Dos sociólogos le responden a Mirta Varela Que criticó en Ñ la inclusión de las Madres en un billete.
POR ARIEL WILKIS (UNSAM-CONICET) MARIANA LUZZI (UNGS-CONICET)
La historia del dinero es un capítulo de la historia política, y como tal no se narra de manera simple, estereotipada y menos aún como una repetición. Sin embargo, a menudo este es el registro que prevalece; una narrativa unilateral que considera al dinero como pura negatividad, sin ninguna productividad teórica ni social. Esta visión nos deja sin herramientas para comprender la política y la historia del dinero. Queda en la denuncia moral: el dinero está cargado de sospechas; se le atribuyen muchos de los males de la sociedad. Pero si el dinero sospechoso es útil para la denuncia moral, es estéril para la comprensión.
Leímos la nota: “Una madre no lucha para ser billete”. La emisión de un billete de 100 pesos con la imagen de las Madres ameritó la reflexión de Mirta Varela, quien transmite su indignación. Pasaron de “circular alrededor de la pirámide” a “circular por las arcas de la banca”, es la imagen contundente que elige la autora para sintetizar lo que considera una operación de neutralización e inversión de las luchas de las Madres. El antropólogo Maurice Bloch provocaba: “los intelectuales suelen tener una relación más fetichista con el dinero que los brokers de la bolsa.” Este fetichismo anula una simbología compleja del dinero. El dinero que nos narra Varela ignora esa dimensión y es funcional para contar una historia de degradación: dejarán de simbolizar la resistencia para simbolizar el poder con el billete que las tiene como motivo.
Esta narrativa unidimensional deja de lado el potencial dramático del dinero. En los 70, Ricardo Piglia escribió un hermoso texto sobre el dinero y la literatura, en el que destacaba que la narración de los hechos monetarios tiene un potencial ficcional casi inigualable. También para la sociología posee una capacidad extraordinaria. El dinero hace sociedad: como moneda nacional expresa un lazo, una pertenencia. Como nombre, permite contar, en el doble sentido de narrar y de hacer cuentas. Como objeto, va de una mano a otra. El dinero no circula sólo por la banca ni sirve sólo para pagar la deuda externa. También está en mercados, lugares de apuesta, pasa por obreros y amas de casa, empresarios y profesionales. Varela no reconoce más que un solo registro del dinero (ser símbolo de poder), no se pregunta qué significados pueden tener los billetes de las Madres más allá de sus ideas. El dinero, para ella, no se encuentra más que en arcas de la banca. A nosotros, en cambio, nos gustaría pensar al dinero en su complejidad. Así, preguntarle a los opositores qué hacen con ese billete cuando llega a sus manos, indagar cómo lo sienten y piensan los militantes de HIJOS, también las Madres y Abuelas, el hombre y la mujer “de a pie.” En el texto, el dinero sospechado que narra Varela está al servicio de la interpretación de la historia de Madres y Abuelas. Sirve para contar esta última en clave de manipulación. Ser motivo de un billete viene a coronar la cooptación de los organismos de derechos humanos que inició el gobierno en 2003. Su crítica no está muy lejos de la que se realiza a otro dinero público, el que se destina a la ayuda social, también narrado desde la sospecha y como herramienta de subordinación. Para quien reclama una mirada atenta a la complejidad y la sutileza de los símbolos como clave para pensar la relación entre política y cultura, esta lectura resulta llamativa. El dinero expresa el valor, y también comunica valores. En la moneda, y luego en el billete, se imprimen símbolos de soberanía, que refieren tanto al poder político como a la vida en común. La elección de esos símbolos ha sido una herramienta poderosa de los Estados, pero estos no tienen nunca el monopolio de su interpretación.
La sociología brindó herramientas poderosas para una mirada desprejuiciada sobre el dinero, desapegada de los estereotipos, sobre todo, del campo intelectual. Liberar al dinero del prejuicio no para producir su contrario (la idealización) sino para comprender la vida social a través de una de sus instituciones centrales.