Alberto Rodríguez García
7 ago 2020
En un tiempo de podredumbre moral y decadencia espiritual, en el que el dinero y el poder valen más que todo lo demás, donde Oriente Medio es el patio trasero de las potencias incapaces de asumir que el colonialismo terminó (al menos sobre el papel), la maquinaria de injerencia nunca se detiene. Jamás descansa. Ni siquiera tras –y casi durante– el drama de la explosión del puerto de Beirut, con más de 130 muertos y 5.000 heridos, ni siquiera entonces descansa. Ni siquiera cuando las familias todavía están llorando a sus mártires.
Y por eso, de entre todos los líderes árabes y occidentales, de entre todos los líderes mundiales, Emmanuel Macron ha viajado al Líbano –intentando emular a Chirac tras el asesinato de Rafik Hariri– para prometer ayuda a las víctimas de la catástrofe… y deslegitimar definitivamente las instituciones libanesas a petit comité; a ver si logra definitivamente materializar la idea de un 'protectorado a la posmoderna' en un Líbano que nunca llegó a librarse del yugo colonial.
En cuanto un país en el redil amenaza ya no con salirse, sino con diversificar a fin de evitar la dependencia, le llega la carta de Mike Pompeo; primero con la amenaza, luego con el castigo
Porque el caso libanés, cuya historia siempre ha estado determinada por terceros incluso hoy, con un sistema heredado de Francia –basado en el divide y vencerás– y una economía condenada a vivir de préstamos y pagar deudas en las distintas conferencias de París I, II, III y IV –para nunca prosperar–, es el caso de todo Oriente Medio; donde la soberanía no existe, y el desarrollo del país lo determina su posición regional e internacional: someterse o aceptar el hostigamiento constante. La conspiración constante.
Egipto, muy desgastado en el pasado por no reconocer a Israel y sufrir la amenaza de los Hermanos Musulmanes, se ha ido convirtiendo poco a poco –salvo en casos concretos como la Primavera Árabe, que fracasó rápido, y la presencia de ISIS en el Sinaí– en el país árabe más estable desde que en 1979 reconociera al estado de Israel. Sin embargo, 'la tranquilidad' tiene un precio muy caro, y es que ahora que Cairo quiere comprar aviones de guerra a Moscú, Washington amenaza; porque no quieren perder el monopolio que tienen sobre el hardware de defensa egipcio. En cuanto un país en el redil amenaza ya no con salirse, sino con diversificar a fin de evitar la dependencia, le llega la carta de Mike Pompeo; primero con la amenaza, luego con el castigo.
Y el castigo contra aquellos que buscan ser soberanos siempre es tan brutal como desproporcionado. Irak sufrió hambrunas, mortalidad infantil, miseria… por las sanciones que impuso EE.UU. al régimen de Saddam Hussein. Pero las sanciones no llegaron por lanzar una guerra contra Irán. Tampoco llegaron por gasear a miles de kurdos en Halabja. Las sanciones llegaron por poner en peligro los intereses norteamericanos en la región.
Hoy lo mismo le sucede a Siria que, parte del Eje de Resistencia, siendo uno de los pocos estados árabes que siguen apoyando –de verdad, sin pantomimas sectarias– la causa palestina, se niega a aceptar las condiciones de sumisión que pone norteamérica para poner fin a la agresión. Una agresión militar y económica que llega al ridículo del exceso sancionando al hijo de Bashar al-Assad, un adolescente sin cargo alguno en el gobierno, para generar debate en torno a ello y no en torno a la miseria que provocan décadas de sanciones contra una población resiliente pero cansada.
Presidente del Líbano: La causa de la explosión aún se desconoce, no se descarta la participación de fuerzas externas, un misil o una bomba
Ni siquiera entre amigos hay respeto por la soberanía. Israel, prácticamente el estado 51 de EE.UU., lleva años intentando acercarse al mercado chino, pero tiene un gran impedimento: el tío Sam. Impedir que los aliados desarrollen su ejército y economía dependiendo cada vez menos de Washington es algo que se ha vuelto común. Últimamente Pompeo ha estado amenazando a Alemania con sanciones y consecuencias diplomáticas y económicas de todo tipo para intentar frenar el proyecto Nord Stream 2, que ya casi completado, llevaría gas ruso directamente al corazón del territorio alemán a través del Báltico. Lo sorprendente es que Washington esta vez presiona a su aliado más fiel.
Los israelíes, acostumbrados a hacer siempre lo que han querido en Oriente Medio, se han encontrado con la realidad de bruces, y es que el grande siempre se come al pequeño. Aunque en EE.UU. toleran hasta cierto punto las buenas relaciones comerciales entre China e Israel, los halcones de Washington han decidido pasar a la ofensiva forzando a Israel a cancelar contratos con los chinos que van desde la industria aeroespacial hasta la construcción de una planta de desalinización. Es el precio de que China se hiciese con el control del puerto de Haifa. Porque honestamente, nadie tiene soberanía en Oriente Medio sin la tutela de los viejos poderes.
No hay dominación sin cipayos. Sucede en cada rincón del mundo donde haya oportunistas que, sin el más mínimo ápice de dignidad, viven deseosos de convertirse en colaboracionistas
El eje franco-anglosajón todavía no ha superado la mentalidad del colono. Pero por la miseria y los errores de sus estados todavía jóvenes, aún hay muchos que añoran tiempos pasados, manteniendo la mentalidad del colonizado. No hay dominación sin cipayos. Sucede en Siria, con los mal llamados kurdos –que solo representan a un grupo etno-nacionalista muy concreto– abriendo las puertas a la ocupación norteamericana y al expolio de recursos que solo pertenecen a Siria y a los sirios.
Sucede en Líbano donde los falangistas, los supuestos nacionalistas de corte afrancesada, firman en masa peticiones para volver a convertirse en un protectorado. Y sucede en cada rincón del mundo donde haya oportunistas que, sin el más mínimo ápice de dignidad, viven deseosos de convertirse en colaboracionistas. Porque la soberanía no se pierde así porque sí. Porque no hay forma de ejercer la dominación sin aquellos que abrazan el sometimiento.
Líbano antes de la explosión de Beirut ya vivía una crisis sin precedentes. El mismo día que estalló el puerto, la economía libanesa entraba en hiper-inflación. La necesidad de una vida digna, las protestas que apenas se escuchan, el gobierno tan corrupto como ineficiente, han llevado a muchos libaneses a echarse a los brazos del colono en una búsqueda desesperada de ayuda. Y así, con una clase política desaparecida y unas promesas envenenadas, poco a poco Líbano pierde lo que le queda de soberanía. Pero es que Líbano solo es un ejemplo más en la región.
@AlRodriguezGar
Líbano antes de la explosión de Beirut ya vivía una crisis sin precedentes. El mismo día que estalló el puerto, la economía libanesa entraba en hiper-inflación. La necesidad de una vida digna, las protestas que apenas se escuchan, el gobierno tan corrupto como ineficiente, han llevado a muchos libaneses a echarse a los brazos del colono en una búsqueda desesperada de ayuda. Y así, con una clase política desaparecida y unas promesas envenenadas, poco a poco Líbano pierde lo que le queda de soberanía. Pero es que Líbano solo es un ejemplo más en la región.
@AlRodriguezGar