Si Phileas Fogg iniciara su vuelta al mundo en la actualidad, necesitaría al menos 3.000 euros para comprar tres billetes de avión (Londres-Sydney, Sydney-Los Ángeles, Los Ángeles-Londres). La difícil travesía que tú quieres emprender hoy desde tu país en guerra hasta el corazón de Europa no podrás hacerla por menos.
Por Raquel Villaécija y Alberto Rojas
4 enero 2016 |
Una mujer y su hijo, recién llegados en un bote a la playa de Kos el pasado octubre. Foto: Alberto Rojas.
La guía del refugiado no puede encontrarse en ninguna librería y, sin embargo, existe. La han ido escribiendo con sus testimonios aquellos que han llegado con mayor o menor éxito a su destino en los últimos meses. Esa ‘Lonely Planet’ no escrita, la del desarraigo forzado, se ha reconstruido a base de entrevistas a lo largo de la ruta. Este texto no es definitivo, tiene vida, como la de las personas que le dan forma, y requeriría actualización continua. Cada experiencia añadirá una línea más a este tomo de un millón de autores.
Antes de partir, recuerda llevar tu pasaporte y el de tu familia. Es la clave para probar que llegas de un territorio en conflicto y poder solicitar asilo sin objeciones. Viaja ligero, pues es probable que tengas que desprenderte de tu maleta durante el camino. Lleva mochila de hombros, nunca un ‘trolley’ con ruedas. A lo largo de la ruta hay organizaciones que te proporcionarán ropa seca. Apenas podrás ducharte en los próximos 10 días, pero lleva varias mudas limpias. Cósete, en el interior del pantalón, un bolsillo para el dinero que no esté a la vista. Es lo más preciado que llevas y los traficantes harán lo posible por robártelo. Acuérdate de meter en la maleta varias bolsas de plástico.
4 enero 2016 |
Una mujer y su hijo, recién llegados en un bote a la playa de Kos el pasado octubre. Foto: Alberto Rojas.
La guía del refugiado no puede encontrarse en ninguna librería y, sin embargo, existe. La han ido escribiendo con sus testimonios aquellos que han llegado con mayor o menor éxito a su destino en los últimos meses. Esa ‘Lonely Planet’ no escrita, la del desarraigo forzado, se ha reconstruido a base de entrevistas a lo largo de la ruta. Este texto no es definitivo, tiene vida, como la de las personas que le dan forma, y requeriría actualización continua. Cada experiencia añadirá una línea más a este tomo de un millón de autores.
Antes de partir, recuerda llevar tu pasaporte y el de tu familia. Es la clave para probar que llegas de un territorio en conflicto y poder solicitar asilo sin objeciones. Viaja ligero, pues es probable que tengas que desprenderte de tu maleta durante el camino. Lleva mochila de hombros, nunca un ‘trolley’ con ruedas. A lo largo de la ruta hay organizaciones que te proporcionarán ropa seca. Apenas podrás ducharte en los próximos 10 días, pero lleva varias mudas limpias. Cósete, en el interior del pantalón, un bolsillo para el dinero que no esté a la vista. Es lo más preciado que llevas y los traficantes harán lo posible por robártelo. Acuérdate de meter en la maleta varias bolsas de plástico.
Escapar de la guerra
La mayoría de los viajeros de la ruta vienen de ciudades situadas por ejércitos o milicias. Recuerda que la mayoría de los que han salido de Alepo, Homs, Raqqa o Mosul lo hicieron de noche, a veces escapando del asedio por las cloacas, ayudados por mafias. Pide los contactos de los que ya abrieron el camino que tú estás emprendiendo ahora a tus familiares o amigos que ya estén en Alemania. La experiencia es un grado, también en el camino del exilio. Estos contactos son caros, pero a veces es la diferencia entre el fracaso y el éxito. Y el fracaso puede ser la muerte.
No es fácil tampoco atravesar la frontera turca. Los guardias son sobornables, pero te costará otro buen fajo de billetes. Y esto no ha hecho más que empezar. No vayas hacia Hungría, que haamurallado su frontera. Tampoco hacia Bulgaria, un país donde puedes acabar encarcelado por entrar ilegalmente. Tu objetivo debe ser alcanzar las ciudades de Esmirna o Bodrum. Alójate en un hotel y descansa junto a la familia. No hace falta que busques a los traficantes de personas. Ellos te encontrarán a ti. Todos en Turquía saben que eres sirio, iraquí o afgano y muchos querrán hacer negocio contigo. Niégate, a pesar de las ofertas a mitad de precio, a viajar un día de temporal. El porcentaje de posibilidades de morir se multiplica. La única manera que tienes de llegar a Europa, por desgracia, es hacerlo con las redes de tráfico de personas. Ellos querrán demostrarte que son tus amigos. No te confundas, solo quieren tu dinero.
La mayoría de los viajeros de la ruta vienen de ciudades situadas por ejércitos o milicias. Recuerda que la mayoría de los que han salido de Alepo, Homs, Raqqa o Mosul lo hicieron de noche, a veces escapando del asedio por las cloacas, ayudados por mafias. Pide los contactos de los que ya abrieron el camino que tú estás emprendiendo ahora a tus familiares o amigos que ya estén en Alemania. La experiencia es un grado, también en el camino del exilio. Estos contactos son caros, pero a veces es la diferencia entre el fracaso y el éxito. Y el fracaso puede ser la muerte.
No es fácil tampoco atravesar la frontera turca. Los guardias son sobornables, pero te costará otro buen fajo de billetes. Y esto no ha hecho más que empezar. No vayas hacia Hungría, que haamurallado su frontera. Tampoco hacia Bulgaria, un país donde puedes acabar encarcelado por entrar ilegalmente. Tu objetivo debe ser alcanzar las ciudades de Esmirna o Bodrum. Alójate en un hotel y descansa junto a la familia. No hace falta que busques a los traficantes de personas. Ellos te encontrarán a ti. Todos en Turquía saben que eres sirio, iraquí o afgano y muchos querrán hacer negocio contigo. Niégate, a pesar de las ofertas a mitad de precio, a viajar un día de temporal. El porcentaje de posibilidades de morir se multiplica. La única manera que tienes de llegar a Europa, por desgracia, es hacerlo con las redes de tráfico de personas. Ellos querrán demostrarte que son tus amigos. No te confundas, solo quieren tu dinero.
El paso del Egeo
Asegúrate de que el tránsito que pagas hacia Grecia (mínimo 1.200 euros) te da al menos para tres intentos. La patrullera turca puede frustrar alguno de ellos y devolverte al punto de partida. La noche del viaje júntate con otros refugiados y hazte fuerte para evitar que los traficantes los agredan en la playa. Suelen ir armados con gomas de butano y puñales para pedir aún más dinero.
Verás que todo el mundo adquiere los chalecos “Yamaha” a 35 euros. Son muy oscuros y suelen ser falsos. Al menos trata de adquirir los naranjas fluorescentes. Los verás colgados en los escaparates de muchas tiendas. Son más baratos, igual de inútiles en caso de naufragio, pero al menos permitirán que se te vea a mucha distancia. Mete tu ropa en las bolsas de plástico dentro de la mochila. Te dirán que te ates a tus bebés con cinta aislante junto a tu pecho para que mantengan el calor. Si lo haces, ten en cuenta que si la embarcación naufraga, el niño se ahogará porque su cabeza queda por debajo de la tuya y no podrás moverlo. Compra una pequeña bolsa impermeable para el móvil, el dinero y los documentos.
Hay un grupo de Whatsapp para avisar a los barcos de rescate de su posición. Envía la geolocalización en caso de que se pare el motor o haya peligro de hundimiento. Hay voluntarios pendientes de ese chat, al que también tiene acceso el bote de Frontex.
Puede que sea la primera vez que ves el mar. Y puede que lo veas de noche. Ten calma. Ahora hay embarcaciones de rescate con potentes focos que pueden salvar vidas. Incluye en tu equipaje alguna linterna, descálzate y ata tus zapatillas a tu cuello en la zódiac. El agua del Egeo está fría, pero al menos mantienes seco el calzado. Trata de no perder las señales de los faros o las que hacen los voluntarios desde la costa, cuando atisban en el horizonte algún barco. Al otro lado hay gente que vigila el mar con prismáticos, que tratará de guiarte en las últimas millas de travesía y te dará ropa seca y comida cuando llegues.
Si has pisado tierra es que has terminado la parte más agónica del viaje, pero aún te quedan muchas fronteras por delante. Acude a los centros de registro y cumplimenta el papeleo. Si llevas hijos, podrán jugar en los Espacios Seguros para la Infancia de Unicef o Save the Children. Médicos del Mundo y Médicos Sin Fronteras también atienden a los refugiados en el propio campo. Las consultas son gratuitas. Los sirios, iraquíes o afganos lo tienen más fácil para conseguir los papeles y seguir su camino. A los que vienen de otros países las mafias turcas proporcionan un pasaporte sirio falso a cambio de pagar otra fortuna. Este pasaporte viene con un mapa de alguna ciudad siria que estos supuestos exiliados de la zona deberán memorizar para la entrevista personal que deberán pasar con la policía de fronteras. Frontex tiene a traductores que conocen los acentos de cada zona. Es difícil engañarlos.
Asegúrate de que el tránsito que pagas hacia Grecia (mínimo 1.200 euros) te da al menos para tres intentos. La patrullera turca puede frustrar alguno de ellos y devolverte al punto de partida. La noche del viaje júntate con otros refugiados y hazte fuerte para evitar que los traficantes los agredan en la playa. Suelen ir armados con gomas de butano y puñales para pedir aún más dinero.
Verás que todo el mundo adquiere los chalecos “Yamaha” a 35 euros. Son muy oscuros y suelen ser falsos. Al menos trata de adquirir los naranjas fluorescentes. Los verás colgados en los escaparates de muchas tiendas. Son más baratos, igual de inútiles en caso de naufragio, pero al menos permitirán que se te vea a mucha distancia. Mete tu ropa en las bolsas de plástico dentro de la mochila. Te dirán que te ates a tus bebés con cinta aislante junto a tu pecho para que mantengan el calor. Si lo haces, ten en cuenta que si la embarcación naufraga, el niño se ahogará porque su cabeza queda por debajo de la tuya y no podrás moverlo. Compra una pequeña bolsa impermeable para el móvil, el dinero y los documentos.
Hay un grupo de Whatsapp para avisar a los barcos de rescate de su posición. Envía la geolocalización en caso de que se pare el motor o haya peligro de hundimiento. Hay voluntarios pendientes de ese chat, al que también tiene acceso el bote de Frontex.
Puede que sea la primera vez que ves el mar. Y puede que lo veas de noche. Ten calma. Ahora hay embarcaciones de rescate con potentes focos que pueden salvar vidas. Incluye en tu equipaje alguna linterna, descálzate y ata tus zapatillas a tu cuello en la zódiac. El agua del Egeo está fría, pero al menos mantienes seco el calzado. Trata de no perder las señales de los faros o las que hacen los voluntarios desde la costa, cuando atisban en el horizonte algún barco. Al otro lado hay gente que vigila el mar con prismáticos, que tratará de guiarte en las últimas millas de travesía y te dará ropa seca y comida cuando llegues.
Si has pisado tierra es que has terminado la parte más agónica del viaje, pero aún te quedan muchas fronteras por delante. Acude a los centros de registro y cumplimenta el papeleo. Si llevas hijos, podrán jugar en los Espacios Seguros para la Infancia de Unicef o Save the Children. Médicos del Mundo y Médicos Sin Fronteras también atienden a los refugiados en el propio campo. Las consultas son gratuitas. Los sirios, iraquíes o afganos lo tienen más fácil para conseguir los papeles y seguir su camino. A los que vienen de otros países las mafias turcas proporcionan un pasaporte sirio falso a cambio de pagar otra fortuna. Este pasaporte viene con un mapa de alguna ciudad siria que estos supuestos exiliados de la zona deberán memorizar para la entrevista personal que deberán pasar con la policía de fronteras. Frontex tiene a traductores que conocen los acentos de cada zona. Es difícil engañarlos.
Camino a los Balcanes
Si llegaste a la costa griega, ya con los papeles en regla, espera el siguiente ferry que te conducirá a Atenas. Cuesta 70 euros. Son de 11 a 14 horas de travesía. Aprovecha para dormir, lavarte en los servicios o comer algo en el bar. Cuando llegues verás una cola enorme de oportunistas que ofrecen viaje rápido y barato hacia Macedonia. Pero barato no es: 60 euros por persona. Durante todo el trayecto los traficantes te insistirán en que debes darte prisa porque las fronteras están a punto de cerrarse. Así pagarás más, pero no es cierto. Hay transporte público más barato. En Ildomeni encontrarás comida caliente y tendrás que volver a pasar por el papeleo. Y así cada frontera. Pagarás los 35 euros del tren hacia Serbia, aunque a los macedonios solo les cueste cinco. Cuando llegues a Presevo (Serbia), tendrás que recorrer 10 kilómetros a pie en tierra de nadie. Abandona los objetos más pesados que lleves, pero no tu mejor abrigo. Estamos en diciembre en los Balcanes y hace mucho frío. Te dirán que el mejor transporte para ir a Croacia es el bus y verás una cola de 10 kilómetros de autobuses. Tampoco es cierto. A 200 metros del campo de tránsito está la estación de tren, con cuatro viajes al día, cuyo precio es un tercio del anterior. De nuevo, descansa lo que puedas en el trayecto. En la frontera croata os dejarán en una estación de servicio abandonada. Es el momento de recargar el móvil allí.
Si llegaste a la costa griega, ya con los papeles en regla, espera el siguiente ferry que te conducirá a Atenas. Cuesta 70 euros. Son de 11 a 14 horas de travesía. Aprovecha para dormir, lavarte en los servicios o comer algo en el bar. Cuando llegues verás una cola enorme de oportunistas que ofrecen viaje rápido y barato hacia Macedonia. Pero barato no es: 60 euros por persona. Durante todo el trayecto los traficantes te insistirán en que debes darte prisa porque las fronteras están a punto de cerrarse. Así pagarás más, pero no es cierto. Hay transporte público más barato. En Ildomeni encontrarás comida caliente y tendrás que volver a pasar por el papeleo. Y así cada frontera. Pagarás los 35 euros del tren hacia Serbia, aunque a los macedonios solo les cueste cinco. Cuando llegues a Presevo (Serbia), tendrás que recorrer 10 kilómetros a pie en tierra de nadie. Abandona los objetos más pesados que lleves, pero no tu mejor abrigo. Estamos en diciembre en los Balcanes y hace mucho frío. Te dirán que el mejor transporte para ir a Croacia es el bus y verás una cola de 10 kilómetros de autobuses. Tampoco es cierto. A 200 metros del campo de tránsito está la estación de tren, con cuatro viajes al día, cuyo precio es un tercio del anterior. De nuevo, descansa lo que puedas en el trayecto. En la frontera croata os dejarán en una estación de servicio abandonada. Es el momento de recargar el móvil allí.
Bienvenido al espacio Schengen
En este punto conviene obedecer y no mirar demasiado a los policías serbios y croatas. Atraviesas Croacia en el tren y estás a punto de llegar a Eslovenia, que te aguarda con otra caminata, escoltado por militares, de 17 kilómetros. Después, otro autobús y estarás en Austria. A partir de ahí, es espacio Schengen y te pertenece a ti la decisión de elegir destino. Si vas a Alemania, el país preferido por la mayoría, las autoridades te recomendarán un destino en la misma frontera: Dresde, Colonia, Berlín, Múnich… No vayas a Reino Unido. Su gobierno no quiere refugiados y acabarás en la terrible ‘jungla’ de Calais, un agujero negro en el lado continental del Eurotúnel. Cuídate de asaltos sexuales si eres mujer o menor. Cualquier compañero de viaje puede ser también parte de redes de traficantes.
Quizá no llegues a leer esta guía, que quizá sirva para que los europeos sepamos lo que has tenido que pasar. Pero tu viaje sólo acaba de empezar. ‘Welcome to Europe’.
Un pescador griego ayuda a una niña siria a desembarcar, en Lesbos. Foto: Raquel Villaécija.
Dos botes llegan al amanecer a la playa de Kos (Grecia) desde Turquía. Foto: Alberto Rojas.
Una madre con su hija, recién desembarcadas en Lesbos. Foto: Raquel Villaécija.
Refugiados en Camp Moria, en Lesbos. Foto: Raquel Villaécija.
Un grupo de refugiados en tierra de nadie entre Macedonia y Serbia. Foto: Alberto Rojas.
Un refugiado afgano saluda desde un tren en Sid (Croacia). Foto: Alberto Rojas.
(Tomado de El Mundo)
En este punto conviene obedecer y no mirar demasiado a los policías serbios y croatas. Atraviesas Croacia en el tren y estás a punto de llegar a Eslovenia, que te aguarda con otra caminata, escoltado por militares, de 17 kilómetros. Después, otro autobús y estarás en Austria. A partir de ahí, es espacio Schengen y te pertenece a ti la decisión de elegir destino. Si vas a Alemania, el país preferido por la mayoría, las autoridades te recomendarán un destino en la misma frontera: Dresde, Colonia, Berlín, Múnich… No vayas a Reino Unido. Su gobierno no quiere refugiados y acabarás en la terrible ‘jungla’ de Calais, un agujero negro en el lado continental del Eurotúnel. Cuídate de asaltos sexuales si eres mujer o menor. Cualquier compañero de viaje puede ser también parte de redes de traficantes.
Quizá no llegues a leer esta guía, que quizá sirva para que los europeos sepamos lo que has tenido que pasar. Pero tu viaje sólo acaba de empezar. ‘Welcome to Europe’.
Un pescador griego ayuda a una niña siria a desembarcar, en Lesbos. Foto: Raquel Villaécija.
Dos botes llegan al amanecer a la playa de Kos (Grecia) desde Turquía. Foto: Alberto Rojas.
Una madre con su hija, recién desembarcadas en Lesbos. Foto: Raquel Villaécija.
Refugiados en Camp Moria, en Lesbos. Foto: Raquel Villaécija.
Un grupo de refugiados en tierra de nadie entre Macedonia y Serbia. Foto: Alberto Rojas.
Un refugiado afgano saluda desde un tren en Sid (Croacia). Foto: Alberto Rojas.
(Tomado de El Mundo)