OTHER NEWS (Fundación porCausa)
26.04.2024
Imagen: Fundación porCausa
Un informe de la Fundación porCausa denuncia un sistema de control fronterizo «tan cruel como incapaz» para frenar los intentos de acceso irregular a la Unión Europea «Si existe una palabra que describe de manera fiel nuestro modelo migratorio, esa palabra es caos». Así define la Fundación porCausa el actual sistema de control fronterizo en su informe Externalización, que lleva como subtítulo Caos, corrupción y control migratorio bajo la apariencia de cooperación europea.
En él, la organización dedicada al periodismo de migraciones asegura que las fronteras de la UE «se han convertido en espacios de desorden que cumplen a duras penas, y con consecuencias indeseables, algunas de las funciones para la que fueron creadas».
Este «desorden» tiene unas consecuencias distintas para los diferentes grupos de población. Para la opinión pública de los diferentes países europeos, el caos se convierte en «una frustrante sensación de pérdida de control y constante emergencia fronteriza», una narrativa alentada por medios de comunicación y determinadas ideologías políticas contrarias a la inmigración. Para las personas que migran, sin embargo, «el desorden es vulnerabilidad, muerte, sufrimiento y gastos desproporcionados».
Un tercer grupo, sin embargo, sí se beneficia del sistema: «Para la industria de las migraciones, legal e ilegal, el caos es la fuente de un fabuloso negocio al que no están dispuestos a renunciar», sostiene el informe, elaborado por los investigadores Cristina Fuentes Lara y Gonzalo Fanjul, y que hace un repaso por la historia del control migratorio, cuya fecha de inicio sitúan en la firma del Acuerdo Schengen, en 1985: «Las siguientes cuatro décadas han sido solo el perfeccionamiento de un sistema que trataba de poner el jardín a salvo de la jungla», aseguran en referencia a las palabras del alto representante para Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, quien en 2022 definió Europa como «un jardín» rodeado de «una jungla bastante poco habitable».
Estos 40 años de control fronterizo han desembocado en la firma del nuevo Pacto de Migraciones y Asilo, aprobado por el Parlamento Europeo este mes de abril de 2024. PorCausa define el tratado como «una batería de iniciativas legislativas que recogen el consenso principal de la impermeabilización, a toda costa, de las fronteras exteriores de la UE».
Este «desorden» tiene unas consecuencias distintas para los diferentes grupos de población. Para la opinión pública de los diferentes países europeos, el caos se convierte en «una frustrante sensación de pérdida de control y constante emergencia fronteriza», una narrativa alentada por medios de comunicación y determinadas ideologías políticas contrarias a la inmigración. Para las personas que migran, sin embargo, «el desorden es vulnerabilidad, muerte, sufrimiento y gastos desproporcionados».
Un tercer grupo, sin embargo, sí se beneficia del sistema: «Para la industria de las migraciones, legal e ilegal, el caos es la fuente de un fabuloso negocio al que no están dispuestos a renunciar», sostiene el informe, elaborado por los investigadores Cristina Fuentes Lara y Gonzalo Fanjul, y que hace un repaso por la historia del control migratorio, cuya fecha de inicio sitúan en la firma del Acuerdo Schengen, en 1985: «Las siguientes cuatro décadas han sido solo el perfeccionamiento de un sistema que trataba de poner el jardín a salvo de la jungla», aseguran en referencia a las palabras del alto representante para Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, quien en 2022 definió Europa como «un jardín» rodeado de «una jungla bastante poco habitable».
Estos 40 años de control fronterizo han desembocado en la firma del nuevo Pacto de Migraciones y Asilo, aprobado por el Parlamento Europeo este mes de abril de 2024. PorCausa define el tratado como «una batería de iniciativas legislativas que recogen el consenso principal de la impermeabilización, a toda costa, de las fronteras exteriores de la UE».
El acuerdo también consolida la militarización de la Agencia Europea de Fronteras (Frontex), un organismo creado hace dos décadas y acusado de abordar las migraciones desde una perspectiva violenta en lugar de humanitaria.
Un reciente informe elaborado por el Centre Delàs d'Estudis per la Pau e Irídia - Centro por la Defensa de Derechos Humanos acusa a Frontex de derivar hacia «la orbanización [en referencia al primer ministro húngaro, Viktor Orbán] del derecho de asilo en la UE».
PorCausa ha cifrado en no menos de 9.344 millones de euros el presupuesto destinado a la externalización de fronteras de la UE entre 2004 y 2024, si bien aseguran tener la certeza «de que la cantidad real destinada a estas partidas es mucho más alta», puesto que la «opacidad» es una de las principales características del sistema: «No se publica qué cantidad presupuestaria se destina a cada país, ni se desglosa por las correspondientes partidas. Esto dificulta sobremanera conocer cuánto dinero público se está utilizando para mantener el caótico e ineficiente sistema de externalización de fronteras de la UE», denuncia la fundación.
Sin embargo, la paradoja es que la militarización de las fronteras no ha logrado un descenso de los flujos migratorios, más bien lo contrario: las llegadas y los intentos de acceso irregular a los países de la Unión han aumentado en los últimos años. De acuerdo con los propios datos de Frontex, «"2023 ha registrado un aumento significativo del número de cruces irregulares de fronteras, que se incrementó un 17 % en los once primeros meses hasta superar los 355.300. Esta cifra ya ha superado todo el total de 2022, marcando el valor más alto registrado desde 2016", en los estertores de la crisis de acogida por el conflicto sirio», explica el informe.
Entonces, ¿por qué se sigue apostando por un sistema tan costoso que no logra sus objetivos mientras somete a miles de personas a un sufrimiento innecesario? El estudio apunta varias razones. Por un lado, a la lógica policial y securitaria que impregna a las políticas fronterizas de la UE, donde la migración es vista como una amenaza.
PorCausa ha cifrado en no menos de 9.344 millones de euros el presupuesto destinado a la externalización de fronteras de la UE entre 2004 y 2024, si bien aseguran tener la certeza «de que la cantidad real destinada a estas partidas es mucho más alta», puesto que la «opacidad» es una de las principales características del sistema: «No se publica qué cantidad presupuestaria se destina a cada país, ni se desglosa por las correspondientes partidas. Esto dificulta sobremanera conocer cuánto dinero público se está utilizando para mantener el caótico e ineficiente sistema de externalización de fronteras de la UE», denuncia la fundación.
Sin embargo, la paradoja es que la militarización de las fronteras no ha logrado un descenso de los flujos migratorios, más bien lo contrario: las llegadas y los intentos de acceso irregular a los países de la Unión han aumentado en los últimos años. De acuerdo con los propios datos de Frontex, «"2023 ha registrado un aumento significativo del número de cruces irregulares de fronteras, que se incrementó un 17 % en los once primeros meses hasta superar los 355.300. Esta cifra ya ha superado todo el total de 2022, marcando el valor más alto registrado desde 2016", en los estertores de la crisis de acogida por el conflicto sirio», explica el informe.
Entonces, ¿por qué se sigue apostando por un sistema tan costoso que no logra sus objetivos mientras somete a miles de personas a un sufrimiento innecesario? El estudio apunta varias razones. Por un lado, a la lógica policial y securitaria que impregna a las políticas fronterizas de la UE, donde la migración es vista como una amenaza.
Una visión que deriva en un lucrativo negocio para todos aquellos entes que participan de la denominada «industria del control migratorio»: «El caos permite la intervención mal controlada de un grupo amplio de actores económicos que encuentran en el estado permanente de emergencia una fuente fabulosa de recursos públicos», apunta porCausa.
Asimismo, la externalización de las fronteras ha generado «una relación difícil de revertir» con determinados países de origen. En esta relación tóxica, las personas migrantes se han convertido en una especie de arma arrojadiza utilizada por algunos países para chantajear a Europa, abriendo o cerrando la mano para lograr concesiones económicas y políticas: «Este juego no solo consolida regímenes autocráticos o democracias iliberales, sino que perjudica a sus propios ciudadanos y debilita la posición de los movimientos democratizadores y por los derechos humanos en el continente africano o de Oriente Próximo».
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Asimismo, la externalización de las fronteras ha generado «una relación difícil de revertir» con determinados países de origen. En esta relación tóxica, las personas migrantes se han convertido en una especie de arma arrojadiza utilizada por algunos países para chantajear a Europa, abriendo o cerrando la mano para lograr concesiones económicas y políticas: «Este juego no solo consolida regímenes autocráticos o democracias iliberales, sino que perjudica a sus propios ciudadanos y debilita la posición de los movimientos democratizadores y por los derechos humanos en el continente africano o de Oriente Próximo».
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