Por Katu Arkonada
2 julio, 2019
A un año del triunfo del pueblo, de una insurrección popular con votos en las urnas como la que ocurrió el 1 de julio de 2018, y 7 meses de gobierno, quizás la frase que mejor sintetiza el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es con la que inicia este análisis. Un Presidente, movido por un profundo anhelo de justicia social, que se encuentra con que el desmontaje del modelo neoliberal es mucho más que desterrar la corrupción, estructural, en el gobierno federal, e implica, para poder construir algo nuevo, desmontar el viejo Estado neoliberal y colonial, Estado que tiene unos cimientos muy sólidos.
Pero si algo está haciendo López Obrador es justo eso, reconstruir la nación. La corrupción no es más que una metáfora (significante vacíodirían algunos) para nombrar el modelo neoliberal que sembró México de pobreza, desigualdad, y violencia.
Estos 12 o 7 meses podemos sintetizarlos en 10 claves, que permiten entender un México en proceso de transformación, aunque no sea tan profunda, ni tan rápida, como desearíamos:
1. Es la economía. Siempre es la economía. Garantizar las condiciones de vida materiales de la población debe ser el principal objetivo de cualquier proceso de transformación. Subir el salario mínimo un 16’2% en su primer mes de gobierno es sólo la forma. El fondo es la redistribución, mismo que sea parcial, de la riqueza, vía bonos universales. Si los programas sociales logran llegar de manera rápida a millones de personas, como se ha propuesto Amlo, junto con la reforma laboral progresiva que incrementa los derechos de la clase trabajadora, México puede reincorporarse a la senda del crecimiento y terminar el sexenio con el 4% de incremento del PIB puesto como meta. El crecimiento basado en el aumento de la demanda interna en el corto plazo mientras se va (re)industrializando el país en el medio-largo plazo es una fórmula que ya ha funcionado en otros procesos progresistas del continente, y aunque la derecha, económica, política, y mediática, se asuste, es Keynes, y no Marx, el modelo a seguir.
2. Austeridad. La apuesta económica viene precedida de una decisión férrea de austeridad republicana. De dar ejemplo con tu propia praxis, aunque eso tenga como eje rector una decisión inamovible, y errónea, en opinión de muchos, de no endeudamiento público. Además, en la cuarta transformación no existe el refrán de más vale prevenir que curar. Primero se detecta la enfermedad/error, y después de cura/corrige si es necesario.
3. Lucha contra la pobreza y violencia. A pesar de la tentación de dividirlo en dos, no podemos separar estos conceptos. El modelo neoliberal en México sólo pudo ser implementado mediante la doctrina del shock, mediante la violencia más salvaje que ha dejado México sembrado de fosas comunes. Y los restos que hay en ellas son siempre de pobres de piel morena. Los programas sociales no solo deben permitir respirar a las mayorías sociales ahogadas por el neoliberalismo, sino deberían servir, en el medio-largo plazo, para reducir la implicación de las clases populares en esquemas de violencia promovidos por el narco y otros grupos criminales. Algunas decisiones de gobierno, como que el primer decreto firmado por Amlo, el 3 de diciembre, fuese para crear la comisión especial por el caso Ayotzinapa, van más allá de lo simbólico. La designación de Omar Gómez Trejo como titular de la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el caso Ayotzinapa, ratifican que el esclarecimiento de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, hecho del que se cumplen 5 años este 26 de septiembre, es una política de Estado.
4. Economía criminal. Pero, además, la doctrina del shock es parte de un tablero de juego mucho más amplio, donde la economía criminal, que es mucho más que el narco, ha jugado un rol determinante. La frase de Carlos Fazio “No existe la guerra a las drogas sino la administración de los negocios de la economía criminal” sintetiza muy bien un negocio que además de, o quizás deberíamos decir gracias a, dejar un saldo de 250.000 muertos y 40.000 personas desaparecidas, supone ya más del 10% del PIB mexicano. Y aunque la economía criminal sea más que el narco, el cómo se va a enfrentar el problema del narco es clave en esta ecuación. La amnistía para los campesinos cultivadores y colocar sobre la mesa debates sobre la legalización de la marihuana o incluso la amapola (lo que implicaría la guerra con las mafias farmacéuticas legales), son un primer paso. En algún momento se tiene que dar una negociación, implícita o explícita, con los grupos a los que se les entregó la soberanía territorial en una buena parte del país.
5. Guardia Nacional. Y en la recuperación de la soberanía territorial va a jugar un rol determinante la Guardia Nacional. Ante una policías locales o estatales que en muchos casos están coludidas con las mafias territoriales, una nueva fuerza de seguridad que, desde un enfoque de Derechos Humanos, restablezca la soberanía y la seguridad en amplías partes del territorio nacional, es fundamental. Probablemente en cómo se despliegue y actúe la Guardia Nacional se van a jugar una parte del éxito, o no, del gobierno de López Obrador al finalizar el sexenio. En cualquier caso, la Guardia Nacional debe servir para hacer cumplir la ley y nunca para reprimir la protesta social o a las personas migrantes que atraviesan México. Está demás subrayar que ningún ser humano es ilegal. Ilegales son las mafias que transportan y ejercen trata de migrantes.
6. Trump. El debate sobre la Guardia Nacional se ha intensificado a raíz de la decisión deenviarla a sentar presencia estatal, y por tanto soberanía, en la porosa frontera sur, como parte de la negociación con el caprichoso inquilino de la Casa Blanca. Negociación a la que se entró pudiendo perder poco, o perder mucho, y se consiguió ganar tiempo. Sabemos que, de aquí a noviembre 2020, fecha de la elección presidencial en Estados Unidos, México va a ser sometido a los vaivenes, y probablemente también chantajes político-electorales del vecino del norte. En algún momento (habrá que elegir bien ese momento) habrá que confrontar y no ceder. No se puede hacer nada en el ámbito del nuevo TLCAN-TMEC, ni tampoco se puede hacer mucho en la cuestión migrante (la reciente tragedia de Óscar y Valeria, migrantes salvadoreños ahogados por su ansía de ingresar a EEUU, a pesar de estar esperando la petición de asilo en territorio mexicano y con visa humanitaria otorgada por el gobierno de Amlo, es la más cruel constatación de lo difícil que es proponer alternativas viables para encarar la cuestión migratoria en territorio mexicano). Aunque sibien el tráfico de droga y personas van en dirección sur-norte, el tráfico de armas y el lavado de dinero lo hacen en dirección contraria, y permite explorar posibilidades para presionar a EEUU.
7. Política Internacional. A pesar de haber repetido mil veces que la mejor política exterior es una buena política interior, el rol jugado por México en la crisis de Venezuela, por acción (presentando el Mecanismo de Montevideo) u omisión (deslegitimando con su ausencia en el Grupo de Lima), hace que la política internacional deba ser considerado entre las principales claves para analizar el gobierno de Amlo. El próximo encuentro para impulsar un nuevo momento progresista, que se celebrará este mes de julio en Puebla convarios de los principales líderes progresistas del continente, indica que México, más allá incluso de las políticas gubernamentales, va a ser una referencia en la nueva oleada de izquierda y nacional-popular continental.
8. 2021. Todo el accionar de la política mexicana ya mira de reojo a 2021, cuando se celebran elecciones de medio término y se renuevan por completo los 500 escaños de la Cámara de Diputados. La decisión de Amlo de ir a una revocatoria de mandato, aun si no puede ser el mismo día de la elección, servirá para politizar y convertir todo 2021 en un año electoral. Mientras que el PES, con quien conformó alianza electoral en 2018, ya está amortizado, Morena tiene el reto de formar nuevos cuadros tanto para la gestión pública como para un partido vaciado en el gobierno federal, y el otro aliado, el Partido del Trabajo, tiene la tarea de convertirse en la izquierda del centro-izquierda, renovando su imagen y discurso para seducir a los nuevos electorados.
9. Polarización. La dicotomía chairo-fifí sirve para poner en el espejo los privilegios de los que han disfrutado hasta el momento las élites políticas, económicas y mediáticas mexicanas, y una minoría privilegiada en un país del G20, pero lleno de pobreza y, sobre todo, desigualdad. Polarizar es la forma de gobernar de Amlo, no conoce otra, y no hay otra más efectiva. Y le funciona. Si no, no se explica por qué su aprobación se sitúa alrededor del 70%, muy por encima del 53% que le votó el 1 de julio de 2018. Las consultas, a pesar de sus deficiencias, son otra forma de ampliar y ensanchar la democracia, más allá de los márgenes de la democracia liberal. Y también funciona, por eso Texcoco es un cadáver político, un monumento para recordarnos que a quienes ahora se oponen a Santa Lucía nunca les importa la corrupción ni la destrucción ambiental que iba ser la obra faraónica de las constructoras priistas. Más allá de lo obvio anteriormente reseñado, si algo hay que destacar de estos 12 meses transcurridos desde la victoria del 1 de julio de 2018, y especialmente desde el 1 de diciembre, es la politización del debate público que se ha dado, piedra angular del proceso de transformación. No hay nada más político que la gente no conformándose con votar y dejar en manos de los políticos los próximos 3 o 6 años. No hay nada más bonito que la gente opinando sobre en qué se gasta, o se debería gastar, el gobierno el presupuesto.No hay nada más político que un Presidente respondiendo a los periodistas cada mañana sobre su accionar gubernamental.
10. Conflictos sociales y ambientales. Para no pecar de autocomplaciente, este análisis quiere cerrar con una de las principales debilidades de la cuarta transformación, herencia de los gobiernos neoliberales: los numerosos conflictos sociales y ambientales que atraviesan el territorio mexicano. Por ello es necesario que todo lo que tiene que ver con los grandes megaproyectos estrella del gobierno Amlo, desde la refinería de Dos Bocas al Tren Maya, pasando, sobre todo, por el corredor transísmico, se hagan respetando las leyes y los convenios ambientales, así como en consulta libre, previa e informada de los pueblos indígenas que habitan esos territorios.
Estas 10 claves despliegan una cartografía del mapa político y social de la cuarta transformación. De toda su potencia, pero también de algunos flancos débiles a los que es necesario poner atención, y quizás reforzar el debate y la comunicación en torno a ellos, para contrarrestar la ofensiva de la lumpen-comentocracia. El relato de la cuarta transformación está construyéndose en tiempo real, por lo que es más fácil que se vean las costuras comunicativas del proyecto. Hay grandes avances de estos meses que no se han comunicado bien, tanto en el ámbito gubernamental, como legislativo, donde la mayoría del cambio en San Lázaro y el Senado ha logrado convertir en delitos graves la corrupción, el robo de combustible, el fraude electoral, el feminicidio y la desaparición forzada.
Amlo no es Chávez, como la derecha insistió durante años. Si acaso se parece al primer Lula, que sin tocar en exceso los intereses de las élites, transformó Brasil sacando de la pobreza a 40 millones de personas. Pero también ha prometido que en la segunda mitad del sexenio se harán las reformas constituciones estructurales para ampliar derechos y garantizar la justicia social. ¿Es una utopía pensar en una reforma fiscal progresiva para que paguen más impuestos quienes más ganan y de esa manera profundizar la cuarta transformación, reduciendo la pobreza y la desigualdad?
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