Panamá se convertirá en pocos días en el punto de encuentro de las Américas, dos proyectos históricos, económicos y sociales distintos, que tienen el reto de encontrar una nueva forma de relacionarse.
La VII cita hemisférica, que tendrá lugar el 10 y 11 de abril próximos, puede marcar el inicio de un nuevo capítulo de convivencia pacífica, respetuosa y productiva, o ratificar la continuidad de las amenazas y agresiones del pasado.
Por primera vez desde su fundación en 1994, la Cumbre de las Américas hará honor a su nombre con la presencia de Cuba, cuya ausencia de las seis citas anteriores conllevó presiones de Estados Unidos y algunos de sus más cercanos aliados para acallar las voces que reclamaban desde un inicio la asistencia de todos los países del continente.
Pero hay que tener claro que la participación de nuestro país no es una concesión norteamericana, sino la reivindicación de una demanda colectiva de América Latina y el Caribe, y sobre todo una muestra de los profundos cambios que vive la región.
De otra manera no se podría explicar la asistencia de nuestro país a un cónclave que surgió como plataforma de la neoliberal Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y que ha estado bajo la sombrilla de la Organización de Estados Americanos (OEA), un organismo al que Cuba ha dicho que no regresará jamás.
Los más de cien representantes de nuestros jóvenes, empresarios y miembros de la sociedad civil —que participarán en los Foros paralelos de la Cumbre— constituyen una pequeña pero ilustrativa muestra de quiénes somos, así como los principios y valores que se han formado durante más de medio siglo de Revolución.
Contra sus debates honestos sobre los problemas y también los innegables logros de nuestro sistema social, nada podrían hacer los intentos de montar un escenario para delincuentes con nexos terroristas y otros mercenarios que buscan pasar como luchadores por los derechos humanos.
La delegación cubana se unirá a otros miles de latinoamericanos y caribeños en la Cumbre de los Pueblos, que durante los días 10 y 11 de abril convertirán al Paraninfo de la Universidad de Panamá en el verdadero muestrario de la sociedad civil de la región.
No la sociedad civil de los ricos y las ONG pagadas para la subversión, sino la de los pobres, pueblos originarios, luchadores ambientalistas, estudiantes, los campesinos, los defensores de los derechos de los inmigrantes, los que denuncian la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, la brutalidad policial, las prácticas racistas, los que reclaman para las mujeres salario igual por trabajo igual, los que exigen reparación por los daños a las compañías trasnacionales, entre muchos otros, tal y como vislumbró el General de Ejército Raúl Castro, en su discurso durante la III Cumbre de la Celac.
En esa fiesta latinoamericana y caribeña estará presente también nuestra música, un lenguaje universal que compartimos de manera especial con la mezcla de culturas que pobló las tierras al sur del Río Bravo.
En esa fiesta latinoamericana y caribeña estará presente también nuestra música, un lenguaje universal que compartimos de manera especial con la mezcla de culturas que pobló las tierras al sur del Río Bravo.
El segmento de alto nivel, donde se darán cita 35 mandatarios o sus más altos representantes, será también un espacio para la voz de los pueblos de la región.
Después del anuncio del 17 de diciembre y el reconocimiento del presidente Barack Obama del fracaso de su política de agresión contra Cuba, se esperaba un ambiente más distendido. Sin embargo, Washington le recordó al mundo que no ha licenciado su garrote al declarar a Venezuela una “amenaza a su seguridad nacional”.
Haya sido un error de retórica imperial o una concesión a los sectores más radicales que detentan el poder real en EE.UU., la orden ejecutiva del 9 de marzo pasado constituye una muestra de cómo los norteamericanos subvaloran a sus vecinos.
Los cálculos de la Casa Blanca deben haber pasado por alto que su agresión directa contra un gobierno legítimo tiene lugar en una región que cada vez más mira al sur para resolver sus propios problemas, sin tutelajes ni injerencias.
En ese escenario llegarán a Panamá los Jefes de Estado y de Gobierno a una Cumbre que tiene por lema Prosperidad con equidad: El desafío de la cooperación en las Américas.
El tema no puede tener mayor vigencia. De década en década, siglo en siglo, los latinoamericanos y caribeños han ido escuchando promesas como la Política del Buen Vecino, la Alianza para el Progreso, la Iniciativa para las Américas y el ALCA, que nunca llegaron a nada o solo dejaron un saldo mayor de desigualdad y atraso económico.
Durante la sesión inaugural de la IV Cumbre Iberoamericana en Cartagena, pocos meses antes de la cita hemisférica de Miami, el Comandante en Jefe Fidel Castro mostraba su esperanza de que la relación entre el Norte y el Sur de América fuera distinta.
“Nada sería para Cuba de mayor placer que Estados Unidos ofreciera a todos los países de la región, en particular a los de menos ingresos, un libre acceso a sus mercados como contribución al desarrollo económico de esos países”, afirmó.
“A Cuba le parece igualmente necesaria la inversión extranjera incluso norteamericana, como aporte al desarrollo en este continente”, añadió.
“A Cuba le parece igualmente necesaria la inversión extranjera incluso norteamericana, como aporte al desarrollo en este continente”, añadió.
Respecto a la idea de convocar a las organizaciones no gubernamentales del continente para producir recomendaciones respecto a la agenda, una iniciativa que se mantiene en la actual Cumbre, Fidel dijo que era algo positivo. “Pero deben ser invitadas todas y escucharse las demandas de los indígenas, las mujeres, las organizaciones campesinas, los sindicatos —sin injustas exclusiones— y los demás representantes de las sociedades civiles, que tienen mucho que decir respecto a los temas de esa cumbre”, precisó.
Pero si esa y otras condiciones elementales no se cumplían, el Comandante en Jefe llamó a recordar las palabras de José Martí cuando juzgó una reunión similar a la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Washington en 1891:
“Después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.
Editores: Claudia Fonseca, Iramsy Peraza,
Linet Perera, Laura Prada y Sergio Gómez
Linet Perera, Laura Prada y Sergio Gómez