Por Federico Kreimerman
20 julio, 2019
Los resultados de las elecciones internas con una baja de 46.000 votos respecto a las pasadas y la posibilidad real de perder el gobierno a manos de la derecha tradicional arrojan un panorama preocupante para el Frente Amplio.
Antes que nada corresponde buscar las causas de esta situación. El modelo impulsado en los últimos 15 años por los gobiernos del Frente Amplio está agotado. Un modelo que se basó en la colaboración de clases que permitiera un aumento exponencial de la tasa de ganancia del capital, acompañando en tiempos de crecimiento económico cierta recuperación salarial y aumento del consumo de los sectores populares.
Una vez terminado el ciclo de crecimiento y estabilizados los precios de los principales rubros de nuestras exportaciones, el modelo muestra sus límites estructurales y la necesidad del ajuste del capital contra los trabajadores es evidente y ya ha sido incorporada a la agenda gubernamental en este último periodo.
¿Qué nos ha dejado el modelo del que hablamos?
El resultado final medible en números determina que mientras un sector minoritario se ha enriquecido enormemente, para los trabajadores se salda con un poder de compra de los salarios que comienza a bajar (por la desindexación promovida), pérdida de más de 60.000 puestos de trabajo y un fuerte aumento de la desregulación y flexibilización laboral.
Su correlato es además una estructura económica altamente primarizada, con un fuerte deterioro ambiental, con récords históricos en cuanto a la cantidad de tierra extranjerizada y de lo poco que queda en pie de la industria nacional.
Todo esto de la mano de una política exterior en clave de dependencia y no de soberanía.
Hasta ahora se vino cumpliendo el sueño de oro de las clases dominantes, tener un gobierno que les asegure la paz social y la reproducción de su tasa de ganancia en momentos de gran crecimiento, lamentablemente pero objetivamente ese ha sido el papel del Frente Amplio en el gobierno. Pero en adelante ya no puede cumplir ese rol y por eso se prepara un relevo por derecha.
El FA se desplazó desde un nítido perfil anti oligárquico y anti imperialista en su fundación y militancia, a uno abiertamente liberal cuando fue gobierno.
La historia demuestra que objetivamente estos actores, aunque usen ropajes de izquierda, son en última instancia funcionales a los intereses de las clases dominantes. Su papel siempre fue el de oxigenar a la derecha y contener el proceso de lucha de los trabajadores.
¿Qué proponemos desde la izquierda independiente?
Los desafíos que se nos presentan pasan por demostrar que un rumbo diferente es posible, para lo que es necesario reconstruir la esperanza que el pueblo ha perdido tras este fracaso.
Debemos para ello enfrentar la claudicación disfrazada de posibilismo, que en aras de un pseudo realismo se rinde frente a la realidad, que es la de los poderosos.
Apostamos a la unidad de la izquierda, con un programa en favor de los trabajadores, pero que se exprese en hechos y políticas concretas. Las banderas de unidad tienen que servir para hacer una política basada en un accionar de izquierda, y no estar al servicio de las políticas económicas que favorecen al capital y que están reñidas con la esencia conceptual del pensamiento de izquierda.
El desafío incluye pelear para que el movimiento sindical deje de administrar junto al gobierno el capitalismo y retome un proyecto propio, de clase, colocando el socialismo en la agenda como una necesidad objetiva para la humanidad.
Lucharemos por reunificar a la izquierda social y política, y disputar la representación política de los trabajadores.
En este marco, la Unidad Popular ha tenido, tanto en sus posiciones políticas como en su actuación parlamentaria, una actitud consecuente que recoge las mejores tradiciones de lucha del pueblo uruguayo, de las que nos sentimos parte.
En el parlamento, ha sido la única fuerza política que ha planteado los peligros que supone la Ley de Riego, la necesidad de otorgar el 6% del PBI a la educación, la protección de la industria nacional frente a acuerdos de libre comercio, como el TLC con Chile o las subvenciones al gran capital. Ha exigido presupuesto para que las leyes no queden en letra muerta, como ocurre con la Ley de Violencia hacia las mujeres basada en Género, se ha opuesto al envío de tropas al extranjero para oprimir pueblos hermanos.
Se ha opuesto al pago de la deuda externa como prioridad del gasto público que luego relega las necesidades sociales, deuda que por cierto debe auditarse pues se paga a costa del pueblo uruguayo que no es responsable de la misma.
Hasta ahora en las elecciones, la discusión programática profunda no aparece en primera plana. La política se ha reducido a figuras mediáticas debatiendo sobre cuestiones superficiales, sin atender los problemas de fondo. Se presenta una supuesta disputa entre modelos, cuando en el fondo la política general no se pone en debate.
Queremos que en estas elecciones todos quienes han compartido años de militancia social y de lucha, confluyan en apoyar el crecimiento de una izquierda independiente y consecuente. Para esto, desde Compromiso Socialista hacemos un llamamiento amplio a todos y todas los uruguayos honrados, de izquierda y coherentes.
Queremos invitar a que todos aquellos que realmente queremos construir un Uruguay diferente nos encontremos en el marco de una organización solidaria, de principios sólidos y de horizonte profundo.
Queremos que todos quienes son capaces de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, sean nuestros compañeros, que es lo más importante.
* Ingeniero Industrial Mecánico. Militante de Compromiso Socialista, Unidad Popular. Publicado en el periódico Claridad.