, los ingresos de Xeljanz aumentan. Además, según declaraciones públicas de la compañía, a diferencia de la patente de Enbrel, la patente de Xeljanz expira en 2025 en los Estados Unidos y en 2028 en Europa.
Apostar dinero en un ensayo clínico de Enbrel para una enfermedad completamente diferente, especialmente cuando Pfizer tenía dudas sobre la validez de su análisis interno, tenía poco sentido comercial, dijo un ex ejecutivo de Pfizer que estaba al tanto del debate interno. "Probablemente fue un desarrollo farmacológico de alto riesgo, muy costoso y muy a largo plazo el que estuvo fuera de la estrategia", dijo el ex ejecutivo, desde el anonimato.
Hasta la fecha, no se logró desarrollar ningún fármaco que prevenga o trate eficazmente esta enfermedad neurodegenerativa, que se caracteriza por la pérdida de memoria y otras capacidades mentales y que afecta, al menos, a medio millón de pacientes nuevos al año. Es por ello que la decisión de no compartir los hallazgos obtenidos --Pfizer compartió los datos en privado con un científico, pero no los hizo públicos-- fue muy criticada dentro de la comunidad científica.
"Haber adquirido el conocimiento, negarse a divulgarlo a quienes podrían actuar sobre él esconde un beneficio potencial y, por lo tanto, perjudica a quienes corren el riesgo de desarrollar Alzheimer al impedir la investigación", dijo Bobbie Farsides, profesora de ética clínica y biomédica en Brighton y Sussex Medical School en Londres.
El descubrimiento sobre los beneficios potenciales de Enbrel en el cerebro surgió de la división de inmunología e inflamación de la compañía, que en 2015 analizó cientos de miles de reclamos de seguro médico de personas que padecían artritis reumatoide y otras enfermedades inflamatorias. Dividieron a esos pacientes anónimos en dos grupos iguales de 127.000 personas cada uno: el primer grupo con diagnóstico de Alzheimer y el segundo sin diagnóstico. Allí observaron que en el grupo con Alzheimer había solo 110 personas que habían sido tratadas con Enbrel, mientras que en el grupo sin diagnóstico de Alzheimer había un total de 302 pacientes tratados con el mismo medicamento.
Esos resultados, si bien eran acotados, animaron a los investigadores a solicitar un ensayo clínico en miles de pacientes, que tenía un costo estimado de 80 millones de dólares. “El Enbrel podría potencialmente prevenir, tratar y ralentizar la progresión del Alzheimer”, decía el PowerPoint --que difundió The Washington Post-- preparado por un grupo de investigadores de Pfizer para presentar a un comité interno de la compañía en febrero de 2018.
Sin embargo, luego de un largo debate interno, según explicó un portavoz del Pfizer al diario estadounidense, la farmacéutica consideró que la probabilidad de un estudio clínico exitoso era baja porque la droga no llega directamente al tejido cerebral. La decisión de no continuar investigando, según la versión oficial, habría sido exclusivamente científica, mientras que la no publicación de los hallazgos estadísticos se habría basado en que no cumplían con "rigurosos estándares científicos” y podrían haber llevado a científicos externos hacia una vía no válida.
Uno de los factores que se cree que influyeron en la decisión de Pfizer para no dar curso al ensayo clínico, según sostienen algunos especialistas, es que las ganancias que genera este medicamento están disminuyendo a medida que surge la competencia genérica. A diferencia de lo que sucedió con el Viagra, que fue concebida para tratar la hipertensión y terminó como tratamiento para la disfunción eréctil, generando multimillonarias ganancias para Pfizer, Enbrel no está protegido en la actualidad con una patente exclusiva, como sí lo estaba en su momento la Viagra, lo que disminuye los incentivos financieros para futuras investigaciones.
La decisión para no dar curso al costoso ensayo clínico se tomó a principios de 2018, al mismo tiempo que la compañía anunciaba el cierre de su división de neurología, donde se exploraron los tratamientos de la enfermedad de Alzheimer, y el despido de 300 empleados.
"Me siento realmente frustrado por todo esto", dijo Clive Holmes, profesor de psiquiatría biológica de la Universidad de Southampton en Gran Bretaña, quien recibió apoyo de Pfizer para la investigación de Enbrel en la enfermedad de Alzheimer, un ensayo independiente de 2015 en 41 pacientes que no resultaron concluyentes. Según afirmó el especialista, Pfizer y otras compañías no quieren invertir mucho en investigaciones adicionales dado que sus mercados se ven socavados por la competencia genérica.
A medida que el ciclo de vida de Enbrel se acaba, Pfizer introdujo una nueva droga para la artritis reumatoide, Xeljanz, y está poniendo su fuerza de marketing detrás de este nuevo tratamiento. Mientras que los ingresos de Enbrel se reducen, los ingresos de Xeljanz aumentan. Además, según declaraciones públicas de la compañía, a diferencia de la patente de Enbrel, la patente de Xeljanz expira en 2025 en los Estados Unidos y en 2028 en Europa.
Apostar dinero en un ensayo clínico de Enbrel para una enfermedad completamente diferente, especialmente cuando Pfizer tenía dudas sobre la validez de su análisis interno, tenía poco sentido comercial, dijo un ex ejecutivo de Pfizer que estaba al tanto del debate interno. "Probablemente fue un desarrollo farmacológico de alto riesgo, muy costoso y muy a largo plazo el que estuvo fuera de la estrategia", dijo el ex ejecutivo, desde el anonimato.
Hasta la fecha, no se logró desarrollar ningún fármaco que prevenga o trate eficazmente esta enfermedad neurodegenerativa, que se caracteriza por la pérdida de memoria y otras capacidades mentales y que afecta, al menos, a medio millón de pacientes nuevos al año. Es por ello que la decisión de no compartir los hallazgos obtenidos --Pfizer compartió los datos en privado con un científico, pero no los hizo públicos-- fue muy criticada dentro de la comunidad científica.
"Haber adquirido el conocimiento, negarse a divulgarlo a quienes podrían actuar sobre él esconde un beneficio potencial y, por lo tanto, perjudica a quienes corren el riesgo de desarrollar Alzheimer al impedir la investigación", dijo Bobbie Farsides, profesora de ética clínica y biomédica en Brighton y Sussex Medical School en Londres.