1 ago 2020

EL SINIESTRO GENOCIDA

Elliott Abrams o el ocaso de un halcón cansado que no atina contra Maduro

Ociel Alí López

31 jul 2020 


Elliott Abrams durante una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. 28 de febrero de 2019.Lucas Jackson / Reuters



Cuando en febrero de 2019 el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, nombró a Elliott Abrams como encargado especial para las relaciones con Venezuela, todos los venezolanos, independientemente del signo político, tuvimos ideas relacionadas con un refrán muy criollo que augura tiempos difíciles: "A ponerse alpargatas que lo que viene es joropo".


Los opositores prointervencionistas se frotaban las manos y ya se imaginaban al presidente Maduro con un final como el de Gadafi o Hussein.

Pocos días antes, Guaidó se había autojuramentado presidente y desde la mediática mundial parecía muy probable una intervención militar de altísimo nivel. Era obvio que Trump había decidido meter a Venezuela en el radar de la política internacional de EE.UU. Y se tenían certezas de que había algún plan violento contra el Gobierno.

En aquellos días, medios de comunicación describían a Abrams como un "diplomático conservador" con una "historia controvertida en América Latina", aludiendo a la conocida participación del halcón en el caso Irán-contra, además de su cuestionado expediente de violaciones de derechos humanos.

En paralelo, otros medios recordaban el vínculo (y la ocultación) del funcionario con la masacre de El Mozote en El Salvador, en la que en un día de diciembre de 1981, soldados salvadoreños asesorados por funcionarios de EE.UU mataron a más de 800 hombres, mujeres y niños, y arrasaron varios pueblos campesinos. En aquel momento, el personaje en cuestión tachó las denuncias de "propaganda comunista", y luego calificó de "logro fabuloso" la política estadounidense hacia El Salvador.

Años más tarde se declaró culpable de haber ocultado información en el escándalo Irán-contra, el más resonado de la política estadounidense contemporánea, cuando los halcones republicanos vendieron armas ilegales e impulsaron el narcotráfico en su propio país para financiar la guerra contra países centroamericanos.



"Arquitecto del golpe contra Chávez": Quién es Elliott Abrams, el nuevo enviado de EE.UU. para Venezuela

Todos esperábamos un cruel desenlace para Venezuela hasta que la tarde del 30 de abril de 2019, tras una fallida asonada militar dirigida por el líder de extrema derecha Leopoldo López, pudimos ver a un cansado Abrams decir que los militares y funcionarios internos al gobierno, y supuestamente implicados en la acción, le apagaron el teléfono y había perdido sus contactos. Ese día notamos que se veía extenuado, y más aún, frustrado.

Ese halcón histórico que llevó a cuestas varias guerras se convertía en un impertinente y acosador agente al que militares venezolanos le habían, como el mismo afirmó, "apagado el celular".

Todavía no se sabe si eso le costó el puesto a Bolton, pero a partir de allí se notó la debilidad que tenían los halcones para con Venezuela. Y no solo Venezuela, eran momentos de la llamada ´troika de la tiranía´ como denominó el exasesor a un grupo de ´gobiernos del mal´ que también incluía Cuba y Nicaragua, todos aún sólidos en el poder e incluso mucho más estables que en ese momento en el que las protestas en Nicaragua y Venezuela aún estaban frescas.
Cambio de tono

Hace pocos días el funcionario ofreció una conferencia de prensa en la que su influencia se notó aun más empequeñecida. Cuando le preguntaron si la nueva presidenta del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) sería sancionada, respondió: "Es difícil comentar sobre posibles sanciones futuras".

Además, ante la posible reanudación de las negociaciones con Caracas, por intermediación de Oslo, dijo: "Si llegamos al punto de tener una negociación en los próximos meses o el próximo año, creo que es perfectamente razonable que Noruega resulte ser clave para eso".

Escuchando a este Abrams comedido, uno puede preguntarse dónde quedó el guerrero que el 8 de agosto de 2019 vaticinó que en un año haría "la autopsia del régimen de Maduro".

El día siguiente a dicha conferencia, Maduro le lanzó un mensaje sorprendente: "Mis saludos, Elliott Abrams, está pendiente una conversación. Ya me llegó tu mensaje, de acuerdo con lo que me dicen, vamos pa' lante".

El estadounidense rápidamente respondió diciendo que no le había mandado ningún mensaje a Maduro y que la afirmación de debía ser "una broma o desinformación". El presidente venezolano ha aprovechado la debilidad manifiesta de Abrams para sembrar la duda: ¿Está EE.UU. negociando con el gobierno venezolano?

Cualquier lector del libro de Bolton supondrá que es probable que Abrams no lo sepa. El exasesor de seguridad de Trump revela que la línea republicana donde se encuentra Abrams no es la única que realiza enlaces y políticas desde la Casa Blanca hacia Venezuela, y que, más cerca del presidente hay actores como Rudy Giuliani, su abogado, que tiene sus propios intereses y maneja a su forma la situación. Si se activa esta vía de enlace, como ha ocurrido anteriormente, es posible que Abrams sea uno de los últimos en enterarse.

Abrams hoy no dice con tanta seguridad que la caída de Maduro sea "inminente". Ya no tiene a Bolton y realmente no sabe lo que pueda pasar con Venezuela. Solo observa el cadáver político de Guaidó, pero no sabe qué hacer con él.

Por eso hoy no dice con tanta seguridad que la caída de Maduro sea "inminente" ni revela nuevos pasos a seguir. Ya no tiene a Bolton y realmente no sabe lo que pueda pasar con Venezuela. Solo observa el cadáver político de Guaidó, pero no sabe qué hacer con él, y apenas puede repetir automáticamente la política anticastrista de los lobbies de Miami, que también están agazapados ante el avance de la izquierda radical en las calles y las respuestas inesperadas y heterodoxas de Trump.

Las palabras de Abrams ya no mandan misiles ni generan expectativas, no causan miedo, ni es ya aquel hombre temido que sembró de guerra Centroamérica en los 70 y 80.

¿Un cumplido o un misil?

Cuando Maduro lanza a Abrams lo que podría ser un cumplido: "Estoy de acuerdo contigo", lo que le manda es un misil, pero no solo al funcionario, es sobre todo a la oposición radical que apenas tiene una carta que jugar y es la de la intervención militar de los halcones.

Desde que Trump barajara la idea de dialogar con Maduro, y una vez que sacó de la campaña presidencial el tema de Venezuela, Abrams está fuera de la jugada y las intenciones de los halcones, de intervenir Venezuela, han sido pausadas desde la propia Casa Blanca.

Cuando Maduro dice estar de acuerdo con Abrams, le quita la única vía de oxígeno que le queda a esa oposición. Sin Bolton, con Pompeo ocupado de otros asuntos, con Marco Rubio ausente, con el grupo de Lima desactivado y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca olvidado, a la oposición solo le queda la esperanza de que vuelva el Abrams guerrero, pero en realidad se nota debilitado. Ya a nadie, incluido a Abrams le sorprendería que Bolton tuviera razón en eso de que es un escenario probable que Trump se reúna con Maduro. Y esa duda le genera desconfianza para operar con la rudeza que le caracteriza.

Por eso, al día siguiente de la reacción de Abrams, tiene que salir Pompeo a desmentir al presidente venezolano. Lo hace porque la respuesta de su enviado ya no tiene cobertura y, entre tanta incoherencia de Trump, el chanceo de Maduro puede tener algo de verdad. ¿Qué hace un secretario de Estado desmintiendo a un presidente que no reconoce? ¿Es posible que algunos aliados estén dudando del desenlace prediseñado por el Departamento de Estado para Venezuela?

Cuando Maduro envía mensaje a Abrams compromete el último canal de oxígeno de los que no quieren diálogo.

La oposición radical, con importante poder financiero y mediático, y un fuerte apoyo internacional, no solo descarta el diálogo sino que lo ve como un escenario denigrante para sus aspiraciones de hacer tabla rasa con el chavismo, Maduro y todo lo que huela a izquierda en Venezuela. Incluso para acabar con quienes son opositores, pero no están de acuerdo con una intervención militar, una corriente que viene tomando forma política, si bien impulsada por el Gobierno, también como única opción realmente factible, una vez demostrado que ni los golpes de Estado ni las invasiones militares tienen algún grado importante de probabilidad en los actuales momentos.

No obstante, la oposición más apegada a Washignton y Miami no vislumbra otra salida. Basa su estrategia en la desempolvada política anticastrista, que apoya el bloqueo a La Habana y rechaza cualquier acercamiento a su Gobierno, a pesar que esto no ha servido de nada para sacar al Partido Comunista de Cuba del poder.

Por ello, la sola opción de mencionar un diálogo con Maduro por parte del gobierno de EE.UU. es una especie de capitulación de los halcones para con Venezuela. Y la aceptación de la derrota estratégica de los últimos 4 años, en los que la oposición se ha negado a participar electoralmente esperando a los marines.

Más que sembrar dudas entre las filas enemigas, Maduro expande la incertidumbre que generó el propio Trump días atrás, cuando consideró una opción la reunión entre ambos, y trata de atormentar a halcones y pichones venezolanos.

En todo caso, así como por ahora nadie se imagina una intervención militar como la que nos creímos en 2019, tampoco parece muy probable que definitivamente unos militares caribeños le atiendan el teléfono a Elliott Abrams, una verdadera afrenta a quien hasta hace poco comandó sangrientas operaciones militares por América Latina.