5 jun 2021

EL DESORDEN PROGRAMADO

La retirada caótica e improvisada de EE.UU. (y la OTAN) que puso a un país al borde de la catástrofe

Alberto Rodríguez García

4 jun 2021 


Alberto Rodríguez García

Aquel septiembre de 1996 en el que los talibán comandados por el Mulá Omar capturaron Kabul parece ya una fecha lejana. Muchos ya no recuerdan siquiera el Emirato Islámico de Afganistán creado en el 97. Parece una triste memoria del pasado que Pakistán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos llegasen a reconocer un Estado abiertamente terrorista que prohibió la música, la televisión, que impuso estrictos códigos de vestimenta, que prohibió a las mujeres prácticamente vivir fuera del hogar y se convirtió en el refugio mundial de al-Qaeda.


 Parece algo lejano, y sin embargo es una posibilidad cada día más real. Tras dos décadas de guerra en Afganistán la retirada desorganizada de los EE.UU., sin dejar un gobierno fuerte ni hacerse responsables del caos que han creado, es el escenario perfecto para que los talibán recuperen el poder en todo el territorio afgano; poder que en las regiones rurales nunca dejaron de tener.

A un mes del inicio de la última etapa de la retirada de la OTAN de territorio afgano, los talibán han redoblado su actividad insurgente. Han conquistado decenas de posiciones y cinco distritos que el Ejército afgano no logra recuperar, y según los insurgentes aumentan la confianza en sí mismos, sus adversarios cada día están más desmoralizados con un Estado Mayor incapaz de liderar, organizarse, pagar salarios o siquiera evacuar a los heridos en zonas disputadas. Hay posiciones en las que los talibán ni siquiera tienen que luchar para conquistarlas. Según Zabihullah Mujahid, el portavoz de los talibán, alrededor de 1.300 miembros de las fuerzas de seguridad afganas se han rendido en el último mes. Si bien Kabul ha cosechado algunos éxitos en Laghman, han fracasado en Maidan Wardak, Baghlan y Helmand.

Los talibán ya no son solo terroristas, sino que se han configurado como un ejército insurgente con el objetivo de volver a capturar Kabul y establecer un nuevo Emirato Islámico, esta vez, tras someter a la OTAN; la mayor alianza militar del mundo.


La retirada caótica e improvisada de la OTAN de Afganistán, sin haber sido capaces de articular un gobierno fuerte en veinte años, lejos de garantizar la paz, es una garantía del caos. Solo en mayo las fuerzas de seguridad afganas han abatido a 3.991 combatientes talibán y herido a 2.141. Al menos 248 civiles han muerto y 527 han sido heridos en ataques de los terroristas. Y al atender estas cifras hay que tener presente que son las que ofrece el bando que ha perdido el control de la situación. Porque los talibán ya no son solo terroristas, sino que se han configurado como un ejército insurgente con el objetivo de volver a capturar Kabul y establecer un nuevo Emirato Islámico, esta vez, tras someter a la OTAN; la mayor alianza militar del mundo.

Al momento de escribir este artículo llegan las noticias de cuatro explosiones en 48 horas en Pol-e Sohjteh, al oeste de Kabul, causando la muerte de 18 civiles y otros 20 heridos. Atentados que se suman a emboscadas al Ejército afgano, combates en Ghourian y atentados suicida contra sedes gubernamentales, que coinciden con la evacuación de la cuarta base norteamericana en territorio afgano.

Durante el día son pocos minutos en carretera los que separan las posiciones afganas de los talibán. Durante la noche esas fronteras directamente desaparecen. Los bastiones del gobierno de Kabul están rodeados y son pequeñas islas dentro de la inmensidad militante. Los talibán ya no quieren ser solo insurgentes sino el nuevo Estado afgano, y por ello en su territorio nunca han dejado de funcionar como tal, legislando con una de las sharías más estrictas y punitivas que existen. Con castigos que van desde el maltrato físico hasta la muerte por lapidación.


Los talibán no son el problema sino el monstruoso resultado de las contradicciones internas del país. Y por eso, sin haber cumplido los objetivos, sin haber solucionado los problemas, la OTAN se retira, dejando a su paso una alfombra para que los talibán caminen orgullosos y desafiantes hacia su victoria.


Pero las víctimas de los talibán no son únicamente aquellos afganos que quieren una vida secular. No. Las víctimas de los talibán son todos aquellos musulmanes que no se adhieren a su sharía estricta y radical. Son todas aquellas minorías como los hazaras que llevan sufriendo décadas de persecución y exterminio sistemático. Ni siquiera los niños están a salvo de las tácticas criminales de los integristas.

La retirada de la OTAN, pero más concretamente la de EE.UU., es una huida. Es una huida en un momento crítico, y una victoria de los talibán. Una victoria de los talibán porque el Estado afgano ya es incapaz de garantizar el monopolio de la violencia si es que alguna vez llegó a tenerlo. Los veinte años de intervención en Afganistán solo han servido para enriquecer a una nueva élite corrupta que ha perpetuado y agravado las diferencias entre la población urbana y rural. Son los mismos errores que han condenado al fracaso toda intervención en el Afganistán moderno. Los talibán no son el problema sino el monstruoso resultado de las contradicciones internas del país. Y por eso, sin haber cumplido los objetivos, sin haber solucionado los problemas, la OTAN se retira, dejando a su paso una alfombra para que los talibán caminen orgullosos y desafiantes hacia su victoria. La democracia, en los términos de la invasión, nunca fue una posibilidad, y el 11 de septiembre de 2021 será la confirmación de ello.