Por Juan Félix Montero
NODAL,8 junio, 2018
Los objetivos que hoy se están tratando de cumplir para derrocar al gobierno de Nicaragua, están muy claramente definidos en el proyecto del Congreso norteamericano denominado Nica-Act (1), aunque por supuesto utilizando ese lenguaje subliminal que esconde los objetivos reales: deshacerse del gobierno del FSLN.
Lo primero en el libreto, cuando se quiere derrocar un gobernante o asesinarlo, es demonizarlo. Al final, cuando el objetivo es logrado se contará con el aplauso del respetable. Después del 11 de septiembre las FARC recibieron el título de terroristas, narcotraficantes, violadores y muchos otros calificativos y epítetos después del Plan Colombia. Fue tal la demonización que ni los comunistas se atrevían a decir algo a favor de ese movimiento guerrillero pese a que ellos siempre dijeron ser comunistas.
Cuando comencé hace unos ochos años a abogar por la Paz en Colombia en el finado foro de la nación.com, aquellos de la extrema derecha con quienes me tocó debatir, comenzaron a endilgarme el mote de “apologista de las FARC” como una manera de desprestigiarme. Al final, se demostró que ese movimiento guerrillero tenía una agenda política con reivindicaciones legítimas para el pueblo colombiano, la cual fue negociada en un proceso de paz.
Gobernantes como Sadam Hussein y Gadafi recibieron el mismo tratamiento, cuando todos sabemos que detrás de su derrocamiento o asesinato se escondían objetivos geopolíticos e intereses comerciales y por materias primas. Al final la canalla aplaudió las invasiones.
Ahora me encuentro en el mismo dilema, decir algo a favor de Daniel Ortega es como rezarle una oración al diablo. Y es que este proceso de demonización comenzó años atrás y ahora llegó el momento. Nadie se anima a poner las manos en el fuego por Daniel Ortega y por supuesto yo no lo voy a hacer. Nuevamente cualquier cosa que se diga a su favor recibirá el calificativo de “apologista de Daniel Ortega”.
Ahora resulta que, según se pregona, Daniel Ortega abandonó los postulados del sandinismo por las privatizaciones que se dieron en Nicaragua, pero nadie recuerda o no lo conviene recordar, que ellas se dieron durante los gobiernos de Violeta Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños Bolaños.
Hace unos meses estuve de paseo en Granada, Nicaragua y el mismo guía de turismo que nos llevó a conocer la ciudad en un coche tirado por un caballo, nos enseñó la casa de los Chamorro y su fábrica de jabón y al final nos llevó a ver lo que quedó del ferrocarril que era orgullo de los nicaragüenses. Violeta Chamorro vendió hasta los rieles. A lo sumo de lo que se puede acusar a Daniel Ortega es de no haber tenido la capacidad para devolver al pueblo de Nicaragua todo lo entregado y que era propiedad del pueblo.
También puede estar a la isla de Ometepe, la cual era un casi un 100% propiedad de Somoza y hoy día la disfrutan muchos pequeños campesinos gracias a la reforma Agraria. Lograr la paz en Nicaragua ha sido un proceso laborioso que implicó importantes concesiones a la contrarrevolución jefeada y financiada por los EEUU.
Los conflictos que se han suscitado por cuestiones limítrofes entre Costa Rica y Nicaragua han sido utilizados políticamente para que cualquier costarricense que tenga la temeridad en decir algo a favor de Ortega, sea inmisericordemente acusado de traidor a la patria. Han enrarecido el ambiente en Costa Rica para cualquier iniciativa progresista o por la unidad latinoamericana y caribeña.
Esto no permite a muchos en la izquierda ver más allá de sus anteojeras. Han perdido toda capacidad para mirar el bosque y solamente se detienen en cada uno de sus arbolitos. No es cierto que lo que sucede en Nicaragua es independiente de lo que sucede contra Venezuela.
Todos sabemos ya que en el golpe de Estado al presidente hondureño Manuel Zelaya, el único móvil fue sacar ese país del ALBA y alejarlo de la “perniciosa” influencia de Cuba y Venezuela. Todos sabemos también que lo que se ha denominado la “Restauración conservadora” es un único proceso que abarca toda América latina y el Caribe y quien dirige la batuta son los Estados Unidos de Norteamérica.
Dicho proceso incluye el desplazamiento o derrocamiento por diversas vías de los gobiernos denominados socialistas, latinoamericanistas, antimperialistas o simplemente progresistas o que se salieron del saco. Tal conspiración incluye la desaparición de todas y cada una de aquellas instancias de unidad latinoamericana que se habían venido creando tales como la UNASUR, CELAC, Petrocaribe o desvirtuarlas como lo están haciendo con el Mercosur. Y hasta desaparecer la declaración que determinaron a América Latina y el Caribe como zona de Paz.
Yo reto a quienes piensan que esos neoguarimberos pinoleros, que están dedicados a quemar autobuses, bloquear calles, derribar monumentos y también asesinar personas, son los que van a restaurar en Nicaragua los “ideales del sandinismo”. Que lo demuestren. Los objetivos que hoy se están tratando de cumplir para derrocar al gobierno de Nicaragua, están muy claramente definidos en el proyecto del Congreso norteamericano denominado Nica-Act, aunque por supuesto utilizando ese lenguaje subliminal que esconde los objetivos reales: deshacerse del gobierno del FSLN. Recomiendo estudiarlo.
Lo primero que me gustaría que explicaran cuales son esos ideales del sandinismo que van a restaurar, creo que ellos son los que menos lo saben.
Nota 1: “La Nica Act surgió como una medida para obligar al gobierno de Daniel Ortega a, realizar elecciones libres, justas y transparentes, respetar los derechos humanos y restablecer la institucionalidad en el país, sino lo hace, la propuesta de ley establece que los préstamos que gestione Nicaragua ante los organismos financieros internacionales en los que Estados Unidos tiene influencia, no serán aprobados”.
*Educador costarricense
Lo primero en el libreto, cuando se quiere derrocar un gobernante o asesinarlo, es demonizarlo. Al final, cuando el objetivo es logrado se contará con el aplauso del respetable. Después del 11 de septiembre las FARC recibieron el título de terroristas, narcotraficantes, violadores y muchos otros calificativos y epítetos después del Plan Colombia. Fue tal la demonización que ni los comunistas se atrevían a decir algo a favor de ese movimiento guerrillero pese a que ellos siempre dijeron ser comunistas.
Cuando comencé hace unos ochos años a abogar por la Paz en Colombia en el finado foro de la nación.com, aquellos de la extrema derecha con quienes me tocó debatir, comenzaron a endilgarme el mote de “apologista de las FARC” como una manera de desprestigiarme. Al final, se demostró que ese movimiento guerrillero tenía una agenda política con reivindicaciones legítimas para el pueblo colombiano, la cual fue negociada en un proceso de paz.
Gobernantes como Sadam Hussein y Gadafi recibieron el mismo tratamiento, cuando todos sabemos que detrás de su derrocamiento o asesinato se escondían objetivos geopolíticos e intereses comerciales y por materias primas. Al final la canalla aplaudió las invasiones.
Ahora me encuentro en el mismo dilema, decir algo a favor de Daniel Ortega es como rezarle una oración al diablo. Y es que este proceso de demonización comenzó años atrás y ahora llegó el momento. Nadie se anima a poner las manos en el fuego por Daniel Ortega y por supuesto yo no lo voy a hacer. Nuevamente cualquier cosa que se diga a su favor recibirá el calificativo de “apologista de Daniel Ortega”.
Ahora resulta que, según se pregona, Daniel Ortega abandonó los postulados del sandinismo por las privatizaciones que se dieron en Nicaragua, pero nadie recuerda o no lo conviene recordar, que ellas se dieron durante los gobiernos de Violeta Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños Bolaños.
Hace unos meses estuve de paseo en Granada, Nicaragua y el mismo guía de turismo que nos llevó a conocer la ciudad en un coche tirado por un caballo, nos enseñó la casa de los Chamorro y su fábrica de jabón y al final nos llevó a ver lo que quedó del ferrocarril que era orgullo de los nicaragüenses. Violeta Chamorro vendió hasta los rieles. A lo sumo de lo que se puede acusar a Daniel Ortega es de no haber tenido la capacidad para devolver al pueblo de Nicaragua todo lo entregado y que era propiedad del pueblo.
También puede estar a la isla de Ometepe, la cual era un casi un 100% propiedad de Somoza y hoy día la disfrutan muchos pequeños campesinos gracias a la reforma Agraria. Lograr la paz en Nicaragua ha sido un proceso laborioso que implicó importantes concesiones a la contrarrevolución jefeada y financiada por los EEUU.
Los conflictos que se han suscitado por cuestiones limítrofes entre Costa Rica y Nicaragua han sido utilizados políticamente para que cualquier costarricense que tenga la temeridad en decir algo a favor de Ortega, sea inmisericordemente acusado de traidor a la patria. Han enrarecido el ambiente en Costa Rica para cualquier iniciativa progresista o por la unidad latinoamericana y caribeña.
Esto no permite a muchos en la izquierda ver más allá de sus anteojeras. Han perdido toda capacidad para mirar el bosque y solamente se detienen en cada uno de sus arbolitos. No es cierto que lo que sucede en Nicaragua es independiente de lo que sucede contra Venezuela.
Todos sabemos ya que en el golpe de Estado al presidente hondureño Manuel Zelaya, el único móvil fue sacar ese país del ALBA y alejarlo de la “perniciosa” influencia de Cuba y Venezuela. Todos sabemos también que lo que se ha denominado la “Restauración conservadora” es un único proceso que abarca toda América latina y el Caribe y quien dirige la batuta son los Estados Unidos de Norteamérica.
Dicho proceso incluye el desplazamiento o derrocamiento por diversas vías de los gobiernos denominados socialistas, latinoamericanistas, antimperialistas o simplemente progresistas o que se salieron del saco. Tal conspiración incluye la desaparición de todas y cada una de aquellas instancias de unidad latinoamericana que se habían venido creando tales como la UNASUR, CELAC, Petrocaribe o desvirtuarlas como lo están haciendo con el Mercosur. Y hasta desaparecer la declaración que determinaron a América Latina y el Caribe como zona de Paz.
Yo reto a quienes piensan que esos neoguarimberos pinoleros, que están dedicados a quemar autobuses, bloquear calles, derribar monumentos y también asesinar personas, son los que van a restaurar en Nicaragua los “ideales del sandinismo”. Que lo demuestren. Los objetivos que hoy se están tratando de cumplir para derrocar al gobierno de Nicaragua, están muy claramente definidos en el proyecto del Congreso norteamericano denominado Nica-Act, aunque por supuesto utilizando ese lenguaje subliminal que esconde los objetivos reales: deshacerse del gobierno del FSLN. Recomiendo estudiarlo.
Lo primero que me gustaría que explicaran cuales son esos ideales del sandinismo que van a restaurar, creo que ellos son los que menos lo saben.
Nota 1: “La Nica Act surgió como una medida para obligar al gobierno de Daniel Ortega a, realizar elecciones libres, justas y transparentes, respetar los derechos humanos y restablecer la institucionalidad en el país, sino lo hace, la propuesta de ley establece que los préstamos que gestione Nicaragua ante los organismos financieros internacionales en los que Estados Unidos tiene influencia, no serán aprobados”.
*Educador costarricense