Por Nicolás Retamar, de la redacción de NODAL
16 febrero, 2019
Crisis humanitaria y ayuda humanitaria son palabras que resuenan en los oídos de todas las personas que habitan América Latina y el Caribe. Que Nicolás Maduro es legítimo o ilegítimo o que Juan Guaidó es servil a los intereses de Estados Unidos o es el gran patriota venezolano. Sin embargo, y a pesar de todo el bombardeo mediático, América Latina y el Caribe no se circunscriben a un solo país.
Estigmatizado e invizibilizado, Haití está atravesando una crisis social, política y económica que se desenvuelve con protestas diarias que buscan terminar con la corrupción y con la presidencia de Jovenel Moïse. “Cuando en Haití se calienta la calle (se refiere al estado de ebullición social) siempre se cuenta en vidas humanas de los más pobres y en caída de gobiernos débiles”, dice Jimmy Almoza, coordinador de ALAMES Haití.
No solo se trata de la renuncia del presidente Moïse o del fin de la corrupción. Para Gonzalo Basile, epidemiólogo argentino perteneciente a CLACSO que trabaja en Haití desde 2010, “Haití solo puede ser refundado por Haití y nuestro rol es acompañar y cooperar si la sociedad e instituciones haitianas lo requieren de forma horizontal, democrática y respetando soberanía y autonomía.”
NODAL dialogó con ellos para conocer en profundidad cómo es Haití, cómo es y de qué manera se expresan las desigualdades en el país más pobre de la región.
1 – Las movilizaciones contra la corrupción y la renuncia del presidente Jovenel Moïse se intensifican diariamente ¿Cómo es la situación social, económica y política en Haití que desató esta ola de protestas?
Jimmy Almoza (JA): Hay que tener mucho cuidado de describir la oleada de protestas en Haití con una especie de revuelta popular o que tiene que ver exclusiva o directamente con la crisis crónica de larga duración que padece el pueblo haitiano en su devenir de empeoramiento de la calidad de vida. Claro que Haití padece una crisis socioeconómica crónica puesto que es el país más empobrecido de la región y tiene los menores ingresos per cápita de América Latina y el Caribe, que se traduce en cíclicas crisis epidemiológicas y sanitarias severas.
Hay una dimensión política en la fragilidad del gobierno nacional del Presidente Jovenel y su primer ministro, del sistema parlamentarista haitiano único en Latinoamérica, del péndulo de acumulación de poder y progresivo debilitamiento gubernamental en Haití que termina con la resolución de conflictos y disputas políticas de forma un tanto traumática y donde las necesidades, problemas y prioridades del pueblo no son realmente lo que está en juego sino parecieran ser más disputas de las elites y grupos de poder internos y externos.
Puntualmente en esta crisis política se visualiza un juego geopolítico a raíz del Petrocaribe, la situación de Venezuela y el voto de Haití contra el gobierno de Maduro en la OEA y en la ONU. Hay movimientos de jóvenes que trascienden a los partidos políticos y masifican vía redes sociales el tema corrupción como un elemento de hartazgo y cansancio con el sistema político tradicional expresado en el Parlamento, los partidos políticos y el gobierno.
Hay una dimensión de desgaste y mala gestión pública de Estado que se traduce en una percepción social de mala administración de la presidencia de Jovenel Moïse comparando resultados con sus promesas de campaña electoral como continuador de Martelli. Además, hay una base de dimensión económica de esta crisis por un lado con una devaluación de la moneda nacional (Gourdes) a casi 83 Gourdes por 1 dólar, lo que generó una inflación que encareció el costo de la vida dentro de la precariedad en exceso en el 90% de las familias haitianas. Cabe aclarar también que Haití importa el 95% de los bienes y recursos que consume. Incluso se recuerdan los intentos fallidos de Moïse de incrementar el valor del combustible y carburante, kerosene y carbón que las familias utilizan para cocinar, que produjo la desestabilización de 2018.
Sin embargo, también hay un juego del sector privado y empresariado haitiano concentrado voraz que se disputa negocios en la construcción de obras públicas, electricidad y petróleo, donde esas familias del 1% de grupos haitianos están perdiendo renta en tensión de negocios con el presidente y según se reconoce aportan dinero para movilizar y “calentar” la calle.
Cuando en Haití se calienta la calle siempre se cuenta en vidas humanas de los más pobres y en caída de gobiernos débiles. El sistema de poder de elites, la triada del poder de las grandes potencias del Norte y la ineficaz cooperación internacional sigue indemne en el país.
Recomiendo ver el documental “Asistencia Mortal” para entender el Haití ocupado por ONGs internacionales. Algunas hay muy buenas, destacadas por el pueblo y otras haciendo negocios.
2 – Los medios masivos de comunicación concentran sus flashes en Venezuela pero la realidad que atraviesa Haití permanece invizibilizada. ¿Por qué uno de los países más pobres de América Latina y el Caribe sufre este desconocimiento?
JA : Haití fue la primera revolución independentista negra del mundo. Eso el sistema colonial basado en Occidente no lo perdona, por eso sólo somos “noticia” por las cosas “malas” en Haití. Y eso nos muestra a veces indefensos o débiles, sin lograr comprender los problemas reales que tenemos pero también la riqueza y sabiduría del pueblo haitiano, su cultura, sus movimientos sociales, de mujeres, campesinado, de los profesionales formados en grandes universidades, de nuestras luchas y sueños.
Desde Haití tenemos que fortalecer nuestros lazos de solidaridad e intercambio con América Latina si queremos una segunda independencia para que también Latinoamérica comprenda y este más activo por y con Haití. Venimos de una historia de invasiones extranjeras con Estados Unidas o la MINUSTHA, de una sangrienta dictadura de los Duvalier, de golpes de Estado promovidos desde Francia, Estados Unidos o la Unión Europea. Eso generó una inestabilidad permanente institucional y democrática que salimos de a poco.
Gonzalo Basile (GB): Efectivamente hay ciertas incomprensiones de Latinoamérica sobre Haití y también cierta espectacularización cinematográfica massmediatica sobre Haití.
De las incomprensiones daría como ejemplo lo que muchos de nuestros países y gobiernos incluso progresistas, especialmente Brasil, Argentina, Uruguay, pero también Paraguay, Colombia, Chile, El Salvador y otros, conformaron desde el Consejo de Seguridad de ONU la MINUSTHA con la tesis que Haití era un riesgo para la seguridad global pero fue más una fuerza militar de ocupación que como siempre en estas operaciones de paz terminaron violando derechos humanos e incluso generando la peor epidemia de Cólera en Haití por el traslado de tropas de Nepal de la cepa.
Igualmente también hay que decir que la cooperación Sur Sur por ejemplo con UNASUR, el ALBA o Brasil fue importante en un periodo (2010-2014) y la presencia latinoamericana implica conjugar una perspectiva de diálogo intercultural y de no reproducir los patrones y lógicas de la cooperación internacional del Norte global. Aprender de Haití, escuchar, incrementar las cooperaciones e intercambios y en el camino fortalecer capacidades para la autonomía y soberanía sanitaria y política.
Hay que tener claro que esta situación no puede ser comparada con Venezuela en ningún sentido y tampoco hacer una “competencia” de crisis humanitarias o emergencias de salud pública. Son procesos y crisis diferentes, Haití nunca expandió bienes públicos universales ni llego un Estado social aunque sea estratificadamente. Haití representa el modelo de sociedades excluyentes y fragilizadas.
3 – Respecto al acceso a la salud como derecho humano básico, ¿cuál es el estado de este derecho en Haití en el contexto actual?
JM: Como médico haitiano formado en Cuba y hoy trabajando en mi país en los lugares y zonas más pobres con mayores problemas de salud, creo que necesitamos tener otro sistema de salud. Hoy en medio de este conflicto los hospitales están cerrados, las ambulancias no funcionan, los dispensarios y centros de salud están sin insumos y los profesionales de la salud por las protestas no pueden llegar a los establecimientos. En Haití aún un 40 o 50% de su población se encuentra en zonas rurales y de montaña y más de 4 millones de personas viven en una ciudad como Puerto Príncipe.
La desigualdad en el país es abismal y en salud se expresa que las elites y los políticos atienden a sus familias en clínicas de Miami y el pueblo vive sin servicios de salud pública. Aunque hubo progresos importantes en la formación de epidemiólogos del sistema de vigilancia sanitaria, en el desarrollo del laboratorio nacional, en las cantinas infantiles de las escuelas para dar comida y vacunar a los niños, en más capacidades del Ministerio de Salud Pública y Población en los últimos años, el acceso a servicios de salud pública de calidad e integral no existe como derecho universal aunque así lo fija nuestra constitución.
Esto significa enfermedades y muertes evitables todos los días. Desde ALAMES Haití consideramos fundamental movilizar las fuerzas sociales del país y crear un nuevo Sistema Nacional de Salud Publica único y universal y lo primero sería trabajar en la universalización de la atención primaria con equipos de salud de la familia para enfrentar los problemas y enfermedades casa por casa en cada comunidad y familia. Para hacer esto necesitamos reforma una fiscal y un financiamiento real. Lo vamos a discutir este año en el Parlamento. También estamos trabajando en formación universitaria en Universidad del Estado y con CLACSO.
GB: Las condiciones de vida y sobrevivencia en Haití determinan perfiles de enfermedad y muertes graves. El país transita una crónica emergencia y crisis epidemiológica expresada en la mortalidad infantil y materna más alta de la región, una epidemia de cólera con 9000 muertes acumuladas, brotes endémicos y epidémicos de Malaria, Dengue, Difteria, TBC, EDA(Diarreicas agudas), accidentes de tránsito con discapacidades graves y sin urgencias, violencia y abortos inseguros, entre otras. La tasa de incidencia más alta de VIH.
Primer cuestión: es evidente que como uno vive, se enferma y se muere y eso en Haití especialmente en la urbanización caótica y desigual de Puerto Príncipe y en las regiones rurales implica no acceso a agua segura, a no gestión de residuos sólidos y excretas, a inseguridad alimentaria y medios de vida afectados por la sequia, la deforestación, los eventos climáticos extremos con lluvias e inundaciones o huracanes.
Segundo, el sistema de salud de Haití es difícil definirlo como “sistema”, es un conjunto de servicios fragmentados donde dos tercios de los establecimientos de salud son privados con y sin fines de lucro, lo cual significa que para el acceso efectivo y garantía del derecho a la salud en Haití hay que pagar. Esto impacta claramente en las crisis epidemiológicas y sanitarias recurrentes antes descriptas.
Por último, me gustaría hablar del rol del Sistema internacional de Cooperación que por ejemplo en el caso de Salud representa casi el 68% del presupuesto nacional que depende de esta cooperación internacional. Sistema de Cooperación basado en lo que denomino un triangulo de poder con 3 vértices:
La colonialidad del poder eurocentrado que representa los intereses geopolíticos del Norte global a través de sus agencias (sea USAID, DFID, JICA, UE u otras) y del filantrocapitalismo (Fundaciones de las corporaciones como Bill y Melinda Gates, Clinton, etc.) y ONG’s
La internacionalización de recursos humanos expatriados que viven de esta cooperación y representan como diplomacia de manera formal y social sus intereses y agendas.
Sus lógicas de apropiación de financiamiento e industria de la ayuda al “desarrollo” con lo que ello significa. Este régimen de Cooperación Internacional reproduce verticalidad en sus intervenciones ya que son “ellos” los que saben hacer, tienen el dinero y ejecuten de forma vertical y fragmentada), de colonialidad dado que subestiman y denostan al haitiano siempre, y una geopolítica de la dependencia sin fortalecer capacidades públicas y sociales en Haití.
Por supuesto que los lenguajes cambiaron y todos hablan de derechos, desarrollo de capacidades, equidad de género, pertinencia cultural, y que esto no se puede en Haití por Haití. Una especie de culpabilización de la víctima. Pero no hay que mirar tanto sus enunciados sino sus agendas y acciones materiales y concretas. Un ejemplo claro es la Comisión Presidencial de Salud del presidente Moïse que fue colonizada por los postulados del Banco Mundial para implementar una reforma del sistema de salud haitiano bajo el nombre de “Cobertura Universal” cuando en la realidad se buscó copiar el modelo colombiano o peruano de seguros de salud para “pobres” con un paquete de servicios mínimos y con transferencia de financiamientos y capacidades al sector privado de salud.
Esto en un país donde el 90% de la población no tiene ninguna cobertura sanitaria y las tecnocracias arman padrones de beneficiarios para seguir lucrando con la exclusión y las consultorías. Haití necesita reconstruir y refundar su soberanía política y también su soberanía sanitaria reconstruyendo un Estado que pueda proveer bienes públicos universales y ataque las raíces de la precariedad de la vida terminando con las cooperaciones verticales por enfermedad como VIH, Malaria, etc., o por sector, materno infantil, agua, saneamiento, etc.
Es decir, Haití solo puede ser refundado por Haití y nuestro rol es acompañar y cooperar si la sociedad e instituciones haitianas lo requieren de forma horizontal, democrática y respetando soberanía y autonomía.
* Gonzalo Basile (GB), argentino, epidemiólogo, reside en el Caribe. Director e investigador de FLACSO República Dominicana, es coordinador del GT de Salud Internacional de CLACSO y actualmente es Director de América Latina y Caribe de Médicos del Mundo. Trabaja en Haití desde 2010.
* Jimmy Almoza(JA), haitiano, salubrista. Es coordinador de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social Capitulo Haití (ALAMES Haití) y coordinador general país desde 2011 de Médicos del Mundo (Argentina). Investigador asociado a CLACSO.