Alberto Rodríguez García
21 jun 2021
Vista aérea del Valle del Nilo, Egipto, 9 de abril de 2021Amr Abdallah Dalsh / Reuters
Tres estados al borde de un enfrentamiento directo, dos organizaciones supranacionales y un río. Esta nueva era ha traído consigo nuevos problemas, y con ello, provocará nuevas guerras; la Gran Presa del Renacimiento en Etiopía es el mayor ejemplo de cómo el agua es una nueva razón de disputa, más relevante incluso que el petróleo.
Tres estados al borde de un enfrentamiento directo, dos organizaciones supranacionales y un río. Esta nueva era ha traído consigo nuevos problemas, y con ello, provocará nuevas guerras; la Gran Presa del Renacimiento en Etiopía es el mayor ejemplo de cómo el agua es una nueva razón de disputa, más relevante incluso que el petróleo.
Vayamos al principio, ¿qué es la Gran Presa del Renacimiento y por qué su construcción ha provocado una crisis que involucra a Egipto, Sudán, Etiopía, la Unión Africana y una Liga Árabe que la semana pasada pidió la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas?
El Gobierno etíope está construyendo –con la ayuda de la compañía italiana WeBuild Group– una presa con la esperanza de generar energía suficiente como para poder desarrollar de manera independiente el país, donde más de la mitad de la población todavía no tiene acceso a electricidad. Pero la presa la está construyendo –y aquí el origen de todo el problema– en la principal afluente del Nilo; un Nilo del que Sudán y Egipto dependen para cubrir la absoluta mayoría de su consumo de agua dulce y potable. Tal es así que en marzo de 2021 el presidente egipcio, Abdelfatah el-Sissi, afirmaba que las aguas del Nilo eran intocables. Sin embargo, parece que las amenazas y las críticas de Cairo y Jartum (Sudán) no le han importado lo más mínimo a Adís Abeba, y es que los etíopes siguen adelante con la construcción de lo que se espera que en dos años se haya convertido en el mayor generador hidroeléctrico del continente y de los mayores del mundo.
Pero volviendo al origen de la disputa, esta vez ya no es una cuestión de recursos energéticos y puro negocio para las empresas depredadores. Esta vez se trata de agua. Un agua necesaria para que las naciones sobrevivan, y es que las aspiraciones etíopes son tan grandes que nadie es capaz de predecir qué pasará con el agua del afluente. En esencia, nadie sabe qué impacto tendrá la presa en el Nilo y para los países que viven gracias al río. Es imposible predecir cuánta agua dejará de llegar en lo que se llenan los miles de millones de litros cúbicos que se requieren porque Etiopía se niega a dar unas garantías.
La incapacidad de la Unión Africana y de la Liga Árabe para lograr un acuerdo entre las partes, que EEUU ya hubiese fracasado con Trump en este cometido, que el Consejo de Seguridad de la ONU sea incapaz de hacer nada, la incertidumbre, en definitiva, solo es calor que se va añadiendo a una olla a presión a punto de estallar. Etiopía, mientras, sabiéndose en la posición dominante, intenta evitar cualquier resolución favorable a Egipto y Sudán, apelando para ello en la ilegitimidad del panarabismo que esgrimen Jartum y Cairo para intentar que sus aliados de la Liga Árabe los ayuden.
La incapacidad de la Unión Africana y de la Liga Árabe para lograr un acuerdo entre las partes, que EEUU ya hubiese fracasado con Trump en este cometido, que el Consejo de Seguridad de la ONU sea incapaz de hacer nada, la incertidumbre, en definitiva, solo es calor que se va añadiendo a una olla a presión a punto de estallar. Etiopía, mientras, sabiéndose en la posición dominante, intenta evitar cualquier resolución favorable a Egipto y Sudán, apelando para ello en la ilegitimidad del panarabismo que esgrimen Jartum y Cairo para intentar que sus aliados de la Liga Árabe los ayuden.
La Gran Presa del Renacimiento en Guba Woreda, Etiopía, septiembre de 2019Tiksa Negeri / Reuters
La sequía ya es una realidad en partes del mundo. Desde Basora hasta Jordania, de Oriente Medio a África occidental atravesando todo el Sahel, el Cuerno de África no es una excepción. Puede parecer legítimo que Etiopía quiera soberanía energética y maneje sus recursos como quiera, porque además es una manera de paliar la pobreza de su población –con energía barata y recuperando tierras de cultivo–, pero hay que tener en cuenta el contexto global.
El agua se está convirtiendo en una incertidumbre, y no solo afecta a algo tan necesario como hidratarse. Sin agua no hay vida, tampoco hay prosperidad, y la agricultura y ganadería mueren. Y la muerte de gran parte de la agricultura egipcia, a tres mil kilómetros de Etiopía, es una consecuencia innegable de que estos corten no solo uno de las principales afluentes del Nilo, sino el mismísimo Nilo Azul; el mayor afluente que al juntarse con el Nilo Blanco en Sudán forma el famoso río africano de seis mil kilómetros. Es una consecuencia innegable porque la mala situación actual, agravada por una peor gestión y años de caos político-social y un aumento exponencial de la población, ya han hecho que se pierda una enorme cantidad de cultivos en torno al Nilo. Hoy Egipto ya es uno de los países con menos agua per cápita del mundo, y Etiopía todavía no ha terminado la construcción de la Gran Presa del Renacimiento.
El mayor proyecto hidroeléctrico del mundo: magnate busca desarrollar en África una enorme planta con más capacidad que la Presa de las Tres Gargantas
A Etiopía ya le queda poco para finalizar la construcción de su Gran Presa, que está terminada en un 80%. Entretando no se ha conseguido ningún acuerdo, la postura de Cairo y Adís Abeba son cada vez más irreconciliables, y el miedo penetra en la mente de todos los egipcios: desde el obrero hasta el agricultor, y ni siquiera la élite política y económica se libran. La presa se terminará, eso está garantizado, pero lo que llegará después es pura incertidumbre. Una sequía de varios años, muy seguramente, podría provocar la primera guerra del agua. La primera, porque terminará habiendo más.
@AlRodriguezGar
La sequía ya es una realidad en partes del mundo. Desde Basora hasta Jordania, de Oriente Medio a África occidental atravesando todo el Sahel, el Cuerno de África no es una excepción. Puede parecer legítimo que Etiopía quiera soberanía energética y maneje sus recursos como quiera, porque además es una manera de paliar la pobreza de su población –con energía barata y recuperando tierras de cultivo–, pero hay que tener en cuenta el contexto global.
El agua se está convirtiendo en una incertidumbre, y no solo afecta a algo tan necesario como hidratarse. Sin agua no hay vida, tampoco hay prosperidad, y la agricultura y ganadería mueren. Y la muerte de gran parte de la agricultura egipcia, a tres mil kilómetros de Etiopía, es una consecuencia innegable de que estos corten no solo uno de las principales afluentes del Nilo, sino el mismísimo Nilo Azul; el mayor afluente que al juntarse con el Nilo Blanco en Sudán forma el famoso río africano de seis mil kilómetros. Es una consecuencia innegable porque la mala situación actual, agravada por una peor gestión y años de caos político-social y un aumento exponencial de la población, ya han hecho que se pierda una enorme cantidad de cultivos en torno al Nilo. Hoy Egipto ya es uno de los países con menos agua per cápita del mundo, y Etiopía todavía no ha terminado la construcción de la Gran Presa del Renacimiento.
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A Etiopía ya le queda poco para finalizar la construcción de su Gran Presa, que está terminada en un 80%. Entretando no se ha conseguido ningún acuerdo, la postura de Cairo y Adís Abeba son cada vez más irreconciliables, y el miedo penetra en la mente de todos los egipcios: desde el obrero hasta el agricultor, y ni siquiera la élite política y económica se libran. La presa se terminará, eso está garantizado, pero lo que llegará después es pura incertidumbre. Una sequía de varios años, muy seguramente, podría provocar la primera guerra del agua. La primera, porque terminará habiendo más.
@AlRodriguezGar