«En febrero: Reducción de efectivos en Haití.
El subsecretario de Defensa Jorge Menéndez, informó que el Ministro de Defensa enviará un proyecto de ley al Parlamento para reducir la presencia de personal militar uruguayo en Haití: Se pasará de 605 efectivos a 250, detalló. “En febrero se producirá el retiro”, señaló a Radio Uruguay. Es un retiro progresivo y programado con las Naciones Unidas, añadió.
El subsecretario apuntó también que “las misiones de paz tienen una importancia sustantiva en cómo nos paramos ante los organismos multilaterales más importantes; Naciones Unidas en particular”». (La República, 15/12).
Ya entró para ser tratado en el Senado el proyecto de ley que prorrogaría por un año más (el undécimo) la participación de Uruguay en la ocupación militar de Haití, en condiciones similares a las planteadas hace un año, reducción según ese retiro progresivo y cumpliendo esta vez con un nuevo escalón descendente, y facultando una vez más al Poder Ejecutivo a retirar la totalidad si no se cumpliesen determinadas condiciones. Condiciones que no se están cumpliendo en absoluto, que no se cumplirán, que ya se sabe cabalmente que no se cumplirán, y que lo que ocurre es todo lo contrario.
En octubre 2012 el senador haitiano Möise Jean Charles visitó nuestro país, como otros casos en que nuestra escasa fuerza militante ayuda a la visita de compañeros haitianos. Esa vez Möise se entrevistó con Mujica y le planteó el reclamo del senado haitiano de retiro de las tropas de ocupación, reclamo que fue acompañado, como siempre, por el pronunciamiento solidario del movimiento social uruguayo, o la parte de él al menos que se involucra en el tema. No es menor que el Congreso del PIT-CNT se haya pronunciado por unanimidad por el retiro total e inmediato de las tropas, y que en cada acto masivo de trabajadores en que consigue meterse al tema esa posición suscita la adhesión espontánea y calurosa de todos.
Y no estamos planteando la tontería de que este haya sido el factor que haya cambiado la postura del gobierno, pero el hecho es que en ese momento comienza a hacerse visible un cambio que venía gestándose por causas internas. De la participación plena sin ambages en la ocupación justificándola además, a una posición ambigua de proceder a retiro progresivo escalonado y al mismo tiempo justificar un posible retiro total e inmediato, mientras se sigue participando.
Más allá de idas y venidas, ¿cuáles son los fundamentos que ha dado el Poder Ejecutivo para esas dos posibles opciones, continuar el mantenimiento de las tropas con un retiro progresivo según lo acordado con Naciones Unidas o proceder al retiro unilateral inmediato de lo que resta?
Primero, aclaremos esto una vez más. Para nosotros, para todo el movimiento social uruguayo, no hay condicionamiento válido. Las tropas deben retirarse en forma total, inmediata, e incondicional.
No somos indiferentes a lo que pase en Haití, pero es cosa de los haitianos. Sin duda nos corresponde la plena solidaridad humanitaria dicho pueblo hermano para contribuir a que solucione sus graves problemas, pero esto debe hacerse sobre la base del respeto absoluto a su derecho a la auto-determinación. Lo que Haití necesita, y lo han dicho de mil formas los haitianos, no son tanques ni tropas ni tampoco que decidan por él quien es el presidente de ese país.
Las razones que esgrimió el gobierno uruguayo hace un año para definirse entre esas dos opciones, retiro progresivo escalonado o retiro total inmediato, tienen que ver con la evolución de la situación interna de Haití y con lo que haga su gobierno. El gobierno se embarcó, y con mucha energía podríamos decir, en jugar fuerte para forzar una apertura democrática en Haití, incluyendo una presión bastante poco diplomática sobre el presidente haitiano Martelly, una cosa rara al menos para un país pequeño como el nuestro.
El canciller Luis Almagro visitó Haití en enero y le planteó crudamente a Martelly tres condiciones para que Uruguay mantenga su presencia en Haití, siempre dentro del marco del retiro progresivo y escalonado. De no cumplirse las mismas se procedería al retiro inmediato. Fueron estas:
1) Aprobación de la ley electoral aceptando las enmiendas planteadas por la oposición. Es la única que se cumplió, a gatas, y solamente en cuanto a las elecciones de renovación del senado y nada más, mientras que la población reclama cada vez más masivamente la renuncia de Martelly.
2) Integración del tribunal electoral con participación plena de la oposición. No se cumplió en absoluto.
3) Realización de elecciones con plenas garantías. Esa era, claro está, la condición principal, y las otras dos eran en función de esta. Ni con plenas ni con nada, no hubo elecciones, violando incluso la ley aprobada. El último plazo, acordado y no cumplido, era el pasado octubre.
Por lo tanto, y ya no de acuerdo a nuestro discurso, de acuerdo discurso de nuestro gobierno, lo único que corresponde es el retiro total e inmediato de Haití, y hacerlo ahora. Es para eso y con ese fundamento que se votó la última prorroga en el parlamento hace un año.
Se ha configurado cabalmente la situación que plantearon a texto expreso Mujica y Almagro cuando dijeron que Uruguay “no puede ser guardia pretoriana de una dictadura”.
Y no se trata de un simple discurso. Podría ser grueso decir que Mujica y Almagro “amenazaron” esa vez a Martelly con el retiro total e inmediato. Pero de cualquier manera bien se sabe que no hay nada más contraproducente que una amenaza incumplida.
Esa sería la responsabilidad real del gobierno uruguayo si no se procede ahora al retiro inmediato. Agregaría ahora un factor contraproducente para la solución, además de haber contribuido al problema durante diez años.
Lo que hay de parte de Martelly no es simplemente un incumplimiento con un proceso de apertura democrática en Haití. Hay un agravamiento total, y una consolidación del proceso dictatorial.
El 10 de enero próximo caducará definitivamente el senado haitiano. De hecho, Martelly está procediendo a la disolución del parlamento, y se configura exactamente la situación que el gobierno uruguayo advirtió con mucho énfasis que no podría aceptar: una violación constitucional y disolución del parlamento similar a la que vivimos aquí en 1973. Y esa comparación no la estamos haciendo nosotros, la hizo en esa oportunidad el canciller Almagro con pleno respaldo de Mujica.
Tampoco se trata, en el caso de Martelly, de un hecho antidemocrático por omisión. No es simplemente que no se convoque a elecciones. En Haití se está reprimiendo abiertamente cualquier manifestación opositora, con muertos. Un bebé muerto por gases lacrimógenos hace unos días, y un muerto por disparos de bala que acaba de ocurrir. Balas letales, no balas de goma, es lo que dispara ahora la policía haitiana contra las manifestaciones masivas que reclaman la renuncia de Martelly.
Ante estos hechos solo caben dos posibles interpretaciones, y “las dos son peores”. O Martelly se rió en la cara de lo que planteó el gobierno uruguayo, o es de hecho totalmente incapaz de encausar la situación hacia una reconstrucción democrática. En un caso o en el otro, la conclusión para Uruguay es la misma.
En Haití se pudrió todo. Y al pudrirse todo se pudrió también la apuesta que hizo el gobierno uruguayo.
En Haití ya no habrá parlamento. En Uruguay lo hay. Pero de hecho, se trata de un parlamento amordazado, sometido.
Cuando se votó en diciembre 2012 la prórroga de la ocupación, el diputado Esteban Pérez del MPP no la votó. Desde la cúpula oficialista se comenzó entonces una persecución política que terminó forzando su renuncia a la banca. Es el segundo caso en que un diputado frenteamplista renuncia debido a que no puede, por razones de principios, sustentar la ocupación militar de Haití. El primer caso fue el de Guillermo Chifflet en 2005.
Casi diez años han pasado, y los hechos han confirmado plenamente las razones dadas por Chiffet, y han puesto en evidencia la vacuidad de las razones de los que abandonaron en aquel momento esa posición de principios. Quedó meridianamente claro que en Haití hay una dictadura, que no habrá reconstrucción democrática, que Martelly fue designado a dedo por las fuerzas de ocupación, que el pueblo haitiano reclama abierta y masivamente su renuncia, y que reclama también el cese de la ocupación.
Quedó claro que los argumentos supuestamente “antiimperialistas” para participar en esta ocupación imperialista no tienen sustento, el argumento de que “si no vamos nosotros serían los yanquis” fue refutado por los hechos hace casi cinco años, cuando el terremoto en Haití, en que los yanquis le pasaron por encima a las fuerzas de ocupación fijadas por la ONU e invadieron de nuevo Haití unilateralmente.
En vez de ser una ayuda al pueblo haitiano, la MINUSTAH introdujo el cólera en Haití, provocando una epidemia con más de ocho mil muertos y tres cuartos de millón de afectados. Y la ONU, responsable de la ocupación, no se hace responsable de haber provocado la epidemia, y esquiva esta responsabilidad recurriendo a una “legislación internacional” que le otorgaría inmunidad. Eso es lo que llevado Uruguay a Haití, la impunidad de los militares.
Y así podríamos seguir. Los hechos le han dado plenamente la razón a Chifflet. Pero el caso de Esteban Pérez ha sido, si cabe, más obsceno todavía, por dos razones.
Una, porque aquí hubo una persecución política abierta y declarada para forzar su renuncia. Otra, porque apenas transcurridos unos meses el discurso de esa misma cúpula oficialista pega un giro y pasa a decir lo mismo que decía este diputado rebelde para negarse a votar, quitando así el sustento mismo a ese acto de exclusión.
Pero si el discurso oficialista borra con el codo todos los fundamentos de la ocupación militar de Haití y del disciplinamiento militar de la bancada parlamentaria frenteamplista en Uruguay, más absurdo aun es que los hechos concretos, de continuarse con esta ocupación así fuese con 250 o con 25, borran con el codo el discurso del propio gobierno y toda la energía puesta para tratar de forzar desde arriba una democracia en Haití, oxímoron de antología.
Las tropas que se enviaron, dijeron, para “estabilizar” Haití, o son incapaces de hacerlo o están allí exactamente para lo contrario. Las tropas uruguayas que se dicen que se retirarían si no hay en Haití una apertura democrática, se van retirando parcialmente demostrando así el fracaso de toda esta intervención, pero no se retiran totalmente demostrando así la vacuidad del propio discurso que se hace. Una negación de la negación que dejaría pasmado al propio Hegel.
¿Y el parlamento uruguayo y la bancada oficialista? La democracia, en todo caso, debería comenzar por casa. ¿Hay separación de poderes en Uruguay? Si es inaceptable que se aduzca “disciplina partidaria” para imponer un acto de guerra (y la ocupación de un país extranjero es exactamente eso), más inaceptable es todavía que esto se haga mientras se dice que esa intervención ha fracasado, y cuando no se cumple ninguna de las condiciones que el propio gobierno uruguayo puso para mantener siquiera parcialmente sus tropas en Haití.
La clave de todo esto está, sin embargo, en esas mismas palabras de Menéndez, que contienen la piedra que esconde el cangrejo y al mismo tiempo muestran el cangrejo: “Las misiones de paz tienen una importancia sustantiva en cómo nos paramos ante los organismos multilaterales más importantes; Naciones Unidas en particular”.
¡Por fin entendemos algo! En realidad Haití no importa en absoluto, el Congo no importa en absoluto, la paz o la democracia tampoco. De lo que se trata es de encontrar una forma de financiar las sobredimensionadas, onerosas, parasitarias e inútiles fuerzas armadas uruguayas. Esto se hace prestando a Naciones Unidas un “servicio 222” en su policía globalizada. El retiro de las tropas de Haití debe graduarse porque al mismo tiempo hay que ir encontrando curros de relevo para los muchachos, para que estén tranquilos, y esto hay que hacerlo de acuerdo con Naciones Unidas, que no las tiene muy simple porque todas sus intervenciones de policía mundial están haciendo agua.
Uruguay intenta “prestigio internacional” participando muy activamente en estas intervenciones, que involucran de una forma u otra casi la mitad de las fuerzas armadas en un momento dado, y casi la totalidad al cabo del tiempo. En Haití, llegaron a ser en relación a la población más de treinta veces más que el resto de los países de la región que participación en la MINUSTAH, y aun reduciéndolas a 250 seguirían siendo ocho veces más que ese promedio.
La internacionalización de las fuerzas armadas uruguayas tomando el carácter de fuerza mercenaria es la negación absoluta del supuesto papel de “defensa”, Haití nunca agredió a Uruguay, ni a ningún otro país del mundo, no esta en guerra ni ahora ni antes, no es amenaza para nadie. La amenaza para los haitianos es el gobierno haitiano, respaldado por la MINUSTAH.
Pero tampoco es esto algo que “prestigie” a Uruguay, todo lo contrario, porque los militares son como son. Lo más notorio que lograron hacer en Haití es la violación de un muchacho haitiano, que además la filmaron. Ante denuncias divulgadas en ese momento el mando militar revisó según dijo los celulares de toda la tropa, y eso, que estaba en uno de esos celulares y que queda claro que en ese momento no sabían que había sido copiado e iba a ser colgado en Internet, no lo vieron. Dijeron que nuestras tropas eran totalmente inocentes, unos días después todo el mundo supo la verdad.
Es así “como nos paramos ante los organismos multilaterales más importantes”.
Sin embargo lo que realmente importa son las razones para mantener las tropas en Haití que se adujeron en el senado uruguayo en 2012. Es en primer lugar una forma de que los soldados uruguayos puedan hacerse una casita, mientras en Haití hay gente que sigue viviendo en carpas a los cinco años del terremoto, porque acá en Uruguay un trabajo más digno para ellos no tenemos.
Pero más importante es la otra razón. Es una oportunidad para que nuestras inútiles tropas puedan tener un entrenamiento en combate, para una guerra que nunca existirá, y que si llegase a existir tampoco pelearían. Ya pasamos además por la experiencia de mandar a Haití pilotos mal preparados, fraguando sistemáticamente el registro de horas de vuelo para simular que se cumplía con los estándares de Naciones Unidas, algo nada raro en fuerzas armadas que consideran un hecho normal estafar al propio Estado uruguayo con compras truchas y doble contabilidad, hasta que esto tuvo consecuencias diferentes a una compra trucha, hubo un accidente aéreo de consecuencias fatales, y todos los efectivos de la fuerza aérea fueron retirados lo más silenciosamente posible y sin necesitar para eso ninguna autorización parlamentaria.
Pero ¿cómo podrían entrenarse fuerzas en combate en Haití, si en Haití no hay guerra? Dejando de lado, porque eso no entraba en las consideraciones, el tema la justificación o no de la guerra y qué bando tiene la razón, porque en un entrenamiento eso no cuenta. Y quiénes van a morir parece que tampoco.
Ahora, la rebelión del pueblo haitiano es creciente, y la represión también, ahora con víctimas mortales. Ahora sí se puede mandar a las tropas uruguayas para que se entrenen en el combate contra un pueblo desarmado, cosa en lo que no tienen nada para aprender pero sí pueden dar cátedra, no por nada está aquí en Montevideo la escuela de “misiones de paz”.
Ahora sí en Haití “los negros son blancos”.--
fernando moyano