11 dic 2023

EL GRAN FESTEJO DEL PODER DOMINANTE CIPAYO

La crisis profunda argentina y un presidente atado a sus promesa de campaña

Rubén Armendáriz

Dic 10, 2023




La asunción del ultraderehista Javier Milei -como presidente de Argentina- activa grandes temores justificados. Aún falta terminar de delinear los verdaderos contornos del experimento de gobierno que está por comenzar, pero ya sobran interrogantes que no están claros porque probablemente no los tengan claros ni siquiera los mismos protagonistas. La crisis profunda (política, económica, social) que atraviesa Argentina es el fundamento esencial para que este grupo haya llegado hasta donde llegó.

Como es costumbre desde hace 40 años, prestó su juramento en el Día Internacional de los Derechos Humanos, algo con lo que no simpatiza, Ni siquiera designó un enlace de transición con las autoridades salientes de esta secretaría de gobierno y tampoco con el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad.

Después de una transición desconcertante, su primer gesto como presidente fue darle la espalda al Congreso y pronunciar el discurso inaugural ante sus partidarios: “Hoy damos por terminada una larga y triste historia de decadencia y declive”, dijo Milei luego de asumir la Presidencia, frente a sus seguidores.

En su discurso, Javier Milei resaltó que «para principios del siglo XX éramos el faro de occidente. Nuestras costas recibían con brazos abiertos a millones de inmigrantes que se escapaban de una Europa devastada en búsqueda de un horizonte de progreso. Lamentablemente nuestra dirigencia decidió abandonar el modelo que nos había hecho ricos y abrazaron las ideas empobrecedoras del mundo».

Un grupo de seguidores que tomó en serio sus promesas de campaña organizó un “velorio del Banco Central”: llevaron allí coronas y repartieron folletos con forma de avisos fúnebres. “Con pesar despedimos al BCRA, institución marcada por políticas intervencionistas y emisiones inflacionarias”, decía el jocoso texto.

Por las mismas horas el designado presidente de la entidad, Santiago Bausili, salía a informar: “No cierra el Banco Central mientras yo esté ahí”.

Nunca en la historia argentina un candidato a presidente ganó las elecciones repitiendo una y otra vez que venía a hacer un ajuste feroz. Nunca en cuarenta años de democracia un candidato a presidente citó de manera textual, sin medias tintas, a un genocida para referirse a los crímenes de la última dictadura militar. Nunca hubo un presidente cuyo horizonte programático explícito haya sido destruir al Estado.

Pero cuidado: Milei demostró tener más carisma que los últimos dos presidentes, que jamás se vieron rodeados por multitudes que los vitorearan. Él se dirige a las masas, abre sus brazos y repite oraciones de su plataforma política como si fueran mantras. ¿Un predicador del dolor? Nadie lo votó para estar peor: el desencanto para con el anunciado programa de estanflación será rápido y lo obligará a rever sus planes.

El líder de La Libertad Avanza (LLA), partido que Milei fundó en Buenos Aires en 2021, supo ganarse el voto de más de la mitad del electorado argentino con un discurso antipolítica, promesas de cambios profundos y propuestas radicales que fue suavizando —y hasta descartando— con el correr de la campaña, como la dolarización y el fin de lo que él llama «la casta» o «los mismos de siempre». Buena parte de esa dirigencia, mal le pese a varios de sus votantes, integran su gabinete.


Cuando entran en crisis los sistemas y las representaciones políticas se produce la emergencia de outsiders que vienen desde un supuesto afuera para solucionar lo que está mal adentro. Personajes mesiánicos, más o menos carismáticos de mano de los medios hegemónicos, armados -dicen- con otra racionalidad y con soluciones facilistas o “mágicas”. La rareza de estos personajes es directamente proporcional a la profundidad de la crisis.

No todo outsider se transforma en un líder que puede implementar su programa o su política, que puede darle una solución a la crisis. Tienen que mediar ciertas condiciones económicas, políticas, internacionales y de relaciones de fuerza. Tienen que encontrar una estructura en la que apoyarse (el Partido Justicialista en el caso de Carlos Saúl Menem y Néstor Kirchner), tienen que ganar ciertas batallas y contar con dotes propios, alguno al menos.

Los opinadores y analistas se esforzaron en relatar qué significó la contundente victoria de Milei en el balotaje, según se destaquen unos u otros de los factores que le aportaron la mayoría de los votos. El apoyo de 14,5 millones de ciudadanos tuvo motivos diversos, y pocas dudas caben de que el nuevo gobierno impulsará medidas perjudiciales para la mayoría de sus votantes. Hoy temen que en vez de corregir errores, el nuevo gobierno sume muchos otros, para seguir barranca abajo, en una espiral de odios y violencias.


Karina Milei, «la Jefa», la hermana ¿y primera dama?

Es importante entender bien por qué se llegó a esta situación. Las ideas defendidas por Milei en su rápido ascenso fueron tan extremistas que han llevado a que se considere al expresidente neoliberal Mauricio Macri -quien hoy es máximo apoyo político- como un representante de la “derecha moderada”, e incluso a la esperanza de que pueda frenar los desvaríos del nuevo presidente, que quiere convertir al país en un laboratorio de ensayo para doctrinas grotescas.

Con independencia de que Milei pueda hacer los disparates que prometió o “apenas” sirva como mascarón de proa para un nuevo gobierno macrista, e incluso con independencia de los avances que logren las fracciones más reaccionarias que lo apoyan, con sus propias agendas de “batalla cultural”, hay que pensar por qué el futuro inmediato sólo puede ser malo, muy malo o desesperante.

Milei tuvo el apoyo la derecha antiperonista histórica, y él alega que uno de sus grandes objetivos es aniquilar las políticas de intervención estatal y justicia social que han sido centrales en sus gobiernos. Lo extraño es que gran parte de los votantes de Milei son personas excluidas, desamparadas y hundidas en la precariedad, pese a los subsidios, las políticas sociales y el avance de la agenda de derechos, que ya no esperan que el Estado vaya a salvarlas y sueñan con salvarse solas.

Estas personas representan el fracaso de las promesas e ilusiones asociadas con el peronismo y, sobre todo, del olvidable presidente Alberto Fernández: la pobreza de más del 40% de la población, su empobrecimiento, va mucho más allá de lo económico, y se suma al hambre y al gran aumento de la desigualdad. Fernández tiene gran responsabilidad en el surgimiento de esta sociedad descreída e irritada, a la que no supo escuchar e interpretar en las elecciones de este año y que cayó, mayoritariamente, en el error de creer que nada podía ser peor.


Los protagonistas del recambio de un tercio del Senado y de una mitad de la Cámara Baja juraron el último jueves. Responden a una geografía numérica donde el panperonismo sigue siendo primera minoría, frente a un nuevo oficialismo que, para los próximos dos años, sólo contará con 7 de los 72 senadores y 37 o 38 de los 257 diputados.

Milei tiene previsto aferrarse al resultado electoral para que no termine en una derrota legislativa el período de sesiones extraordinarias que convocará. El examen será para el paquete de leyes que prepara y, en especial, el próximo ministro coordinador Nicolás Posse, que deberá sopesar las propuestas que tienen para llevar al Parlamento o, en caso de considerarlo necesario, firmar decretos de necesidad y urgencia. No hablan de «ley ómnibus» sino de la «ley tren» porque comprende un paquete de proyectos encadenados entre sí.

Triste, solitario, final

El presidente saliente, Alberto Fernández, deja el gobierno con varias deudas pendientes y una crisis socioeconómica más grave que cuando asumió, en 2019. Cerca de la mitad de la población vive en la pobreza, la inflación superará el 160 % anual en diciembre, hay escasas reservas en dólares, un déficit fiscal del 3 % del PBI y una deuda récord que habrá que seguir pagando durante varios años.

La devaluación de agosto, tras la victoria de Milei en las elecciones primarias, empeoró la situación. Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica la pobreza multidimensional urbana ascendió al 44,7 % del total de la población y al 62,9 % de niños y adolescentes: 17,5 millones de argentinos están sumergidos en niveles bajos de ingresos, vivienda precaria, salud y educación insuficiente o inseguridad alimentaria. El 9,6 % está en niveles de indigencia.

La liberación de los precios se adelantó una semana a la asunción del gobierno de Javier Milei y cayó sobre los hogares de la clase media y los trabajadores con aumentos que superaron la barrera del 50%.La liberación de los precios se adelantó a la asunción de Milei y anticipa un diciembre caliente, por una combinación de la debilidad del gobierno que se iba y los mensajes que lanza el que viene, que se declaró en contra de los acuerdos de precios y a favor de dejar los valores de los productos de consumo a la suerte del mercado.



En su despedida, el presidente saliente volvió a dejar en claro que vivía en una realidad ajena a la inmensa mayoría de la población. Con un mensaje grabado que duró 32 minutos, enumeró lo que calificó como «logros» de su gestión y se autoexculpó mencionando la deuda del macrismo, la pandemia y los efectos de la guerra y la sequía.

Se fue un presidente que llegó hablando contra la deuda con el Fondo Monetario Internacional y luego ató su destino a sus órdenes y de los grandes grupos económicos. «Guardo el dolor de no haber mejorado la vida de quienes aún están en la pobreza» aseguró, tras cuestionar y relativizar las preocupantes mediciones oficiales.

Se fue un presidente “peronista” que se dio el lujo de “suicidar” 78 años de historia del movimiento político-social más grande de América Latina.

*Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)