26 feb 2019
Las piezas se mueven en el tablero mientras los que deberían ser espectadores de la partida de ajedrez mundial, en la que se decide su presente y su futuro y se escribe la historia, contemplan la ilusión de un aquelarre. Y eso en el mejor de los casos, pues muchos ni saben que hay una partida en juego y bastante tienen con sobrevivir a la explotación, la pobreza o la indiferencia. O a todo junto.
El petróleo, la 'torre' de Venezuela
En los últimos tiempos, Estados Unidos ha apretado la soga de Venezuela en varias ocasiones, pero el 'condenado a muerte' sigue vivo, y el espectáculo amenaza con convertirse en uno de esos seriales de patíbulo en los que el condenado es ajusticiado una y otra vez sin éxito hasta que lo que tenía que haber sido un agradable espectáculo popular de domingo vengador torna en un lamentable bochorno que afecta a todos los presentes.
Y la soga en Venezuela es el petróleo: inanición, su carestía; supervivencia, su explotación; y riqueza, su expolio. Por ello, los Estados Unidos impiden o dificultan hasta el extremo la venta de un crudo que, una vez derrocada Venezuela, circulará por el mundo al ritmo de su extracción por corporaciones norteamericanas hasta quedar las entrañas del Orinoco como si a un disecado se le hubiera sometido.
Donald Trump ha sancionado a la compañía estatal de Petróleos de Venezuela (PDVSA), lo que ha obligado a esta a buscar socios a los que abastecer y se ha fijado en la India. Actualmente, el país hindú recibe 366.000 barriles por día, cifra que las autoridades venezolanas quieren duplicar, lo que situaría las exportaciones de petróleo de la India al nivel de las adquisiciones de China.
Hay que tener en cuenta que el 30% de la compañía PDVSA, aunque más de uno lo enmarque en el surrealismo, es de capital norteamericano (Chevron Texaco) y entre 500.000 y 600.000 barriles diarios de petróleo tenían hasta hace escasas semanas como destino Estados Unidos. Debido a las sanciones, esos son los barriles que necesita vender Venezuela para no perecer asfixiada.
Sin embargo, el acuerdo no será fácil por diversos problemas:
La India compra la mayoría del petróleo en el Golfo Pérsico, por lo que Venezuela tendría que bajar sus precios.
El petróleo venezolano es extrapesado por lo que el comprador debe tener capacidad de refinar este crudo (la adquisición de diluyentes no haría rentable la venta de petróleo). Además, claro está, de evitar las sanciones norteamericanas.
El costo del transporte de petróleo debería de ser lo suficientemente bajo como para permitir que la venta de crudo siga siendo rentable.
Falta de tiempo: las transacciones con la industria petrolera venezolana deberá ser liquidada antes del 28 de abril.
El petróleo se ha convertido en la 'torre' de Venezuela, la última esperanza de un régimen enrocado que, sorprendentemente, sigue sobreviviendo, pero necesita de un movimiento que le permita ganar tiempo y forzar, al menos, las tablas.
La rebelión mundial
Independientemente de si finalmente se materializa el acuerdo de Venezuela con la India, clave para la supervivencia del país sudamericano, o si este fracasa y la soga ahoga al condenado en el patíbulo, sería bueno analizar lo que está sucediendo a nivel mundial.
Para empezar, de materializarse el acuerdo con los hindúes, los socios venezolanos en cuanto al petróleo habrían quedado reducidos a tres —China, Rusia y la India— y no es ninguna casualidad, pues son los únicos que tienen capacidad de sostener un pulso a los norteamericanos.
Si a ello le sumamos el acuerdo al que recientemente ha llegado Arabia Saudí, tradicional aliado de Estados Unidos, con China para la exportación de petróleo saudita a una refinería y un complejo petroquímico en el noreste de China que necesitará una inversión de 10.000 millones de dólares, queda claro que nos encontramos en un período de balanceo de la hegemonía que no sabemos aún dónde nos conducirá.
Independientemente de si finalmente se materializa el acuerdo de Venezuela con la India, clave para la supervivencia del país sudamericano, o si este fracasa y la soga ahoga al condenado en el patíbulo, sería bueno analizar lo que está sucediendo a nivel mundial.
Para empezar, de materializarse el acuerdo con los hindúes, los socios venezolanos en cuanto al petróleo habrían quedado reducidos a tres —China, Rusia y la India— y no es ninguna casualidad, pues son los únicos que tienen capacidad de sostener un pulso a los norteamericanos.
Si a ello le sumamos el acuerdo al que recientemente ha llegado Arabia Saudí, tradicional aliado de Estados Unidos, con China para la exportación de petróleo saudita a una refinería y un complejo petroquímico en el noreste de China que necesitará una inversión de 10.000 millones de dólares, queda claro que nos encontramos en un período de balanceo de la hegemonía que no sabemos aún dónde nos conducirá.
Este movimiento, el acuerdo entre China y Arabia Saudí, es de suma importancia para comprender el desplazamiento del poder en la región de Oriente Medio —de Estados Unidos a Rusia y China—, pues el gigante asiático es aliado natural de Irán, el principal rival regional de los saudíes. Pactar con el amigo de un enemigo acérrimo cuya confrontación en Yemen a lo máximo que llegará es una victoria pírrica cuando no a una sangrante derrota militar, económica y simbólica, demuestra hasta qué punto algo muy serio está ocurriendo en la región y en el mundo. Y los aleteos en Oriente Próximo son huracanes en Venezuela.
Ello demuestra que Estados Unidos evidencia por primera vez en décadas debilidad y esa fragilidad, incluso con enfrentamientos más o menos abiertos con sus socios europeos, le lleva a movimientos que interpretados de forma aislada podrían parecer inconexos, pero en su conjunto ofrecen una idea clara de lo que sucede: China, Rusia y la India (incluso Pakistán en menor medida) son tres potencias que, si bien no están al nivel de Estados Unidos, ya no pueden ser ignoradas en el contexto mundial. Hasta tal punto que los designios del inquilino de turno de la Casa Blanca en estos países ya nos son órdenes. Y Europa está cerca de sumarse a la rebelión.
No olvidemos que Venezuela y Arabia Saudí son, por este orden, las mayores reservas petrolíferas del mundo, con 300 millones y 266 millones de barriles. Le siguen Canadá con 169 millones, Irán con 158 millones, Irak con 142 millones, Kuwait con 101 millones, Emiratos Árabes Unidos con 97 millones y Rusia con 80 millones. El resto de los países ni siquiera llega a los 50 millones de barriles de petróleo: Libia tendría 48 millones y Nigería 37 millones de barriles.
El Nuevo Orden Mundial
Lo que ocurre en Venezuela se comprenderá con la claridad que ofrece el tiempo, con la misma naturalidad que hoy sabemos del hundimiento del USS Maine, pero mientras tanto no queda más remedio que observar con atención los movimientos del tablero mundial:
El intento de venta de Venezuela de petróleo a India.
El acuerdo petrolífero de Arabia Saudí a China.
La retirada de tropas norteamericanas de Oriente Próximo.
El aumento de la presión internacional, incluyendo una amenaza de intervención militar, sobre Venezuela y, sobre todo, sobre su petróleo.
Las reticencias de Europa a subir el gasto militar al 2% solicitado y al 4% deseado, así como los esfuerzos que deben hacer los norteamericanos, cada vez mayores, para conseguir el respaldo de Europa. Ni Europa ni gran parte de sus países respaldaron los movimientos norteamericanos en Venezuela hasta que fueron presionados.
¿En dónde colocaría Venezuela su producción de crudo tras las sanciones de EE.UU.?
Caerá o no Venezuela, pero sigan atentos los movimientos, porque hasta Europa está cada vez más cerca de crear un Ejército único y recuperar su soberanía en cuanto a la política exterior (Macron y Merkel en 2018: "la época en la que podías confiar en EE.UU. se acabó"). O lo que es lo mismo: independizarse.
El nuevo orden mundial que se dibuja estará constituido por al menos cuatro potencias —Estados Unidos, Rusia, China y la India—, a la que podrían sumarse hasta tres potencias más si consiguen 'independizarse' —Europa, Brasil y Pakistán—. Más allá de los cambios que de ello se derivarían, no parece que un mundo gobernado por ocho potencias termine por ser un mundo peor, pero eso a día de hoy es más profético que analítico y no está la partida para augurios.
Caerá o no Venezuela, pero sigan atentos los movimientos, porque hasta Europa está cada vez más cerca de crear un Ejército único y recuperar su soberanía en cuanto a la política exterior (Macron y Merkel en 2018: "la época en la que podías confiar en EE.UU. se acabó"). O lo que es lo mismo: independizarse.
El nuevo orden mundial que se dibuja estará constituido por al menos cuatro potencias —Estados Unidos, Rusia, China y la India—, a la que podrían sumarse hasta tres potencias más si consiguen 'independizarse' —Europa, Brasil y Pakistán—. Más allá de los cambios que de ello se derivarían, no parece que un mundo gobernado por ocho potencias termine por ser un mundo peor, pero eso a día de hoy es más profético que analítico y no está la partida para augurios.