15 de julio de 2019
Foto: Lautaro Rivara
La doctrina estadounidense de “dominación de espectro completo” nace de la reflexión que hace el Pentágono sobre las causas de la derrota en Vietnam y de la caída del muro de Berlín. Esta evaluación afirma que lo que garantizó la victoria de las fuerzas vietnamitas fueron sus capacidades en el terreno de la cultura y la resistencia de los pueblos y ciertamente no la tecnología militar de la que disponían.
La conclusión entonces afirma que la dominación en el terreno económico, comercial, diplomático y militar no es suficiente; es necesario considerar la intervención en el complejo de la organización de la vida y, por lo tanto, buscar controlar las emociones y las reacciones de los pueblos. La propia producción de subjetividad se convierte así en blanco de la guerra. Y en un mundo en que la organización del trabajo en el proceso productivo está mutando bajo la precarización y el desempleo, los medios de la sociabilidad se modifican. No quiere decir que los grandes medios de comunicación no tengan ya más importancia; pero, ciertamente en este contexto, la subjetivación social se construye también a través de otras instituciones que se desdoblan y operan en pequeños espacios comunitarios donde la llamada también “guerra de quinta generación” actúa: religiones, sectas, masonerías, además de la propia familia.
La cuestión central del ejercicio de la hegemonía en nuestras sociedades pasó así a ser la de eliminar las propias vulnerabilidades y la búsqueda de la capacidad total de control sobre los oponentes. Si la hegemonía supone una universalización de visión de mundo, se trata entonces de convencernos de que la forma de organización hegemónica es la única manera de entender la organización de la vida y la reproducción material del planeta. En esto reside la dominación de espectro completo: dominar corazones, mentes y cuerpos. La necesidad de ejercer una dominación que controle todas las dimensiones de la vida de las personas: las emociones, el lenguaje, la cultura, los valores; los modo de gustar, sentir, desear, de entender los paradigma de belleza, por una parte; y, por la otra, también las dimensiones de la supervivencia material, del mercado, la producción y el consumo; sobre cómo el pueblo se alimenta, cuida su salud, incluso, controlar las dimensiones de la reproducción social y biológica. Finalmente, la dominación de espectro completo refiere también a la dimensión de las armas; pero la importancia de las dimensiones anteriores indican que la guerra se gana en parte antes de ir al campo de batalla.
Las intervenciones sobre todas estas dimensiones ciertamente ya existían, pero con la doctrina de dominación de espectro completo, pasan a operar de forma articulada. En esta perspectiva, un país hegemónico no se impone sólo por la vía militar, sino también por la capacidad de imponer su visión del mundo. Esto ocurre a través de la industria cultural, que combinada con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (Youtube, Netflix, redes sociales) presenta y construye una forma de vivir.
En Venezuela en particular estas operaciones estuvieron basadas en los intentos de cambios en la subjetividad a través de las múltiples formas mediatizadas de intervención sobre el sentido común, por un lado, y en la construcción de un cerco informativo internacional de la mano de las grandes cadenas, por otro. Es así que la formación de opinión pública de derecha, la guerra cultural interna, se retroalimenta de la construcción de opinión pública mundial.
Ciertamente, a priori nunca son bien vistas a nivel mundial las intervenciones directas de un país sobre otro; por eso, estas intervenciones requieren la creación de condiciones propicias, así como la construcción de escenarios que validen la intervención. Para ello, además de la guerra económico-financiera, el desabastecimiento y las operaciones militares que ya analizamos, son imprescindibles la guerra psicológica, cultural y de comunicaciones, con el objetivo de criminalizar al gobierno popular a través de la manipulación de narrativas.
Sobre ello, Pepe Escobar (2016) analizando estos procesos en Brasil destaca que es esencial como primer paso influenciar a una clase media no comprometida para avanzar con los métodos de desestabilización política de un gobierno, operando sobre pequeños grupos de jóvenes en las redes sociales para que fomenten el descontento. En Brasil esto se presentó con toda claridad en la construcción de la narrativa de que Rousseff y Lula son los políticos más corruptos de Brasil, así como durante las elecciones marcadas por la profusión de fakenews. En Venezuela, por su parte, las formas de fakenews llegaron a extremos impensables: falsas denuncias de asesinatos de activistas de la oposición, datos económicos falsos, movilizaciones muy pobres presentadas como masivas, denuncia de edificios donde se tortura opositores políticos, entre muchas otras maniobras de des-información que operan sobre los sectores que tienen más acceso a redes sociales y logran una importancia mediática que no se condice con lo que ocurre realmente.
Una enorme diversidad de medios viene siendo empleada y se expande cada vez más. Además de las tradicionales grandes corporaciones mediáticas (televisivas, impresas o radiofónicas) que siempre actuaron en conjunto con las clases acomodadas venezolanas, Internet y la revolución en las comunicaciones ampliaron mucho las herramientas para frenar la batalla de las ideas. Las redes sociales y herramientas comunicacionales posibilitan el montaje y manipulación de enormes bancos de datos sobre opiniones, sentimientos y deseos del pueblo. Así como estos aspectos subjetivos pueden ser identificados, ellos también pueden ser inducidos, a través de tácticas de guerra psicológica. De esta forma, algo que surge bajo intereses comerciales, pasó a ser usado para forjar ideologías e impactar fuertemente la política venezolana de estos tiempos, como en otros países de América Latina.
La producción de informaciones parcialmente verdaderas o falsas (fake-news), pero plausibles para quienes las reciben, es difundida por la combinación de los medios de comunicación (TV, radios y periódicos), medios digitales (whatsapp, facebook y twitter) e instituciones con credibilidad, como Iglesias cristianas, ONG o institutos de investigación.
Este flujo de información intencional tiene como estructura de organización tres niveles de red, como observa Euclides Mance (2018). El primero es centralizado por el alto mando, que poseen un amplio grupo de flujos de comunicación, recursos y grupos de interés internacionales, responsables de alimentar al segundo grupo de red, definido como descentralizados. Este segundo nivel alimenta de informaciones grupos compartimentados del tercer nivel, divididos por grupos de preferencias, ciudades y códigos de las ciudades de cada país. De esta relación se pueden crear inmensas bases de datos por áreas de interés. Es en ese segundo nivel que afirma encontrar los robots operando con inteligencia artificial, a partir de la segmentación producida de las informaciones recolectadas. Y por último, el tercer nivel, que se denomina de distribuido, se realiza directamente de persona a persona y al recibir una información que corresponde a su deseo, la persona es llevada a replicarla en otra red de contactos. Esto aumenta su credibilidad, porque la gente tiende a dar crédito a la información proveniente de fuentes diferentes. Este proceso funciona como el virus que infecta el sistema, y lo hace extremadamente difícil de combatir, pues la eliminación de una fuente no impacta en el funcionamiento regular de las demás fuentes.
Más allá de estas operaciones mediáticas y lo que ocurre en la experiencia de vida del pueblo venezolano, es inmensa. Los titulares, las imágenes y noticias en general no tienen por el momento la incidencia que los golpistas desean. Un ejemplo saliente fue el intento de Guaidó de presentar el 30 de abril como una movilización masiva del conjunto de la sociedad venezolana en respaldo a la acción militar que encabezó su partido. No hubo reportes de movilización en otras zonas del país y en Caracas el número de personas movilizadas no alcanzaba las 5000. Por el momento, internamente la estrategia de guerra mediática no ha tenido mayores resultados. Quizá la dimensión internacional de la batalla mediática si tiene un más claro posicionamiento a favor de la derecha venezolana y el imperialismo. Sin embargo, este plano está subordinado a la demás expresiones de la guerra híbrida que venimos analizando.
La doctrina estadounidense de “dominación de espectro completo” nace de la reflexión que hace el Pentágono sobre las causas de la derrota en Vietnam y de la caída del muro de Berlín. Esta evaluación afirma que lo que garantizó la victoria de las fuerzas vietnamitas fueron sus capacidades en el terreno de la cultura y la resistencia de los pueblos y ciertamente no la tecnología militar de la que disponían.
La conclusión entonces afirma que la dominación en el terreno económico, comercial, diplomático y militar no es suficiente; es necesario considerar la intervención en el complejo de la organización de la vida y, por lo tanto, buscar controlar las emociones y las reacciones de los pueblos. La propia producción de subjetividad se convierte así en blanco de la guerra. Y en un mundo en que la organización del trabajo en el proceso productivo está mutando bajo la precarización y el desempleo, los medios de la sociabilidad se modifican. No quiere decir que los grandes medios de comunicación no tengan ya más importancia; pero, ciertamente en este contexto, la subjetivación social se construye también a través de otras instituciones que se desdoblan y operan en pequeños espacios comunitarios donde la llamada también “guerra de quinta generación” actúa: religiones, sectas, masonerías, además de la propia familia.
La cuestión central del ejercicio de la hegemonía en nuestras sociedades pasó así a ser la de eliminar las propias vulnerabilidades y la búsqueda de la capacidad total de control sobre los oponentes. Si la hegemonía supone una universalización de visión de mundo, se trata entonces de convencernos de que la forma de organización hegemónica es la única manera de entender la organización de la vida y la reproducción material del planeta. En esto reside la dominación de espectro completo: dominar corazones, mentes y cuerpos. La necesidad de ejercer una dominación que controle todas las dimensiones de la vida de las personas: las emociones, el lenguaje, la cultura, los valores; los modo de gustar, sentir, desear, de entender los paradigma de belleza, por una parte; y, por la otra, también las dimensiones de la supervivencia material, del mercado, la producción y el consumo; sobre cómo el pueblo se alimenta, cuida su salud, incluso, controlar las dimensiones de la reproducción social y biológica. Finalmente, la dominación de espectro completo refiere también a la dimensión de las armas; pero la importancia de las dimensiones anteriores indican que la guerra se gana en parte antes de ir al campo de batalla.
Las intervenciones sobre todas estas dimensiones ciertamente ya existían, pero con la doctrina de dominación de espectro completo, pasan a operar de forma articulada. En esta perspectiva, un país hegemónico no se impone sólo por la vía militar, sino también por la capacidad de imponer su visión del mundo. Esto ocurre a través de la industria cultural, que combinada con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (Youtube, Netflix, redes sociales) presenta y construye una forma de vivir.
En Venezuela en particular estas operaciones estuvieron basadas en los intentos de cambios en la subjetividad a través de las múltiples formas mediatizadas de intervención sobre el sentido común, por un lado, y en la construcción de un cerco informativo internacional de la mano de las grandes cadenas, por otro. Es así que la formación de opinión pública de derecha, la guerra cultural interna, se retroalimenta de la construcción de opinión pública mundial.
Ciertamente, a priori nunca son bien vistas a nivel mundial las intervenciones directas de un país sobre otro; por eso, estas intervenciones requieren la creación de condiciones propicias, así como la construcción de escenarios que validen la intervención. Para ello, además de la guerra económico-financiera, el desabastecimiento y las operaciones militares que ya analizamos, son imprescindibles la guerra psicológica, cultural y de comunicaciones, con el objetivo de criminalizar al gobierno popular a través de la manipulación de narrativas.
Sobre ello, Pepe Escobar (2016) analizando estos procesos en Brasil destaca que es esencial como primer paso influenciar a una clase media no comprometida para avanzar con los métodos de desestabilización política de un gobierno, operando sobre pequeños grupos de jóvenes en las redes sociales para que fomenten el descontento. En Brasil esto se presentó con toda claridad en la construcción de la narrativa de que Rousseff y Lula son los políticos más corruptos de Brasil, así como durante las elecciones marcadas por la profusión de fakenews. En Venezuela, por su parte, las formas de fakenews llegaron a extremos impensables: falsas denuncias de asesinatos de activistas de la oposición, datos económicos falsos, movilizaciones muy pobres presentadas como masivas, denuncia de edificios donde se tortura opositores políticos, entre muchas otras maniobras de des-información que operan sobre los sectores que tienen más acceso a redes sociales y logran una importancia mediática que no se condice con lo que ocurre realmente.
Una enorme diversidad de medios viene siendo empleada y se expande cada vez más. Además de las tradicionales grandes corporaciones mediáticas (televisivas, impresas o radiofónicas) que siempre actuaron en conjunto con las clases acomodadas venezolanas, Internet y la revolución en las comunicaciones ampliaron mucho las herramientas para frenar la batalla de las ideas. Las redes sociales y herramientas comunicacionales posibilitan el montaje y manipulación de enormes bancos de datos sobre opiniones, sentimientos y deseos del pueblo. Así como estos aspectos subjetivos pueden ser identificados, ellos también pueden ser inducidos, a través de tácticas de guerra psicológica. De esta forma, algo que surge bajo intereses comerciales, pasó a ser usado para forjar ideologías e impactar fuertemente la política venezolana de estos tiempos, como en otros países de América Latina.
La producción de informaciones parcialmente verdaderas o falsas (fake-news), pero plausibles para quienes las reciben, es difundida por la combinación de los medios de comunicación (TV, radios y periódicos), medios digitales (whatsapp, facebook y twitter) e instituciones con credibilidad, como Iglesias cristianas, ONG o institutos de investigación.
Este flujo de información intencional tiene como estructura de organización tres niveles de red, como observa Euclides Mance (2018). El primero es centralizado por el alto mando, que poseen un amplio grupo de flujos de comunicación, recursos y grupos de interés internacionales, responsables de alimentar al segundo grupo de red, definido como descentralizados. Este segundo nivel alimenta de informaciones grupos compartimentados del tercer nivel, divididos por grupos de preferencias, ciudades y códigos de las ciudades de cada país. De esta relación se pueden crear inmensas bases de datos por áreas de interés. Es en ese segundo nivel que afirma encontrar los robots operando con inteligencia artificial, a partir de la segmentación producida de las informaciones recolectadas. Y por último, el tercer nivel, que se denomina de distribuido, se realiza directamente de persona a persona y al recibir una información que corresponde a su deseo, la persona es llevada a replicarla en otra red de contactos. Esto aumenta su credibilidad, porque la gente tiende a dar crédito a la información proveniente de fuentes diferentes. Este proceso funciona como el virus que infecta el sistema, y lo hace extremadamente difícil de combatir, pues la eliminación de una fuente no impacta en el funcionamiento regular de las demás fuentes.
Más allá de estas operaciones mediáticas y lo que ocurre en la experiencia de vida del pueblo venezolano, es inmensa. Los titulares, las imágenes y noticias en general no tienen por el momento la incidencia que los golpistas desean. Un ejemplo saliente fue el intento de Guaidó de presentar el 30 de abril como una movilización masiva del conjunto de la sociedad venezolana en respaldo a la acción militar que encabezó su partido. No hubo reportes de movilización en otras zonas del país y en Caracas el número de personas movilizadas no alcanzaba las 5000. Por el momento, internamente la estrategia de guerra mediática no ha tenido mayores resultados. Quizá la dimensión internacional de la batalla mediática si tiene un más claro posicionamiento a favor de la derecha venezolana y el imperialismo. Sin embargo, este plano está subordinado a la demás expresiones de la guerra híbrida que venimos analizando.