14/04/2016
Toda crisis acrisola, purifica y hace madurar. ¿Qué lecciones podemos sacar de ella? Veamos algunas.
Primera lección: el tipo de sociedad que tenemos no puede seguir siendo así como es. Las manifestaciones de 2013 y las actuales lo muestran claramente: no queremos más una democracia de bajísima intensidad, una sociedad profundamente desigual y una política de negociados. En las manifestaciones los políticos, también los de la oposición han sido rechazados. Igualmente, por los movimientos sociales organizados. Queremos otro tipo de Brasil, diferente del que heredamos, que sea democrático, incluyente, justo y sostenible.
Segunda lección: superar la vergonzosa desigualdad social, impidiendo que 5 mil familias extensas controlen casi la mitad de la riqueza nacional. Esa desigualdad se traduce en una perversa concentración de tierras, de capitales y en una dominación inicua del sistema financiero, con bancos que extorsionan al pueblo y al gobierno cobrándole un superávit primario absurdo, Mientras no se impongan tasas a las grandes fortunas y no se sometan los bancos a niveles razonables de lucro, Brasil será siempre desigual, injusto y pobre.
Tercera lección: prevalencia del capital social sobre el capital individual. Es decir, lo que hace al pueblo evolucionar no es simplemente matarle el hambre y hacerlo un consumidor sino fortalecer su capital social, que se hace mediante la educación, la salud, la cultura y la búsqueda del bien vivir, condiciones previas para una ciudadanía plena.
Cuarta lección: exigir una democracia participativa, construida de abajo arriba, con fuerte presencia de la sociedad organizada, especialmente de los movimientos sociales que enriquecen la democracia representativa que, por causa de su corrupción histórica, el pueblo siente que ella ya no lo representa más.
Quinta lección: la reinvención del Estado nacional. Como fue montado históricamente, atiende a las clases que detentan el tener, el poder, el saber y la comunicación dentro de una política de conciliación entre las oligarquías, dejando siempre fuera al pueblo. El Estado está ahí más para asegurar privilegios que para realizar el bien general de la nación. Pero el Estado tiene que ser la representación de la soberanía popular y todos sus aparatos deben estar al servicio del bien común, con especial atención a los vulnerables (su carácter ético) y bajo estricto control social, con las debidas instituciones para ello. Para eso se hace necesaria una reforma política, con una nueva constitución, fruto de la representación nacional y no solo partidaria.
Sexta lección: el deber ético-político de pagar la deuda con las víctimas del proceso de construcción de nuestra nacionalidad, deuda que nunca fue pagada con los indígenas casi exterminados, con los afrodescendientes (más de la mitad de la población brasilera) hechos esclavos, carbón para el proceso productivo, con los pobres en general, siempre olvidados por las políticas públicas y despreciados y humillados por las clases dominantes. Urgen políticas compensatorias y proactivas para crearles oportunidades de autopromocionarse e insertarse en los beneficios de la sociedad moderna.
Séptima lección: fin del presidencialismo de coalición de partidos, hecho a base de negocios y de tráfico de influencias, de espaldas al pueblo. Es una política de Planalto desconectada de la planicie, donde vive el pueblo. Con o sin Dilma Rousseff al frente del gobierno, para salir de la pluricrisis actual se necesita una nueva concertación entre las fuerzas existentes en la nación. No puede ser solo entre los partidos que tenderían a reproducir la vieja y desastrosa política de conciliación o de coalición, sino una concertación que acoja a representantes de la sociedad civil organizada, movimientos sociales de carácter nacional, representantes del empresariado, de la intelectualidad, de las artes, de las mujeres, de las iglesias y de las religiones, a fin de elaborar una agenda mínima aceptable por todos.
Octava lección: El carácter claramente republicano de la democracia que va más allá de la neoliberal y privatizadora. En otras palabras, el bien común (res publica) debe adquirir centralidad y el bien privado después. Esto se concreta mediante políticas sociales que atiendan las demandas más generales de la población a partir de los necesitados y dejados atrás. Las políticas sociales no se restringen solo a ser distributivas, importa que sean redistributivas (disminuir a quien tiene de más para pasarlo al que tiene de menos), con vista a la reducción de desigualdad social.
Novena lección: la dimensión geopolítica de la crisis brasilera. No se puede pensar Brasil solamente partir de Brasil sino siempre dentro del contexto geopolítico global. Hay grandes intereses de Estados Unidos, China, Rusia, Arabia Saudita por el segundo mayor yacimiento de petróleo del mundo, el pré-sal, y también por alinear a la séptima economía mundial dentro de la línea general definida por los países centrales que controlan la macroeconomía neoliberal y capitalista. No quieren que en el Atlántico Sur surja una potencia que siga un camino propio, especialmente articulada con los BRICS que hacen contrapunto al sistema mundial imperante.
Décima lección: inclusión de la naturaleza con sus bienes y servicios y de la Madre Tierra con sus derechos en la constitución de un nuevo tipo de democracia socio-cósmica, con una conciencia ecológica de altura, que reconoce a todos los seres como sujetos de derechos formando un gran todo: Tierra-naturaleza-ser humano. Es la base de un nuevo tipo de civilización, biocentrada, capaz de garantizar el futuro de la vida y de nuestra civilización.
*Leonardo Boff es escritor y columnista del JB online.
Traducción de MJ Gavito Milano
https://leonardoboff.wordpress.com/2016/04/14/diez-lecciones-de-la-multiple-crisis-brasilera/