Por Monica Bruckmann *
28 diciembre, 2018
Brasil en la escena mundial
Un balance de las últimas elecciones presidenciales en Brasil y del proceso político correspondiente merece un esfuerzo analítico cuidadoso y desprejuiciado de fenómenos políticos y sociales nuevos, de la reinvención de viejas estrategias y, sobre todo, de la capacidad de adaptación de las fuerzas conservadoras a nivel regional y mundial.
Después de un ciclo de quince años de gobiernos progresistas, de izquierda o de centro-izquierda, como prefiera el lector, en América Latina se evidenciaron importantes avances en algunos aspectos sociales, económicos y políticos de gran relevancia:
Expansión del gasto público en políticas sociales que llevaron al incremento del consumo de grandes sectores de la población, reduciendo considerablemente los niveles de miseria y pobreza; aumento de la inversión en educación permitiendo el acceso al sistema universitario de un gran número de jóvenes, históricamente excluidos del sistema de educación superior; mejora de los sistemas públicos de salud; políticas afirmativas dirigidas a negros, indígenas y otras minorías demográficas; políticas de igualdad de género, etc. Estas políticas sociales generaron nuevos consumidores, pero no fueron capaces de generar ciudadanos conscientes del proceso de inclusión social de los que fueron parte.
Una nueva dinámica de la integración regional a partir de la creación de nuevos espacios regionales como la Unión de Naciones Suramericanas-UNASUR (2008), la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe-CELAC (2012), la Alianza Bolivariana para los pueblos-ALBA y la profundización de los procesos ya existentes, como Mercosur, que dejó de ser un espacio de integración estrictamente comercial para convertirse en un foro de cooperación científica, tecnológica, académica e inclusive, universitaria. La Universidad de la Integración Regional-UNILA, creada por el gobierno del presidente Lula en la región de la triple frontera, Foz de Iguazú, es un paradigma de la densidad de este proceso.
La visión integracionista, en este período, no era consensual entre los gobiernos de la región, pero ciertamente era hegemónica, de modo que consiguió arrastrar inclusive a gobiernos conservadores, que a pesar de no ser artífices del mismo, no pudieron oponerse a la corriente generada por una visión de integración basada, en mayor o menor medida, en un principio de soberanía frente a los intereses extra-regionales.
Tal vez uno de los momentos más altos de esta dinámica fue a partir de 2012, cuando la UNASUR se propone como eje central, a iniciativa de su entonces secretario general Alí Rodríguez Araque, una estrategia continental de aprovechamiento de los recursos naturales para el desarrollo integral de los países del bloque, que colocaba como prioridad los intereses locales, nacionales y regionales frente a las demandas de las transnacionales que operan en el sector de recursos naturales y frente a las estrategias de accesos y gestión de estos recursos por parte de las economías centrales y potencias hegemónicas.
Se puso en discusión el propio concepto de desarrollo: al final, de qué desarrollo estábamos hablando si, por ejemplo, la actividad minera que atendía la creciente demanda mundial de materias primas era la principal fuente de conflictos socio ambientales, de devastación ambiental y de expulsión de poblaciones locales que vivían en las regiones de grandes reservas de minerales estratégicos, ampliando las condiciones de pobreza y miseria de las mismas.
Una estrategia de aprovechamiento de estos recursos en la propuesta de UNASUR significaba la gestión económica de los mismos a través de políticas de industrialización y creación de cadenas de valor regionales, de la gestión ambiental para disminuir al mínimo nivel posible el impacto de la actividad extractiva y de transformación, de la soberanía tecnológica que pudiera sustentar procesos industriales regionales estratégicos y de la gestión social de los recursos naturales a través de la creación de mecanismos de participación en la toma de decisiones de las poblaciones afectadas por las actividades extractivas.
Esta propuesta estaba acompañada de la creación de algunos instrumentos fundamentales como un Servicio Geológico Suramericano, que fuera capaz de sistematizar la data geocientífica y los inventarios de recursos naturales producidos por los servicios geológicos de cada país, para luego devolverlos a los gestores públicos, academia y la ciudadanía da cada uno de los países.
Evidentemente este proyecto fue rápidamente visto como una amenaza a los intereses de las transnacionales que operan en el sector de minería y petróleo, que por lo general son las instituciones que generan y mantienen esta información inclusive, en muchos casos, fuera del alcance de los Estados nacionales donde operan. Además, este proyecto ponía en riesgo la centralidad del Servicio Geológico de los Estados Unidos –USGS, que recibe esta información de los países de la región y mantiene la base de datos más completa y actualizada que existe a nivel mundial en el área de minerales no fósiles.
La participación de la región, a través de Brasil, en los BRICS que se convirtió en uno de los principales foros de coordinación interestatal de cinco potencias emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Este espacio de coordinación cada vez más dinámico, con una Banca de Desarrollo cuyo capital supera los 600 mil millones de dólares (si sumamos el capital disponible del Banco de los BRICS y el Banco de Desarrollo Asiático), está redefiniendo la dinámica de la economía mundial del cual emergen nuevos alineamientos geopolíticos donde China y su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, en sus siglas en inglés: OBOR, ocupan un papel central.
Ascenso conservador
En este contexto, ¿qué significaron las últimas elecciones en Brasil? ¿Cuáles fueron los intereses que estaban en juego en este proceso? ¿Cómo pudo llegar el capitán en retiro Jair Bolsonaro y su recién creado Partido Social Liberal a la presidencia y a ser una de las mayores bancadas en el congreso en apenas una elección? Proceso que a otros partidos como al PT o al PSDB les costaron más de veinte años. Para intentar responder a estas preguntas enunciaremos algunas ideas, aún incipientes, que puedan ayudarnos entender este fenómeno sin precedentes en la historia de Brasil.
Lo primero que es importante destacar, es que en pocos meses la candidatura de Jair Bolsonaro se convierte en un movimiento, el Bolsonarismo. Y que este movimiento se convierte en un movimiento de masas, arrastrando consigo una posición inédita en número de diputados de los estados, diputados federales y gobernadores electos. Gana las elecciones un candidato que se retira del debate público desde casi el inicio oficial de la campaña electoral (sólo participó en el primer debate entre los candidatos a la presidencia, lo que le costó la disminución de algunos puntos porcentuales en las preferencia de voto de los electores), cuyo programa era profundamente desconocido por la población y cuyo discurso histórico como diputado estaba profundamente marcado por una admiración a las dictaduras militares en la región, a las políticas de exterminio, discursos misóginos, homofóbicos e incentivadores de la violencia armada como instrumento de control público y social.
Es verdad que Brasil se convirtió tal vez en el mayor laboratorio mundial de una estrategia psicosocial altamente tecnologizada, que a través de las redes sociales consiguió impactar profundamente la opinión pública a través de la elaboración y difusión de un verdadero arsenal de noticias falsas, o fake news, como se ha denominado comúnmente. Pero también es verdad que gran parte de los votantes de Bolsonaro migraron del PT y otras organizaciones de izquierda, con una base popular importante.
Lo primero que tal vez habría que reconocer es que los partidos de izquierda abandonaron a lo largo de los últimos quince años su base social y lo que es más grave, su presencia en la comunidad y la vida concreta de las personas, que en última instancia representa un diferencial fundamental con otras propuestas políticas. Las políticas sociales de los gobiernos progresistas crearon nuevos consumidores, las llamadas clase “D” y “C”, pero tuvieron grandes dificultades parar crear nuevos ciudadanos con conciencia política del proceso que afectaba su vida cotidiana.
Este vacío fue paulatinamente ocupado por los sectores más conservadores de la iglesia evangélica, que ya contaba con una bancada importante a partir de las elecciones presidenciales de 2014 y que actuaron como un verdadero partido político a nivel nacional en las elecciones de 2018, a favor del candidato Bolsonaro. Orientaron el voto de sus fieles e hicieron eco del arsenal de fake news distribuidas por las redes sociales.
Estos sectores de la iglesia evangélica recuperaron el sentido de comunidad en la vida cotidiana de la población de las grandes periferias urbanas y las favelas, disputando la construcción simbólica de sentido, basada en valores profundamente conservadores desde el punto de vista político, social y de concepción de familia tradicional. Ahora están proponiendo al congreso brasileño la revisión de contenidos de la educación básica y universitaria, para retirar disciplinas de las ciencias sociales y humanidades y exigir la obligatoriedad de contenidos religiosos dogmáticos, colocando en riesgo la conquista de la educación laica en Brasil.
Recursos naturales en la mira
Otro aspecto que a nuestro juicio marcó la dinámica del proceso político brasileño fue el papel importante que jugó este país durante los gobiernos del PT en la dinamización y profundización de los procesos de integración regional, pues al plantearse una visión soberana y autónoma, colocó en riesgo los intereses de las economías centrales y de las empresas transnacionales que operan en la región.
La coyuntura mundial contemporánea continúa profundamente marcada por una disputa global por recursos naturales estratégicos. Brasil representa la décimo quinta reserva mundial de petróleo, desde el descubrimiento de las reservas del zócalo marino o del Pre-sal como se llama en Brasil, durante el gobierno del presidente Lula. Sin embargo, de comprobarse las reservas estimadas del Pre-sal, Brasil podría pasar del décimo quinto al tercer lugar de participación en las reservas mundiales de petróleo, después de Venezuela y Arabia Saudita, primera y segunda reserva mundial respectivamente.
En el gobierno Temer se dejó sin efecto la participación obligatoria de la empresa Petrobras en la extracción del petróleo del Pre-sal, así como la participación mínima del 30% del negocio en el caso de que los lotes fueran explotados por empresas privadas. Posteriormente, se dejó sin efecto la ley de contenido tecnológico local, que obligaba a producir parte de los equipos tecnológicos del sector en Brasil. Con esto se iniciaron sucesivas subastas de lotes de estas reservas y Brasil, en poco más de dos años, pasó a importar más del 50% de los derivados de petróleo que consume. 80% de estas importaciones proviene de EEUU, país que tiene la mayor inversión en este sector.
El interés de EEUU en las reservas del Pre-sal brasileño fue corroborado por el propio Director mundial de operaciones de la EXXON, principal empresa estadounidense que invierte en el sector, cuando, el 29 de setiembre, un día después de la última subasta de los lotes de petróleo brasileño, declara que las reservas del Pre-sal representan la inversión más importante de la empresa en la cartera de negocios global, por la rentabilidad, la calidad del petróleo y el potencial de las reservas.
El día de hoy (16/12/2018), el periódico Folha de São Paulo divulga el contenido de un documento propuesto por el diplomático Ernesto Araujo, próximo canciller de Brasil, titulado “Por una política externa del pueblo brasileño” donde sugiere un realineamiento internacional de Brasil con el eje de la derecha populista en ascenso en el mundo: EEUU de Trump, Italia, y algunos países de Europa del Este como Polonia y Hungría. Además propone un enfrentamiento con los BRICS y, particularmente, con China.
Hemos enunciado hasta aquí algunos elementos para el análisis que ciertamente necesitan un desarrollo mayor, que la extensión de este artículo no permite. Sin embargo, nos parece claro que lo que está en juego en el proceso político brasileño es el control de recursos naturales estratégicos. Al petróleo, deben sumarse la Amazonía, y no solo la brasileña, sino la Amazonía continental, cada vez más cercada militarmente; el acceso a las principales reservas de agua dulce y áreas de gran concentración de biodiversidad, así como importantes fuentes de energía primaria. Además, Brasil bajo la gestión de un gobierno ultraconservador, significa la garantía de la desestructuración de la integración regional y sus diferentes foros y, junto con ellos, cualquier visión de soberanía local, nacional o regional. Además, claro está, del impacto que tiene la política brasileña en la dinámica de la política regional en su conjunto. Se trata pues de una pieza importante en una estrategia ultra conservadora a nivel planetario.
Esta estrategia conservadora global tiene, sin embargo, algunas piedras en el zapato: la elección de un gobierno progresista en México con AMLO, la creciente presencia China en los principales sectores económicos y de infraestructura estratégica en la región, desafiando los intereses hegemónicos de EEUU, así como el importante desgaste de los gobiernos conservadores en el continente, que han producido importantes desbarajustes económicos en América Latina, como es el caso de la Argentina de Macri.
* Monica Bruckmann es profesora del departamento de Ciencia Política y del Programa de Posgrado de Historia Comparada de la Universidad Federal de Río de Janeiro-UFRJ, Brasil, y Presidenta de ALAI.
Alai
Brasil en la escena mundial
Un balance de las últimas elecciones presidenciales en Brasil y del proceso político correspondiente merece un esfuerzo analítico cuidadoso y desprejuiciado de fenómenos políticos y sociales nuevos, de la reinvención de viejas estrategias y, sobre todo, de la capacidad de adaptación de las fuerzas conservadoras a nivel regional y mundial.
Después de un ciclo de quince años de gobiernos progresistas, de izquierda o de centro-izquierda, como prefiera el lector, en América Latina se evidenciaron importantes avances en algunos aspectos sociales, económicos y políticos de gran relevancia:
Expansión del gasto público en políticas sociales que llevaron al incremento del consumo de grandes sectores de la población, reduciendo considerablemente los niveles de miseria y pobreza; aumento de la inversión en educación permitiendo el acceso al sistema universitario de un gran número de jóvenes, históricamente excluidos del sistema de educación superior; mejora de los sistemas públicos de salud; políticas afirmativas dirigidas a negros, indígenas y otras minorías demográficas; políticas de igualdad de género, etc. Estas políticas sociales generaron nuevos consumidores, pero no fueron capaces de generar ciudadanos conscientes del proceso de inclusión social de los que fueron parte.
Una nueva dinámica de la integración regional a partir de la creación de nuevos espacios regionales como la Unión de Naciones Suramericanas-UNASUR (2008), la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe-CELAC (2012), la Alianza Bolivariana para los pueblos-ALBA y la profundización de los procesos ya existentes, como Mercosur, que dejó de ser un espacio de integración estrictamente comercial para convertirse en un foro de cooperación científica, tecnológica, académica e inclusive, universitaria. La Universidad de la Integración Regional-UNILA, creada por el gobierno del presidente Lula en la región de la triple frontera, Foz de Iguazú, es un paradigma de la densidad de este proceso.
La visión integracionista, en este período, no era consensual entre los gobiernos de la región, pero ciertamente era hegemónica, de modo que consiguió arrastrar inclusive a gobiernos conservadores, que a pesar de no ser artífices del mismo, no pudieron oponerse a la corriente generada por una visión de integración basada, en mayor o menor medida, en un principio de soberanía frente a los intereses extra-regionales.
Tal vez uno de los momentos más altos de esta dinámica fue a partir de 2012, cuando la UNASUR se propone como eje central, a iniciativa de su entonces secretario general Alí Rodríguez Araque, una estrategia continental de aprovechamiento de los recursos naturales para el desarrollo integral de los países del bloque, que colocaba como prioridad los intereses locales, nacionales y regionales frente a las demandas de las transnacionales que operan en el sector de recursos naturales y frente a las estrategias de accesos y gestión de estos recursos por parte de las economías centrales y potencias hegemónicas.
Se puso en discusión el propio concepto de desarrollo: al final, de qué desarrollo estábamos hablando si, por ejemplo, la actividad minera que atendía la creciente demanda mundial de materias primas era la principal fuente de conflictos socio ambientales, de devastación ambiental y de expulsión de poblaciones locales que vivían en las regiones de grandes reservas de minerales estratégicos, ampliando las condiciones de pobreza y miseria de las mismas.
Una estrategia de aprovechamiento de estos recursos en la propuesta de UNASUR significaba la gestión económica de los mismos a través de políticas de industrialización y creación de cadenas de valor regionales, de la gestión ambiental para disminuir al mínimo nivel posible el impacto de la actividad extractiva y de transformación, de la soberanía tecnológica que pudiera sustentar procesos industriales regionales estratégicos y de la gestión social de los recursos naturales a través de la creación de mecanismos de participación en la toma de decisiones de las poblaciones afectadas por las actividades extractivas.
Esta propuesta estaba acompañada de la creación de algunos instrumentos fundamentales como un Servicio Geológico Suramericano, que fuera capaz de sistematizar la data geocientífica y los inventarios de recursos naturales producidos por los servicios geológicos de cada país, para luego devolverlos a los gestores públicos, academia y la ciudadanía da cada uno de los países.
Evidentemente este proyecto fue rápidamente visto como una amenaza a los intereses de las transnacionales que operan en el sector de minería y petróleo, que por lo general son las instituciones que generan y mantienen esta información inclusive, en muchos casos, fuera del alcance de los Estados nacionales donde operan. Además, este proyecto ponía en riesgo la centralidad del Servicio Geológico de los Estados Unidos –USGS, que recibe esta información de los países de la región y mantiene la base de datos más completa y actualizada que existe a nivel mundial en el área de minerales no fósiles.
La participación de la región, a través de Brasil, en los BRICS que se convirtió en uno de los principales foros de coordinación interestatal de cinco potencias emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Este espacio de coordinación cada vez más dinámico, con una Banca de Desarrollo cuyo capital supera los 600 mil millones de dólares (si sumamos el capital disponible del Banco de los BRICS y el Banco de Desarrollo Asiático), está redefiniendo la dinámica de la economía mundial del cual emergen nuevos alineamientos geopolíticos donde China y su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, en sus siglas en inglés: OBOR, ocupan un papel central.
Ascenso conservador
En este contexto, ¿qué significaron las últimas elecciones en Brasil? ¿Cuáles fueron los intereses que estaban en juego en este proceso? ¿Cómo pudo llegar el capitán en retiro Jair Bolsonaro y su recién creado Partido Social Liberal a la presidencia y a ser una de las mayores bancadas en el congreso en apenas una elección? Proceso que a otros partidos como al PT o al PSDB les costaron más de veinte años. Para intentar responder a estas preguntas enunciaremos algunas ideas, aún incipientes, que puedan ayudarnos entender este fenómeno sin precedentes en la historia de Brasil.
Lo primero que es importante destacar, es que en pocos meses la candidatura de Jair Bolsonaro se convierte en un movimiento, el Bolsonarismo. Y que este movimiento se convierte en un movimiento de masas, arrastrando consigo una posición inédita en número de diputados de los estados, diputados federales y gobernadores electos. Gana las elecciones un candidato que se retira del debate público desde casi el inicio oficial de la campaña electoral (sólo participó en el primer debate entre los candidatos a la presidencia, lo que le costó la disminución de algunos puntos porcentuales en las preferencia de voto de los electores), cuyo programa era profundamente desconocido por la población y cuyo discurso histórico como diputado estaba profundamente marcado por una admiración a las dictaduras militares en la región, a las políticas de exterminio, discursos misóginos, homofóbicos e incentivadores de la violencia armada como instrumento de control público y social.
Es verdad que Brasil se convirtió tal vez en el mayor laboratorio mundial de una estrategia psicosocial altamente tecnologizada, que a través de las redes sociales consiguió impactar profundamente la opinión pública a través de la elaboración y difusión de un verdadero arsenal de noticias falsas, o fake news, como se ha denominado comúnmente. Pero también es verdad que gran parte de los votantes de Bolsonaro migraron del PT y otras organizaciones de izquierda, con una base popular importante.
Lo primero que tal vez habría que reconocer es que los partidos de izquierda abandonaron a lo largo de los últimos quince años su base social y lo que es más grave, su presencia en la comunidad y la vida concreta de las personas, que en última instancia representa un diferencial fundamental con otras propuestas políticas. Las políticas sociales de los gobiernos progresistas crearon nuevos consumidores, las llamadas clase “D” y “C”, pero tuvieron grandes dificultades parar crear nuevos ciudadanos con conciencia política del proceso que afectaba su vida cotidiana.
Este vacío fue paulatinamente ocupado por los sectores más conservadores de la iglesia evangélica, que ya contaba con una bancada importante a partir de las elecciones presidenciales de 2014 y que actuaron como un verdadero partido político a nivel nacional en las elecciones de 2018, a favor del candidato Bolsonaro. Orientaron el voto de sus fieles e hicieron eco del arsenal de fake news distribuidas por las redes sociales.
Estos sectores de la iglesia evangélica recuperaron el sentido de comunidad en la vida cotidiana de la población de las grandes periferias urbanas y las favelas, disputando la construcción simbólica de sentido, basada en valores profundamente conservadores desde el punto de vista político, social y de concepción de familia tradicional. Ahora están proponiendo al congreso brasileño la revisión de contenidos de la educación básica y universitaria, para retirar disciplinas de las ciencias sociales y humanidades y exigir la obligatoriedad de contenidos religiosos dogmáticos, colocando en riesgo la conquista de la educación laica en Brasil.
Recursos naturales en la mira
Otro aspecto que a nuestro juicio marcó la dinámica del proceso político brasileño fue el papel importante que jugó este país durante los gobiernos del PT en la dinamización y profundización de los procesos de integración regional, pues al plantearse una visión soberana y autónoma, colocó en riesgo los intereses de las economías centrales y de las empresas transnacionales que operan en la región.
La coyuntura mundial contemporánea continúa profundamente marcada por una disputa global por recursos naturales estratégicos. Brasil representa la décimo quinta reserva mundial de petróleo, desde el descubrimiento de las reservas del zócalo marino o del Pre-sal como se llama en Brasil, durante el gobierno del presidente Lula. Sin embargo, de comprobarse las reservas estimadas del Pre-sal, Brasil podría pasar del décimo quinto al tercer lugar de participación en las reservas mundiales de petróleo, después de Venezuela y Arabia Saudita, primera y segunda reserva mundial respectivamente.
En el gobierno Temer se dejó sin efecto la participación obligatoria de la empresa Petrobras en la extracción del petróleo del Pre-sal, así como la participación mínima del 30% del negocio en el caso de que los lotes fueran explotados por empresas privadas. Posteriormente, se dejó sin efecto la ley de contenido tecnológico local, que obligaba a producir parte de los equipos tecnológicos del sector en Brasil. Con esto se iniciaron sucesivas subastas de lotes de estas reservas y Brasil, en poco más de dos años, pasó a importar más del 50% de los derivados de petróleo que consume. 80% de estas importaciones proviene de EEUU, país que tiene la mayor inversión en este sector.
El interés de EEUU en las reservas del Pre-sal brasileño fue corroborado por el propio Director mundial de operaciones de la EXXON, principal empresa estadounidense que invierte en el sector, cuando, el 29 de setiembre, un día después de la última subasta de los lotes de petróleo brasileño, declara que las reservas del Pre-sal representan la inversión más importante de la empresa en la cartera de negocios global, por la rentabilidad, la calidad del petróleo y el potencial de las reservas.
El día de hoy (16/12/2018), el periódico Folha de São Paulo divulga el contenido de un documento propuesto por el diplomático Ernesto Araujo, próximo canciller de Brasil, titulado “Por una política externa del pueblo brasileño” donde sugiere un realineamiento internacional de Brasil con el eje de la derecha populista en ascenso en el mundo: EEUU de Trump, Italia, y algunos países de Europa del Este como Polonia y Hungría. Además propone un enfrentamiento con los BRICS y, particularmente, con China.
Hemos enunciado hasta aquí algunos elementos para el análisis que ciertamente necesitan un desarrollo mayor, que la extensión de este artículo no permite. Sin embargo, nos parece claro que lo que está en juego en el proceso político brasileño es el control de recursos naturales estratégicos. Al petróleo, deben sumarse la Amazonía, y no solo la brasileña, sino la Amazonía continental, cada vez más cercada militarmente; el acceso a las principales reservas de agua dulce y áreas de gran concentración de biodiversidad, así como importantes fuentes de energía primaria. Además, Brasil bajo la gestión de un gobierno ultraconservador, significa la garantía de la desestructuración de la integración regional y sus diferentes foros y, junto con ellos, cualquier visión de soberanía local, nacional o regional. Además, claro está, del impacto que tiene la política brasileña en la dinámica de la política regional en su conjunto. Se trata pues de una pieza importante en una estrategia ultra conservadora a nivel planetario.
Esta estrategia conservadora global tiene, sin embargo, algunas piedras en el zapato: la elección de un gobierno progresista en México con AMLO, la creciente presencia China en los principales sectores económicos y de infraestructura estratégica en la región, desafiando los intereses hegemónicos de EEUU, así como el importante desgaste de los gobiernos conservadores en el continente, que han producido importantes desbarajustes económicos en América Latina, como es el caso de la Argentina de Macri.
* Monica Bruckmann es profesora del departamento de Ciencia Política y del Programa de Posgrado de Historia Comparada de la Universidad Federal de Río de Janeiro-UFRJ, Brasil, y Presidenta de ALAI.
Alai