Por José Siaba Serrate
11 Mar 2019
Mario Draghi
Por José Siaba Serrate
- ¿Qué saben los bonos, Mario Draghi y las autoridades chinas (que se embarcan en nuevos planes de estímulo) que no sabemos?¿Todo verdor perecerá? El frío se cuela cada vez más en los informes económicos, y la escarcha que se acumula obliga a los bancos centrales a repensar sus planes. La Fed de Jerome Powell ya no es la excepción. El BCE, el jueves, anunció su propio volantazo. Se sabía que retomaría las operaciones de préstamos a la banca a largo plazo –es la tercera edición de los TLTROs– pero Mario Draghi se aventuró mucho más allá. Comenzó por rebajar las proyecciones de crecimiento y de inflación de la zona del euro, y fue drástico. Si en diciembre preveía una expansión del bloque de 1,7% a lo largo de 2019, la estimación actual es un magro 1,1%. La meta de inflación (apenas por debajo de 2%) no será alcanzada antes de 2022. Y las tasas de interés bajo cero se mantendrán sin alteración durante todo 2019. Más adelante se verá (ya sin Draghi al timón). Los mercados corrieron la fecha probable de una primera suba a septiembre 2020. ¿Será que el BCE podrá alguna vez desembarazarse del estímulo monetario? Hablar de la “japonización” de Europa vuelve a estar en boga. Mientras tanto, el “brexit intenta carretear en una pista plagada de obstáculos.
Ningún motor rugió más potente que el mercado de trabajo de los EE.UU., pero el frío lo paralizó en febrero. De crear 311 mil empleos netos un mes antes (revisados al alza) pasó a sólo 20 mil. ¿Frenazo en seco o aberración estadística? La falta de bríos del Libro Beige de la Fed podría sugerir la influencia de ambos. La enorme varianza de la data aconseja no alarmarse. La mejor opción es tomar en cuenta el promedio móvil trimestral –189 mil– que dista de reflejar un cuadro de anemia. Todo guarismo superior a los 100 mil tiende a recortar la tasa de desempleo que, dicho sea de paso, se achicó dos décimas a 3,8%. Eso sí, no hay que esperar gran dinamismo. El primer trimestre, como todos los años (otro problema estadístico que la desestacionalización de los datos no consigue superar), será muy flojo. El pronóstico en tiempo real de la Fed de Atlanta arriesga un aumento de 0,5% del PBI. ¿Y qué harán Powell & Compañía? Nada. Lo que tenían que hacer ya lo hicieron. En diciembre elevaron las tasas (el presidente Trump se los recordó con acritud la semana pasada), pero después giraron en una baldosa con el discurso estimulante de la paciencia y la flexibilidad. Y rescataron a Wall Street y los mercados de riesgo del mundo de la zozobra. El “forward guidance” es su aporte a la recuperación de la economía global. La Fed no se cansa de repetir el mantra sanador. No sorprende que los futuros de fed funds contemplen 25% de probabilidades de una reducción de tasa de 25 puntos base hacia septiembre. Es la opinión de los mercados, no del banco central, pero en materia de tasas, ellos, créase o no, han sido los más certeros.
Otra luz roja: las exportaciones chinas se desplomaron - 20,7% interanual –en febrero. El dato hizo correr el frío por la espalda de Wall Street. La tasa de diez años se hundió a 2,63%, su registro mínimo en un año. ¿Será que los bonos tienen razón y el rally de las acciones es una trampa cazabobos? ¿Qué saben los bonos, Mario Draghi y las autoridades chinas (que se embarcan en nuevos planes de estímulo) que no sabemos? De repente, ya no hay halcones, y todos son palomas. ¿Habrá que preocuparse? El informe PMI Global de febrero arrima la aspirina de una buena noticia: la actividad económica mundial repunta por primera vez en los últimos tres meses. La industria no hizo pie todavía, pero los servicios crecen y empujan el carro. Por las dudas, Wall Street achicó cotizaciones (el índice Dow Jones de Transportes –otro termómetro adelantado del ciclo– hilvanó once bajas consecutivas, el rosario más prolongado desde los tiempos de Nixon en 1972). La noticia ansiada –el acuerdo comercial entre EE.UU. y China– se anunció y se desmintió, está cerca pero no se concreta. El proteccionismo es el elefante que hay que sacar del bazar, y expulsarlo antes que cunda el pánico. A la par hay que vigilar que los británicos no metan el “brexit” por la ventana, lo que exige una hoja de ruta sinuosa. Esta es la semana para el infarto: el acuerdo con la Unión Europea forjado por la premier Theresa May debería ser derrotado en la votación de mañana, y el miércoles se debería rechazar el “brexit” duro. Así el jueves se podría aprobar el alivio de una extensión de plazos.