América Latina: ¿quiénes son los golpistas?
Por Rafael Cuevas Molina
14 noviembre, 2019
El general mexicano Carlos Demetrio Gaytán Ochoa mostró una actitud confrontativa con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en discurso pronunciado ante sus congéneres, generando especulaciones sobre la posibilidad de un golpe de Estado. Inmediatamente después del discurso, los partidos de oposición salieron a respaldar al general y a abonar el clima de confrontación con sus propios reclamos.
Nunca antes en la historia contemporánea de México habíamos asistido a una situación de este tipo. El descontento que dicen sentir los uniformados lo atribuyen a la captura fallida del hijo del Chapo Guzmán, pero conforme pasan los días resulta que su disconformidad abarca temas sociales y económicos sobre los que nunca antes se habían expresado públicamente.
El caso mexicano debe señalarse y relevarse porque se trata de un país que se ha caracterizado por una gran estabilidad institucional, a pesar de los crecientes problemas que ha venido enfrentando en los últimos años. Estos problemas, el de la violencia, la corrupción, la desigualdad y otros, son precisamente los que decidieron a los mexicanos a respaldar mayoritaria e indiscutiblemente a Andrés Manuel López Obrador y al partido MORENA. Hace mucho tiempo que no veíamos muestras de tanto cariño y respeto de parte de la población hacia un presidente.
Ya se ha hecho una muletilla en América Latina que cuando los sectores populares deciden tomar decisiones de este tipo, y se impulsan reformas y políticas con énfasis en lo social, se acuse a quienes lideran estos procesos no solo de populistas sino de polarizadores de la sociedad. La polarización sería resultado del azuzamiento de las masas que hacen “los populistas” y no de las políticas neoliberales que han profundizado la desigualdad.
El cuestionamiento de los procesos democráticos como el que llevó a López Obrador al gobierno de México se repiten en toda América Latina. Véase lo que pasa en Bolivia, en donde la oposición no acepta la victoria electoral de Evo Morales, reeditando situaciones como las que se vivieron en ese país en el 2008. O lo sucedido en Brasil o Paraguay y sus golpes de Estado “blandos”.
Después de décadas en los que se sucedieron dictaduras y cuestionamientos armados al poder establecido, se suponía que habíamos entrado en una etapa en la que todas las partes aceptaban las reglas del juego, pero no ha sido así. Aún en aquellos países, como Venezuela, en donde la consulta a la población en las urnas se ha hecho reiteradamente, las acusaciones son de que estamos frente a una dictadura, y no se vacila en utilizar métodos coercitivos reñidos con la legislación internacional para obligarlos a volver al redil.
En estas condiciones, y ante la posibilidad que la correlación de fuerzas internacional en la región sean más equilibradas después de la victoria de los Fernández en Argentina, no sería extraño que las salidas de tono de los militares mexicanos tuvieran pronto el respaldo tuitero de Donald Trump, siempre pendiente de meter la cuña que rompa las posibilidades de trabajo conjunto entre los latinoamericanos.
México se encuentra hoy en una situación delicada que debe preocuparnos a todos. Cuando ha sido necesario, los mexicanos han sabido plantarse y defenderse. Ojalá no sea necesario en esta oportunidad.
* Académico guatemalteco-costarricense, presidente AUNA-Costa Rica
Nunca antes en la historia contemporánea de México habíamos asistido a una situación de este tipo. El descontento que dicen sentir los uniformados lo atribuyen a la captura fallida del hijo del Chapo Guzmán, pero conforme pasan los días resulta que su disconformidad abarca temas sociales y económicos sobre los que nunca antes se habían expresado públicamente.
El caso mexicano debe señalarse y relevarse porque se trata de un país que se ha caracterizado por una gran estabilidad institucional, a pesar de los crecientes problemas que ha venido enfrentando en los últimos años. Estos problemas, el de la violencia, la corrupción, la desigualdad y otros, son precisamente los que decidieron a los mexicanos a respaldar mayoritaria e indiscutiblemente a Andrés Manuel López Obrador y al partido MORENA. Hace mucho tiempo que no veíamos muestras de tanto cariño y respeto de parte de la población hacia un presidente.
Ya se ha hecho una muletilla en América Latina que cuando los sectores populares deciden tomar decisiones de este tipo, y se impulsan reformas y políticas con énfasis en lo social, se acuse a quienes lideran estos procesos no solo de populistas sino de polarizadores de la sociedad. La polarización sería resultado del azuzamiento de las masas que hacen “los populistas” y no de las políticas neoliberales que han profundizado la desigualdad.
El cuestionamiento de los procesos democráticos como el que llevó a López Obrador al gobierno de México se repiten en toda América Latina. Véase lo que pasa en Bolivia, en donde la oposición no acepta la victoria electoral de Evo Morales, reeditando situaciones como las que se vivieron en ese país en el 2008. O lo sucedido en Brasil o Paraguay y sus golpes de Estado “blandos”.
Después de décadas en los que se sucedieron dictaduras y cuestionamientos armados al poder establecido, se suponía que habíamos entrado en una etapa en la que todas las partes aceptaban las reglas del juego, pero no ha sido así. Aún en aquellos países, como Venezuela, en donde la consulta a la población en las urnas se ha hecho reiteradamente, las acusaciones son de que estamos frente a una dictadura, y no se vacila en utilizar métodos coercitivos reñidos con la legislación internacional para obligarlos a volver al redil.
En estas condiciones, y ante la posibilidad que la correlación de fuerzas internacional en la región sean más equilibradas después de la victoria de los Fernández en Argentina, no sería extraño que las salidas de tono de los militares mexicanos tuvieran pronto el respaldo tuitero de Donald Trump, siempre pendiente de meter la cuña que rompa las posibilidades de trabajo conjunto entre los latinoamericanos.
México se encuentra hoy en una situación delicada que debe preocuparnos a todos. Cuando ha sido necesario, los mexicanos han sabido plantarse y defenderse. Ojalá no sea necesario en esta oportunidad.
* Académico guatemalteco-costarricense, presidente AUNA-Costa Rica