28 dic 2020

CON EL SUDOR AJENO

El debate por el Aporte de las Grandes Fortunas y los ricos en América latina. Concentración de la riqueza y aumento de la desigualdad

Por Néstor Restivo

27 de diciembre de 2020





Como explicaron muchos estudiosos críticos del fenómeno neoliberal, la característica saliente de esa fase histórica del capitalismo ha sido restaurar un nivel de rentabilidad extraordinario en lo más alto del poder económico, sean grupos empresarios cada vez más concentrados y articulados por la financiarización, o sean personas físicas o grupos familiares. 


En Latinoamérica, hay apenas 1700 personas consideradas individuos con un patrimonio neto ultraalto de fortunas superiores a los 50 millones de dólares.

Antes de los primeros ensayos neoliberales, hacia fines de la década de 1960 y principios de la siguiente, la tasa de ganancia promedio había caído a niveles para nada bajos si se busca una sociedad de equilibrio, pero alarmantes para esos intereses, que buscaron volver a los patrones de renta de preguerra y lo lograron con creces a partir de la década de 1990 (fagocitándose incluso entre ellos mismos, porque un rasgo clave del proceso fue la concentración y centralización de capitales).

El resultado de ese ciclo ha sido la revitalización de sociedades marcadamente duales, con la típica imagen de un selecto y minoritario porcentaje de ricos y ultrarricos, un segmento cada vez más pequeño y temeroso de clases medias y una creciente mayoría de desplazados, en cientos de millones.

Los estados, que en este 2020 pandémico necesitaron financiar el mayúsculo esfuerzo fiscal que hicieron para atender la emergencia, no pudieron sino buscar los fondos requeridos en las capas más altas de las sociedades.

En Argentina, el intento de capturar una fracción ínfima de esa riqueza con el Aporte Solidario y Extraordinario de Grandes Fortunas avanzó pese al escollo que pusieron los directamente involucrados y sectores de la oposición política.
Argumentos

Uno de los argumentos que usaron los críticos, como ocurre también cada vez que se busca subir algo la tributación, fue que con ese aporte se privaba o desalentaba la inversión productiva.

Consultada por Cash al respecto, la experta en impuestos y fuga de capitales Magdalena Rúa ofreció datos que rebaten esa idea. Dijo que, según los datos de las declaraciones juradas de AFIP del año fiscal 2018, de los activos de las personas de alto patrimonio (superiores a los 60 millones de pesos de ese año) sólo “2,4 por ciento del total de sus activos está colocado en títulos y acciones y participaciones en empresas en el país”. Luego mencionó que hay “aproximadamente un 5 por ciento en depósitos y dinero, otros 5 por ciento en créditos, derechos a cobrar, y otro 5 por ciento en inmuebles” en Argentina. Y agregó que “80 por ciento del total está colocado en el exterior”.

Del último tramo de bienes (personas con más de 60 millones de 2018), Rúa agregó que “en el exterior, el 52 por ciento de sus activos está en acciones y títulos, 17 por ciento en dinero y depósitos y 6 por ciento en inmuebles en el exterior”. Es decir que si fuera verdadera su voluntad de reinvertir en capacidades productivas en Argentina este aporte por única vez para fondear gastos de la pandemia, lo primero que deberían hacer es regresar esos capitales, mayormente retirados del sistema sin las responsabilidades tributarias atendidas.
Millonarios

El fenómeno de los ricos y superricos cruza el mundo de Norte a Sur y de Este a Oeste. En Latinoamérica, hay apenas 1700 personas consideradas “individuos con un patrimonio neto ultraalto“, fortunas superiores a los 50 millones de dólares, según informó un banco suizo, de los que, dicho sea de paso, facilitan las fugas. Es una cantidad ínfima de la sociedad, cabe en un sector chico de plateas de un estadio de fútbol o en algo más de tres grandes aviones. De ellos, los más privilegiados, que tienen más de 500 millones de dólares, son únicamente 161.

Si se baja en la escala de ricos, en nuestra región hay, según ese banco, medio millón de personas con más de 1 millón de dólares.

Brasil es el país con mayor cantidad de ultrarricos: 659, seguido por México con 453. Luego figuran Chile, Colombia y Perú, en tanto en Argentina habría 98 (de ellos, 10 con más de 500 millones) y 17.000 argentinos con más de 1 millón de dólares.

Chile y Brasil son casos paradigmáticos de desigualdad. En el primero, un 1 por ciento de la población poseía para 2018 26,5 por ciento de la riqueza nacional. Los superricos chilenos eran casi 24.000 con un patrimonio de entre 1 y 100 millones de dólares, más otros 140 con un capital todavía superior. Una medición similar hizo el Boston Consulting Group, para el cual otro recorte a considerar son los 5700 chilenos con entre 5 y 100 millones de dólares cada uno. Sumándole los ultrarricos, sus riquezas acumuladas arrojarían que un tercio de la riqueza privada total de todos los chilenos está en esas pocas manos.

Brasil no se queda atrás. Justamente, en este diciembre murió el banquero Joseph Safra, el hombre más rico del país y fundador del banco y el grupo que lleva su apellido, de origen libanés. Según la revista Forbes, Safra era uno de los banqueros más ricos del planeta, con una fortuna equivalente a 23.500 millones de dólares. Es un PIB completo de países pobres como Zambia o Zimbabue o hasta de uno rico (con muy poca gente) como Islandia.

No era el único ultrarrico brasileño, como se señaló más arriba, en un país con enormes desigualdades sociales apenas aplanadas en los gobiernos del PT. Incluso en pandemia, en promedio para las 22 regiones metropolitanas brasileñas, el 40 por ciento más pobre perdió 32,1 por ciento de los ingresos, el 50 por ciento intermedio perdió 5,6 por ciento y el 10 por ciento más rico perdió pero mucho menos: 3,2 por ciento. E inclusive hubo 9 regiones donde ganaron (único sector social que lo hizo): Manaos, Belém, Río de Janeiro y Florianópolis, según surge del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística para el segundo trimestre de 2020.

La película se repite en casi toda la región, y en algunos casos, por ejemplo de países centroamericanos, es especialmente obscena por las bajas tributaciones de los sectores de ingresos más altos. Los mismos que, cada vez que pueden y cualquiera sea el contexto (expansión, recesión, depresión, estanflación, inflación con crecimiento), vuelven con la misma invectiva: “que no se suba el gasto público" (así no tienen que pagar más impuestos), mientras siguen acumulando capital.