Por JORGE ALEMÁN
27 de noviembre de 2019
La novedad que el golpe contra Evo revela es la ruptura interna del campo progresista, que mediante nuevos discursos juzgan lo sucedido en Bolivia no como un hecho irreductible y antidemocrático, sino como un mero episodio que es susceptible de ser criticado desde distintos ámbitos.
No hace mucho tiempo atrás un golpe militar constituía un límite infranqueable. Hombres y mujeres de distintas corrientes políticas y teóricas condenaban sin atenuantes el golpe de Estado. Incluso la Unión Europea, por su propia conformación histórica condenaba, aunque fuera implícitamente, la práctica golpista. Ahora Europa, después de manipular hasta el hartazgo el tema Venezuela para descalificar a los proyectos democráticos de izquierda, acepta a la presidenta golpista sin objeciones.
Pero la verdadera novedad es la ruptura interna del campo clásicamente «progresista».
Actualmente, distintos discursos que se definen como progresistas o no admiten de entrada ser de derechas, constituyen nuevos lugares de enunciación. Esta es la novedad que el golpe contra Evo revela; existen nuevos discursos que juzgan lo sucedido en Bolivia convirtiéndose en instancias metahistóricas que pueden enjuiciar el golpe no como un hecho irreductible y antidemocrático sino como un mero episodio que es susceptible de ser criticado desde distintos ámbitos.
No hace mucho tiempo atrás un golpe militar constituía un límite infranqueable. Hombres y mujeres de distintas corrientes políticas y teóricas condenaban sin atenuantes el golpe de Estado. Incluso la Unión Europea, por su propia conformación histórica condenaba, aunque fuera implícitamente, la práctica golpista. Ahora Europa, después de manipular hasta el hartazgo el tema Venezuela para descalificar a los proyectos democráticos de izquierda, acepta a la presidenta golpista sin objeciones.
Pero la verdadera novedad es la ruptura interna del campo clásicamente «progresista».
Actualmente, distintos discursos que se definen como progresistas o no admiten de entrada ser de derechas, constituyen nuevos lugares de enunciación. Esta es la novedad que el golpe contra Evo revela; existen nuevos discursos que juzgan lo sucedido en Bolivia convirtiéndose en instancias metahistóricas que pueden enjuiciar el golpe no como un hecho irreductible y antidemocrático sino como un mero episodio que es susceptible de ser criticado desde distintos ámbitos.
En el mismo tiempo que se producen los hechos más dramáticos y sangrientos del Golpe, se analizan los «errores» del gobierno destituido. Incluso subrayando que así se cumple de verdad con el espíritu crítico. Por ello comprobamos que demócratas, psicoanalistas, marxistas, feministas, etc., sienten la obligación de aportar su crítica y la minuciosa enumeración de los desaciertos del gobierno caído. En otros tiempos, sensibilidades muy distintas confluían con facilidad en la condena al Golpe. El Golpe ha dejado de ser un límite; un sector progresista muy importante se reconoce en el deber de discutir y evaluar las cualidades supuestamente negativas del Presidente caído. De este modo se pone entre paréntesis el engranaje mundial que gestiona el Golpe y se analiza la caída del Gobernante por sus propios errores «antidemocráticos».
Esta nueva ruptura, en el que se puede denominar el campo progresista, pone en cuestión el propio término. O habrá que admitir la nueva realidad incómoda y que está a la vista en todo occidente: que hay un progresismo de izquierdas y otro de derechas. Quizá sea un síntoma más de la incompatibilidad entre Capitalismo y Democracia. En el Capitalismo, la democracia es todo y nada a la vez, y por tanto, cada discurso marca su horizonte privilegiado mientras los antagonismos reales se diluyen.
Esta nueva ruptura, en el que se puede denominar el campo progresista, pone en cuestión el propio término. O habrá que admitir la nueva realidad incómoda y que está a la vista en todo occidente: que hay un progresismo de izquierdas y otro de derechas. Quizá sea un síntoma más de la incompatibilidad entre Capitalismo y Democracia. En el Capitalismo, la democracia es todo y nada a la vez, y por tanto, cada discurso marca su horizonte privilegiado mientras los antagonismos reales se diluyen.