Icíar Gutiérrez
01/09/2017
01/09/2017
2 de septiembre de 2015. Dos policías turcos trabajan junto al cuerpo sin vida de Aylan Kurdi, un niño refugiado ahogado, en la costa del pueblo de Bodrum, Mugla, Turquía. EFE
Más de 500 menores han muerto en el Mediterráneo dos años después de la aparición del cuerpo sin vida de Aylan Kurdi en una playa turca. Las ONG alertan del peligro que puede suponer las restricciones de Libia e Italia a los barcos que rescatan miles de niños en el Mediterráneo. "Hay un virus de insensibilidad absoluta que ha neutralizado a los gobiernos. Da igual que mueran 2.000 o 12.000. Les da lo mismo", dice Save The Children
"El 2 de septiembre de 2015 me levanté muy temprano. No podía dormir y no sabía por qué. Miré mi teléfono. Tenía muchas llamadas perdidas de mi familia y sabía que algo iba mal. Me contaron que mi cuñada Rehan y mis dos sobrinos, Ghalib y Aylan Kurdi, se habían ahogado. Recuerdo arrodillarme y gritar tan fuerte como pude: '¿Por qué ahora? ¿Por qué ellos? ¿Por qué yo no? Dios, ya basta. Ya basta de sufrimiento".
Tima Kurdi aún tiene que guardar silencio para contener las lágrimas que le produce recordar el día en que la fotografía del diminuto cuerpo sin vida de su sobrino pequeño, Aylan, en una playa turca dio la vuelta al mundo y se convirtió en un símbolo de la tragedia de las personas que arriesgan su vida para alcanzar suelo europeo en busca de refugio.
"Estaba en todos los medios del mundo. Demasiada gente inocente había muerto en la guerra y de hambre, pero guardábamos silencio. Hizo falta una sola foto, la foto de ese pequeño niño en la playa, para empujarnos a ser humanos", opina esta peluquera siria en el vídeo de su conferencia TEDx en Canadá, país al que emigró hace 25 años.
Desde allí, dice, intentó sacar por todos los medios a su hermano Abdulah, su cuñada y sus sobrinos de la guerra en la ciudad siria de Kobane, tal y como se conoció poco después de la muerte del pequeño. "Hice lo que hubierais hecho cualquiera de vosotros con vuestras familias. Les envié dinero", apunta. "Decidí tratar de traerlos como refugiados. Lo intenté. Varias organizaciones, muchas llamadas de teléfono... Pero no se me escuchó. Nuestra frontera estaba cerrada y nuestro sistema estaba creado para fallar. Mi hermano y su familia decidieron ir a Europa", lamenta la tía de Aylan.
Aylan Kurdi, símbolo de la tragedia de los refugiados sirios EFE
El final es de sobra conocido. Todos murieron en su intento de cruzar la estrecha franja que separa Turquía de la isla griega de Lesbos, excepto Abdulah, que ahora vive en el Kurdistán iraquí. "Recuerdo la llamada de mi hermano. Había perdido a su familia entera. Llorando, me decía: 'La foto de mi hijo es una llamada al mundo. Basta de sufrimiento y muertes. Vamos a unir nuestras voces", relata la mujer.
El llamamiento no ha tenido el efecto que esperaban: desde entonces, más de 500 menores han muerto ahogados en el Mediterráneo en su intento de llegar a las costas europeas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Junto al padre del niño, Tima Kurdi puso en marcha a finales del año pasado una fundación en honor a Aylan y Ghalib para prestar ayuda a los menores que viven en los campos de refugiados. "Me dije a mí misma: si no pude salvar a mi familia, voy a salvar a otras", sentencia.
20.300 menores atrapados en Grecia
Una camiseta roja, un pequeño pantalón vaquero, las olas que impactan contra un niño de tres años que yace boca abajo sobre la arena. Se cumplen dos años de aquella imagen que despertó un aluvión de declaraciones grandilocuentes. "Desde la muerte de Aylan, todo ha ido a peor para los refugiados. Ha sido muy perjudicial porque, lejos de aumentar la sensibilidad de Europa, se ha decidido subir las vallas, cerrar las fronteras y que no haya vías legales de acceso a suelo europeo", afirma David del Campo, director de cooperación internacional de Save The Children.
"Ineficacia, irresponsabilidad e inhumanidad. Ese es el balance dos años después. No hay una mejor gestión migratoria. Los traficantes están en su mejor momento, aplauden las decisiones de la UE", prosigue en una conversación con eldiario.es.
Dos niñas refugiadas esperan para registrarse tras haber cruzado la frontera entre Serbia y Croacia. Septiembre de 2015. EFE
La muerte del pequeño Aylan fue un punto de inflexión temporal que derivó en un plan de reparto de refugiados que los países europeos, entre ellos España, no han aplicado. La Unión Europea pasó, en pocos meses, de un discurso de acogida de refugiados, forzado por tragedias como las del niño kurdo, al acuerdo con Turquía en marzo de 2016 que frenó las llegadas a Grecia.
A día de hoy, alrededor de 20.300 menores refugiados permanecen atrapados en Grecia a la espera de que se cumplan los compromisos de reubicación, según Save The Children. "Cada vez hay menos organizaciones y cada vez es más difícil hacer nuestro trabajo", asegura Del Campo, quien recuerda que a falta de 26 días para que se cumpla la fecha límite solo han llegado a España 1.888 personas, un 10,8% de lo comprometido. "Era una gran mentira. Sabían desde el inicio que no se iba a cumplir", recalca.
Sara Collantes, especialista de políticas de infancia de Unicef comité español, hace hincapié en cómo el bloqueo de las llegadas a través del Egeo ha acentuado la vía italiana, a través del Mediterráneo central, y ha aumentado el número de muertes. Nueve de cada diez niños que emprenden esta ruta viajan solos. "Aylan viajaba en familia, que son también colectivos muy vulnerables, pero el 92% de los niños que llegan a Italia son menores no acompañados", precisa Collantes.
Las rutas, explica la responsable de Unicef, son ahora "más costosas" y peligrosas para estos menores. "Están sometidos a una explotación enorme. Desde la foto de Aylan, los niños migrantes y refugiados no ocupan los titulares, a pesar de que la situación es dramática en países de tránsito, como Libia, y en la propia Europa", comenta Collantes.
Aumentan las restricciones a los rescates
Este verano, las ONG que salvan vidas en el Mediterráneo han visto que Italia y Libia han "incrementado las restricciones" a sus labores de rescate. El país europeo ha impuesto un polémico código de conducta a estas organizaciones, que aseguran que ya actúan de acuerdo al derecho marítimo internacional. Libia ha aumentado el acoso a las embarcaciones y ha extendido su zona de búsqueda y rescate (SAR). Esta decisión provocó que algunas ONG, como Médicos Sin Fronteras y Save The Children, decidieran suspender temporalmente sus operaciones de salvamento.
Amena (nombre ficticio), una niña siria de cinco años es traída a bordo del Vos Hestia por los miembros del equipo de Save the Children, el 12 de octubre de 2016. | Foto: Jonathan Hyams/Save the Children
Con la medida, Libia ha aumentado su control a 70 millas desde la línea de la costa. "Es seis veces más que antes, lo que complica mucho las operaciones. A los que salvamos, nos alejan. No nos quieren ahí, somos testigos incómodos. Primero metieron el discurso de que hay terroristas entre los refugiados, después hablaban del 'efecto llamada' y después, esto del código de conducta", resume el responsable de Save The Children, que ha reanudado hace algo más de una semana sus operaciones en el Mediterráneo central.
En lo que va de año, 2.244 personas migrantes y refugiadas han muerto en esta ruta, según la OIM. "Si con todos los operativos de las ONG han fallecido todas estas personas, ¿qué va a pasar con estas restricciones? Se pueden poner en peligro muchas vidas. La verdadera solución pasa por más solidaridad entre los países de la UE. Que permitan desembarcar en otras zonas y asuman la protección de los menores en riesgo", añade la representante de Unicef.
"Hay un virus de insensibilidad absoluta"
Dos años después de la muerte de Aylan, la situación de los menores refugiados es uno de los desafíos "más urgentes", según Collantes, quien insiste en la necesidad de garantizarles el derecho a la educación. Del Campo sostiene la importancia de la atención a la salud mental para superar el trauma de haber presenciado tanta violencia o de haberse jugado la vida en el mar a su corta edad.
"Vienen de estar asediados por bombardeos durante meses y los atrapan y retienen como delincuentes. Cuando alcanzan Europa, que debería ser su espacio de seguridad, los tienen en pésimas condiciones y les niegan el estatus de refugiados a pesar de que está comprobado que huyen de la guerra. Es una atrocidad, un crimen. Su recuperación va a ser muy complicada", comenta.
"Desde Aylan no ha cambiado la tibieza y la lentitud en la respuesta. Los avances son muy lentos, lo que choca con la urgencia del problema. No vale este ritmo, hay que hacer un esfuerzo mayor", esgrime la responsable de Unicef. "Hay un virus de insensibilidad absoluta que ha neutralizado a los Gobiernos. Da igual que mueran 2.000 o 12.000. Les da lo mismo lo que le digamos, toman decisiones erróneas. España y Europa no son más seguras por dejar morir a la gente ahogada. Sí lo son si garantizan un alto cumplimiento de los derechos en su territorio", sentencia Del Campo.
Los otros 'Aylan'
Entre todos los menores que han fallecido intentando alcanzar las costas europeas este 2017 se encuentra el que muchos han denominado el 'Aylanespañol'. El cuerpo sin vida de Samuel fue localizado el pasado enero en una playa de Barbate (Cádiz) después de que intentara cruzar el Estrecho en patera junto a su madre, Véronique, también fallecida. La mujer, procedente de República Democrática del Congo, tomó esta decisión después de que la UE le denegara un visado para tratarse un tumor.
Veronique, la madre de Samuel, muertos mientras trataban de llegar a las costas andaluzas.
No se trata de una tragedia exclusiva de Europa. Imágenes similares a la del niño Aylan se suceden también en el sudeste asiático. Mohamed Shohayet, un bebé de 16 meses, viajaba con su familia hacia Bangladesh tratando de escapar de la persecución a los rohingya en el Estado de Rakáin (Myanmar), segúninformó en enero CNN. Un año antes, y pocos meses después de la imagen de Kurdi, también se había hecho viral la foto de Marcos Miguel Pano, un bebé mexicano asesinado a tiros junto a sus padres en Oaxaca.