Por Aram Aharonian
NODAL6 marzo, 2018
NODAL6 marzo, 2018
Otro mundo es posible: ese fue el disparador que enamoró a quienes luchaban contra de la injusticia y la destrucción del planeta, y el Foro Social Mundial pasó a ser desde 2001 y por varios años un punto de encuentro de los movimientos sociales contrarios a la globalización neoliberal y se constituyó en voz alternativa a las directrices del Foro Económico Mundial de Davos.
Para que influyera en esos valores comunes, para cambiar el imaginario colectivo sobre la realidad, siempre se necesitó de organización y de tener claras las metas. Pero mientras se recitaba horizontalidad y transparencia, siempre existió la tentación de que se convirtiera en una franquicia, desplegada por todo el mundo (y no solo por el mundo en desarrollo), sin metas comunes claras que superaran la tentación del eventismo.
Dentro del progresismo, hay compañeros que se resisten a las críticas a la realidad del FSM, quizá porque genuinamente defienden algo que es propio de su historia y la crítica les parece inconveniente para este momento de tantas flaquezas. Hay algunos que señalan que la autocrítica permanente no siempre es fructífera (que es lo mismo que decir que a veces sí lo es).
Muchos han tomado posturas cercanas a la máxima que dice que “en una fortaleza sitiada, la crítica es traición” (lo único fuera de debate son los principios), otros tienen temor de perder a sus patrocinantes. Lo que debiera salir de un debate es la definición de cuál es la estrategia a seguir: continuar dentro del FSM para introducir estos debates tan necesarios, construir otra herramienta y en ambos casos, con quién. Y, además, vivimos en plena ofensiva neocolonial.
Los principios
Desde varias regiones se denuncia que el comité brasileño nunca quiso dejar el poder en un modelo anárquico abstracto basado quizá en la visión de las comunidades de base católicas brasileñas, sin ninguna relación con la realidad. Y el Comité Internacional, de personalidades, siguió manejado por pequeños grupos y figuras que más allá del altermundismo, representan a ONGs (algunas a sueldo), cada una de ellas con líneas y propósitos tan concretos como propios, y muchas veces apenas a sí mismos.
Después de 17 años sería hora de rever la carta de principios, adaptarla al mundo de hoy, con un listado de temas consensuados y sobre los cuales seguramente todos estén de acuerdo, como el cambio climático, las guerras, las armas, la finanza especuladora, las migraciones. Y es hora que el FSM vuelva a ser un actor que incida en el mundo.
¿O es que hay alguien que esté contra una declaración unívoca contra las guerras, contra la destrucción del planeta o contra la enorme desigualdad por la que ocho personas poseen la misma riqueza que 2.3 mil millones de personas?
No parece normal que este FSM de Salvador no tenga el tema del cambio climático como un eje importante, profundamente sentido por la sociedad civil. Pareciera que los temas vienen canalizados por ONGs europeas y estadounidenses, interesados en temáticas que no son urgentes para nuestras sociedades, pero que cuentan con financiamiento para su organización.
Arriba, en la estructura del FSM está la figura del arquitecto brasileño Francisco Chico Whitaker, escaso de horizontalidad desde que recibió el Premio Nobel alternativo cuando el Foro era un punto de referencia para quienes querían cambiar al mundo, enfrentado a los pocos intelectuales de fuste que dieron el debate sobre la necesidad de otro mundo posible, necesario, imprescindible.
El verso de la horizontalidad se contradice permanentemente con el autoritarismo y la manipulación desde las estructuras del poder (del FSM), más entusiasmadas en organizar eventos (todo es eventual, no hay continuidad ni seguimiento de los temas y debates) entre convencidos, que dar la pelea por el pensamiento crítico anticapitalista.
Cuando los movimientos políticos comenzaron a acercarse al Foro, se hizo todo lo posible para alejarlos, con la excusa de evitar la contaminación. Y nuestros presidentes progresistas no fueron bienvenidos. Ni siquiera se aprovechó sus experiencias, sus dudas, sus propuestas, para debatirlas. Es más, el grupo brasileño impidió que el Comité Internacional emitiera un comunicado contra el juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, que desembocó en el golpe de Estado judicial-mediático-policial-empresarial. ¿Tampoco se defiende la democracia?
En los primeros foros, por ejemplo, el panel que se organizó sobre la Utopía, con José Saramago, Eduardo Galeano, Federico Mayor, y 60.000 participantes, demostró la necesidad del debate, de la batalla de ideas, en la guerra cultural contra el capitalismo y las fuerzas neocoloniales. Ya no están ni Saramago ni Galeano, y se fueron sin que se les pudiera sacar el jugo: no hubo ni siquiera un resumen del debate para socializarlo. ¿No había interés?
Hay que comprender que horizontalidad y organización no son dos valores opuestos. Los organizadores del FSM emiten un documento que defiende que haya centenares de paneles, y señalan que buscar integrarlos está en contra de la horizontalidad. Sin dudas, todos estos paneles son una prueba de la riqueza del debate, y también una fragmentación: cada uno sabe de su panel, pero no lo que se debate en otros paneles sobre el mismo tema… y menos aún sobre otros temas.
Las personalidades que dieron vida y prestigio al FSM hoy coinciden en que el mismo está en una profunda crisis, como indican las cifras y la falta de repercusión y entusiasmo, e insisten en la necesidad de dar paso a una horizontalidad siempre inclusiva y transparente, pero aceptando que es necesaria un mínimo de organización y estructuración.
La endogamia
El verso de la horizontalidad choca con la necesidad de información y también de comunicación (y así ha sido también en el Comité Internacional que creyó que eso era tare de periodistas). Desde el comienzo del proceso se insistió (desde los medios alternativos) en la necesidad de que se crearan instrumentos para compartir con los que no venían, porque compartir es una responsabilidad colectiva e individual de los que quieren y luchan por un mundo diferente.
Y el FSM fue quedando con iniciativas endogámicas: de cada Foro no llegó nada de las experiencias al resto del mundo. Sería simple consensuar reglas que respeten los organizadores de paneles: nombrar un relator, que al final del panel entregue un resumen del debate y de sus conclusiones, para que puedan compartirse. Hoy los medios electrónicos hacen posible lo que hace 17 años era impensable.
Sería útil que los que no están (en el panel) puedan reflexionar y compartir, lo que no tiene nada que ver con la tan mentada horizontalidad, sino en l ineludible necesidad de coordinar las luchas. El diseño del FSM es facilitador de la fragmentación, de que cada panel crea que lo más importante es su lucha y no la que dio origen al mismo, la necesidad de inventar un mundo diferente, justo, equitativo, de paz, de respeto a la naturaleza.
El diseño es para que cada grupo coordine consigo mismo, atentatorio contra la misma filosofía del FSM. Como decía Galeano en los setenta, mientras algunos hacen la revolución, Brigitte Bardot lucha en defensa de las ballenas azules…
En más de tres lustros, el FSM corrió los peligros como la rutinización, la oenegización, la cooptación, la burocratización, la falta de participación de movimientos reales, la dispersión, la infiltración, el copamiento. Y esta realidad lo confirma. En medio de la crisis sistémica del capitalismo, con una crisis climática, política, social, migratoria, alimentaria sin precedentes, se sigue apostando a la tan mentada horizontalidad que solo beneficia al pensamiento único y al inmovilismo.
Estamos a la puerta del efecto de las nuevas tecnologías en la (sobre) vida de los trabajadores y la economía, así como las noticias falsas (fake news), la posverdad y la inteligencia artificial, lo que hace necesaria un nueva agenda, pero manejada desde el sur. De todo esto ni se hablaba en 2001 en Porto Alegre… Seis años después del inicio, en 2007, en Belem do Pará se vio la primera muestra colectiva de rechazo a la crisis del capitalismo y la necesidad de una ruptura con el mismo.
Hoy crece el debate puertas adentro entre movimentistas “puros” (aliados hoy unos a la socialdemocracia europea y a la Iglesia católica) y militantes sociales y políticos sobre el futuro del FSM, sobre la relación entre partidos políticos anticapitalistas y movimientos, sobre los vínculos con gobiernos progresistas de la región.
Obviamente, el FSM ha perdido peso e influencia, quizá porque aquellos movimientos sociales que llevaron a nuestros presidentes reformistas al gobierno, desaparecieron de las calles, porque también ellos fueron cooptados (y burocratizados) para tareas del gobierno y los movimientos desmovilizados.
Hoy muchos otrora altermundistas buscan foros sobre temas que tienen interés para ONGs europeas y estadounidenses y huyen de los temas acuciantes para el futuro de su propia gente, quizá para no perder la gimnasia forista. Lo vimos no hace mucho en la reunión de la OMC en Buenos Aires, donde invisibilizaron la lucha contra el TLC entre el Mercosur y la Unión Europea, entre otros temas.
Otro Foro Social Mundial es posible y necesario: éste sólo garantiza el eventismo, la imposición de organizadores de una franquicia que sigue las agendas de las ONGs europeas y estadounidenses, la fragmentación, el abandono de la batalla de las ideas, el desprecio y utilización de las organizaciones sociales y de la posibilidad de buscar y debatir, juntos, espacios y formas de seguir la lucha en circunstancias por demás difíciles, muchos más difíciles que hace 17 años.
No se trata de destruir nada, sino transformarlo para que nuevamente entusiasme a los luchadores sociales, para que termine el inmovilismo. El desafío es saber hacia dónde caminar, con quién caminar. No soportamos la verdad única: el debate siempre es enriquecedor, para todos. Hoy no hay camino, pero decía Antonio Machado (que nada sabía de foros pero sí de lucha): Caminante son tus huellas, el camino y nada más / Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
(*) Periodista y comunicólogo uruguayo. Mágister en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA).