La integración latinoamericana en la hora decisiva
Por Emir Sader
Está de moda en los análisis conservadores la idea de que las dificultades que encuentran los países latinoamericanos en la actualidad se deberían a un fin de ciclo. Habría pasado el momento favorable al crecimiento de las economías de esos países, que se habría fundado en el alto precio de productos primarios de exportación. Se habría agotado el modelo de crecimiento impulsado por la demanda, vinculada con la expansión del mercado interno de consumo popular.
Sí, hay problemas de ritmo de crecimiento en algunas economías, hay desequilibrios en las cuentas públicas de algunos países, hay presiones inflacionarias, hay presiones recesivas internas y externas sobre las economías de nuestros países. Se aprovechan de esas circunstancias los sectores que son los responsables por los inmensos retrocesos –recesiones, concentración de renta, exclusión social, entre tantos otros– para tratar de que se retroceda a políticas de aquel período, cuando de lo que se trata es de hacer las correcciones de ruta y seguir avanzando por el sendero de las políticas que permitieron que países del continente consigan resistir a la más profunda y prolongada recesión del capitalismo en ocho décadas.
De lo que se trata es de hacer las adecuaciones necesarias para quebrar la hegemonía del capital financiero bajo forma de capital especulativo que las políticas de desregulación del neoliberalismo promovieron como sector hegemónico en el plano económico, canalizando para el uso predatorio capitales que deberían ir a las inversiones productivas, que generan los bienes y los empleos que nuestras economías necesitan.
De lo que se trata es de buscar las formas –estatales y/o privadas– de obtener los recursos para retomar niveles superiores de expansión económica. De seguir profundizando crecimiento económico con distribución de renta, generando nuevas formas de dar continuidad a las políticas sociales que han permitido que el continente más desigual del mundo tenga países que consiguen –incluso en una época en la que predominan la austeridad, la concentración de renta y la exclusión de derechos a escala mundial– seguir disminuyendo la desigualdad, la miseria y la pobreza, como nunca se había hecho en esa escala en varios de nuestros países.
En ese marco, será difícil continuar resistiendo a las presiones recesivas internas y externas, dentro del margen de acción de cada uno de nuestros países aisladamente, aun con las formas de colaboración y apoyo actuales de los procesos de integración. Será preciso dar un salto decisivo en los procesos de integración latinoamericana, valiéndose de la ampliación del Mercosur –con el ingreso de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Surinam, Guayana–, para finalmente elaborar proyectos de desarrollo económico, tecnológico, financiero, físico y energético, de infraestructura, de cadenas productivas, de formas político-institucionales de integración, de medioambiente, culturales, de integración social y laboral, educacional, de salud pública, entre tantas otras esferas de integración.
Ha llegado el momento de que la Unasur dé un salto decisivo en la definición de sus funciones, que active el Banco del Sur, que extienda las atribuciones del Consejo Suramericano de Defensa, que cree instancias que puedan dirimir conflictos de diferente orden que existen o que pueden surgir en la región que la profundización y la extensión de los procesos de integración suramericana demandan, entre otros órganos. Que haga de la Unasur el gran espacio de coordinación de los proyectos situados en el Atlántico y en el Pacífico de la región. Que encuentre las formas conjuntas de resistencia a los flujos recesivos que vienen del centro del capitalismo. Que encuentre formas propias de resolución de los conflictos regionales, entre otras tantas funciones.
Este es el momento del reimpulso y profundización de los procesos de integración regional. La crisis recesiva no tiene fecha de terminación en el centro del sistema.
Tenemos que equiparnos para enfrentar conjuntamente la construcción de proyectos estratégicos de integración regional para seguir viabilizando América latina como la región que más contribuye al combate a la desigualdad, a la exclusión social, a la pobreza y a la miseria.
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