Jun 11, 2021
Solange Martínez
“La hora de los pueblos impone la liberación y
la dignificación del hombre, como la participación de todos
—hasta de los más humildes— en la tarea del gobierno común”.
J.D. Perón
El mundo cambió y la pandemia de la Covid-19, que ya lleva más de un año de desarrollo y no parece detenerse a pesar de los múltiples esfuerzos políticos, científicos y sociales por enfrentarla, se ha constituido en un punto de inflexión histórica.
La pandemia: ¿Cruje la civilización?
La crisis sanitaria global parece habernos enrostrado una crisis multidimensional, que en el aspecto económico es el lastre del irresuelto crack financiero del 2008 en el corazón del capitalismo mundializado. Sus ganadores –siempre los hay, es la lógica intrínseca del régimen de acumulación- impulsaron, como salida, la denominada cuarta revolución industrial, con la inversión de enormes cantidades de capital en las tecnologías de la información y la comunicación, bio y nanotecnología, IA, impresión 3D y robotización, entre otras.
No olvidemos que la mentada primera economía del mundo no sólo mostró una caída de casi el 4% de su PBI durante el 2020, sino que
«se encuentra basada en su descomunal déficit público y privado tanto a nivel internacional como doméstico (tarjetas de crédito, hipotecas, crédito para autos, para estudios, etc.) sostenida con emisión sin respaldo en la economía real ni en activos físicos equivalentes. Según datos de la Oficina Presupuestaria del Congreso de EEUU (CBO por sus siglas en inglés) el nivel de endeudamiento durante el 2020 ascendió al 98 % del PIB mientras que previo al COVID19 representaba ya el 79 %» (Martínez, 2021).
Una de las primeras medidas de gobierno fue la detención de la construcción del muro fronterizo con México promovida por Trump en su campaña 2016 y acelerada en medio de las caravanas de migrantes que en 2018 y 2019 se desplegaron masivamente desde el triángulo de los empobrecidos Honduras, El Salvador y Guatemala (2). En consonancia con la decisión de frenar la muralla, el nuevo mandatario anunció un plan de 4.000 millones de dólares para combatir la pobreza y la inseguridad en Centroamérica, a las que considera las causas de la migración.
Cabría preguntarse ¿cuál es el origen de la desigualdad y el deterioro en las condiciones de vida de los centroamericanos? No nos sorprenderá encontrar desde la desarticulación de la “Gran Colombia” bolivariana a principios del siglo XIX, las garras de los halcones norteamericanos desplegando su aparato militar procurando controlar la extracción de recursos y el flujo interoceánico de bienes que sirvieron para su expansión comercial y acumulación de capital.
Solange Martínez
“La hora de los pueblos impone la liberación y
la dignificación del hombre, como la participación de todos
—hasta de los más humildes— en la tarea del gobierno común”.
J.D. Perón
El mundo cambió y la pandemia de la Covid-19, que ya lleva más de un año de desarrollo y no parece detenerse a pesar de los múltiples esfuerzos políticos, científicos y sociales por enfrentarla, se ha constituido en un punto de inflexión histórica.
La pandemia: ¿Cruje la civilización?
La crisis sanitaria global parece habernos enrostrado una crisis multidimensional, que en el aspecto económico es el lastre del irresuelto crack financiero del 2008 en el corazón del capitalismo mundializado. Sus ganadores –siempre los hay, es la lógica intrínseca del régimen de acumulación- impulsaron, como salida, la denominada cuarta revolución industrial, con la inversión de enormes cantidades de capital en las tecnologías de la información y la comunicación, bio y nanotecnología, IA, impresión 3D y robotización, entre otras.
Los niveles de desigualdad en la distribución de la renta con un pico de aumento del desempleo y la precariedad laboral durante el 2020, el nivel de endeudamiento familiar, el pobre acceso a los alimentos, a la salud –principalmente a las vacunas- y a los servicios esenciales como el agua potable o la conectividad para sostener una educación mediatizada por las plataformas digitales, de amplias capas sociales, son apenas un botón de muestra de que el sistema de distribución de la riqueza socialmente producida no funciona hace tiempo. Al menos, para las mayorías.
Elecciones en EEUU: ¿Crisis hegemónica y emergencia de nuevos actores?
En la arena política internacional, el 2020 culminó con un proceso electoral que excedió por mucho las fronteras nacionales del país en cuestión. Las elecciones presidenciales norteamericanas se comportaron como un territorio de disputa entre dos grandes proyectos estratégicos cuyos hilos se tejen a lo largo y ancho del globo. Si bien el bipartidismo norteamericano en muchos aspectos cierra filas y se autoproclama el modelo democrático a imitar en el norte y sur global, expresa de fondo un enfrentamiento de programas de poder asentados en diversidad de actores y aspiraciones, aunque cada vez más enredados en la órbita económica.
Como se afirma en un reciente trabajo del Centro Latinoamericano de Análisis Estrategico (CLAE), «en las elecciones de los Estados Unidos, se puede observar un ordenamiento de las fuerzas, en el cual se enfrentan un polo representado por Donald Trump, constituido por sectores subordinados hacia dentro del polo neoconservador, mientras que por otro lado se constituyó una fuerza conducida por los sectores más importantes de la Aristocracia Financiera y Tecnológica, tanto globalista como neoconservadora. Luego de que la fuerza representada por Joe Biden se consolidara como ganadora en las elecciones del 3 de noviembre, Donald Trump inició una campaña de denuncia de ilegitimidad del proceso electoral».
Elecciones en EEUU: ¿Crisis hegemónica y emergencia de nuevos actores?
En la arena política internacional, el 2020 culminó con un proceso electoral que excedió por mucho las fronteras nacionales del país en cuestión. Las elecciones presidenciales norteamericanas se comportaron como un territorio de disputa entre dos grandes proyectos estratégicos cuyos hilos se tejen a lo largo y ancho del globo. Si bien el bipartidismo norteamericano en muchos aspectos cierra filas y se autoproclama el modelo democrático a imitar en el norte y sur global, expresa de fondo un enfrentamiento de programas de poder asentados en diversidad de actores y aspiraciones, aunque cada vez más enredados en la órbita económica.
Como se afirma en un reciente trabajo del Centro Latinoamericano de Análisis Estrategico (CLAE), «en las elecciones de los Estados Unidos, se puede observar un ordenamiento de las fuerzas, en el cual se enfrentan un polo representado por Donald Trump, constituido por sectores subordinados hacia dentro del polo neoconservador, mientras que por otro lado se constituyó una fuerza conducida por los sectores más importantes de la Aristocracia Financiera y Tecnológica, tanto globalista como neoconservadora. Luego de que la fuerza representada por Joe Biden se consolidara como ganadora en las elecciones del 3 de noviembre, Donald Trump inició una campaña de denuncia de ilegitimidad del proceso electoral».
La crisis de representación política que se manifestó antes, durante y después de la transición del mando de la Casa Blanca, con masivas protestas de calle y la icónica toma del Capitolio en enero de este año, incomodó a demócratas y algunos republicanos, y también permitió develar el creciente poder de una fracción de actores ligados a la industria tecnológica.
El grupo de corporaciones conocidas como GAFAM –Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft- están, además, entre las grandes ganadoras del crack pandémico. La crisis puso en evidencia el poder de veto, ahora aplicado sobre el supuesto mandatario más poderoso del mundo. En un despliegue evidentemente coordinado, cual “cartel tecnológico”, clausuraron las cuentas de Donald Trump y eliminaron de sus tiendas virtuales a la red social alternativa “Parler”, utilizada por los seguidores trumpistas.
Cabe mencionar que en el tablero general sería un error no dimensionar la potencia tecnológica y financiera de los jugadores chinos. La administración trumpista golpeó sobre estos sistemáticamente, en el marco de lo que se denominó guerra comercial, pero que escondía principalmente una disputa por el dominio de la cuarta revolución industrial en general y del 5G en particular.
El grupo de corporaciones conocidas como GAFAM –Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft- están, además, entre las grandes ganadoras del crack pandémico. La crisis puso en evidencia el poder de veto, ahora aplicado sobre el supuesto mandatario más poderoso del mundo. En un despliegue evidentemente coordinado, cual “cartel tecnológico”, clausuraron las cuentas de Donald Trump y eliminaron de sus tiendas virtuales a la red social alternativa “Parler”, utilizada por los seguidores trumpistas.
Cabe mencionar que en el tablero general sería un error no dimensionar la potencia tecnológica y financiera de los jugadores chinos. La administración trumpista golpeó sobre estos sistemáticamente, en el marco de lo que se denominó guerra comercial, pero que escondía principalmente una disputa por el dominio de la cuarta revolución industrial en general y del 5G en particular.
En una arquitectura financiera en red, la complejidad, la interdependencia y los límites difusos son una constante. A poco de ahondar, nos encontraremos con que los tres grandes fondos financieros de inversión angloamericanos, el “Big Three” compuesto por BlackRock, Vanguard y State Street y escoltado por el Citigroup, BofA y Goldman Sachs, entre otros, grandes controlantes de la economía especulativa a gran escala y crecientemente digitalizada, fueron y son partícipes del surgimiento del “milagro chino”, tras la apertura de Deng Xiaoping.
La emergencia de nuevos actores y dinámicas económicas nos obliga a pensar la realidad desde nuevas categorías y a ordenar las disputas visualizando las complejidades sin caer en simplismos y sin realizar análisis geopolíticos centrados sólo en los comportamientos gubernamentales, aún desde los principales Estados del Norte Global.
Por eso resulta central visualizar que la alianza entre esos grandes fondos financieros de inversión global y las gigantes tecnológicas inundan la política norteamericana y mundial. El proyecto globalista, que se impuso con la fórmula Joseph Biden-Kamala Harris -el ex vicepresidente de Obama y la primera mujer en ocupar ese cargo-, expresa un programa claro, ligado a amplias proclamas que el progresismo financiero pretende acaudillar.
En territorio estadounidense, la campaña desplegada por esta fracción financiera y tecnológica se montó sobre un pliego histórico de reivindicaciones y luchas sociales contra el racismo y la discriminación étnica, por la igualdad de oportunidades de las mujeres y diversidades sexuales y en favor del cuidado del medio ambiente y la transición energética “sustentable”. Lo que no devela su programa a primera vista y que debería importarnos aquí, si queremos evitar comprar espejitos de colores, es ¿en función de qué intereses corporativos y políticos se impulsan estas banderas?
La emergencia de nuevos actores y dinámicas económicas nos obliga a pensar la realidad desde nuevas categorías y a ordenar las disputas visualizando las complejidades sin caer en simplismos y sin realizar análisis geopolíticos centrados sólo en los comportamientos gubernamentales, aún desde los principales Estados del Norte Global.
Por eso resulta central visualizar que la alianza entre esos grandes fondos financieros de inversión global y las gigantes tecnológicas inundan la política norteamericana y mundial. El proyecto globalista, que se impuso con la fórmula Joseph Biden-Kamala Harris -el ex vicepresidente de Obama y la primera mujer en ocupar ese cargo-, expresa un programa claro, ligado a amplias proclamas que el progresismo financiero pretende acaudillar.
En territorio estadounidense, la campaña desplegada por esta fracción financiera y tecnológica se montó sobre un pliego histórico de reivindicaciones y luchas sociales contra el racismo y la discriminación étnica, por la igualdad de oportunidades de las mujeres y diversidades sexuales y en favor del cuidado del medio ambiente y la transición energética “sustentable”. Lo que no devela su programa a primera vista y que debería importarnos aquí, si queremos evitar comprar espejitos de colores, es ¿en función de qué intereses corporativos y políticos se impulsan estas banderas?
La pandemia del Covid-19 puso en evidencia, también, que esos mismos intereses financieros son los controlantes de los grandes laboratorios farmacéuticos occidentales y de los grandes productores mediáticos y culturales. Por eso “la vacuna de Pfizer” era la mejor, a pesar de que la logística necesaria del -80°C para su conservación la hace inaplicable en tres cuartas partes del globo
Detrás de un gabinete que está abarrotado de mujeres, transgénero, afroamericanos y descendientes de pueblos nativos, mezclados con WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant, acrónimo en inglés de blanco, anglosajón y protestante), encontramos empresas como la Raytheon Technologies Corporation, uno de los fabricantes aeroespaciales y militares más grandes del mundo que ubicó su ficha en el Pentágono: Lloyd J. Austin III, general afroamericano retirado del Ejército, nuevo Ministro de Defensa y ex gerente de dicha compañía.
Entonces, no importa quien gobierne. La política exterior norteamericana con su red de aliados, no abandona el violento guerrerismo armado, allí donde sea oportuno desplegarlo para, entre otras cosas, hacerse –o al menos intentarlo- de los recursos estratégicos de los países del medio oriente, África o América Latina. Aunque, vale resaltarlo, la guerra ya no sea necesaria o no se libre exclusivamente con tanques y balas, sino una guerra híbrida de baja intensidad que conjuga poder duro con poder blando, proliferando los ataques financieros, comerciales, cibernéticos, mediáticos y psicológicos, de alto impacto en la estabilidad de los territorios objetivo de su intervención. El imperialismo pierde el pelo al tiempo que ha sofisticado sus mañas.
¿Cuáles son los planes del globalismo para la región?
Detrás de un gabinete que está abarrotado de mujeres, transgénero, afroamericanos y descendientes de pueblos nativos, mezclados con WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant, acrónimo en inglés de blanco, anglosajón y protestante), encontramos empresas como la Raytheon Technologies Corporation, uno de los fabricantes aeroespaciales y militares más grandes del mundo que ubicó su ficha en el Pentágono: Lloyd J. Austin III, general afroamericano retirado del Ejército, nuevo Ministro de Defensa y ex gerente de dicha compañía.
Entonces, no importa quien gobierne. La política exterior norteamericana con su red de aliados, no abandona el violento guerrerismo armado, allí donde sea oportuno desplegarlo para, entre otras cosas, hacerse –o al menos intentarlo- de los recursos estratégicos de los países del medio oriente, África o América Latina. Aunque, vale resaltarlo, la guerra ya no sea necesaria o no se libre exclusivamente con tanques y balas, sino una guerra híbrida de baja intensidad que conjuga poder duro con poder blando, proliferando los ataques financieros, comerciales, cibernéticos, mediáticos y psicológicos, de alto impacto en la estabilidad de los territorios objetivo de su intervención. El imperialismo pierde el pelo al tiempo que ha sofisticado sus mañas.
¿Cuáles son los planes del globalismo para la región?
La nueva administración de Estados Unidos sostiene para nuestra región una agenda conocida, propia del partido demócrata, centrada en ejes como la defensa de la democracia y los Derechos Humanos, la lucha contra la pobreza y la corrupción y la preocupación por el cambio climático. Discursivamente, nadie podría estar en desacuerdo, pero la injerencia política y la garantía de la acumulación corporativa de riqueza, maquilladas de buenas aspiraciones, no dejan de ser su horizonte.
Sin embargo, aunque el imperio es el imperio, es importante apreciar los matices en términos de política exterior. Solo apreciando una situación con claridad, podremos avanzar en resolver en la acción los problemas que enfrentamos. Es que la partidocracia demócrata (los Clinton, los Obama y los Biden) se muestra afín a posiciones más “moderadas” que las de los republicanos. La reciente gira de Juan Gonzalez (1), el Director para Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado de Estados Unidos y principal asesor en temas regionales de Biden, dejó en claro que la Casa Blanca ha empezado a variar la estrategia.
Si bien Venezuela sigue siendo su principal piedra en el zapato, se busca distender el diálogo y no exigir la pertenencia cerrada al “Grupo de Lima”, epicentro del golpismo regional contra Caracas y contra las democracias de la región. Para Venezuela, su plan es engrosar y profundizar la presión multilateral para un nuevo llamado a elecciones, llegando incluso a desconocer la mediación de Juan Guaidó como autoproclamado presidente.
En términos económicos, el programa de Biden propone Tratados de Libre Comercio como principal instrumento de negociación regional o bilateral, el refuerzo del T-MEC entre Canadá, Estados Unidos y México es un ejemplo claro de esta maniobra con la que logra imponer condiciones favorables a sus necesidades.
Sin embargo, aunque el imperio es el imperio, es importante apreciar los matices en términos de política exterior. Solo apreciando una situación con claridad, podremos avanzar en resolver en la acción los problemas que enfrentamos. Es que la partidocracia demócrata (los Clinton, los Obama y los Biden) se muestra afín a posiciones más “moderadas” que las de los republicanos. La reciente gira de Juan Gonzalez (1), el Director para Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado de Estados Unidos y principal asesor en temas regionales de Biden, dejó en claro que la Casa Blanca ha empezado a variar la estrategia.
Si bien Venezuela sigue siendo su principal piedra en el zapato, se busca distender el diálogo y no exigir la pertenencia cerrada al “Grupo de Lima”, epicentro del golpismo regional contra Caracas y contra las democracias de la región. Para Venezuela, su plan es engrosar y profundizar la presión multilateral para un nuevo llamado a elecciones, llegando incluso a desconocer la mediación de Juan Guaidó como autoproclamado presidente.
En términos económicos, el programa de Biden propone Tratados de Libre Comercio como principal instrumento de negociación regional o bilateral, el refuerzo del T-MEC entre Canadá, Estados Unidos y México es un ejemplo claro de esta maniobra con la que logra imponer condiciones favorables a sus necesidades.
No olvidemos que la mentada primera economía del mundo no sólo mostró una caída de casi el 4% de su PBI durante el 2020, sino que
«se encuentra basada en su descomunal déficit público y privado tanto a nivel internacional como doméstico (tarjetas de crédito, hipotecas, crédito para autos, para estudios, etc.) sostenida con emisión sin respaldo en la economía real ni en activos físicos equivalentes. Según datos de la Oficina Presupuestaria del Congreso de EEUU (CBO por sus siglas en inglés) el nivel de endeudamiento durante el 2020 ascendió al 98 % del PIB mientras que previo al COVID19 representaba ya el 79 %» (Martínez, 2021).
Una de las primeras medidas de gobierno fue la detención de la construcción del muro fronterizo con México promovida por Trump en su campaña 2016 y acelerada en medio de las caravanas de migrantes que en 2018 y 2019 se desplegaron masivamente desde el triángulo de los empobrecidos Honduras, El Salvador y Guatemala (2). En consonancia con la decisión de frenar la muralla, el nuevo mandatario anunció un plan de 4.000 millones de dólares para combatir la pobreza y la inseguridad en Centroamérica, a las que considera las causas de la migración.
Cabría preguntarse ¿cuál es el origen de la desigualdad y el deterioro en las condiciones de vida de los centroamericanos? No nos sorprenderá encontrar desde la desarticulación de la “Gran Colombia” bolivariana a principios del siglo XIX, las garras de los halcones norteamericanos desplegando su aparato militar procurando controlar la extracción de recursos y el flujo interoceánico de bienes que sirvieron para su expansión comercial y acumulación de capital.
Por otro lado, en nombre de la lucha contra la corrupción y la guerra a las drogas, Biden inundará de financiamiento la DEA, agencia creada en 1973 para combatir el tráfico de estupefacientes y el lavado de activos, pero que tal como indica con claridad el caso boliviano, ha servido para el “pago de bonos a las autoridades y a los agentes encubiertos” según denunciaba el propio Evo Morales, viéndose implicada en intentos de golpe de Estado desde el 2008 en ese país.
Es que, entre otras, la DEA, la USAID y la cada vez más prolífera red de think tanks y ONGs nacidas al calor del capitalismo tardío son actores con distinto grado de institucionalización, de la compleja red de gobernanza global. Es decir, son medios de maniobra geopolítica legitimados en la superestructura política y realizada por representantes glocales.
Además, la preocupación por el cambio climático es el gran mascarón de proa del proyecto globalista en relación a la cuestión energética. Empujada por la transición a una economía menos basada en recursos fósiles y más en una matriz diversificada de recursos naturales estratégicos en función de la cuarta revolución industrial, que necesita para su desarrollo de otras materias primas.
En este sentido, América Latina constituye un espacio privilegiado, y por ello, territorio en el centro de la disputa interimperialista por la apropiación y explotación de la fuente de energías limpias y sustentables. Biden tiene una clara hoja de ruta y un renovado organigrama de gobierno dispuesto para ello (3).
El litio, “oro blanco” en la jerga, resulta indispensable en la producción de baterías para multiplicidad de dispositivos móviles y medios de transporte y para infraestructuras que permiten el almacenamiento de energía a gran escala (los llamados acumuladores con base en litio).
«Quien controle, por un lado, el precio del recurso en bruto y, por otro, el umbral de innovaciones tecnológicas requerido para la fabricación de baterías de ion litio, de vehículos eléctricos y acumuladores de energía a valores comercializables -rompiendo el “techo de cristal” del mercado y desplomar los costos de equipos de generación renovable- tendrá acceso a un mercado planetario de dimensiones inconmensurables» (Dufour, 2021).
El “triángulo” conformado entre Argentina, Bolivia y Chile en la zona andina de nuestros países concentra el 51% de los recursos totales del mineral y casi el 85 % de las reservas probadas de litio del mundo, de fácil acceso (4).
¿Nueva hora de los pueblos?
La histórica batalla por la soberanía sobre nuestros recursos, su industrialización en origen y su explotación sustentable, retorna una y otra vez al primer plano del análisis, si es que somos capaces de asumir la necesidad de reconstrucción de un mundo pospandemia, con mayor justicia social, independencia económica y soberanía política, que redunden en calidad de vida de la población y desarrollo sostenible en nuestra región.
En este sentido, el papel de los gobiernos nacionales es fundamental, pero como cada vez más demuestra la renovada arquitectura mundial, no alcanza sin un esquema de alianzas con mayor escala. La Patria Grande articulada con un programa estratégico en los ámbitos de relevancia de la realidad política y económica, es una imperiosa necesidad.
Esta coyuntura crítica y de transformación del sistema socio productivo, pero también político cultural, es un terreno fértil para la toma de definiciones nacionales y regionales contundentes; puesto que parece que se abre un escenario de reflujo favorable, con gobiernos como los de Alberto Fernández en Argentina, Andrés Manuel López Obrador en México, Luis Arce Catacora en Bolivia y los posibles desenlaces en Perú este año con Pedro Castillo o Brasil en 2022 con Lula Da Silva como candidato a la presidencia 5.
Son los pueblos organizados el núcleo central de estos proyectos políticos. Las transformaciones sociales articulan necesariamente una fuerza social y política de liberación nacional. Fuerza que es heterogénea, y convoca a trabajadores en sus distintas fracciones obreras y profesionales y en sus distintas situaciones –ocupados formales, informales, “independientes”, desocupados- intelectuales, pequeños y medianos empresarios nacionales, pueblos-nacionalidades indígenas, campesinos y pequeños productores agrarios de las economías regionales, movimientos sociales, feministas, culturales, religiosos “tercermundistas”. Según sea la conformación histórico-social de cada país.
Las transformaciones no devienen mágicamente de discursos y proclamas emancipatorias. Nunca fue así, ni lo será. Se organizan y ejecutan al calor de las disputas por el poder.
Es que, entre otras, la DEA, la USAID y la cada vez más prolífera red de think tanks y ONGs nacidas al calor del capitalismo tardío son actores con distinto grado de institucionalización, de la compleja red de gobernanza global. Es decir, son medios de maniobra geopolítica legitimados en la superestructura política y realizada por representantes glocales.
Además, la preocupación por el cambio climático es el gran mascarón de proa del proyecto globalista en relación a la cuestión energética. Empujada por la transición a una economía menos basada en recursos fósiles y más en una matriz diversificada de recursos naturales estratégicos en función de la cuarta revolución industrial, que necesita para su desarrollo de otras materias primas.
En este sentido, América Latina constituye un espacio privilegiado, y por ello, territorio en el centro de la disputa interimperialista por la apropiación y explotación de la fuente de energías limpias y sustentables. Biden tiene una clara hoja de ruta y un renovado organigrama de gobierno dispuesto para ello (3).
El litio, “oro blanco” en la jerga, resulta indispensable en la producción de baterías para multiplicidad de dispositivos móviles y medios de transporte y para infraestructuras que permiten el almacenamiento de energía a gran escala (los llamados acumuladores con base en litio).
«Quien controle, por un lado, el precio del recurso en bruto y, por otro, el umbral de innovaciones tecnológicas requerido para la fabricación de baterías de ion litio, de vehículos eléctricos y acumuladores de energía a valores comercializables -rompiendo el “techo de cristal” del mercado y desplomar los costos de equipos de generación renovable- tendrá acceso a un mercado planetario de dimensiones inconmensurables» (Dufour, 2021).
El “triángulo” conformado entre Argentina, Bolivia y Chile en la zona andina de nuestros países concentra el 51% de los recursos totales del mineral y casi el 85 % de las reservas probadas de litio del mundo, de fácil acceso (4).
¿Nueva hora de los pueblos?
La histórica batalla por la soberanía sobre nuestros recursos, su industrialización en origen y su explotación sustentable, retorna una y otra vez al primer plano del análisis, si es que somos capaces de asumir la necesidad de reconstrucción de un mundo pospandemia, con mayor justicia social, independencia económica y soberanía política, que redunden en calidad de vida de la población y desarrollo sostenible en nuestra región.
En este sentido, el papel de los gobiernos nacionales es fundamental, pero como cada vez más demuestra la renovada arquitectura mundial, no alcanza sin un esquema de alianzas con mayor escala. La Patria Grande articulada con un programa estratégico en los ámbitos de relevancia de la realidad política y económica, es una imperiosa necesidad.
Esta coyuntura crítica y de transformación del sistema socio productivo, pero también político cultural, es un terreno fértil para la toma de definiciones nacionales y regionales contundentes; puesto que parece que se abre un escenario de reflujo favorable, con gobiernos como los de Alberto Fernández en Argentina, Andrés Manuel López Obrador en México, Luis Arce Catacora en Bolivia y los posibles desenlaces en Perú este año con Pedro Castillo o Brasil en 2022 con Lula Da Silva como candidato a la presidencia 5.
Son los pueblos organizados el núcleo central de estos proyectos políticos. Las transformaciones sociales articulan necesariamente una fuerza social y política de liberación nacional. Fuerza que es heterogénea, y convoca a trabajadores en sus distintas fracciones obreras y profesionales y en sus distintas situaciones –ocupados formales, informales, “independientes”, desocupados- intelectuales, pequeños y medianos empresarios nacionales, pueblos-nacionalidades indígenas, campesinos y pequeños productores agrarios de las economías regionales, movimientos sociales, feministas, culturales, religiosos “tercermundistas”. Según sea la conformación histórico-social de cada país.
Las transformaciones no devienen mágicamente de discursos y proclamas emancipatorias. Nunca fue así, ni lo será. Se organizan y ejecutan al calor de las disputas por el poder.
Los levantamientos populares recientes y en desarrollo, como observamos a partir de finales del 2019 (para hacer un acotado recorte) con el recalentamiento de la coyuntura latinoamericana de la mano del estallido en Chile, sumado a las protestas sociales en Ecuador, Perú, Colombia y Brasil por ejemplo, expresan las fuerzas vivas del pueblo nuestroamericano.
Un pueblo indio, mestizo, negro, criollo, pero también cada vez más ciudadano global digital, socializado y mediado por innumerables plataformas y espacios virtuales donde se tensiona la construcción del sentido compartido, enfrentado al sentido que el neoliberalismo tardío representado por Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia, Jair Bolsonaro en Brasil o Lenin Moreno y Guillermo Lasso en Ecuador, procura alimentar para mantenernos mansos y obedientes a la estrategia imperialista de coloniaje.
No hay recetas, nunca las hubo. Pero sí debemos aspirar a la claridad de un proyecto común y mancomunar esfuerzos entre los aparatos nacionales de poder público bajo el gobierno de proyectos nacionales y populares, las organizaciones libres del pueblo y las redes de ciudadanas y ciudadanos movilizados por múltiples causas populares, bajo una estrategia de alcance regional. Que sea hora de los pueblos, del pueblo latinoamericano, se trata más que nunca de una labor inconclusa que nos convoca a todas y todos.
Notas
1. González nació en Colombia y creció en Nueva York. Graduado en la Escuela del Servicio Exterior en la Universidad de Georgetown, fue voluntario en las Fuerzas de Paz para Guatemala y asesor de Biden mientras fue vicepresidente. Durante abril de este año, realizó una gira de cuatro días por Colombia, Argentina y Uruguay, donde se reunió con funcionarios locales para discutir “sobre recuperación económica, seguridad y desarrollo rural, la crisis migratoria venezolana y el liderazgo climático regional de Colombia», según un comunicado oficial de la Casa Blanca.
2. La situación de las y los migrantes llegados a la frontera, en condiciones inhumanas merecería un apartado en sí mismo por las consecuencias en términos humanitarios.
3. Estados Unidos volvió al Acuerdo de París sobre el cambio climático, el mismo 20 de enero, día de la asunción presidencial. Biden declaró «Vamos a combatir el cambio climático de una forma que no habíamos intentado hasta ahora. Esperamos el liderazgo de Estados Unidos en la aceleración del esfuerzo mundial hacia un cero neto [en las emisiones de carbono], inclusive presentando una nueva contribución nacional con metas ambiciosas para 2030 y financiación climática antes de la COP26 en Glasgow a finales de este año». Además, se crearon 8 carteras nacionales que refieren al sector energético y climático.
4. No es casual que Elon Musk, dueño y CEO de Tesla –principal fabricante de automóviles eléctricos e impulsor de la criptomoneda dogecoin- haya expresado en relación al golpe de Estado contra Morales y García Linera que sumió en la dictadura durante 11 meses al pueblo boliviano, “Nosotros golpearemos a quien queramos”.
5. Pero tampoco es desdeñable el papel que juegan las comunidades afectadas por la voracidad capitalista, que no parecen estar dispuestas a seguir solo resistiendo y hasta logran, en algunos casos con movilización de calle, frenar iniciativas corporativas.
Un pueblo indio, mestizo, negro, criollo, pero también cada vez más ciudadano global digital, socializado y mediado por innumerables plataformas y espacios virtuales donde se tensiona la construcción del sentido compartido, enfrentado al sentido que el neoliberalismo tardío representado por Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia, Jair Bolsonaro en Brasil o Lenin Moreno y Guillermo Lasso en Ecuador, procura alimentar para mantenernos mansos y obedientes a la estrategia imperialista de coloniaje.
No hay recetas, nunca las hubo. Pero sí debemos aspirar a la claridad de un proyecto común y mancomunar esfuerzos entre los aparatos nacionales de poder público bajo el gobierno de proyectos nacionales y populares, las organizaciones libres del pueblo y las redes de ciudadanas y ciudadanos movilizados por múltiples causas populares, bajo una estrategia de alcance regional. Que sea hora de los pueblos, del pueblo latinoamericano, se trata más que nunca de una labor inconclusa que nos convoca a todas y todos.
Notas
1. González nació en Colombia y creció en Nueva York. Graduado en la Escuela del Servicio Exterior en la Universidad de Georgetown, fue voluntario en las Fuerzas de Paz para Guatemala y asesor de Biden mientras fue vicepresidente. Durante abril de este año, realizó una gira de cuatro días por Colombia, Argentina y Uruguay, donde se reunió con funcionarios locales para discutir “sobre recuperación económica, seguridad y desarrollo rural, la crisis migratoria venezolana y el liderazgo climático regional de Colombia», según un comunicado oficial de la Casa Blanca.
2. La situación de las y los migrantes llegados a la frontera, en condiciones inhumanas merecería un apartado en sí mismo por las consecuencias en términos humanitarios.
3. Estados Unidos volvió al Acuerdo de París sobre el cambio climático, el mismo 20 de enero, día de la asunción presidencial. Biden declaró «Vamos a combatir el cambio climático de una forma que no habíamos intentado hasta ahora. Esperamos el liderazgo de Estados Unidos en la aceleración del esfuerzo mundial hacia un cero neto [en las emisiones de carbono], inclusive presentando una nueva contribución nacional con metas ambiciosas para 2030 y financiación climática antes de la COP26 en Glasgow a finales de este año». Además, se crearon 8 carteras nacionales que refieren al sector energético y climático.
4. No es casual que Elon Musk, dueño y CEO de Tesla –principal fabricante de automóviles eléctricos e impulsor de la criptomoneda dogecoin- haya expresado en relación al golpe de Estado contra Morales y García Linera que sumió en la dictadura durante 11 meses al pueblo boliviano, “Nosotros golpearemos a quien queramos”.
5. Pero tampoco es desdeñable el papel que juegan las comunidades afectadas por la voracidad capitalista, que no parecen estar dispuestas a seguir solo resistiendo y hasta logran, en algunos casos con movilización de calle, frenar iniciativas corporativas.
Solange Martínez
Prof. de Psicología (UNSL). Diplom. Univ. en Género y Gestión Institucional (UNDEF). Maestranda en Sociología Política Internacional (UNTREF). Integrante del CEIL Ugarte de la UNLa y del Equipo Editorial del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)..
Prof. de Psicología (UNSL). Diplom. Univ. en Género y Gestión Institucional (UNDEF). Maestranda en Sociología Política Internacional (UNTREF). Integrante del CEIL Ugarte de la UNLa y del Equipo Editorial del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)..