Por: Hugo Ríus 20 abril 2016
Dilma Rousseff.
La arrancada del fraguado golpe de Estado parlamentario contra la democracia en Brasil transcurrió con matices carnavalescos en el Congreso más conservador desde 1985 según apuntan expertos, lleno de fundamentalistas religiosos, familiares de políticos en activos, con un alto por ciento de nepotismo y de acusados por corrupción. Entre estos se escucharon argumentos como evitar que “los niños aprendan sexo en la escuela” o para “acabar con la Central Única de Trabajadores y sus marginales”, “para que se les deje de dar dinero a los desocupados”.
En cambio olvidaron mencionar los cuestionables y endebles motivos esgrimidos por la oposición como argucia leguleya para atacar a la presidenta, y por supuesto raramente se expresó un voto dedicado a la calidad de la educación, a la salud, a los desempleados o las minorías, objetivos del gobernante Partido de los Trabajadores.
Con este parlamento más una intensa campaña hostil y distorsionadora de influyentes medios poderosos que sacaron puntas de adversas coyunturas económicas, la oligarquía mostró toda su habitual ferocidad a la hora de revertir las conquistas populares y restaurar el orden neoliberal, aunque el previsiblemente retroceda, en beneficio de los intereses geopolíticos y económicos del imperio en América Latina. No podían faltar tampoco las notas carnavalescas
Dilma Rousseff.
La arrancada del fraguado golpe de Estado parlamentario contra la democracia en Brasil transcurrió con matices carnavalescos en el Congreso más conservador desde 1985 según apuntan expertos, lleno de fundamentalistas religiosos, familiares de políticos en activos, con un alto por ciento de nepotismo y de acusados por corrupción. Entre estos se escucharon argumentos como evitar que “los niños aprendan sexo en la escuela” o para “acabar con la Central Única de Trabajadores y sus marginales”, “para que se les deje de dar dinero a los desocupados”.
En cambio olvidaron mencionar los cuestionables y endebles motivos esgrimidos por la oposición como argucia leguleya para atacar a la presidenta, y por supuesto raramente se expresó un voto dedicado a la calidad de la educación, a la salud, a los desempleados o las minorías, objetivos del gobernante Partido de los Trabajadores.
Con este parlamento más una intensa campaña hostil y distorsionadora de influyentes medios poderosos que sacaron puntas de adversas coyunturas económicas, la oligarquía mostró toda su habitual ferocidad a la hora de revertir las conquistas populares y restaurar el orden neoliberal, aunque el previsiblemente retroceda, en beneficio de los intereses geopolíticos y económicos del imperio en América Latina. No podían faltar tampoco las notas carnavalescas