Ocho años después del inicio de la Gran Recesión, Europa sigue metida en problemas. "La recuperación todavía es frágil: la crisis no se ha superado", ha admitido en el Parlamento Europeo Jean-Claude Juncker, el jefe de la Comisión Europea.EL PAÍS DE MADRID21 dic 2015
Jean-Claude Juncker. Foto: Archivo El País
Tanto Juncker como el jefe del Eurogrupo (la reunión de ministros de Finanzas de la eurozona), Jeroen Dijsselbloem, han pasado de puntillas por el llamamiento del presidente del BCE, Mario Draghi, acerca de la necesidad de "repensar" la política fiscal de la eurozona. La frágil recuperación europea se apoya en el desplome de los precios del petróleo y en una política monetaria expansiva que está acercándose a sus límites; Juncker y Dijsselbloem no apoyan, de momento, una política fiscal más activa.
"La posición fiscal neutral de la eurozona es la adecuada", ha afirmado el presidente del Eurogrupo. Dijsselbloem, sin embargo, ha puesto el dedo en la llaga: "Algunos países puede hacer más que otros: los que tienen excedente presupuestario pueden invertir más", ha dicho en un mensaje teledirigido a Berlín. La eurozona se ha propuesto activar una capacidad fiscal en 2017: algo parecido a un seguro de desempleo común. "No hay consenso político todavía al respecto, pero hay que empezar a debatir ese mecanismo", ha dicho el holandés. "No se puede dejar la política económica del euro solo en manos del BCE", explicó.
El PIB del euro se recupera, pero a un ritmo históricamente bajo respecto a otras recuperaciones, lastrado por las lesiones que ha dejado la Gran Recesión y en particular por un ejército de 23 millones de desempleados en la UE. Dijsselbloem destacó el desempleo "inaceptablemente alto" y el endeudamiento "excesivo". Y ha asegurado que la recuperación "está relacionada con factores externos, como la caída del precio del petróleo, que no controlamos". Las recetas de Juncker y Dijsselbloem para salir de ese cuello de botella son más de lo mismo: reformas, el plan de inversión de Juncker y una política fiscal neutral, que los mandarines del euro se niegan siquiera a debatir, a pesar del llamamiento reciente al respecto de Draghi.
"Tenemos que reabrir un debate sobre la política fiscal europea", dijo hace unos días Draghi en Fráncfort. El BCE quiere que los países que acumulan desequilibrios sigan tratando de reducir el déficit y la deuda pública, pero considera que hay países (básicamente, Alemania y Holanda) en los que hay margen para acometer inversiones públicas y estímulos fiscales. Bruselas sostiene que las dos últimas crisis ya obligan a una cierta expansión fiscal: Francia y otros países van a gastar algo más en seguridad después de los últimos atentados (y es muy posible que ese gasto no compute para las metas de déficit) y Alemania va a tener que gastar también ante la llegada de un millón de refugiados. Es poco probable que eso baste en medio de turbulencias por la llegada de la crisis a los emergentes y los primeros síntomas de lío en los mercados, con varios hedge fundssuspendiendo los reembolsos de sus partícipes, una situación que recuerda peligrosamente a la de 2007.
Dijsselbloem se ha limitado a asegurar que la política fiscal "va a ayudar" a la reactivación, y ha pedido a los eurodiputados de Estrasburgo que no confíen en milagros: "La economía europea, tanto el Estado como las empresas y familias, está sobreendeudada, y se necesita tiempo para resolver las crisis de deuda". El jefe del Eurogrupo incluso ha echado una palada de arena sobre el esquema de garantía de depósitos común presentado hace unos días por la Comisión: "Antes de mutualizar hay que reducir riesgos: limitar el riesgo soberano en los bancos". "Hemos cometido errores en los últimos años", ha apuntado el holandés en un inusual mea culpa. Es posible que la inacción en la política fiscal sea uno más de esos errores en la coyuntura actual.
Jean-Claude Juncker. Foto: Archivo El País
Tanto Juncker como el jefe del Eurogrupo (la reunión de ministros de Finanzas de la eurozona), Jeroen Dijsselbloem, han pasado de puntillas por el llamamiento del presidente del BCE, Mario Draghi, acerca de la necesidad de "repensar" la política fiscal de la eurozona. La frágil recuperación europea se apoya en el desplome de los precios del petróleo y en una política monetaria expansiva que está acercándose a sus límites; Juncker y Dijsselbloem no apoyan, de momento, una política fiscal más activa.
"La posición fiscal neutral de la eurozona es la adecuada", ha afirmado el presidente del Eurogrupo. Dijsselbloem, sin embargo, ha puesto el dedo en la llaga: "Algunos países puede hacer más que otros: los que tienen excedente presupuestario pueden invertir más", ha dicho en un mensaje teledirigido a Berlín. La eurozona se ha propuesto activar una capacidad fiscal en 2017: algo parecido a un seguro de desempleo común. "No hay consenso político todavía al respecto, pero hay que empezar a debatir ese mecanismo", ha dicho el holandés. "No se puede dejar la política económica del euro solo en manos del BCE", explicó.
El PIB del euro se recupera, pero a un ritmo históricamente bajo respecto a otras recuperaciones, lastrado por las lesiones que ha dejado la Gran Recesión y en particular por un ejército de 23 millones de desempleados en la UE. Dijsselbloem destacó el desempleo "inaceptablemente alto" y el endeudamiento "excesivo". Y ha asegurado que la recuperación "está relacionada con factores externos, como la caída del precio del petróleo, que no controlamos". Las recetas de Juncker y Dijsselbloem para salir de ese cuello de botella son más de lo mismo: reformas, el plan de inversión de Juncker y una política fiscal neutral, que los mandarines del euro se niegan siquiera a debatir, a pesar del llamamiento reciente al respecto de Draghi.
"Tenemos que reabrir un debate sobre la política fiscal europea", dijo hace unos días Draghi en Fráncfort. El BCE quiere que los países que acumulan desequilibrios sigan tratando de reducir el déficit y la deuda pública, pero considera que hay países (básicamente, Alemania y Holanda) en los que hay margen para acometer inversiones públicas y estímulos fiscales. Bruselas sostiene que las dos últimas crisis ya obligan a una cierta expansión fiscal: Francia y otros países van a gastar algo más en seguridad después de los últimos atentados (y es muy posible que ese gasto no compute para las metas de déficit) y Alemania va a tener que gastar también ante la llegada de un millón de refugiados. Es poco probable que eso baste en medio de turbulencias por la llegada de la crisis a los emergentes y los primeros síntomas de lío en los mercados, con varios hedge fundssuspendiendo los reembolsos de sus partícipes, una situación que recuerda peligrosamente a la de 2007.
Dijsselbloem se ha limitado a asegurar que la política fiscal "va a ayudar" a la reactivación, y ha pedido a los eurodiputados de Estrasburgo que no confíen en milagros: "La economía europea, tanto el Estado como las empresas y familias, está sobreendeudada, y se necesita tiempo para resolver las crisis de deuda". El jefe del Eurogrupo incluso ha echado una palada de arena sobre el esquema de garantía de depósitos común presentado hace unos días por la Comisión: "Antes de mutualizar hay que reducir riesgos: limitar el riesgo soberano en los bancos". "Hemos cometido errores en los últimos años", ha apuntado el holandés en un inusual mea culpa. Es posible que la inacción en la política fiscal sea uno más de esos errores en la coyuntura actual.