2 ago 2024

GENOCIDIO MEDIANTE





La guerra en Gaza alcanza su momento más peligroso


OTHER NEWS (por AP - El País - 1 de agosto)
01.08.2024





Oriente Próximo alcanza su momento más peligroso desde el inicio, hace 10 meses, de la guerra en Gaza. Dos de los denominados asesinatos selectivos en cuestión de horas —uno, en Beirut, reconocido por Israel; y otro, en Teherán, sobre el que guarda silencio, pero que lleva todas sus huellas— han convertido el agravamiento de la escalada en la región de posibilidad temida por la comunidad internacional en opción a la vuelta de la esquina.

El primero, el martes, el de Fuad Shukr, considerado el número dos de Hezbolá. Era la represalia por el ataque más letal de la milicia libanesa en la guerra de baja intensidad que libra con Israel, en un aparente error que no reconoce y en el que se llevó las vidas de 12 menores. Hezbolá lo confirmó a última hora de anteayer, al recuperar su cadáver de entre los escombros. Un día más tarde, se consumó el asesinato del líder político de Hamás, Ismail Haniya, en Teherán. El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, promete un "duro castigo" y Hezbolá advierte de que la "determinación y tenacidad" de sus combatientes aumentará. Ayer, Israel cerró el espacio aéreo en el norte, las aerolíneas estadounidenses y británicas Delta, United Airlines y British Airways cancelaron los vuelos al país y Washington exhortó a no viajar a Líbano.

Los corresponsales militares israelíes apuntan ya dos previsibles consecuencias: Hamás intentará cometer atentados en Cisjordania (puntuales en estos 10 meses), y Hezbolá aumentará el alcance de sus proyectiles. Hasta ahora se han centrado en el norte de Israel y en los Altos del Golán, territorio sirio ocupado desde 1967. La expectativa es una "venganza por fases" que quizás incluya ataques desde Yemen, el país que Israel bombardeó por vez primera en julio, en "una de las operaciones más lejanas de la Fuerza Aérea israelí" en su historia, como se jactó el primer ministro, Benjamín Netanyahu, en un discurso a la nación ayer. Un dron explosivo lanzado por la milicia hutí había matado antes a una persona en Tel Aviv. Fue el cruce simbólico de dos nuevas líneas rojas que hace un año habrían sido consideradas política ficción.

"Nos esperan días complicados", admitió Netanyahu en su comparecencia, en la que sacó pecho por el asesinato de Shukr y su gestión de la crisis. "Desde hace meses, no hay semana en que no nos digan, aquí y en el extranjero: 'Acaba la guerra' [...] No me plegué entonces a esas voces, ni lo haré ahora. Todos los logros que hemos obtenido es porque no nos rendimos. No ha sido fácil. He tenido que rechazar muchas presiones", señaló.

Todo ello con la potencia mundial con más capacidad de influencia, EE UU, inmersa en su propio frenesí electoral. Por un lado, con un presidente, Joe Biden, defenestrado por su propio partido y preso de su inercia proisraelí. Por otro, con el favorito en los comicios de noviembre, Donald Trump, partidario de dejar a Netanyahu "acabar el trabajo" y que tachó a Biden en el calamitoso debate de comportarse como un "palestino débil".

Varios motivos convierten esta semana en particularmente delicada. Uno es la jerarquía. Haniya es el dirigente de mayor peso asesinado por Israel desde que comenzó la guerra en Gaza y, en general, en dos décadas. Lo mismo con Hezbolá: Israel nunca había apuntado tan alto desde el asesinato de Imad Mughniye por el Mosad, su agencia de inteligencia exterior, y la CIA en Damasco en 2008.

Otro, que llueve sobre mojado. Irán e Israel ya optaron por acabar en tablas su inédito enfrentamiento del pasado abril. Fue cuando Teherán lanzó el primer ataque de su historia desde su territorio contra el Estado israelí, pero con cautelas, para que tuviese más de mensaje que de amenaza real. Era cuando Biden aún se hacía oír para impedir una guerra en Oriente Próximo en pleno año electoral. Y, sobre todo, antes de una nueva humillación para Irán.

Los asesinatos de Haniya y Shukr muestran la capacidad de Israel de superar consecutivamente las defensas (muy poco ha trascendido del ataque, apenas que fue con un misil guiado) en plenos feudos de sus enemigos chiíes. Uno es Dahiya, el barrio de las afueras de Beirut decorado con banderas amarillas de Hezbolá, celebraciones del ataque del 7 de octubre y fotos de Mughniye y Hasan Nasralá, el líder del partido-milicia libanés. El otro, Teherán, con la afrenta añadida de liquidar a un invitado a la ceremonia del nuevo presidente, Masud Pezeshkian.

"Ambas operaciones demuestran lo excelente que fue la precisa información de inteligencia y la capacidad de la inteligencia israelí de penetrar en Hezbolá y las capas de seguridad en Teherán. Pero, ¿suponen un punto de inflexión? Lo dudo. Solo aumentan el peligro de una guerra regional. Israel no tiene estrategia ni plan de salida y está motivado por medidas tácticas", lamentaba ayer Yossi Melman, analista del diario Haaretz y autor del ensayo Espías contra el Armagedón: Dentro de las guerras secretas de Israel. Melman insiste en que los asesinatos selectivos (contrarios al derecho internacional) solo tienen sentido como medio, pero Israel los ha convertido en un fin.

Trita Parsi, el analista estadounidense-iraní que fundó el Consejo Nacional Irano-Americano y autor de un ensayo sobre la diplomacia de Barack Obama hacia Teherán, ha desgranado en la red social X las ventajas que obtiene Netanyahu de la desaparición de Haniya. El líder político islamista participaba directamente en las negociaciones de alto el fuego, aprovechando que residía entre Qatar y Turquía y podía viajar. El asesinato, opina el analista, da a Netanyahu "semanas, si no meses" sin avances en el diálogo, que ya estaba bastante estancado. El primer ministro sabe que el fin de la guerra le obligaría a enfrentarse de nuevo a las urnas, pero esta vez con los sondeos en contra y tres imputaciones en los tribunales. Y que la nueva candidata demócrata, Kamala Harris, ha dado a entender que será con él menos complaciente que Biden.

Parsi cree además que el asesinato finiquita la posibilidad de acercamiento entre Washington y Teherán, por la que hizo campaña el reformista Pezeshkian, al arrastrar a la Casa Blanca a una guerra regional a gran escala que no quiere ni necesita. Y arrincona a Harris.

Son los lodos que dejan 10 meses de polvos en los que Netanyahu parece embarcado en una suerte de huida hacia delante hacia la "victoria total" en Gaza que prometió y que ni siquiera los suyos parecen saber muy bien en qué consiste. El paso del tiempo venía aumentando, por pura estadística, las posibilidades de un error de cálculo que rompiese el delicado equilibrio de los enfrentamientos diarios entre Israel y Hezbolá. 

Es lo que sucedió el pasado sábado. Un proyectil, del que Hezbolá no se responsabiliza, pero que todo apunta a que lanzó hacia una base militar cercana y erró el tiro, mató a 12 niños y adolescentes drusos cuando jugaban al fútbol en la localidad de Majdal Shams, en los Altos del Golán. El otro asesinato, el de Haniya, abre, no obstante, una posibilidad más esperanzadora. Netanyahu necesita un relato ganador para afrontar las elecciones anticipadas que le exige una mayoría de la ciudadanía y cuya convocatoria es solo cuestión de tiempo.


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