28 oct 2014

Segundo mandato de Rousseff: nuevos desafíos y relaciones con AL y Estados Unidos

ANÁLISIS


27.10.2014

BRASIL (Xinhua, por Pau Ramírez y Edgardo Loguercio) - Dilma Rousseff afrontará nuevos desafíos en su segundo mandato como presidenta de Brasil, empezando por el débil desempeño de la economía nacional, principal punto negativo en sus primeros cuatro años en el cargo.

Tras necesitar una segunda vuelta para ser reelegida en el cargo, Dilma Rousseff afrontará nuevos desafíos en su segundo mandato como presidenta de Brasil, empezando por el débil desempeño de la economía nacional, principal punto negativo en sus primeros cuatro años en el cargo.
Tras encadenar dos trimestres seguidos en recesión (-0,2 por ciento en el primero y -0,6 por ciento en el segundo), el principal reto que tiene el nuevo Gobierno de Dilma Rousseff es lograr la retomada del crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), que tras crecer 7,5 por ciento en 2010, justo antes de la llegada de Rousseff, viene sufriendo una alarmante desaceleración.
Aunque el Gobierno de Rousseff ha logrado mantener el desempleo en niveles muy bajos, cercanos al 5 por ciento, hay el temor de que la recesión económica que vive el país y el mal momento de la industria se conviertan en una ola de dimisiones en sectores clave, como el automovilístico, ante la bajada de las exportaciones y la caída de las ventas en el mercado nacional.
Otro desafío que tendrá a nivel económico es mantener a raya la inflación, una de las principales preocupaciones del Gobierno, ya que superó en varias veces el límite (6,5 por ciento) establecido por el Ejecutivo para cada uno de los años de mandato.
Para ello, el Banco Central ha venido elevando progresivamente los tipos de interés, con la intención de encarecer el crédito y poder hacer frente al alza de los precios.
A nivel interno, otro de los retos que tendrá en su nuevo mandato es la lucha contra la corrupción, una de las principales banderas de Rousseff en su primer mandato, pero que quedó en nada por los constantes escándalos que destapa la prensa.
Algunos de ellos, como el que actualmente vive la petrolera estatal Petrobras, salpican a la presidenta por su presunto conocimiento del caso cuando formaba parte del Consejo de Administración de la mayor empresa de Brasil.
Rousseff deberá intentar rebajar los ánimos a la polarización que ha vivido el país en estas elecciones, ante los defensores de la gestión de 12 años de Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) y sus detractores, quienes se agregaron alrededor del candidato socialdemócrata Aécio Neves, derrotado hoy.
La polarización se verá reflejada en el siempre complicado Congreso brasileño, donde la reñida campaña electoral puede pasar factura al Partido de los Trabjadores a la hora de buscar aliados para poder formar gobierno y gobernar con tranquilidad.
También a nivel interno, Rousseff deberá lograr restablecer la confianza en la petrolera estatal Petrobras, la mayor empresa del país y otrora un orgullo para el país, objeto de varios escándalos de corrupción y desvío de dinero que han centrado la campaña electoral.
La endémica corrupción brasileña, a la que Dilma prometió "hacer limpieza" en la campaña electoral de hace cuatro años, será otro asunto que centrará la atención en su segundo mandato, tras los innumerables escándalos que hubo en su primera gestión en la presidencia.
Recuperar la confianza del mercado será otra dura tarea para la presidenta electa, que ha visto cómo los inversores y el mercado financiero le retiraban gradualmente su apoyo tras las políticas intervencionistas de su gobierno.
En su segundo mandato, promete, habrá una ofensiva para "elevar las inversiones".
Brasil ya pasó del cuarto al quinto puesto en el ranking de entrada de inversión extranjera en 2013, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la primera caída desde 2009.
Por Pau Ramírez
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La reelección de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), significa la reafirmación de los proyectos de integración en Suramérica y la continuidad de una política externa basada en los principios de respeto a la soberanía e igualdad de las naciones en el ámbito internacional.
El mantenimiento del PT en el gobierno del mayor país latinoamericano representa, además, un escenario de mayor estabilidad en el cuadro geopolítico de la región, donde el equilibrio entre gobiernos de centroizquierda y de cuño neoliberal debe permanecer.
Como anticipó en su campaña electoral, Rousseff mantendrá una política externa regida por la prioridad dada a la alianza con países emergentes, en especial con sus socios del Mercado Común del Sur (Mercosur) -Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela- y de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
La relación entre Brasil y Argentina, su principal socio en el Mercosur, no atraviesa su mejor momento debido a los problemas financieros en el país vecino, que afectaron el comercio bilateral, menguado a causa del bajo crecimiento económico en los dos países.
En declaraciones poco antes de la segunda vuelta, Rousseff se opuso categóricamente a las propuestas de la oposición de reducir el papel del Mercosur y priorizar la relación con los países desarrollados.
"Nuestra relación con el Mercosur y América Latina, hay gente diciendo que es ideológica. Pero 80 por ciento de lo que exportamos en mercaderías con valor agregado es para América Latina. Acabar con el Mercosur sería dar un tiro en el propio pie", enfatizó.
También se prevé que se mantenga la importancia dada a las relaciones Sur-Sur, en especial al grupo BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, y a la cooperación con los países africanos, manteniendo al mismo tiempo relaciones amistosas con los países desarrollados.
En el primer mandato de Rousseff, Brasil obtuvo importantes triunfos diplomáticos, alcanzando puestos inéditos en los organismos internacionales.
El ex ministro José Graziano fue electo director de Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), el ex ministro Paulo Vannuchi para integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y el embajador Roberto Azevedo para dirigir la Organización Mundial de Comercio (OMC).
La relación con Estados Unidos, sin embargo, se vio seriamente afectada por las denuncias de que la propia Rousseff, sus principales colaboradores y la petrolera estatal Petrobras fueron objeto de espionaje por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
Tras la divulgación de documentos obtenidos por el ex agente de inteligencia Edward Snowden a mediados de 2013, las relaciones bilaterales sufrieron la mayor crisis de las últimas décadas.
Rousseff decidió cancelar una visita de Estado a Washington prevista para octubre de 2013 por considerar insatisfactorias las explicaciones recibidas del gobierno de Barack Obama con relación a las denuncias de espionaje.
La líder brasileña realizó luego un duro discurso en las Naciones Unidas acusando al programa de espionaje de Estados Unidos de "ilegal y antidemocrático, por violar el Derecho Internacional, los derechos humanos, la soberanía de los países y las libertades civiles".
A pesar de repetidas gestiones para normalizar la relación, el gobierno brasileño continúa insatisfecho con las explicaciones dadas hasta el momento sobre el episodio.
En la última Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en septiembre pasado, una nueva divergencia con Estados Unidos fue expresada por la mandataria, quien criticó los ataques impulsados por Washington en Irak y Siria sin un previo apoyo de la comunidad internacional.
Siguiendo la tradición diplomática brasileña, Rousseff puntualizó que el uso de la fuerza, unilateral y sin autorización del Consejo de Seguridad daña el Derecho Internacional.
La presidenta recordó ejemplos recientes que, bajo el pretexto de combatir el terrorismo, produjeron efectos diametralmente opuestos.
La expectativa es que en los próximos sean retomadas las negociaciones para aproximar a los dos gobiernos, que mantienen relaciones regulares en el ámbito comercial.
El mes pasado, inclusive, Brasilia y Washington anunciaron la solución de un antiguo diferendo con relación a los subsidios norteamericanos al algodón, llegando a un acuerdo después de un conflicto que se arrastraba por más de una década.
En respuesta a quienes abogan una alianza con países más ricos y dejar en segundo plano las relaciones Sur-Sur, Rousseff reafirmó que reafirmará una política externa "de igual para igual" con las grandes potencias.
Para la mandataria, Brasil tiene un papel de responsabilidad con relación a los países latinoamericanos que debe ser asumido y respetado.
"Mi propuesta es que nunca volvamos las espaldas para América Latina y sólo miremos a Estados Unidos y la Unión Europea. Eso no da buen resultado", subrayó.
Por Edgardo Loguercio