Dogma versus realidad
El gobierno libertario y sus contradicciones económicas
Por Diego Rubinzal
18 de agosto de 2024
Javier Milei, presidente de la Argentina
A pesar de su discurso anti-intervencionista, la administración recurre a medidas que desafían su ideología. La estabilidad inflacionaria parece ser la prioridad a cualquier costo. ¿Es el control cambiario su talón de Aquiles?
La ideología de un gobierno condiciona los objetivos y prioridades de la política económica. En general, los gobiernos utilizan un set de instrumentos para alcanzar - o, por lo menos, intentar- múltiples objetivos como por ejemplo, apuntalar el crecimiento económico, crear empleo, mitigar desigualdades sociales y territoriales, estabilidad de precios, equilibrio externo, entre otros.
En el caso de la administración libertaria, la desaceleración inflacionaria pareciera ser el único objetivo de política económica, aunque eso implique elevados costos sociales y/o la adopción de medidas muy alejadas del discurso libertario. Por ejemplo, la postergación de aumentos tarifarios de luz, agua, gas, transporte público, combustibles; el crawling peg del 2 por ciento mensual, y la intervención en los mercados cambiarios. Son todas decisiones que contradicen los discursos dogmáticos del libremercado.
El último capítulo de esta saga fueron los anuncios para reducir la brecha cambiaria. Como se sabe, la ampliación de la brecha impacta en las expectativas devaluatorias (y los precios). Por ende, las medidas adoptadas (refuerzo del “plan emisión cero”, intervención en el mercado cambiario financiero, mayores facilidades de pago a importadores) apuntaron una vez más a afrontar el frente inflacionario.
El interrogante que asoma es si no sería, además, el paso previo para un levantamiento abrupto de los controles cambiarios. ¿Se viene un “Caputazo” - tal como lo denomina el Zar de las Finanzas Leandro Zicarelli- ?. El tiempo dará la respuesta pero, a priori, implica una salida muy arriesgada.
En el artículo "Salir ahora del cepo: riesgos y consecuencias del sueño de Caputo y Milei, publicado en el sitio Cenital, el economista Juan Manuel Telechea advierte que “aun suponiendo que todo saliera bien, es decir, que se lograra una unificación cambiaria sin salto del dólar oficial y con la inflación bajando al 2 por ciento, seguiría habiendo un riesgo muy grande. Recordemos que la eliminación de las regulaciones implica que tanto las personas como las empresas puedan acceder a la compra de dólares. Eso conlleva un incremento de la demanda sumamente significativo. Como referencia, solo en los tres primeros meses de la unificación llevada a cabo por Macri en 2015, la compra neta de divisas para atesoramiento fue de 4700 millones de dólares. Sin las reservas suficientes y sin financiamiento externo (en el caso del gobierno de Macri, casi al mismo tiempo que se llevó a cabo la unificación ingresaron más de 5000 dólares de financiamiento), ese fuerte incremento de la demanda indudablemente generaría una corrida cambiaria que incluso podría hacer que el BCRA perdiera el control del tipo de cambio, desencadenando una espiral inflacionaria”.
Economía real
La economía “va a crecer como pedo de buzo” aseguró Javier Milei a fines de abril al hablar en la cena anual de la Fundación Libertad. Por ahora, los datos disponibles desmienten un rebote en V a pesar de que el Estimador mensual de actividad económica (EMAE) de mayo se tiñó de verde en términos interanuales (creció 2,3 por ciento) e intermensuales (1,3 por ciento). Esa suba estuvo explicada por el fuerte rebote “estadístico” del rubro Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (+ 103,3 por ciento) derivado de la baja base comparativa afectada por una sequía histórica. Por el contrario, el resto de los rubros productivos registraron bajas “pandémicas” entre las que se destacaron Construcción (-22,1 por ciento), Industria manufacturera (-14,2 por ciento) y Comercio (-11,41 por ciento).
Los primeros datos de junio confirman que la actividad económica, excepto agro y rubros extractivos, continúa muy floja. La industria acumula una caída del 16,1 por ciento interanual en el primer semestre del año. Por su parte, la construcción registra un descenso acumulado del 32,7 por ciento. En este último sector, la “buena” noticia es que la fuerte caída productiva (empujada por el recorte total de la obra pública) parece haber encontrado un piso en el mes de mayo. El último dato sectorial del Indec, relativo a junio, revela un crecimiento intermensual del 2,7 por ciento.
Por otro lado, el informe de consumo de la consultora Scentia reflejó que las ventas en supermercados/almacenes se retrajo el 12,5 por ciento interanual. Esa caída fue superior a la reportada en el mes anterior (-10 por ciento). De esa manera, el consumo retrocedió por sexto mes consecutivo algo que no ocurría desde el gobierno de Mauricio Macri.
El correlato de la caída de la producción y el consumo es la pérdida de empleo y/o cierre de empresas. En el trabajo "Análisis de la dinámica laboral y empresarial", el Centro de Economía y Política Argentina (CEPA) releva el cierre de 7860 empresas y la pérdida de 170.695 puestos de trabajo registrados, en los primeros cinco meses de gobierno de La Libertad Avanza.
La ideología de un gobierno condiciona los objetivos y prioridades de la política económica. En general, los gobiernos utilizan un set de instrumentos para alcanzar - o, por lo menos, intentar- múltiples objetivos como por ejemplo, apuntalar el crecimiento económico, crear empleo, mitigar desigualdades sociales y territoriales, estabilidad de precios, equilibrio externo, entre otros.
En el caso de la administración libertaria, la desaceleración inflacionaria pareciera ser el único objetivo de política económica, aunque eso implique elevados costos sociales y/o la adopción de medidas muy alejadas del discurso libertario. Por ejemplo, la postergación de aumentos tarifarios de luz, agua, gas, transporte público, combustibles; el crawling peg del 2 por ciento mensual, y la intervención en los mercados cambiarios. Son todas decisiones que contradicen los discursos dogmáticos del libremercado.
El último capítulo de esta saga fueron los anuncios para reducir la brecha cambiaria. Como se sabe, la ampliación de la brecha impacta en las expectativas devaluatorias (y los precios). Por ende, las medidas adoptadas (refuerzo del “plan emisión cero”, intervención en el mercado cambiario financiero, mayores facilidades de pago a importadores) apuntaron una vez más a afrontar el frente inflacionario.
El interrogante que asoma es si no sería, además, el paso previo para un levantamiento abrupto de los controles cambiarios. ¿Se viene un “Caputazo” - tal como lo denomina el Zar de las Finanzas Leandro Zicarelli- ?. El tiempo dará la respuesta pero, a priori, implica una salida muy arriesgada.
En el artículo "Salir ahora del cepo: riesgos y consecuencias del sueño de Caputo y Milei, publicado en el sitio Cenital, el economista Juan Manuel Telechea advierte que “aun suponiendo que todo saliera bien, es decir, que se lograra una unificación cambiaria sin salto del dólar oficial y con la inflación bajando al 2 por ciento, seguiría habiendo un riesgo muy grande. Recordemos que la eliminación de las regulaciones implica que tanto las personas como las empresas puedan acceder a la compra de dólares. Eso conlleva un incremento de la demanda sumamente significativo. Como referencia, solo en los tres primeros meses de la unificación llevada a cabo por Macri en 2015, la compra neta de divisas para atesoramiento fue de 4700 millones de dólares. Sin las reservas suficientes y sin financiamiento externo (en el caso del gobierno de Macri, casi al mismo tiempo que se llevó a cabo la unificación ingresaron más de 5000 dólares de financiamiento), ese fuerte incremento de la demanda indudablemente generaría una corrida cambiaria que incluso podría hacer que el BCRA perdiera el control del tipo de cambio, desencadenando una espiral inflacionaria”.
Economía real
La economía “va a crecer como pedo de buzo” aseguró Javier Milei a fines de abril al hablar en la cena anual de la Fundación Libertad. Por ahora, los datos disponibles desmienten un rebote en V a pesar de que el Estimador mensual de actividad económica (EMAE) de mayo se tiñó de verde en términos interanuales (creció 2,3 por ciento) e intermensuales (1,3 por ciento). Esa suba estuvo explicada por el fuerte rebote “estadístico” del rubro Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (+ 103,3 por ciento) derivado de la baja base comparativa afectada por una sequía histórica. Por el contrario, el resto de los rubros productivos registraron bajas “pandémicas” entre las que se destacaron Construcción (-22,1 por ciento), Industria manufacturera (-14,2 por ciento) y Comercio (-11,41 por ciento).
Los primeros datos de junio confirman que la actividad económica, excepto agro y rubros extractivos, continúa muy floja. La industria acumula una caída del 16,1 por ciento interanual en el primer semestre del año. Por su parte, la construcción registra un descenso acumulado del 32,7 por ciento. En este último sector, la “buena” noticia es que la fuerte caída productiva (empujada por el recorte total de la obra pública) parece haber encontrado un piso en el mes de mayo. El último dato sectorial del Indec, relativo a junio, revela un crecimiento intermensual del 2,7 por ciento.
Por otro lado, el informe de consumo de la consultora Scentia reflejó que las ventas en supermercados/almacenes se retrajo el 12,5 por ciento interanual. Esa caída fue superior a la reportada en el mes anterior (-10 por ciento). De esa manera, el consumo retrocedió por sexto mes consecutivo algo que no ocurría desde el gobierno de Mauricio Macri.
El correlato de la caída de la producción y el consumo es la pérdida de empleo y/o cierre de empresas. En el trabajo "Análisis de la dinámica laboral y empresarial", el Centro de Economía y Política Argentina (CEPA) releva el cierre de 7860 empresas y la pérdida de 170.695 puestos de trabajo registrados, en los primeros cinco meses de gobierno de La Libertad Avanza.
El plan emisión cero
La fuerte devaluación al inicio del gobierno provocó un salto inflacionario del 25,5 por ciento en el último mes del año pasado. A partir de allí, el Indice de Precios al Consumidor registró una trayectoria descendente en los primeros cinco meses del año. Sin embargo, esa tendencia se interrumpió en junio cuando el IPC marcó 4,6 por ciento, 0,4 puntos porcentuales más que en mayo.
Ante eso, el gobierno reforzó el plan “emisión cero”. El endurecimiento de la política monetaria, acompañado con algunas contradicciones y cambios discursivos, alimentaron dudas acerca del grado de improvisación del equipo económico. El ex viceministro de Economía de esta gestión, Joaquín Cottani, sostuvo en una explosiva columna de opinión que “tras haber hecho campaña prometiendo la dolarización total de la economía, Javier Milei migró temporalmente hacia la “competencia de monedas” como el nuevo paradigma monetario a adoptar, para inmediatamente después descartar de plano esta idea en favor de lo que él y el ministro Luis Caputo ahora llaman dolarización endógena”.
Conviene hacer un repaso para ver qué pasó en los primeros siete meses de gobierno en este terreno. A grandes rasgos, el Banco Central emite pesos cuando 1) financia al Tesoro Nacional, 2) cancela deuda propia (capital y/o intereses) expresados en instrumentos como los pases pasivos o Leliqs y 3) compra divisas a los exportadores.
El gobierno fue clausurando por etapas esas diferentes fuentes de emisión. Lo primero fue la eliminación, vía superávit fiscal, del financiamiento al Tesoro. El 28 de julio, el gobierno anunció el segundo paso: el reemplazo de los pases pasivos del Banco Central por Letras Fiscales de Liquidez del Tesoro (Lefis). Esa medida se completó con la recompra de los puts que estaban en manos de los bancos. De esa manera, el gobierno cerró la canilla de emisión de pesos por los puntos 1) y 2).
Lo que ocurrió con el punto 3) revela ciertas contradicciones en el discurso oficial. A comienzos de julio, el ministro Caputo había declarado que esa tercera fuente de expansión de base monetaria no era problemática porque tenía los dólares de respaldo. Esa diferenciación entre una emisión “buena” y una “mala” no es novedosa. En un reporte de la firma Invertir en Bolsa (IEB) se precisa que “Álvaro Alsogaray inmortalizó el concepto de que el tercer factor (la expansión monetaria para comprar billetes) era el único no espurio y que los otros dos (la emisión para financiar al fisco y a los bancos) eran inflacionarios”.
La postura oficial cambió unos pocos días más tarde. El sábado 13 de julio, Javier Milei declaró que dejarían de emitirse pesos para comprar dólares en el Mercado Único de Cambios. El anuncio presidencial del plan “emisión cero total” desde el campamento de multimillonarios de Sun Valley (Estados Unidos) modificó el escenario. Desde su cuenta de X, Luis Caputo tuvo que salir a explicar que “si el BCRA comprara dólares en el Mercado Unico de Cambios, la emisión de pesos equivalente será esterilizada con la venta de dólares equivalente en el mercado de contado con liquidación. Es decir, la cantidad de pesos ya no crecerá más”.
Lo único que explica ese cambio discursivo es la preocupación por el crecimiento de la brecha cambiaria. Desde mediados de mayo, la diferencia entre las cotizaciones del dólar oficial y los financieros había crecido del 20 a más del 50 por ciento. El 12 de julio, la brecha superó la barrera del 60 por ciento porque el “mercado” tomó nota de la creciente dificultad del Banco Central para acumular reservas internacionales.
En efecto, la liquidación de divisas de la cosecha gruesa había sido, en junio, el más bajo de la última década. La autoridad monetaria culminó con una leve pérdida de 47 millones de dólares en un mes tradicionalmente bueno para sus arcas. En una presentación en Nueva York, el vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, precisó que las reservas netas negativas estaban al 10 de julio en la zona de los -3000 millones de dólares. Que sean negativas quiere decir que las reservas son inferiores a las obligaciones de corto plazo. Por otro lado, las principales consultoras de la city estiman que esa cifra negativa ya alcanzó los 6000 millones de dólares.
En ese marco, el incremento de la brecha preocupa porque aumenta la incertidumbre cambiaria, impacta en precios y dificulta el desarme del denominado “cepo”.
Un informe de la consultora PxQ, dirigida por el economista Emmanuel Alvarez Agis, sostiene que “al margen del artilugio argumentativo que implica presentar la medida como una modificación de la politica monetaria y no de la cambiaria, el trasfondo es claro: el gobierno está incómodo con el nivel de la brecha cambiaria y decide usar reservas para tratar de frenar la suba del dólar paralelo. La contradicción entre tener que ponerle un techo al dólar paralelo y mantener el ideario de no intervención en el mercado, obliga al gobierno a hacer piruetas argumentativas respecto a la lógica de no-emisión”.
La reacción inicial del “mercado” estuvo lejos de ser favorable, más allá de los vaivenes posteriores. La caída de la cotización de los bonos soberanos (suba del riesgo país) dan cuentas de las dudas sobre la capacidad de pago de la Argentina. En esa línea, la calificadora de riesgo Fitch alertó acerca de una posible reestructuración de bonos soberanos.
El gobierno, además de intervenir en los mercados paralelos, redobló la apuesta reduciendo los plazos de pagos de las importaciones al dólar oficial. Ese medida también intenta reducir la brecha cambiaria vía una menor demanda de billetes en el mercado paralelo.
“El gobierno parece estar jugando al Chicken-Game (el “juego” de dos autos enfrentados que conducen a toda velocidad para estrellarse hasta que uno decida doblar) entre la inflación del 0 por ciento y reservas en 0. La idea es sostener el actual esquema de venta de reservas hasta que la inflación llegue a cero ( o 2 por ciento mensual, de acuerdo a la última pública del Presidente Milei). La pregunta relevante es si, antes que eso, el BCRA no se queda sin reservas”, se pregunta la consultora PxQ en su informe Chicken-Game ¿Qué llega antes: Inflación 0 o Reservas 0?.
Es un secreto a voces la apuesta geopolítica libertaria a un triunfo de Donald Trump en las próximas elecciones presidenciales. La hipótesis oficial es que el magnate republicano podría destrabar el desembolso de fondos frescos para la Argentina. La confirmación de esas especulaciones implicaría sortear dos obstáculos importantes: 1) el próximo presidente de Estados Unidos recién asume a comienzos del año que viene y, más allá de la indiscutible primacía estadounidense en el organismo internacional, está por verse cuán factible sería (y bajo que condiciones) una nueva apertura de la billetera del Fondo y 2) el cambio de signo político, que la mayoría de los analistas pronosticaban, ya dejó de ser tan seguro luego del paso al costado de Joe Biden. La candidatura de Kamala Harris relanzó la carrera por el Despacho Oval.
Mientras tanto, la conducción económica reza porque ingresen dólares vía blanqueo, Repo, que los argentinos vendan sus divisas para pagar impuestos (Caputo dixit) y/o que se concreten algunas inversiones vía RIGI que construyan un puente para alcanzar la otra orilla.
Lo que está claro es que la escasez de dólares continúa siendo el problema central de la economía argentina. Dicho de otra manera, la escasez de pesos no soluciona la escasez de dólares. Algo que no pueden tapar ni las ramplonas visiones monetaristas, ni los pases de magia del Messi de las Finanzas.
@diegorubinzal. drubinzal@yahoo.com.ar