Tasas de interés más elevadas, un poco más de dólares para vender en el mercado y una política aún más activa de retirar pesos de la economía
Por Alfredo Zaiat
17 de marzo de 2019
Sin importar ni la magnitud ni la duración de la recesión, la dupla Dujovne-Sandleris lanzó una batería de medidas ortodoxas con la esperanza de evitar una corrida cambiaria, que sería fulminante para las aspiraciones de reelección de Macri.
Venden en el mercado contratos dólar futuro por centenares de millones. Suben en forma acelerada la tasa de interés. Prenden en modo turbo la aspiradora de pesos de la economía. Obligan a la Anses y a bancos públicos a liquidar dólares billetes. Insisten con el principal activo de su política económica, que es el de mendigar al Fondo Monetario Internacional. Estas medidas tienen el objetivo de evitar que se descontrole la paridad cambiaria, aunque sin lograr neutralizar la incertidumbre económica ni las presiones al alza de la cotización del dólar.
Migajas
El ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, consiguió unas migajas más del FMI. A partir del mes próximo, el Tesoro venderá 1200 millones de dólares mensuales, a un ritmo de 60 millones diarios, del auxilio entregado por el Fondo, intervención prevista desde el mismo momento de la difusión del segundo acuerdo y el programa financiero 2019. Eran 8000 y ahora serán 9600 millones de dólares en total como “apoyo presupuestario”.
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La máxima flexibilización que consiguió Dujovne del Fondo, además de comunicados de apoyo y de fotos protocolares, fue la de permitir utilizar apenas 200 millones de dólares más por mes y adelantar en uno la salida al mercado por parte del Tesoro. Muy poco para la exagerada publicidad de esa medida en la red oficial de difusión.
El presidente del Banco Central, Guido Sandleris, informó al mismo tiempo que la política monetaria contractiva que ha sido un fiasco para bajar la inflación y frenar las presiones en el mercado cambiario será aún más contractiva. Ya se sabe qué pasa cuando se hace lo mismo esperando resultados diferentes.
La dupla Dujovne-Sandleris está quemando de ese modo todos los cartuchos tempranamente, a cinco meses de las PASO, y a siete meses de la primera vuelta de la elección del gobierno 2020-2023.
Intereses
El stock de las Letras de Liquidez (Leliq), deuda de cortísimo plazo (7 días) que emite el Banco Central, siendo las entidades financieras las únicas compradoras, superó el billón de pesos. Los intereses que devengan son más de 2000 millones de pesos diarios. La tasa de interés que paga el Banco Central trepó casi al 64 por ciento anual, pero como la renovación es semanal, la tasa efectiva se ubica por encima del 80 por ciento anual. En el escenario hoy más negativo de una inflación 2019 del 40 por ciento, la tasa de interés efectiva de las Leliq es el doble en términos reales. No existe en el mundo una tasa de interés oficial tan elevada por encima de las previsiones de aumento de precios domésticos.
Estas tasas de interés son devastadoras de la economía real; no así del negocio financiero. Los bancos están devengando intereses crecientes diariamente y, a medida que sube la tasa y aumenta el stock de Leliq, esa cuenta es cada vez más abultada. Con un miedo que no puede disimular, Sandleris elevó la tasa en casi 20 puntos desde el mínimo anotado el 14 de febrero último, para ubicarla en escalones similares al del 14 de noviembre del año pasado. La diferencia es que en esta última fecha el dólar cotizaba a 37,02 pesos y el cierre de anteayer fue de 41,00 pesos, un alza de 10,8 por ciento.
Este movimiento no sería preocupante puesto que el tipo de cambio nominal estaría acompañando casi al mismo ritmo la evolución de la tasa de inflación, en caso de que la evaluación fuera acerca del movimiento del tipo de cambio real. Pero esta no es una cuestión que hoy le importe al Banco Central, que apostó y sigue apostando a que la cotización del billete verde descanse en el piso o por debajo de la zona de intervención, como herramienta antiinflacionaria. Lo que sucede es que no está teniendo éxito en esa misión. El fracaso queda exhibido en el agobio de Sandleris para frenar la disparada del dólar subiendo fuerte y rápido la tasa de interés.
Es un nuevo fiasco del macrismo en el manejo de la cuestión cambiaria, que ahora tiene su origen en una inconsistente brecha de casi el 30 por ciento, entre el piso y el techo, de la zona de intervención. Esto implica que el Banco Central, por orden del FMI, no puede comprar ni vender dólares dentro de ese rango. Pero apenas avanza unos puntos porcentuales desde el piso, el temor a una nueva corrida y el consiguiente shock inflacionario impulsa al matrimonio Dujovne-Sandleris a lanzar una batería de medidas para frenar la suba.
Una de ellas es la venta de dólares a futuro meses antes de las elecciones, cuando el mercado estima una cotización bastante más elevada en ese momento. ¿Habrá otra causa judicial delirante, como la que ya está en instancia de juicio oral y público, por la utilización de una herramienta legal de política económica por parte del Banco Central de Cambiemos?
Bombas
Los analistas de la city se entretienen comparando la Bomba Lebac con la Bomba Leliq, diciendo que ésta no es tan peligrosa como la anterior. Se tranquilizan diciendo que, pese a que ya alcanzó el billón de pesos, la cobertura en dólares con las reservas del Banco Central es más aliviada. Como se sabe, la devaluación es una potente herramienta de licuación de activos en pesos, pero con impacto negativo en la inflación y, por consiguiente, en los ingresos reales de la mayoría de la población. El stock de Lebac en dólares llegó a casi 65 mil millones de dólares y el de Leliq hoy es de 24 mil millones de dólares. También es más cómoda la relación con la suma de la Base Monetaria.
En el tránsito de una bomba a otra hubo una pérdida espectacular de reservas y la economía macrista se lanzó a los brazos del FMI. El aspecto no mencionado en esa comparación es que una eventual licuación en los próximos meses puede ser todavía más fulminante porque el Fondo ha limitado la posibilidad de utilizar sus dólares para atender la demanda doméstica de billetes verdes.
Otra cuestión no menor es que la tasa de interés que está alimentado la Bomba Leliq es mucho más elevada, casi el 64 por ciento anual, del nivel que alcanzó con las Lebac. Si bien en la comparación de montos entre las dos bombas, la de las Leliq, por ahora, presenta una situación un poco más manejable que la que existía con la de las Lebac, cuando se analiza el flujo de intereses que está devengando es alarmante. Más aún porque la actual bomba tiene una mecha directa hacia las colocaciones a plazos fijos en pesos.
La gestión monetaria y cambiaria del gobierno de Macri no sólo ha definido un escenario de corrida permanente hacia el dólar, sino que, más preocupante aún, instaló en el horizonte la posibilidad de una corrida contra los depósitos a plazos.
Sin efecto
Sin un incremento sustancial de la demanda de dinero, o sea que los agentes económicos prefieran mantener sus saldos monetarios reales en pesos, el sendero de la estrategia oficial se está estrechando peligrosamente. Una inflación muy elevada por encima del 50 por ciento anual, un manejo desesperado de la política monetaria (el BCRA sube, baja y vuelve a subir la tasa en pocos meses), incertidumbre cambiaria y una campaña electoral del oficialismo que lo único que tiene para ofrecer a la sociedad es atemorizar con el regreso del “populismo”, son elementos que constituyen un panorama que hace poco probable que aparezcan incentivos para aumentar la propensión a retener pesos. Por el contrario, para preservar el capital en el presente contexto de naufragio de la economía macrista, la tendencia que predomina es la de reducir a lo mínimo la cantidad de pesos excedentes y sólo la tentación de tasas muy altas en pesos demora la huida hacia el dólar.
Pero el efecto de las supertasas va perdiendo impacto y se necesita una dosis cada vez mayor para desalentar la conversión a dólares de los plazos fijos en pesos. El juego financiero de tasas altas para desalentar la compra de dólares es conocido, como también el respectivo desenlace traumático, que la historia económica argentina tiene anotado con las crisis de la década del ‘80 y ‘90 (tablita cambiaria, hiperinflación y Plan Bónex)
El artículo “La piedra en el zapato del Banco Central”, publicado por el Instituto de Trabajo y Economía-Fundación Germán Abdala, advierte que ya no existe margen para cometer errores de diseño o calibración de la política monetaria, puesto que “la actual regla monetaria demostró ser un esquema excesivamente rígido para lidiar con las circunstancias cambiantes de la economía argentina”. Menciona que una prueba de ellos es la preocupación que en los últimos días está mostrando la autoridad monetaria por contener movimientos del dólar muy cercanos a la banda inferior. Para concluir que “el programa monetario entra averiado a la recta final electoral”.
Auxilio
El FMI no le suelta la mano a Mauricio Macri, como en su momento lo hizo con Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, y esa soga, por ahora, evita el desmoronamiento de la Alianza Cambiemos. Mantiene el pulmotor financiero con la entrega del oxígeno de dólares necesario para mantener con pulso débil una economía en recesión. En pocos días girará casi 11 mil millones de dólares, pero no dejará que el Banco Central los utilice para calmar a las fieras dolarizadoras; gran parte de ese monto estará destinado a cancelar vencimientos de intereses y capital de la deuda.
El Fondo sólo permitió la venta de unos dólares más cada día, mediante licitaciones del Tesoro Nacional, a partir del mes próximo. Eso es lo que consiguió el ministro Dujovne en Washington, en otra obscena muestra de sumisión de la política económica a los dictados de la burocracia del FMI. El macrismo ha naturalizado que el encargado del área económica vaya a Washington a pedir permiso.
Después de las dos experiencias traumáticas con Federico Sturzenegger y Luis Caputo al frente de la autoridad monetaria, cuando ambos, a su turno, dilapidaron miles de millones de dólares para financiar la corrida y fuga de capitales, el Fondo decidió intervenir en forma directa en el diseño y gestión de la política cambiaria, lo que fue aceptado por el gobierno de Macri porque se estaba hundiendo.
Los dólares que envía el FMI son principalmente para cancelar deuda con el sector privado. También financia la fuga de capitales pero en cuentagotas, restringiendo la venta en 60 millones de dólares por día. La auditoría permanente de la tecnoburocracia del Fondo sobre la cuestión fiscal y monetaria tiene como objetivo garantizar el excedente en pesos que facilite el pago de los intereses de la deuda. Mientras, entrega los dólares para cancelar el capital de la deuda. De ese modo, colabora en eludir el default, con su correlato político de evitar que ese acontecimiento financiero disruptivo del negocio de bonos soberanos le estalle a Macri, lo que clausuraría sus aspiraciones de reelección apoyada por Estados Unidos.
La secuencia del salvataje del FMI tiene la siguiente interrelación financiera-política: garantizar la cancelación de intereses y capital de la deuda, abriendo un período de flujos de pagos para brindar tiempo para la liquidación de los bonos argentinos por parte de los grandes jugadores del casino financiero global, a la vez de sostener al gobierno de derecha liderado por Macri, que responde disciplinadamente a los intereses geopolíticos de Estados Unidos, y que se presenta como barrera al regreso del populismo.
Mal pero contentos
El nuevo torniquete monetario adelanta una mayor asfixia productiva y comercial. El derrumbe de la actividad no ocupa tanta atención mediática como la cotización del dólar debido a que el análisis económico habitual está dominado por la lógica financiera. Es la que plantea en forma engañosa que existen dos opciones a elegir: un dólar a 60 pesos o una tasa al 60 por ciento anual. Esa preeminencia financiera queda en evidencia también cuando el industricidio se exhibe con cifras alarmantes, pero la evaluación principal de la economía resulta ser un punto más de tasa de interés o un peso más o menos en la cotización del dólar.
Mientras la mayoría de los economistas del régimen ortodoxo sigue navegando en el mundo de las finanzas, las grandes empresas pierden dinero como en las peores crisis económicas. Por caso, la multilatina Arcor, de la familia Pagani, contabilizó un quebranto de 1010 millones de pesos en el balance 2018, siendo el segundo año –el otro fue en 2002– en su historia en que anotó pérdidas. El saldo negativo fue originado en la fuerte caída del consumo interno y en la fulminante devaluación a partir del desmanejo monetario y cambiario de la Alianza Cambiemos. El ajuste del tipo de cambio le pegó fuerte a Arcor porque se lanzó, del mismo modo que lo hizo el gobierno de Macri, a un endeudamiento externo poco prudente.
Cuando esos mismos industriales o empresarios de la agroindustria, como el denominado rey de la soja, Gustavo Grobocopatel, dicen que están peor o pagan más impuestos que en el gobierno de CFK, pero que igual prefieren el de Macri porque “estamos mal pero contentos” (Grobocopatel lo dijo por radio), brindan elementos interesantes para empezar a comprender las razones de las crisis cíclicas de la economía argentina.
Es una elite que apoya la gestión de la ortodoxia económica pese a que de esa manera sus empresas pierden plata, soportan una presión tributaria record, conviven con una tasa de interés devastadora para su negocio, enfrentan una devaluación que hizo trizas sus balances y padecen una recesión por caída del poder adquisitivo de la mayoría de la población, que derrumbó las ventas.
La mayoría de los economistas se ponen nerviosos cuando se incorpora el concepto de comportamiento clasista frente a ese tipo de reacciones de esos grandes empresarios. Pero si no se lo tiene en cuenta en los análisis resulta muy complejo entender los procesos políticos y económicos, y más aún el de la noche macrista.
azaiat@pagina12.com.ar
Venden en el mercado contratos dólar futuro por centenares de millones. Suben en forma acelerada la tasa de interés. Prenden en modo turbo la aspiradora de pesos de la economía. Obligan a la Anses y a bancos públicos a liquidar dólares billetes. Insisten con el principal activo de su política económica, que es el de mendigar al Fondo Monetario Internacional. Estas medidas tienen el objetivo de evitar que se descontrole la paridad cambiaria, aunque sin lograr neutralizar la incertidumbre económica ni las presiones al alza de la cotización del dólar.
Migajas
El ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, consiguió unas migajas más del FMI. A partir del mes próximo, el Tesoro venderá 1200 millones de dólares mensuales, a un ritmo de 60 millones diarios, del auxilio entregado por el Fondo, intervención prevista desde el mismo momento de la difusión del segundo acuerdo y el programa financiero 2019. Eran 8000 y ahora serán 9600 millones de dólares en total como “apoyo presupuestario”.
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La máxima flexibilización que consiguió Dujovne del Fondo, además de comunicados de apoyo y de fotos protocolares, fue la de permitir utilizar apenas 200 millones de dólares más por mes y adelantar en uno la salida al mercado por parte del Tesoro. Muy poco para la exagerada publicidad de esa medida en la red oficial de difusión.
El presidente del Banco Central, Guido Sandleris, informó al mismo tiempo que la política monetaria contractiva que ha sido un fiasco para bajar la inflación y frenar las presiones en el mercado cambiario será aún más contractiva. Ya se sabe qué pasa cuando se hace lo mismo esperando resultados diferentes.
La dupla Dujovne-Sandleris está quemando de ese modo todos los cartuchos tempranamente, a cinco meses de las PASO, y a siete meses de la primera vuelta de la elección del gobierno 2020-2023.
Intereses
El stock de las Letras de Liquidez (Leliq), deuda de cortísimo plazo (7 días) que emite el Banco Central, siendo las entidades financieras las únicas compradoras, superó el billón de pesos. Los intereses que devengan son más de 2000 millones de pesos diarios. La tasa de interés que paga el Banco Central trepó casi al 64 por ciento anual, pero como la renovación es semanal, la tasa efectiva se ubica por encima del 80 por ciento anual. En el escenario hoy más negativo de una inflación 2019 del 40 por ciento, la tasa de interés efectiva de las Leliq es el doble en términos reales. No existe en el mundo una tasa de interés oficial tan elevada por encima de las previsiones de aumento de precios domésticos.
Estas tasas de interés son devastadoras de la economía real; no así del negocio financiero. Los bancos están devengando intereses crecientes diariamente y, a medida que sube la tasa y aumenta el stock de Leliq, esa cuenta es cada vez más abultada. Con un miedo que no puede disimular, Sandleris elevó la tasa en casi 20 puntos desde el mínimo anotado el 14 de febrero último, para ubicarla en escalones similares al del 14 de noviembre del año pasado. La diferencia es que en esta última fecha el dólar cotizaba a 37,02 pesos y el cierre de anteayer fue de 41,00 pesos, un alza de 10,8 por ciento.
Este movimiento no sería preocupante puesto que el tipo de cambio nominal estaría acompañando casi al mismo ritmo la evolución de la tasa de inflación, en caso de que la evaluación fuera acerca del movimiento del tipo de cambio real. Pero esta no es una cuestión que hoy le importe al Banco Central, que apostó y sigue apostando a que la cotización del billete verde descanse en el piso o por debajo de la zona de intervención, como herramienta antiinflacionaria. Lo que sucede es que no está teniendo éxito en esa misión. El fracaso queda exhibido en el agobio de Sandleris para frenar la disparada del dólar subiendo fuerte y rápido la tasa de interés.
Es un nuevo fiasco del macrismo en el manejo de la cuestión cambiaria, que ahora tiene su origen en una inconsistente brecha de casi el 30 por ciento, entre el piso y el techo, de la zona de intervención. Esto implica que el Banco Central, por orden del FMI, no puede comprar ni vender dólares dentro de ese rango. Pero apenas avanza unos puntos porcentuales desde el piso, el temor a una nueva corrida y el consiguiente shock inflacionario impulsa al matrimonio Dujovne-Sandleris a lanzar una batería de medidas para frenar la suba.
Una de ellas es la venta de dólares a futuro meses antes de las elecciones, cuando el mercado estima una cotización bastante más elevada en ese momento. ¿Habrá otra causa judicial delirante, como la que ya está en instancia de juicio oral y público, por la utilización de una herramienta legal de política económica por parte del Banco Central de Cambiemos?
Bombas
Los analistas de la city se entretienen comparando la Bomba Lebac con la Bomba Leliq, diciendo que ésta no es tan peligrosa como la anterior. Se tranquilizan diciendo que, pese a que ya alcanzó el billón de pesos, la cobertura en dólares con las reservas del Banco Central es más aliviada. Como se sabe, la devaluación es una potente herramienta de licuación de activos en pesos, pero con impacto negativo en la inflación y, por consiguiente, en los ingresos reales de la mayoría de la población. El stock de Lebac en dólares llegó a casi 65 mil millones de dólares y el de Leliq hoy es de 24 mil millones de dólares. También es más cómoda la relación con la suma de la Base Monetaria.
En el tránsito de una bomba a otra hubo una pérdida espectacular de reservas y la economía macrista se lanzó a los brazos del FMI. El aspecto no mencionado en esa comparación es que una eventual licuación en los próximos meses puede ser todavía más fulminante porque el Fondo ha limitado la posibilidad de utilizar sus dólares para atender la demanda doméstica de billetes verdes.
Otra cuestión no menor es que la tasa de interés que está alimentado la Bomba Leliq es mucho más elevada, casi el 64 por ciento anual, del nivel que alcanzó con las Lebac. Si bien en la comparación de montos entre las dos bombas, la de las Leliq, por ahora, presenta una situación un poco más manejable que la que existía con la de las Lebac, cuando se analiza el flujo de intereses que está devengando es alarmante. Más aún porque la actual bomba tiene una mecha directa hacia las colocaciones a plazos fijos en pesos.
La gestión monetaria y cambiaria del gobierno de Macri no sólo ha definido un escenario de corrida permanente hacia el dólar, sino que, más preocupante aún, instaló en el horizonte la posibilidad de una corrida contra los depósitos a plazos.
Sin efecto
Sin un incremento sustancial de la demanda de dinero, o sea que los agentes económicos prefieran mantener sus saldos monetarios reales en pesos, el sendero de la estrategia oficial se está estrechando peligrosamente. Una inflación muy elevada por encima del 50 por ciento anual, un manejo desesperado de la política monetaria (el BCRA sube, baja y vuelve a subir la tasa en pocos meses), incertidumbre cambiaria y una campaña electoral del oficialismo que lo único que tiene para ofrecer a la sociedad es atemorizar con el regreso del “populismo”, son elementos que constituyen un panorama que hace poco probable que aparezcan incentivos para aumentar la propensión a retener pesos. Por el contrario, para preservar el capital en el presente contexto de naufragio de la economía macrista, la tendencia que predomina es la de reducir a lo mínimo la cantidad de pesos excedentes y sólo la tentación de tasas muy altas en pesos demora la huida hacia el dólar.
Pero el efecto de las supertasas va perdiendo impacto y se necesita una dosis cada vez mayor para desalentar la conversión a dólares de los plazos fijos en pesos. El juego financiero de tasas altas para desalentar la compra de dólares es conocido, como también el respectivo desenlace traumático, que la historia económica argentina tiene anotado con las crisis de la década del ‘80 y ‘90 (tablita cambiaria, hiperinflación y Plan Bónex)
El artículo “La piedra en el zapato del Banco Central”, publicado por el Instituto de Trabajo y Economía-Fundación Germán Abdala, advierte que ya no existe margen para cometer errores de diseño o calibración de la política monetaria, puesto que “la actual regla monetaria demostró ser un esquema excesivamente rígido para lidiar con las circunstancias cambiantes de la economía argentina”. Menciona que una prueba de ellos es la preocupación que en los últimos días está mostrando la autoridad monetaria por contener movimientos del dólar muy cercanos a la banda inferior. Para concluir que “el programa monetario entra averiado a la recta final electoral”.
Auxilio
El FMI no le suelta la mano a Mauricio Macri, como en su momento lo hizo con Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, y esa soga, por ahora, evita el desmoronamiento de la Alianza Cambiemos. Mantiene el pulmotor financiero con la entrega del oxígeno de dólares necesario para mantener con pulso débil una economía en recesión. En pocos días girará casi 11 mil millones de dólares, pero no dejará que el Banco Central los utilice para calmar a las fieras dolarizadoras; gran parte de ese monto estará destinado a cancelar vencimientos de intereses y capital de la deuda.
El Fondo sólo permitió la venta de unos dólares más cada día, mediante licitaciones del Tesoro Nacional, a partir del mes próximo. Eso es lo que consiguió el ministro Dujovne en Washington, en otra obscena muestra de sumisión de la política económica a los dictados de la burocracia del FMI. El macrismo ha naturalizado que el encargado del área económica vaya a Washington a pedir permiso.
Después de las dos experiencias traumáticas con Federico Sturzenegger y Luis Caputo al frente de la autoridad monetaria, cuando ambos, a su turno, dilapidaron miles de millones de dólares para financiar la corrida y fuga de capitales, el Fondo decidió intervenir en forma directa en el diseño y gestión de la política cambiaria, lo que fue aceptado por el gobierno de Macri porque se estaba hundiendo.
Los dólares que envía el FMI son principalmente para cancelar deuda con el sector privado. También financia la fuga de capitales pero en cuentagotas, restringiendo la venta en 60 millones de dólares por día. La auditoría permanente de la tecnoburocracia del Fondo sobre la cuestión fiscal y monetaria tiene como objetivo garantizar el excedente en pesos que facilite el pago de los intereses de la deuda. Mientras, entrega los dólares para cancelar el capital de la deuda. De ese modo, colabora en eludir el default, con su correlato político de evitar que ese acontecimiento financiero disruptivo del negocio de bonos soberanos le estalle a Macri, lo que clausuraría sus aspiraciones de reelección apoyada por Estados Unidos.
La secuencia del salvataje del FMI tiene la siguiente interrelación financiera-política: garantizar la cancelación de intereses y capital de la deuda, abriendo un período de flujos de pagos para brindar tiempo para la liquidación de los bonos argentinos por parte de los grandes jugadores del casino financiero global, a la vez de sostener al gobierno de derecha liderado por Macri, que responde disciplinadamente a los intereses geopolíticos de Estados Unidos, y que se presenta como barrera al regreso del populismo.
Mal pero contentos
El nuevo torniquete monetario adelanta una mayor asfixia productiva y comercial. El derrumbe de la actividad no ocupa tanta atención mediática como la cotización del dólar debido a que el análisis económico habitual está dominado por la lógica financiera. Es la que plantea en forma engañosa que existen dos opciones a elegir: un dólar a 60 pesos o una tasa al 60 por ciento anual. Esa preeminencia financiera queda en evidencia también cuando el industricidio se exhibe con cifras alarmantes, pero la evaluación principal de la economía resulta ser un punto más de tasa de interés o un peso más o menos en la cotización del dólar.
Mientras la mayoría de los economistas del régimen ortodoxo sigue navegando en el mundo de las finanzas, las grandes empresas pierden dinero como en las peores crisis económicas. Por caso, la multilatina Arcor, de la familia Pagani, contabilizó un quebranto de 1010 millones de pesos en el balance 2018, siendo el segundo año –el otro fue en 2002– en su historia en que anotó pérdidas. El saldo negativo fue originado en la fuerte caída del consumo interno y en la fulminante devaluación a partir del desmanejo monetario y cambiario de la Alianza Cambiemos. El ajuste del tipo de cambio le pegó fuerte a Arcor porque se lanzó, del mismo modo que lo hizo el gobierno de Macri, a un endeudamiento externo poco prudente.
Cuando esos mismos industriales o empresarios de la agroindustria, como el denominado rey de la soja, Gustavo Grobocopatel, dicen que están peor o pagan más impuestos que en el gobierno de CFK, pero que igual prefieren el de Macri porque “estamos mal pero contentos” (Grobocopatel lo dijo por radio), brindan elementos interesantes para empezar a comprender las razones de las crisis cíclicas de la economía argentina.
Es una elite que apoya la gestión de la ortodoxia económica pese a que de esa manera sus empresas pierden plata, soportan una presión tributaria record, conviven con una tasa de interés devastadora para su negocio, enfrentan una devaluación que hizo trizas sus balances y padecen una recesión por caída del poder adquisitivo de la mayoría de la población, que derrumbó las ventas.
La mayoría de los economistas se ponen nerviosos cuando se incorpora el concepto de comportamiento clasista frente a ese tipo de reacciones de esos grandes empresarios. Pero si no se lo tiene en cuenta en los análisis resulta muy complejo entender los procesos políticos y económicos, y más aún el de la noche macrista.
azaiat@pagina12.com.ar