3 ene 2024

EL ABAJO DERROTADO

Argentina: nada que esperar

Revista Crisis
On Dic 31, 2023





El nuevo gobierno de ultraderecha inaugura una época de enorme incertidumbre. Las cosas pintan mal. Y se enturbian los sentidos. Nunca como en este momento, las generaciones que nos criamos en democracia tendremos que aplicar la manoseada máxima atribuida a Antonio Gramsci: “con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”. Ya no hay nada que esperar. Está todo por verse.

Por eso, no conviene interpretar el mañana con las categorías de lo que acaba de fenecer. Desde el 19 de noviembre, cuando Javier Milei y Victoria Villarruel ganaron por paliza, hasta el 10 de diciembre, cuando asumieron en medio del fervor popular, la atención mediática y política se encandiló con la conformación del gabinete, como si descifrar la identidad de quienes ocupen las poltronas del Estado nos sirviera para develar la incógnita por venir. Hay que ir más allá del funcio-centrismo.


El enigma geopolítico será determinante para las posibilidades de éxito que enfrenta el líder libertario. Del apoyo financiero que encuentre en el exterior va a depender la suerte de su gobierno. Definida la estanflación como programa para la primera etapa, la gran pregunta es cuál será el pivote que nos saque del ajuste infinito. O sea, cuándo comenzará a cumplir con la expectativa generada por su promesa de torcer el continuum de la decadencia.

El viaje iniciático a los Estados Unidos es una señal clara, de dudoso pragmatismo. Ante todo, porque implica un gran distanciamiento de los principales socios comerciales del país, China y Brasil. El mercantilista fanático mutila importantes oportunidades de negocio, en nombre de un dogma ideológico. Por suerte, es muy posible que ambas potencias eviten las represalias gracias a la paciencia oriental y el profesionalismo de Itamaraty, pero hay que saber que podrían provocarnos un rápido colapso.

La genuflexión pronorteamericana tampoco va a redundar necesariamente en un cambio de ánimo por parte de las autoridades del Tesoro yanqui o del FMI. Ese gesto de alineamiento automático y absoluto hoy tiene un significado muy diferente del realismo periférico acuñado por Carlos Menem en los noventa. Son mundos distintos.


Imagen de María Eugenia Cerutti/Crisis

La verdadera y única apuesta del primer presidente libertario de la historia global es el triunfo de Donald Trump en la elección del año próximo. El magnate republicano asumiría, según estos cálculos, el 1 de enero de 2025. Justo cuando la curva de la recuperación debería comenzar a verificarse, luego de un largo año de penuria extrema. Si ese acontecimiento no se concreta, la estrella de Javier se apagará muy pronto. Si ocurriera lo contrario, entonces sí, habrá que abrocharse los cinturones y prepararse para un vuelo directo hacia la dimensión desconocida.

Lliberalización o barbarie


En el texto que publicamos el día después del balotaje propusimos: “La derrota, cuando sobreviene, envuelve a todos los que nos sentimos parte de un campo político. Los de izquierda y los de centro, los troskos y los pragmáticos, progresistas y nac&pop, feministas, ambientalistas, desarrollistas, cínicos ilustrados. Es un sujeto histórico el que debe recomponer sus fuerzas, reorientar sus estrategias, recrear sus lenguajes. Nadie se salva. Y no vale levantar el dedito acusador. Hay que apechugar y al mismo tiempo ir a fondo en la autocrítica. Aguantar la tormenta con dignidad, pero también liberar la imaginación de las ataduras y los errores que nos llevaron al fracaso”.

A modo de respuesta, el periodista Horacio Verbitsky escribió en su editorial de los domingos: “La crítica de los liberales de izquierda, expresada en sesudos editoriales de revistas con marcas otrora prestigiosas, es que la derrota sobrevino porque el peronismo no fue a fondo con su proyecto reformista. Lo que hoy le ocurre a Cristina no es muy diferente de lo que padeció Perón entre su derrocamiento en 1955 y su retorno en 1973. Lo que no se preguntaron ni entonces ni ahora es por qué no hicieron ellos, que tienen todo tan claro, la revolución que acusan al peronismo de no realizar”. Aunque no menciona a crisis, es evidente que se refiere a nosotres. No lo traemos a colación para responder y prolongar así la esgrima retórica, sino como índice del tipo de dificultades que tendremos que afrontar para reabrir el horizonte político.

En lo inmediato veremos el despliegue de un primer debate de relevancia en el seno de la oposición.

De un lado, quienes recomiendan esperar que el gobierno aplique su programa y fracase, para entonces ofrecer a la sociedad un proyecto superador. Dos argumentos esgrimen los cultores de este “desensillar hasta que aclare” redivivo: que la sociedad eligió un rumbo y no conviene ubicarse en la vereda de enfrente de esa amplia mayoría; y que no tenemos que regalarle al oficialismo la excusa para justificar su eventual hundimiento.

Por otra parte, los que postulan prepararse para una resistencia contundente que impida a la ultraderecha concretar sus nefastos planes, evitando por todos los medios que logre estabilizarse en el gobierno. A favor de esta postura estarán quienes se vean inmediatamente afectados por el ajuste, un arco que podría aglutinar a las nuevas camadas de desempleados, sectores 
empresarios y de la clase media, incluso a intendentes o gobernadores. Su racionalidad democrática consiste en recordar que la soberanía no solo emana de los votos, también la calle es una fuente de legitimidad.




Quizás no sea tan importante quién tiene razón, ni siquiera esperar a que alguien gane la discusión. La clave está en construir una escucha lo más compleja y lúcida posible, para recuperar el protagonismo y sobre todo la inteligencia de los muchos. Es la hora de los orcos.

El huevo de la serpiente

Dani Almendra
On Ene 2, 2024





Durante un tiempo fue un debate el porqué Victoria Villarruel, actual vicepresidenta, traía la agenda del negacionismo a la arena política. Si era puro convencimiento individual, si era una disputa interna de su partido, si estaba poniendo a prueba la opinión pública. Pero no, no era nada de eso. Había algo más, sustancioso y feroz.

Y en diez días nada más de gestión, tomando el 20 de diciembre como provocadora fecha para hacer el círculo constrictor completo, se expresó con claridad qué serpiente se estaba agazapado esperando su momento. Esa agenda no era una sobreideologización, no era una reivindicación caprichosa, era el nexo más claro con la identificación profunda con la última dictadura militar.

Y también con su continuador y final ejecutor, el menemismo, que logró resolver las últimas trabas que faltaban para la implantación del modelo económico neoliberal. Todo esto acompañado de expresiones represivas del más terrorífico relato histórico. No hay nada de simbólico en la liberación de represores y en el deseo de convertir a la ex Esma en un parque recreativo. Esas acciones son parte de una estructura completa: lo dejó claro Milei, este es el paquete de reformas más profundo de los últimos 40 años. Los últimos 40 años. La dictadura fue su antecesor. Y si bien es verdad que no logró cumplir con todos los objetivos que tenía en su momento y fue Menem el que completó el proceso (también intentó De la Rúa, pero se lo llevó puesto la historia), por algún lado se inicia.

Anarcocapitalismo nada. Es otra vez la presencia del Estado para re-regular todo a favor de los más poderosos y después desregular todo lo que ellos mismos necesitan para redistribuir la riqueza a su favor. Estatización de la deuda privada; liberación de tarifas, tasas de interés y mercado inmobiliario; reforma laboral; tablita devaluadora. Gobernando por decreto como lo hizo Menem y como obviamente lo hizo también la dictadura que había cerrado el congreso.

Por eso Macri está a bordo. Macri, el hijo de uno de los empresarios más beneficiados por la última dictadura militar, hizo su autocrítica, se olvidó de las palomas y entendió que no es necesario gobernar directamente para hacer valer su voluntad. Lo que sí es necesario es reprimir. Por eso lo hizo su gobierno y también lo hizo el delarruismo y el menemismo. Y dentro de lo simbólico como no van a reivindicar a los mayores represores de todos. Porque el tema es que la historia no se distrae, eso es así en términos de la resistencia popular, pero también para las “fuerzas del cielo” que encima cuentan de su lado con la paciencia que te aporta el hecho de que te sobre la guita.



La identificación cultural con la dictadura es total. Muchos no creyeron que esa parte del discurso, la parte negacionista, fuera relevante. Muchos pensaron que si estaban peleando electoralmente, en vez de realizar un golpe de Estado, no iban a ejercer realmente prácticas dictatoriales. El tema es que la democracia estuvo siempre en disputa. Se lo advirtió la CGT de Ubaldini al propio Alfonsín, tan reivindicado este año por institucionalista pero olvidado como ajustador: “no hay democracia sin justicia social”. No alcanza con los mecanismos institucionales. Es más, en este momento esos mismos mecanismos están validando un ajuste feroz, una entrega absoluta del país y la fuerte presencia del Estado en su cara más oscura: la represión.

Ahora no sirve de nada buscar responsabilizar con el voto. Aunque estemos enojados, dolidos y conscientes de lo que se viene. Porque la serpiente que se pretende libertaria ya se desató y ante esto solo queda la unidad del pueblo. Ojalá también pudiera decir “y la conducción de nuestros dirigentes”. Pero ya lo mencionamos antes, arriba sigue sin haber nada.

La justicia social no parece que hoy sea una consigna que convoque. Habrá que reconstruir el camino para que eso pase. Hoy convoca el sobrevivir y llegar a fin de mes, razones extremadamente importantes, pero eso no es justicia social. Mientras tanto, tendremos que buscar ejes que puedan unir al movimiento popular y tal vez puedan ser los derechos humanos. Que no es agenda de las clases medias como dicen algunos, que no es progresismo liberal como les gusta acusar a otros.

Es el aquí y el ahora. Es el represor liberado y el regreso de la cara relamida de Bullrich mientras le pegan a un 
laburante. Es el parecido político-económico de este proyecto con la dictadura ante la que dijimos nunca más. Son los mismos empresarios los que festejan, incluso aquellos que venían cayendo presos en los últimos años por mucho más que simples “complicidades” con delitos de lesa humanidad.



Tal vez ahí haya un principio de unidad. Porque entre los derechos humanos también está la vida, la educación, la vivienda digna, poder comer. Y es un ámbito en el que la resistencia nunca paró. No nos olvidemos que Macri también intentó avanzar por esa vía y la marcha del 2×1, tal vez una de las más grandes de la que yo tenga memoria, lo paró en seco. Empezar por algún lado a reconstruirnos y desde ahí recuperar la ligazón y la importancia de la justicia social para tener una democracia real.

Hemos alimentado y subestimado al enemigo y ahora la serpiente pretende llevarse todo. Pero no deberían tener demasiado poder, por eso se apuran, por que tal vez sepan que es cierta la frase del único referente popular que le puso un freno a Macri: “tener poder es que la gente te quiera”. Y me gustaría creer que es así porque nadie puede querer a un asesino, a un torturador, a un endeudador, a menos que se le parezca. Tal vez haya que empezar por ahí. Peleando con el amor, por la alegría contra la muerte.

*Historiadora y militante gremial.