PAUL KRUGMAN
22 ago 2016
Sin embargo, algo que sí sabemos es que ninguno de los rivales reales de Donald Trump para la candidatura republicana, se parecía en algo a su candidato imaginario, un conservador sensible y moderado, con buenas ideas.Por ejemplo, no hay que olvidar lo que Marco Rubio estaba haciendo, como es bien sabido, no podía dejar de repetir: insinuar que el presidente Barack Obama está debilitando a Estados Unidos en forma deliberada. No fue tan distinto a lo que dijo Donald Trump en cuanto a que Obama fundó al EI. Y tampoco olvidemos que Jeb Bush, el máximo candidato de la elite dominante, empezó su campaña con la absurda aseveración de que con sus políticas se duplicaría la tasa de crecimiento de la economía estadounidense.
Lo que me trae a mi tema principal, la visión económica de Clinton, la cual resumió la semana pasada. Es con mucho una de centro izquierda: aumentos incrementales pero bastante grandes en las tasas fiscales para los altos ingresos, hacer más estrictas las regulaciones, y fortalecer todavía más a la red de seguridad social.
También es una visión notable por su falta de supuestos estrafalarios. A diferencia de casi todos en el lado republicano, no está justificando sus propuestas diciendo que causarían una aceleración radical en la economía estadounidense. Como lo expresó el Centro para la Política Tributaria, no partidista: "ella es una política que pagaría por lo que promete".
Así es que ésta es mi pregunta: ¿la modestia de la agenda económica de Clinton es algo demasiado bueno? ¿Acelerar el crecimiento económico estadounidense debería ser una prioridad mayor?
Si bien a Estados Unidos le ha ido razonablemente bien con la recuperación de la crisis financiera del 2007 al 2009, el crecimiento económico a más largo plazo se está viendo muy decepcionante. Parte de esto es solo demografía, ya que losbaby boomers se están retirando y se ha desacelerado el crecimiento de la población en edad de trabajar. Sin embargo, se ha dado una disminución misteriosa en la participación de la fuerza de trabajo entre lo adultos en edad productiva y una caída drástica en el crecimiento de la productividad.
El resultado, según la Oficina Congresal del Presupuesto, es que la tasa de crecimiento del PIB potencial —lo que la economía podría producir con el empleo pleno— ha descendido de cerca del 3,5% al año a finales de los 1990 a alrededor de 1,5% ahora. Y algunas personas a las que yo respeto creen que tratar de hacer que ese porcentaje vuelva a subir debería ser un gran objetivo de la política.
Sin embargo, a medida que trataba de dilucidar todo esto, me di cuenta de que lo que me estaba pasando por la cabeza era la famosa Oración de la Serenidad de Reinhold Niebuhr: "Dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar, y la sabiduría para reconocer la diferencia". Ya sé que parece algo sacrílego aplicarla a la política económica, pero igual.
Después de todo, ¿qué es lo que realmente sabemos hacer cuando se trata de política económica? De hecho, sí sabemos cómo brindar atención de la salud esencial a todos; la mayoría de los países avanzados lo hacen. Sabemos cómo brindar seguridad básica en el retiro. Sabemos bastante sobre cómo incrementar el ingreso de los trabajadores de sueldos bajos.
También argüiría que sabemos cómo combatir las crisis financieras y las recesiones, aunque la paralización política y la obsesión por los déficit han obstruido el camino para utilizar ese conocimiento.
Por otra parte, ¿qué sabemos de acelerar el crecimiento a largo plazo? Según la Oficina del Presupuesto, el crecimiento potencial fue bastante estable de 1970 al 2000, sin que nada de lo que hicieron Ronald Reagan y Bill Clinton hubiese marcado una diferencia obvia. La caída subsecuente empezó con George W. Bush y continuó con Obama. Esta historia indica que no hay una forma fácil de cambiar la tendencia.
Ahora, no estoy diciendo que no deberíamos tratar. Yo argumentaría, en particular, por un gasto considerablemente mayor en infraestructura de lo que propone Clinton, y más préstamos para pagarla. Esto podría estimular en forma significativa el crecimiento. Sin embargo, sería imprudente contar con ello. Entre tanto, no creo que suficientes personas aprecien el valor que implica concentrarse en cosas que, de hecho, sabemos cómo hacer, en comparación con hablar sobre un crecimiento maravilloso.
Cuando los conservadores prometen un crecimiento fantástico si les damos otra oportunidad, una razón principal es que no quieren admitir qué tanto tendrían que reducir los programas populares para pagar las reducciones fiscales. Cuando los centristas nos exhortan a alejarnos de cuestiones de distribución y justicia, y, mejor concentrarnos en el crecimiento es que, con demasiada frecuencia, están huyendo de los problemas reales que nos dividen políticamente.
Así es que, de hecho, es bastante valiente decir: "estas son las cosas que yo quiero hacer y aquí está cómo voy a pagarlas. Lo siento, algunos de ustedes van a tener que pagar impuestos más altos". ¿No sería grandioso si ese tipo de honestidad política se convirtiera en la norma?