24 de Mayo de 2015
Emiliano Guido. Miradas al Sur
Sudamérica no es una zona idílica de paz, amor y convivencia. Por lo pronto, más allá del histórico conflicto armado colombiano, en un extenso territorio de un país miembro del Mercosur y la Unasur, el Paraguay, gobernado por el magnate Horacio Cartes, hay una guerra cotidiana que enfrenta al Ejército local contra el campesinado pobre, los grupos narcos y dos guerrillas rurales. Asunción, por supuesto, no reconoce que libra una batalla en los norteños distritos de Canindeyú –donde se libró la masacre campesina que derivó en el juicio político al presidente Lugo–, San Pedro y Concepción, tierras fértiles donde sólo crece la soja y el cannabis o se producen las tomas de haciendas por parte de labriegos pobres. Cartes prefiere, en cambio, justificarse en los foros internacionales advirtiendo que intenta pacificar una zona social conflictiva y postergada en lo productivo. Sin embargo, la férrea militarización del norte paraguayo con el permanente patrullaje territorial de unidades castrenses asesoradas, entrenadas y pertrechadas por el Comando Sur y el Mossad israelí, la continua declaración del estado de sitio para intimar a la ciudadanía e, incluso, el reciente bombardeo al poblado nororiental de Arroyito para liquidar a miembros de la Asociación Campesina Armada –pero que terminó con la vida de cinco menores civiles–, desmienten el edulcorado cuadro de situaciones presentado por Cartes. En definitiva, Paraguay niega la guerra pero su Senado acaba de aprobar el ingreso de “Dieciséis instructores de la Compañía B, 3er Batallón, 20º Grupo de Fuerzas Especiales aerotransportadas de la Guardia Nacional de Carolina del Norte, con sus respectivos equipos, armas y municiones” para liderar un programa de entrenamiento, denominado Intercambio Conjunto Combinado (Jcet, por sus siglas en inglés), durante el mes de junio, a la oficialidad paraguaya que le pone el pecho a un conflicto armado que no existe según el gobierno; pero del cual, evidentemente, toman precauciones porque sus soldados se entrenan con altos mandos extranjeros especializados en lucha antiinsurgente y antiterrorista.
Abel Irala es uno de los máximos referentes del organismo de derechos humanos Serpaj-Paraguay, una de las pocas entidades que denuncia permanentemente a nivel regional la alta militarización del país promovida por Cartes para, entre otros principios, resguardar la plusvalía sojera de los poderosos hacendados brasiguayos (barones de la soja que reciben ese mote porque emigraron del gigante sudamericano para asentarse en un país impositivo-friendly). Militarización originada, según denunció en una reciente movilización la multisectorial Congreso Democrático del Pueblo, en las reciente reformas gubernamentales a la Ley de Defensa Nacional, que habilita unilateralmente al Ejecutivo a disponer la intervención de los militares en cuestiones de seguridad interna sin que el Parlamento declare el estado de excepción. Lo que se dice un Terrorismo de Estado suave, o de baja intensidad. Recapitulando, Irala viene advirtiendo sobre un Paraguay poco promocionado en los informativos locales, que sólo mencionan al vecino país para elogiar su boom exportador en carnes o las curvas de una botinera guaraní. Miradas al Sur habló con el dirigente de Serpaj, quien insistió en ilustrar la autorización del ingreso de los instructores norteamericanos como el capítulo nuevo de una vieja novela. “El Senado aprobó además el viaje de ochenta militares a Colombia para un curso de formación contra el terrorismo. Previamente, en mayo del 2014, un contingente de 77 militares también realizó ese ejercicio de cooperación. A los pocos días de su retorno, esa columna protagonizó un ataque aéreo contra la Agrupación Campesina Armada, donde resultaron muertos cuatro jóvenes, uno de ellos de 15 años de edad, culpados de ser integrantes del grupo criminal. El operativo fue imponente, probablemente el primero con esa magnitud. Sobrevolaron los asentamientos campesinos y dispararon contra sus blancos con la excusa de conseguir la muerte de los supuestos jóvenes insurgentes”, resume Abel Irala.
El gobierno de Cartes –ex presidente del club de fútbol Libertad y, desde entonces, amigo con intereses comunes con Mauricio Macri– no sólo se arma de pies a cabeza, también desarrolla una campaña psicológica propagando llamativos spots televisivos para desmoralizar a las filas del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y la Asociación Campesina Armada (ACA), dos facciones fuera de foco por su bajo desarrollo en formación política, contactos internacionales y acumulación de fierros propios. “Compatriota del EPP o del ACA, cuánto hace que no se reencuentra y tiene la oportunidad de abrazar a su familia, acabe con esa incertidumbre. Las Fuerzas de Tarea Conjunta les ayudarán a solucionar sus problemas jurídicos y económicos a causa de sus hechos. Abandone el movimiento armado, bienvenido a la libertad!”, convoca la propaganda firmada por la Fuerza de Tarea Conjunta, que es emitida en castellano y guaraní a nivel nacional. El mayor Alfredo Martínez justificó a radio Cardinal la estrategia comunicacional desarrollada por el Ejército titulada “Entrégate” con el criterio de que la misma narrativa castrense tuvo “un éxito rotundo” en Colombia en la “lucha antisubversiva”. Por otro lado, la periodista Patricia Vargas, del matutino asunceño Última Hora, agrega que la presencia de fuerzas militares externas en Paraguay no sólo tiene puesta la camiseta del Tío Sam. “Expertos en seguridad provenientes del Mossad ya realizaron un recorrido por los departamentos de San Pedro, Concepción y Amambay. El objetivo de los especialistas fue reconocer y analizar las zonas consideradas como las más conflictivas del país en cuestión de seguridad y en donde opera con total libertad el autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo. Además, Cartes cuenta con cinco guardaespaldas israelíes, sin mencionar a los que tienen a su cargo la seguridad de sus dos hijas, su esposa, su madre y el resto de sus familiares más cercanos”, precisa Patricia Vargas. En Paraguay no habrá guerra pero, evidentemente, marines sí.
Historia
La Fuerzas Especiales, de Vietnam a Paraguay
En 1950, el presidente norteamericano Harry Truman envió a la Indochina francesa (el actual Vietcong) un grupo de asesores militares llamado MAAG, acrónimo en inglés de su nombre, Grupo de Asistencia y Asesoramiento militar. Estos militares tenían como misión asesorar y entrenar a los militares franceses y sus aliados locales asediados por las guerrillas del Viet Minh en técnicas de combate contrainsurgente, inteligencia táctica y acción psicológica. Derrotados los franceses en Dien Bien Phu, los asesores yanquis se desparramaron por Laos, Camboya y Thailandia donde se sumaron más tarde a las tropas que invadieron Vietnam hasta su derrota en 1975. La paulatina e incesante extensión de la presencia militar norteamericana en el mundo llevó a la creación de un sinnúmero de unidades militares que bajo la denominación de “Fuerzas Especiales” (Special Forces) operan bajo el comando de la Junta de Operaciones Especiales. La actividad de unidades como los Seals, los Rangers y los Marines se despliega en diversos teatros de operaciones y sus misiones, enmascaradas muchas veces tras objetivos de “lucha contra el narcotráfico”, “ayuda humanitaria” o “asesoramiento militar”, siguen respondiendo al mismo núcleo original: aportar tecnología, inteligencia, equipamiento bélico y acción directa para combatir organizaciones de resistencia a las políticas imperialistas de dominación global.
http://www.miradasalsur.com.ar/nota/11291/un-posgrado-con-marines
Emiliano Guido. Miradas al Sur
Sudamérica no es una zona idílica de paz, amor y convivencia. Por lo pronto, más allá del histórico conflicto armado colombiano, en un extenso territorio de un país miembro del Mercosur y la Unasur, el Paraguay, gobernado por el magnate Horacio Cartes, hay una guerra cotidiana que enfrenta al Ejército local contra el campesinado pobre, los grupos narcos y dos guerrillas rurales. Asunción, por supuesto, no reconoce que libra una batalla en los norteños distritos de Canindeyú –donde se libró la masacre campesina que derivó en el juicio político al presidente Lugo–, San Pedro y Concepción, tierras fértiles donde sólo crece la soja y el cannabis o se producen las tomas de haciendas por parte de labriegos pobres. Cartes prefiere, en cambio, justificarse en los foros internacionales advirtiendo que intenta pacificar una zona social conflictiva y postergada en lo productivo. Sin embargo, la férrea militarización del norte paraguayo con el permanente patrullaje territorial de unidades castrenses asesoradas, entrenadas y pertrechadas por el Comando Sur y el Mossad israelí, la continua declaración del estado de sitio para intimar a la ciudadanía e, incluso, el reciente bombardeo al poblado nororiental de Arroyito para liquidar a miembros de la Asociación Campesina Armada –pero que terminó con la vida de cinco menores civiles–, desmienten el edulcorado cuadro de situaciones presentado por Cartes. En definitiva, Paraguay niega la guerra pero su Senado acaba de aprobar el ingreso de “Dieciséis instructores de la Compañía B, 3er Batallón, 20º Grupo de Fuerzas Especiales aerotransportadas de la Guardia Nacional de Carolina del Norte, con sus respectivos equipos, armas y municiones” para liderar un programa de entrenamiento, denominado Intercambio Conjunto Combinado (Jcet, por sus siglas en inglés), durante el mes de junio, a la oficialidad paraguaya que le pone el pecho a un conflicto armado que no existe según el gobierno; pero del cual, evidentemente, toman precauciones porque sus soldados se entrenan con altos mandos extranjeros especializados en lucha antiinsurgente y antiterrorista.
Abel Irala es uno de los máximos referentes del organismo de derechos humanos Serpaj-Paraguay, una de las pocas entidades que denuncia permanentemente a nivel regional la alta militarización del país promovida por Cartes para, entre otros principios, resguardar la plusvalía sojera de los poderosos hacendados brasiguayos (barones de la soja que reciben ese mote porque emigraron del gigante sudamericano para asentarse en un país impositivo-friendly). Militarización originada, según denunció en una reciente movilización la multisectorial Congreso Democrático del Pueblo, en las reciente reformas gubernamentales a la Ley de Defensa Nacional, que habilita unilateralmente al Ejecutivo a disponer la intervención de los militares en cuestiones de seguridad interna sin que el Parlamento declare el estado de excepción. Lo que se dice un Terrorismo de Estado suave, o de baja intensidad. Recapitulando, Irala viene advirtiendo sobre un Paraguay poco promocionado en los informativos locales, que sólo mencionan al vecino país para elogiar su boom exportador en carnes o las curvas de una botinera guaraní. Miradas al Sur habló con el dirigente de Serpaj, quien insistió en ilustrar la autorización del ingreso de los instructores norteamericanos como el capítulo nuevo de una vieja novela. “El Senado aprobó además el viaje de ochenta militares a Colombia para un curso de formación contra el terrorismo. Previamente, en mayo del 2014, un contingente de 77 militares también realizó ese ejercicio de cooperación. A los pocos días de su retorno, esa columna protagonizó un ataque aéreo contra la Agrupación Campesina Armada, donde resultaron muertos cuatro jóvenes, uno de ellos de 15 años de edad, culpados de ser integrantes del grupo criminal. El operativo fue imponente, probablemente el primero con esa magnitud. Sobrevolaron los asentamientos campesinos y dispararon contra sus blancos con la excusa de conseguir la muerte de los supuestos jóvenes insurgentes”, resume Abel Irala.
El gobierno de Cartes –ex presidente del club de fútbol Libertad y, desde entonces, amigo con intereses comunes con Mauricio Macri– no sólo se arma de pies a cabeza, también desarrolla una campaña psicológica propagando llamativos spots televisivos para desmoralizar a las filas del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y la Asociación Campesina Armada (ACA), dos facciones fuera de foco por su bajo desarrollo en formación política, contactos internacionales y acumulación de fierros propios. “Compatriota del EPP o del ACA, cuánto hace que no se reencuentra y tiene la oportunidad de abrazar a su familia, acabe con esa incertidumbre. Las Fuerzas de Tarea Conjunta les ayudarán a solucionar sus problemas jurídicos y económicos a causa de sus hechos. Abandone el movimiento armado, bienvenido a la libertad!”, convoca la propaganda firmada por la Fuerza de Tarea Conjunta, que es emitida en castellano y guaraní a nivel nacional. El mayor Alfredo Martínez justificó a radio Cardinal la estrategia comunicacional desarrollada por el Ejército titulada “Entrégate” con el criterio de que la misma narrativa castrense tuvo “un éxito rotundo” en Colombia en la “lucha antisubversiva”. Por otro lado, la periodista Patricia Vargas, del matutino asunceño Última Hora, agrega que la presencia de fuerzas militares externas en Paraguay no sólo tiene puesta la camiseta del Tío Sam. “Expertos en seguridad provenientes del Mossad ya realizaron un recorrido por los departamentos de San Pedro, Concepción y Amambay. El objetivo de los especialistas fue reconocer y analizar las zonas consideradas como las más conflictivas del país en cuestión de seguridad y en donde opera con total libertad el autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo. Además, Cartes cuenta con cinco guardaespaldas israelíes, sin mencionar a los que tienen a su cargo la seguridad de sus dos hijas, su esposa, su madre y el resto de sus familiares más cercanos”, precisa Patricia Vargas. En Paraguay no habrá guerra pero, evidentemente, marines sí.
Historia
La Fuerzas Especiales, de Vietnam a Paraguay
En 1950, el presidente norteamericano Harry Truman envió a la Indochina francesa (el actual Vietcong) un grupo de asesores militares llamado MAAG, acrónimo en inglés de su nombre, Grupo de Asistencia y Asesoramiento militar. Estos militares tenían como misión asesorar y entrenar a los militares franceses y sus aliados locales asediados por las guerrillas del Viet Minh en técnicas de combate contrainsurgente, inteligencia táctica y acción psicológica. Derrotados los franceses en Dien Bien Phu, los asesores yanquis se desparramaron por Laos, Camboya y Thailandia donde se sumaron más tarde a las tropas que invadieron Vietnam hasta su derrota en 1975. La paulatina e incesante extensión de la presencia militar norteamericana en el mundo llevó a la creación de un sinnúmero de unidades militares que bajo la denominación de “Fuerzas Especiales” (Special Forces) operan bajo el comando de la Junta de Operaciones Especiales. La actividad de unidades como los Seals, los Rangers y los Marines se despliega en diversos teatros de operaciones y sus misiones, enmascaradas muchas veces tras objetivos de “lucha contra el narcotráfico”, “ayuda humanitaria” o “asesoramiento militar”, siguen respondiendo al mismo núcleo original: aportar tecnología, inteligencia, equipamiento bélico y acción directa para combatir organizaciones de resistencia a las políticas imperialistas de dominación global.
http://www.miradasalsur.com.ar/nota/11291/un-posgrado-con-marines