Por Juan Guahán
30 abril, 2019
Un reciente artículo de Agustín Salvia, del Observatorio Deuda Social Argentina de la Universidad Católica le pone el título y también los ejes a estas reflexiones cuando sostiene: “Ni el mercado, ni el Estado han sabido distribuir los excedentes”.
Salvia remite a dos cuestiones claves que no suelen ser consideradas con el respeto y la profundidad que se merecen: Una tiene que ver con las posibilidades reales de Argentina dentro del actual modelo para atender las necesidades de su población. El otro tema es, si el diagnóstico planteado sobre las responsabilidades de Estado y mercado está en lo cierto, ¿cuáles son las alternativas a desarrollar?
Suele decirse que la producción agraria argentina alcanza para alimentar a una población de 400 millones de personas: Sin embargo aquí habita apenas un poco más del 10% de esa cifra y hay un porcentaje importante de argentinos que padecen hambre.
La patria sojera
¿Dónde está el problema? Si nos adentramos un poco más en los datos podremos acercarnos a las causas. Veamos un ejemplo significativo. Según los datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, la producción de granos prevista para este año superaría las 120 millones de toneladas. La mitad de esa producción corresponde a nuestro maná: la soja.
Esa producción se comercializa bajo cuatro grandes modalidades: El 65% como “harinas y pellets” (procesos que requieren bajos niveles de tecnología); un 20% directamente como granos; otro 12% como aceites y un 3% como biodiesel. Estos datos deben ser complementados con otro, según el cual, cerca del 85% de nuestra producción sojera se exporta.
Salvo las pequeñas proporciones de aceites y biodiesel esas exportaciones están destinadas al alimento animal, principalmente: los famosos cerdos chinos o su menos conocida industria pesquera fundada en la crianza de peces alojados en jaulas y alimentados con nuestra soja y sus derivados, por kilómetros y kilómetros de sus costas marinas.
Aquí está uno de los nudos del problema: Argentina sigue siendo, igual que un siglo y medio atrás, un país agroexportador y –desde hace más de una década- el principal producto de ese modelo es la soja.
Esa producción, además de ocupar pocos trabajadores y tener graves efectos en reiteradas inundaciones y sobre la salud de los pobladores en sus zonas de producción, ata la economía a la evolución de los valores de un mercado mundial que manejan los llamados países centrales y las grandes trasnacionales.
Por esta razón son otros los que deciden sobre el futuro de la economía argentina. Cuando “ellos” -los dueños del mundo- suben los precios de nuestros productos primarios, nosotros “respiramos un poco”. Cuando los bajan, nuestra economía agudiza su crisis. Esto es así más allá que nuestros diferentes gobiernos –según sus rasgos- alivien o profundicen esa tendencia.
Distribución de excedentes del trabajo
Este tema nos lleva de la mano a la segunda cuestión: Si es cierto que ni el mercado, ni el Estado han sabido distribuir los excedentes”, ¿qué hacer?
Existe una difundida idea en el sentido que, en los gobiernos populares, el Estado tiene mucho poder, cuestión que no pasa en los gobiernos reaccionarios. Pero la práctica señala que los gobiernos más retrógrados son los que más apelan al Estado para legalizar sus patrañas.
Si damos por cierta la afirmación que Estado y mercado reparten mal los excedentes del trabajo, tenemos que ver cómo hacemos para cambiarlo y qué otras alternativas tenemos. Hasta ahora ha sido el mercado el que casi siempre le dicta las medidas al Estado, para su propio beneficio.
¿No será hora que el pueblo organizado sea el que despliegue sus capacidades y le imponga a este Estado aquellas medidas que permitan un mayor y más amplio poder de ese pueblo organizado y limite el que tiene el actual mercado y sus grandes estructuras económicas concentradas?
“Ellos” han concentrado su poder en la producción, distribución y consumo de bienes, pero el pueblo puede construir sus propios mecanismos para esas mismas actividades y lograr que esos excedentes (sobrantes, ganancias, beneficios) estén a su servicio y no en la de esos grandes grupos.
Es un tema de organización del pueblo y que haya otro tipo de políticas estatales. Ese “otro camino” es –seguramente- largo y difícil, pero el actual está dando muestras más que suficientes de su fracaso.
Cuando las cosas se ponen bravas, cuando no hay plata para ir a un gigantesco supermercado -como ocurre en estos tiempos- crecen otras formas de organización, sobre todo en la parte alimentaria, se multiplican las “ferias” y los “trueques”.
Tal vez sea hora de pensar que –usando toda la tecnología actual- la producción, distribución y consumo de esos productos pueden ser organizados por el propio pueblo y no por los descendientes de los “mercaderes expulsados del templo”, vestidos de grandes señores o supremos gobernantes.
La actual forma de producción agraria, además… mata
Hicimos algunas consideraciones acerca del modo que el modelo agroexportador perjudica a todo el pueblo argentino. También citamos el efecto negativo del fenómeno sojero (que abarca a más de la mitad de la totalidad de nuestra producción de granos) sobre la salud y el medio ambiente.
En estos días han llegado nuevas noticias sobre el modo que este cultivo, junto con el “paquete tecnológico” de agro tóxicos que se utilizan para mejorar su rendimiento, afecta a “barrios fumigados” de la ciudad de Pergamino, en el corazón de la pampa húmeda argentina.
Hace un par de semana el Juez Federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzo, prohibió la fumigación de cuatro campos que bordean esa ciudad; asimismo extendió igual disposición, prohibiendo el uso de tales productos, respecto de la población residente a menos de los 600 metros de las casas.
Igual medida viene siendo adoptada desde hace tiempo en varias localidades del país. Ello motivó que días pasados, el presidente Mauricio Macri abordara la cuestión en una visita a la Provincia de Entre Ríos. Allí calificó de “irresponsable” un fallo de la Justicia entrerriana que impedía la fumigación con agroquímicos a mil o tres mil metros de las escuelas de esa Provincia (según dichas acciones sean –respectivamente- por vía terrestre o aérea).
Ese comentario presidencial, cargado de una inhumana y efectiva irresponsabilidad, sostenía que ese fallo afectaba al 20% de la producción agroindustrial de esa provincia.
El juez de San Nicolás menciona en su fallo el drama cotidiano de quienes han sido condenados al distintas manifestaciones de cáncer y mutaciones en el ADN que lleva a que se produzcan abortos espontáneos, malformaciones en los recién nacidos, retrasos en la maduración y todo tipo de afecciones sobre la piel y el aparato respiratorio en los días que se producen tales fumigaciones.
Ese fallo estuvo avalado en certificaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Balcarce, siendo impugnado por la Autoridad del Agua de la Provincia de Buenos Aires, por lo que se solicitó el examen del departamento de toxicología de la Suprema Corte de la Nación, el cual sería favorable a lo dictaminado por el INTA.
También se está investigando si la llamada “agua potable” es saludable para el consumo humano o si tiene “veneno” como dicen los vecinos. Todo ello es frecuentemente negado por autoridades, personal sanitario y entidades de la zona, interesadas que no se cuestione la riqueza sojera que hace a su bienestar.
El suelo argentino recibe anualmente millones de kilogramos de agrotóxicos. En el año 2000 fueron unos 145 millones, el año pasado fueron 380 millones, cifra semejante a la del año récord que fue la cosecha 2010/2011. El cultivo que más agrotóxicos recibe es la soja (62%) y el producto más utilizado es el glifosato, 65% del total, producido por la trasnacional Bayer/Monsanto.
Por eso se puede afirmar -sin temor a equivocarnos- que el actual modelo productivo, además de todos los demás daños señalados: ¡mata!
Macri sigue en la “crónica de una muerte anunciada”
Después de su “merecido” descanso de Semana Santa, que muchos pedían que prolongue y si fuera para siempre, Macri se volvió a encontrar con la realidad. Sus amigos empresarios le hicieron saber, en la propia cara y en preguntas a la gobernadora macrista de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vida, que su candidatura se hunde y no lo quieren en la pretendida reelección.
Es probable que ya sea tarde para todos ellos. Ya no solo es previsible el fracaso de las medidas anunciadas antes de la recordación del sacrificio de Jesucristo, sino que también es imaginable que las fórmulas electorales que intenten son tardías.
En esta semana se vivió el festival del “sube y baja” del dólar, en ese “mercadito” se mueven varios carroñeros que sacan ventajitas de la demostrada falta de autonomía de un Estado que “ellos” manejan de “taquito”.
El mundo financiero decidió “festejar” el cumpleaños de la corrida bancaria iniciada el 25 de abril de 2018, que acabó con los sueños e ilusiones del macrismo. Aquella corrida la inició el JP Morgan liquidando sus Lebac (Letras del Banco Central) y pasándose a dólares para empezar su retirada del país: ya habían ganado suficiente.
En este período -un año- el dólar se cotiza un 130% más; la inflación subió un 100%; al riesgo país lo llevaron a ser el segundo de la región; el índice del Mercado de Valores (que permite medir el valor de las acciones) pasó de 1800 a 600, es decir que las empresas perdieron dos terceras partes de su capital.
¡Ya está, fin de fiesta! A otra cosa. Para demostrarlo hubo una pequeña corrida, “ante el riesgo que gane (la expresidenta) Cristina” Fernández de Kirchner, dijeron desde la Casa Rosada. El dólar subía y subía, llegó hasta más de 47,50, luego se calmó y bajó, hasta quedar cerca de los 47. ¿Hasta cuándo?
De todos modos es suficiente para que los precios acordados se cuestionen, otros productos suban y el combustible también. Del llamado “riesgo país” no hablemos. Mientras tanto -para calmar al mercado- las tasas se fueron al 71% y las acciones argentinas, caían en Wall Street, un 12%. En el medio se anuncian importantes medidas de fuerzas de sindicatos y movimientos sociales para el día martes 30. ¿Falta poco para la muerte anunciada?
* Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Un reciente artículo de Agustín Salvia, del Observatorio Deuda Social Argentina de la Universidad Católica le pone el título y también los ejes a estas reflexiones cuando sostiene: “Ni el mercado, ni el Estado han sabido distribuir los excedentes”.
Salvia remite a dos cuestiones claves que no suelen ser consideradas con el respeto y la profundidad que se merecen: Una tiene que ver con las posibilidades reales de Argentina dentro del actual modelo para atender las necesidades de su población. El otro tema es, si el diagnóstico planteado sobre las responsabilidades de Estado y mercado está en lo cierto, ¿cuáles son las alternativas a desarrollar?
Suele decirse que la producción agraria argentina alcanza para alimentar a una población de 400 millones de personas: Sin embargo aquí habita apenas un poco más del 10% de esa cifra y hay un porcentaje importante de argentinos que padecen hambre.
La patria sojera
¿Dónde está el problema? Si nos adentramos un poco más en los datos podremos acercarnos a las causas. Veamos un ejemplo significativo. Según los datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, la producción de granos prevista para este año superaría las 120 millones de toneladas. La mitad de esa producción corresponde a nuestro maná: la soja.
Esa producción se comercializa bajo cuatro grandes modalidades: El 65% como “harinas y pellets” (procesos que requieren bajos niveles de tecnología); un 20% directamente como granos; otro 12% como aceites y un 3% como biodiesel. Estos datos deben ser complementados con otro, según el cual, cerca del 85% de nuestra producción sojera se exporta.
Salvo las pequeñas proporciones de aceites y biodiesel esas exportaciones están destinadas al alimento animal, principalmente: los famosos cerdos chinos o su menos conocida industria pesquera fundada en la crianza de peces alojados en jaulas y alimentados con nuestra soja y sus derivados, por kilómetros y kilómetros de sus costas marinas.
Aquí está uno de los nudos del problema: Argentina sigue siendo, igual que un siglo y medio atrás, un país agroexportador y –desde hace más de una década- el principal producto de ese modelo es la soja.
Esa producción, además de ocupar pocos trabajadores y tener graves efectos en reiteradas inundaciones y sobre la salud de los pobladores en sus zonas de producción, ata la economía a la evolución de los valores de un mercado mundial que manejan los llamados países centrales y las grandes trasnacionales.
Por esta razón son otros los que deciden sobre el futuro de la economía argentina. Cuando “ellos” -los dueños del mundo- suben los precios de nuestros productos primarios, nosotros “respiramos un poco”. Cuando los bajan, nuestra economía agudiza su crisis. Esto es así más allá que nuestros diferentes gobiernos –según sus rasgos- alivien o profundicen esa tendencia.
Distribución de excedentes del trabajo
Este tema nos lleva de la mano a la segunda cuestión: Si es cierto que ni el mercado, ni el Estado han sabido distribuir los excedentes”, ¿qué hacer?
Existe una difundida idea en el sentido que, en los gobiernos populares, el Estado tiene mucho poder, cuestión que no pasa en los gobiernos reaccionarios. Pero la práctica señala que los gobiernos más retrógrados son los que más apelan al Estado para legalizar sus patrañas.
Si damos por cierta la afirmación que Estado y mercado reparten mal los excedentes del trabajo, tenemos que ver cómo hacemos para cambiarlo y qué otras alternativas tenemos. Hasta ahora ha sido el mercado el que casi siempre le dicta las medidas al Estado, para su propio beneficio.
¿No será hora que el pueblo organizado sea el que despliegue sus capacidades y le imponga a este Estado aquellas medidas que permitan un mayor y más amplio poder de ese pueblo organizado y limite el que tiene el actual mercado y sus grandes estructuras económicas concentradas?
“Ellos” han concentrado su poder en la producción, distribución y consumo de bienes, pero el pueblo puede construir sus propios mecanismos para esas mismas actividades y lograr que esos excedentes (sobrantes, ganancias, beneficios) estén a su servicio y no en la de esos grandes grupos.
Es un tema de organización del pueblo y que haya otro tipo de políticas estatales. Ese “otro camino” es –seguramente- largo y difícil, pero el actual está dando muestras más que suficientes de su fracaso.
Cuando las cosas se ponen bravas, cuando no hay plata para ir a un gigantesco supermercado -como ocurre en estos tiempos- crecen otras formas de organización, sobre todo en la parte alimentaria, se multiplican las “ferias” y los “trueques”.
Tal vez sea hora de pensar que –usando toda la tecnología actual- la producción, distribución y consumo de esos productos pueden ser organizados por el propio pueblo y no por los descendientes de los “mercaderes expulsados del templo”, vestidos de grandes señores o supremos gobernantes.
La actual forma de producción agraria, además… mata
Hicimos algunas consideraciones acerca del modo que el modelo agroexportador perjudica a todo el pueblo argentino. También citamos el efecto negativo del fenómeno sojero (que abarca a más de la mitad de la totalidad de nuestra producción de granos) sobre la salud y el medio ambiente.
En estos días han llegado nuevas noticias sobre el modo que este cultivo, junto con el “paquete tecnológico” de agro tóxicos que se utilizan para mejorar su rendimiento, afecta a “barrios fumigados” de la ciudad de Pergamino, en el corazón de la pampa húmeda argentina.
Hace un par de semana el Juez Federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzo, prohibió la fumigación de cuatro campos que bordean esa ciudad; asimismo extendió igual disposición, prohibiendo el uso de tales productos, respecto de la población residente a menos de los 600 metros de las casas.
Igual medida viene siendo adoptada desde hace tiempo en varias localidades del país. Ello motivó que días pasados, el presidente Mauricio Macri abordara la cuestión en una visita a la Provincia de Entre Ríos. Allí calificó de “irresponsable” un fallo de la Justicia entrerriana que impedía la fumigación con agroquímicos a mil o tres mil metros de las escuelas de esa Provincia (según dichas acciones sean –respectivamente- por vía terrestre o aérea).
Ese comentario presidencial, cargado de una inhumana y efectiva irresponsabilidad, sostenía que ese fallo afectaba al 20% de la producción agroindustrial de esa provincia.
El juez de San Nicolás menciona en su fallo el drama cotidiano de quienes han sido condenados al distintas manifestaciones de cáncer y mutaciones en el ADN que lleva a que se produzcan abortos espontáneos, malformaciones en los recién nacidos, retrasos en la maduración y todo tipo de afecciones sobre la piel y el aparato respiratorio en los días que se producen tales fumigaciones.
Ese fallo estuvo avalado en certificaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Balcarce, siendo impugnado por la Autoridad del Agua de la Provincia de Buenos Aires, por lo que se solicitó el examen del departamento de toxicología de la Suprema Corte de la Nación, el cual sería favorable a lo dictaminado por el INTA.
También se está investigando si la llamada “agua potable” es saludable para el consumo humano o si tiene “veneno” como dicen los vecinos. Todo ello es frecuentemente negado por autoridades, personal sanitario y entidades de la zona, interesadas que no se cuestione la riqueza sojera que hace a su bienestar.
El suelo argentino recibe anualmente millones de kilogramos de agrotóxicos. En el año 2000 fueron unos 145 millones, el año pasado fueron 380 millones, cifra semejante a la del año récord que fue la cosecha 2010/2011. El cultivo que más agrotóxicos recibe es la soja (62%) y el producto más utilizado es el glifosato, 65% del total, producido por la trasnacional Bayer/Monsanto.
Por eso se puede afirmar -sin temor a equivocarnos- que el actual modelo productivo, además de todos los demás daños señalados: ¡mata!
Macri sigue en la “crónica de una muerte anunciada”
Después de su “merecido” descanso de Semana Santa, que muchos pedían que prolongue y si fuera para siempre, Macri se volvió a encontrar con la realidad. Sus amigos empresarios le hicieron saber, en la propia cara y en preguntas a la gobernadora macrista de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vida, que su candidatura se hunde y no lo quieren en la pretendida reelección.
Es probable que ya sea tarde para todos ellos. Ya no solo es previsible el fracaso de las medidas anunciadas antes de la recordación del sacrificio de Jesucristo, sino que también es imaginable que las fórmulas electorales que intenten son tardías.
En esta semana se vivió el festival del “sube y baja” del dólar, en ese “mercadito” se mueven varios carroñeros que sacan ventajitas de la demostrada falta de autonomía de un Estado que “ellos” manejan de “taquito”.
El mundo financiero decidió “festejar” el cumpleaños de la corrida bancaria iniciada el 25 de abril de 2018, que acabó con los sueños e ilusiones del macrismo. Aquella corrida la inició el JP Morgan liquidando sus Lebac (Letras del Banco Central) y pasándose a dólares para empezar su retirada del país: ya habían ganado suficiente.
En este período -un año- el dólar se cotiza un 130% más; la inflación subió un 100%; al riesgo país lo llevaron a ser el segundo de la región; el índice del Mercado de Valores (que permite medir el valor de las acciones) pasó de 1800 a 600, es decir que las empresas perdieron dos terceras partes de su capital.
¡Ya está, fin de fiesta! A otra cosa. Para demostrarlo hubo una pequeña corrida, “ante el riesgo que gane (la expresidenta) Cristina” Fernández de Kirchner, dijeron desde la Casa Rosada. El dólar subía y subía, llegó hasta más de 47,50, luego se calmó y bajó, hasta quedar cerca de los 47. ¿Hasta cuándo?
De todos modos es suficiente para que los precios acordados se cuestionen, otros productos suban y el combustible también. Del llamado “riesgo país” no hablemos. Mientras tanto -para calmar al mercado- las tasas se fueron al 71% y las acciones argentinas, caían en Wall Street, un 12%. En el medio se anuncian importantes medidas de fuerzas de sindicatos y movimientos sociales para el día martes 30. ¿Falta poco para la muerte anunciada?
* Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)