Macron, Di Maio y los chalecos amarillos. La reunión del premier italiano con los manifestantes franceses desató una crisis bilateral
Por Eduardo Febbro
08 de febrero de 2019
Di Maio (cuarto desde la derecha) difundió por Twitter esta foto de su entrevista con representantes de los chalecos amarillos.
La Cancillería francesa deploró las “reiteradas acusaciones” y las “declaraciones ultrajantes”, por parte de Roma. Salvini expresó su anhelo de que el pueblo francés se liberara lo más pronto posible de “un pésimo presidente”.
La batalla por le hegemonía ideológica de Europa se cobró una víctima inesperada: la relaciones entre Francia e Italia. Ocho meses de tironeos entre París y Roma al mejor estilo de Donald Trump desembocaron en una crisis tan inédita como espesa entre las dos capitales. Francia llamó este jueves a consultas a su embajador como respuesta a los constantes desagravios provenientes de Italia desde que la coalición entre los fascistas de La Liga y el movimiento post ideológico 5 estrellas formaron una coalición de gobierno. La crisis no tienen precedentes entre dos capitales de dos países que han sido el zócalo fundador de la construcción europea. La cancillería francesa deploró las “reiteradas acusaciones”, las “declaraciones ultrajantes”, la “injerencia” y “la falta de respeto” por parte de Roma. El gesto que colmó la paciencia del presidente Emmanuel Macron fue el encuentro que mantuvo en Francia el martes de esta semana el vicepresidente del Consejo Italiano y jefe del movimiento 5 estrellas, Luigi Di Maio, con un grupo de representantes de los chalecos amarillos. Luego de este intercambio, el mismo Di Maio hizo circular la información de la entrevista con los chalecos en las redes sociales, donde escribió, dos veces: “el viento del cambio atravesó los Alpes”.
París consideró que ello, más las otras declaraciones de los líderes italianos, “constituían una provocación suplementaria e inaceptable. Violan el respeto que le corresponde a la elección democrática hecha por un pueblo amigo y aliado. Violan el respeto que se deben los gobiernos democrática y libremente electos” (Agnès von der Mühll, portavoz del Ministerio francés de Relaciones Exteriores). Los dirigentes italianos han copiado lo peor de su vulgar modelo norteamericano con el objetivo de debilitar al liberalismo pro europeo. Entre Di Maio y Matteo Salvini, jefe de la extrema derecha italiana y peso pesado del gobierno, los dos hombres fueron tejiendo una frondosa retórica de agresiones contra la presidencia francesa. Salvini, por ejemplo, expresó su anhelo de que el pueblo francés se liberara lo más pronto posible de “un pésimo presidente”. Detrás de esta querella se esconde en realidad una batalla mucho más amplia por la hegemonía política dentro de la Unión Europea de cara a las elecciones europarlamentarias del próximo 26 de mayo. Salvini y sus aliados trumpistas que se desplazaron al Viejo Continente, entre los que se encuentra el ex consejero de Donald Trump, Steve Bannon, cuentan con modelar un frente europeo de extrema derecha contra los paridos liberales, pro europeos y globalizadores, un eje donde Emmanuel Macron aparece como el paladín. El mismo desarrolló a lo largo del tiempo la idea de que la consulta europea era una suerte de escenificación de las elecciones presidenciales francesas, es decir, el pro europeísmo contra los nacionalistas populistas. De allí la protesta francesa que consistió en aclarar que “una cosa es tener desacuerdos, otra instrumentalizar la relación con fines electorales”.
En ese contexto, mientras las izquierdas europeas los miraban con tanta fascinación como desconfianza, los chalecos amarillos se volvieron un postre muy tentador para las ultraderechas, la de Francia y las de afuera. Donald Trump habló de ellos, Steve Bannon también y los italianos no tardaron en ver una oportunidad para acercarse a ellos y recuperarlos. De allí el encuentro entre Di Maio y dos de los líderes chalecos así como las insistentes provocaciones de Roma. Matteo Salvini, cuando en noviembre surgió el movimiento amarillo, fue uno de los primeros en usarlo contra el jefe del Estado francés. “Macron ha dejado de ser mi adversario. No es más un problema para mí. Es un problema para los franceses”, dijo Salvini. Tanto la ultraderecha italiana como los líderes de 5 estrellas sienten que los chalecos amarillos tienen semejanzas con cada uno de esas corrientes: son, según ellos, populistas y están contra el sistema. Dentro de esa estrategia, Di Maio se reunió en Francia con Ingrid Levavasseur, una antigua líder de los chalecos amarillos la cual, con un partido recién creado, se presentará en las elecciones europeas. Luego lo hizo con uno de los hombres de la corriente amarilla más radical, Christophe Chalençon, un líder que preconizó una “guerra civil en Francia” si Macron no dimitía e incluso llegó a pedir que “los militares entraran en juego”. No termina aquí. La próxima semana se organizó, ahora en la capital Italiana, un nuevo encuentro con los chalecos amarillos. La controversia entre París y Roma viene de lejos, concretamente de la crisis migratoria del Mediterráneo. Macron, en junio de este año, había denunciado “el cinismo” y a “irresponsabilidad” de Italia cuando le negó al barco humanitario Aquarius echar ancla en sus puertos con más de 600 migrantes a bordo. La acusación enfureció a los italianos, tanto más cuanto que, más tarde, Macron volvió a evocar “la lepra que asciende en Europa” y las tentaciones nacionalistas. Salvini le respondió: “tal vez seamos populistas leprosos, pero las lecciones yo las recibo de quienes abren las puertas. Reciban a miles de migrantes y luego volvemos a hablar”. El telón del teatro se fue corriendo solo: el ultimo altercado es un capítulo recién abierto sobre la puja mundial por la supremacía política del mundo entre una extrema derecha briosa y con repercusión y un ultra liberalismo desbocado cuya vocación desigualitaria y la captura de todos los privilegios, incluido el de la justicia, no hace sino alimentar a los extremos que pretende combatir. Esa ultraderecha no es, de hecho, más que la ultima creación del liberalismo para mantenerse en el poder. Los liberales, en Europa, se han dedicado a encender la fogata de la extrema derecha para luego aparecer como los santos salvadores.
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