POR EL AVANCE DE PODEMOS EN ESPAÑA Y LAS CRITICAS DEL GOBIERNO GRIEGO
A la situación en el sur de Europa se suman las dudas de Gran Bretaña sobre si continuar o no dentro de la Unión Europea y el triunfo en Polonia de un presidente de la derecha nacionalista, muy euroescéptico.
Por Elena Llorente
Página/12 En Italia
Desde Roma
La Unión Europea (UE) tiembla ante el no rotundo del gobierno griego a seguir imponiendo restricciones a la población para pagar las deudas con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y ante la posibilidad de un default. Pero Bruselas tiembla también por el triunfo de Podemos en España y sus críticas a la UE, por las dudas de Gran Bretaña sobre si continuar o no dentro de la Unión Europea y por el triunfo en Polonia de un presidente de la derecha nacionalista, muy escéptico respecto de la Europa unida. Todo este mar de críticas no sólo están causando polémicas y debates a todos los niveles, sino generando incertidumbre que a su vez tiene –y tendrá– efectos económicos. Esta semana sin ir más lejos, después de que Grecia anunció oficialmente que no podría pagar el 5 de junio las cuotas que le corresponden de los 1600 millones que debe al FMI, las bolsas de valores acusaron el golpe, tanto el lunes como el martes, con pérdidas que oscilaron entre el 3,11 por ciento de Atenas, el -2,09 por ciento de Milán, el -1,83 por ciento Lisboa y -1,4 de Francfort.
Hay quien dice que si no fuera porque están en Europa, los griegos estarían desde hace mucho viviendo una situación similar a la de Argentina en 2001. Con una deuda pública que era en 2014 de 317 mil millones de euros, equivalente al 177 por ciento de su PBI (Producto Bruto Interno), Grecia debe dinero no sólo al FMI, sino también a Alemania (60 mil millones), Francia (46 mil millones), Italia (40 mil millones) y España (26 mil millones) principalmente, por préstamos concedidos en décadas pasadas por el Fondo UE de ayuda a los estados miembros. Pero ahora, a no ser que en estos días se llegue a un acuerdo, no puede pagar nada más, porque eso significaría imponer nuevas restricciones a sueldos y jubilaciones que el premier Alexis Tsipras se niega a hacer. “Las cuatro cuotas para el FMI –explicó el pasado fin de semana en televisión el ministro del Interior Nikos Voutsis– que en junio llegan a 1600 millones de euros, no serán giradas al Fondo porque simplemente no hay más dinero.” “La razón por la cual las tratativas entre Grecia y sus acreedores están empantanadas no es porque el gobierno de Tsipras no quiere hacer las reformas económicas solicitadas por las autoridades europeas, sino porque se le pide aplicar nuevas medidas de austeridad que impedirían el crecimiento económico”, dijo por su parte el ministro de Economía, Yanis Varoufakis. Y ayer agregó con cierto optimismo: “Grecia pagará el 5 de junio porque habremos llegado a un acuerdo con los acreedores internacionales”.
Los hechos de la última semana en Europa despertaron los más controvertidos comentarios en Italia. “El viento de Grecia, el viento de España, el viento de Polonia no corren en la misma dirección. Pero todos esos vientos dicen que Europa debe cambiar”, comentó el primer ministro italiano Matteo Renzi. Para el líder de la derechista y nacionalista Liga Norte, Matteo Salvini, los resultados electorales “son un mazazo para los defensores de la Europa de los bancos y para los siervos de Bruselas. Lo que está sucediendo es una señal muy clara de que la gente quiere retomar el control de las fronteras, de los bancos, y dice basta a los burócratas de Bruselas”. Según la virtual ministra de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Federica Mogherini, “los resultados electorales, aun de modo diametralmente opuesto, y la situación en el Reino Unido y en Grecia, demuestran nuestra necesidad de volver a sentirnos europeos. Ser fieles al proyecto europeo aun con el coraje de cambiar”.
En juego no sólo está el posible default de Grecia sino la llamada Grexit, es decir la salida de Grecia del euro y todo lo que eso podría significar para los países que aceptan la moneda única europea (19 de los 28 miembros de la UE). A lo que se le agrega el referéndum que Gran Bretaña –que no forma parte de los 19 países euro– tiene intenciones de hacer sobre su continuidad dentro de la UE. El primer ministro inglés David Cameron, recientemente reelegido, quiere obtener de Europa varias reformas, entre ellas algunas sobre la asignación de subsidios europeos y sobre la inmigración, tema durísimo en los últimos meses en toda Europa. Y quiere que estas reformas se produzcan antes del referéndum que ha prometido organizar no más allá de 2017. Para tratar estos puntos Cameron se encontró la semana pasada con el presidente de la Comisión Europea, Claude Juncker, y lo hará sucesivamente con sus colegas de Francia y Alemania
Al menos para Grecia, se espera que surja alguna noticia más optimista después del encuentro con el Parlamento Europeo que el miércoles tendrá Tsipras en Bruselas y de la reunión de jueves y viernes en Dresde (Alemania) donde se encontrará el G-7 económico, es decir los ministros de Economía de los siete países (occidentales) más poderosos (Canadá, Francia, Alemania, Japón, Italia, Reino Unido y Estados Unidos) entre los que se encuentran los acreedores de Atenas.