Por Luis Bruschtein
PAGINA/12
Los mismos medios que provocaron en Brasil el reemplazo del gobierno de Dilma Rousseff por el de Michel Temer, ahora bombardearon a este empresario panqueque y al senador Aecio Neves, ex candidato presidencial de Fernando Henrique Cardoso. Nadie quedó libre de culpa, porque antes había caído Eduardo Cunha, titular de la Cámara de Diputados y dirigente de un partido evangelista. Cunha había sido el gran impulsor de la destitución de Dilma. Y ahora es la persona en el centro de la colosal crisis brasileña al revelarse conversaciones en las que el presidente Temer y Neves se referían a sobornos que recibiría el encarcelado Cunha para no involucrarlos. Argentina se mira en el espejo de ese paisaje brasileño: se atacó en los tribunales a Cristina Kirchner, pero los datos que empezaron a aparecer sobre corrupción fueron sobre Mauricio Macri y su entorno. Las denuncias de corrupción fueron similares en los dos países para esmerilar a los gobiernos populares. Los grandes medios concentrados cumplieron ese rol también en los dos países. Y las pruebas de corrupción empiezan a aparecer en los dos países, pero no involucran a los denunciados sino a los políticos que fueron beneficiados por las denuncias. Es lo que se deduce de la revelación sobre las transferencias realizadas por el cambista que pagaba las coimas de Odebrecht a la cuenta suiza de Gustavo Arribas, íntimo amigo de Mauricio Macri y actual jefe de la ex SIDE.
La idea de Brasil y Argentina como espejos enfrentados no es nueva. La han usado incluso en Brasil para advertir inflaciones, fenómenos sociales y movidas políticas, pero las equivalencias no son absolutas, los procesos tienen sus propios tiempos y sus particularidades. En Brasil, el ataque de O Globo contra Temer y Neves ha sido devastador y dejó al polémico sucesor de Dilma Rousseff sin sustento ni legitimidad. Temer y su partido, el PMDB, fueron usados para destituir a Rousseff y ahora los sacrifican en una movida difícil de entender pero en el cual los medios y la justicia acrecientan la credibilidad que necesitan para destruir a Lula.
El espejo funciona también en ese plano: aquí la ex presidenta Cristina Kirchner es la dirigente más nombrada en el clima preelectoral. El oficialismo para denostarla y la oposición para referenciarse. Las encuestas la ubican como la política mejor posicionada a pesar de la persecución judicial y mediática. De la misma manera, en Brasil, Lula está muy por delante en todos los sondeos para la carrera presidencial, tanto en primera como en segunda vuelta.
La destrucción política de Lula es el principal objetivo de la segunda etapa del golpe en Brasil, denunció la semana pasada Dilma Rousseff. No es un secreto que los medios corporativos, el oficialismo y un sector de la Justicia buscan eso mismo en Argentina con Cristina Kirchner. Las encuestas le dan un piso alto y un techo bajo, pero nadie se atreve a discutir la movilidad de ese techo que cambia en cada medición. Las primeras mediciones daban a Lula como ganador seguro en una primera vuelta y perdía en la segunda. Las nuevas mediciones ya lo dan como ganador también en el ballotage. En las movilizaciones callejeras del PT exigen elección presidencial directa y no parlamentaria porque tienen candidato ganador. Los adversarios del PT, en cambio, se desesperan por mantener a Temer, cada vez con menos entusiasmo, o se afanan por elegir a su sucesor en el Congreso, el mismo que destituyó a Dilma Rousseff y cuyas autoridades principales están involucradas en las causas por corrupción por Petrobrás y Odebrecht. La gran jugada del sistema es destruir a Lula en la Justicia igual que en Argentina a la ex presidenta.
Las causas por corrupción contra Cunha y los demás políticos involucran cientos de millones de dólares. La acusación contra Lula es por un departamento en Guarujá, un balneario popular en Brasil –un equivalente a Miramar o Mar de Ajó–, como soborno para la realización de obras multimillonarias. La desigualdad es tan enorme entre la obra y el supuesto soborno, que aparece ridícula. Pero además Lula dice que el departamento no es suyo y que nunca lo utilizó y que el juez no tiene ninguna prueba concreta. A Cristina Kirchner la acusan de recibir sobornos por obras públicas multimillonarias. Pero no encuentran los fondos que debería haber recibido. Todo el dinero que han encontrado está declarado y justificado. Entonces la acusan por el alquiler de un hotel en el sur y otras propiedades en Capital. Aquí también la diferencia entre esos alquileres comprobados y a precio de mercado, con las cifras enormes de las obras en cuestión, es absurda, no alcanza para explicar sobornos del calibre que denuncian.
Según Julián Assange, fundador de Wikileaks, Temer visitó varias veces la embajada norteamericana para pasarle información política estratégica a cambio de un apoyo posterior. En Argentina, los medios concentrados contaron con la ayuda del dueño del principal fondo buitre, Paul Singer, que financió infructuosamente la búsqueda de pruebas contra Cristina Kirchner en diferentes paraísos fiscales.
Con Arribas, los dos espejos confluyen en una sola imagen. Leonardo Meirelles, el director del área secreta para pagar sobornos de la megaempresa brasileña Odebrecht e importante testigo de la justicia en las causas de corrupción, declaró que depositó 850 mil dólares en la cuenta suiza de Arriba.
La afinidad de los gobiernos de Temer y de Macri es un escenario de la nueva inserción internacional del país. La otra está dada por una visita a Trump llena de palmaditas pero sin ningún resultado económico y una visita a China para recomponer el desastre que había generado el gobierno macrista por su desconocimiento de la situación internacional.
Para denunciar al kirchnerismo como aliado ideológico del comunismo chino, Mauricio Macri exageró sus críticas a los acuerdos que había cerrado Cristina Kirchner con la República Popular China. Incluso escribió una carta pública al embajador chino. Con el Tratado Transpacífico con Estados Unidos en la cabeza, apenas asumió Mauricio Macri paralizó la construcción de dos grandes represas en la provincia de Santa Cruz, con el objetivo adicional de ahogar su economía.
La respuesta de China a la torpeza de Macri fue contundente. Los contratos con las empresas chinas tienen una cláusula de default: si se detiene una obra, se paran todas. Con esa decisión que reveló la ignorancia del macrismo sobre la crisis mundial se frenaron obras por 20 mil millones de dólares. La reacción de China fue reducir las compras de soja que la convierten en el segundo socio internacional de la Argentina y frenar, entre otras obras, las del Belgrano Cargas y la construcción de dos centrales nucleoeléctricas que habían sido concertadas por Cristina Kirchner. Pero Estados Unidos tiró abajo el Transpacífico. Macri creyó que podía conseguir algo de Donald Trump y lo único que trajo fueron palmaditas en la espalda, mientras los chinos mantenían sus represalias y al país no llegaba un solo peso de las inversiones soñadas.
Un informe de la consejería agroindustrial de la embajada argentina en China indicaba que en los primeros siete meses de 2016, Beijing había adquirido a diferentes países 4,1 por ciento más de soja que en el mismo período del año anterior, pero que las compras a Argentina habían caído 29 por ciento.
Macri viajó a China y tuvo que prometer que mantendrá la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic y espera que, la semana próxima, la Corte deshaga lo que él hizo y destrabe el camino. Fue la condición del presidente chino Xi Jinping para continuar el resto de las obras e incluso ampliar la inversión en Argentina. Al finalizar la visita, Macri dijo que había firmado 16 acuerdos de inversión. Pero de ellos, diez son los que había concertado Cristina Kirchner y que la ignorancia del macrismo había detenido. Macri prometió lluvia de inversiones y desde que está en el gobierno, las únicas que ha conseguido han sido éstas que ya había pautado el kirchnerismo. Hasta ahora, lo que el macrismo describe como la única forma de integrar Argentina al mundo ha sido un fracaso.
Y no sólo desde el punto de vista económico, sino también diplomático. El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias que estuvo en Argentina esta semana hizo un informe muy crítico y condenó de hecho la detención arbitraria de Milagro Salas. Es inminente la llegada de la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)para reiterar su exigencia al gobierno argentino para que libere a la dirigente social jujeña en forma ilegal.
Los mismos medios que provocaron en Brasil el reemplazo del gobierno de Dilma Rousseff por el de Michel Temer, ahora bombardearon a este empresario panqueque y al senador Aecio Neves, ex candidato presidencial de Fernando Henrique Cardoso. Nadie quedó libre de culpa, porque antes había caído Eduardo Cunha, titular de la Cámara de Diputados y dirigente de un partido evangelista. Cunha había sido el gran impulsor de la destitución de Dilma. Y ahora es la persona en el centro de la colosal crisis brasileña al revelarse conversaciones en las que el presidente Temer y Neves se referían a sobornos que recibiría el encarcelado Cunha para no involucrarlos. Argentina se mira en el espejo de ese paisaje brasileño: se atacó en los tribunales a Cristina Kirchner, pero los datos que empezaron a aparecer sobre corrupción fueron sobre Mauricio Macri y su entorno. Las denuncias de corrupción fueron similares en los dos países para esmerilar a los gobiernos populares. Los grandes medios concentrados cumplieron ese rol también en los dos países. Y las pruebas de corrupción empiezan a aparecer en los dos países, pero no involucran a los denunciados sino a los políticos que fueron beneficiados por las denuncias. Es lo que se deduce de la revelación sobre las transferencias realizadas por el cambista que pagaba las coimas de Odebrecht a la cuenta suiza de Gustavo Arribas, íntimo amigo de Mauricio Macri y actual jefe de la ex SIDE.
La idea de Brasil y Argentina como espejos enfrentados no es nueva. La han usado incluso en Brasil para advertir inflaciones, fenómenos sociales y movidas políticas, pero las equivalencias no son absolutas, los procesos tienen sus propios tiempos y sus particularidades. En Brasil, el ataque de O Globo contra Temer y Neves ha sido devastador y dejó al polémico sucesor de Dilma Rousseff sin sustento ni legitimidad. Temer y su partido, el PMDB, fueron usados para destituir a Rousseff y ahora los sacrifican en una movida difícil de entender pero en el cual los medios y la justicia acrecientan la credibilidad que necesitan para destruir a Lula.
El espejo funciona también en ese plano: aquí la ex presidenta Cristina Kirchner es la dirigente más nombrada en el clima preelectoral. El oficialismo para denostarla y la oposición para referenciarse. Las encuestas la ubican como la política mejor posicionada a pesar de la persecución judicial y mediática. De la misma manera, en Brasil, Lula está muy por delante en todos los sondeos para la carrera presidencial, tanto en primera como en segunda vuelta.
La destrucción política de Lula es el principal objetivo de la segunda etapa del golpe en Brasil, denunció la semana pasada Dilma Rousseff. No es un secreto que los medios corporativos, el oficialismo y un sector de la Justicia buscan eso mismo en Argentina con Cristina Kirchner. Las encuestas le dan un piso alto y un techo bajo, pero nadie se atreve a discutir la movilidad de ese techo que cambia en cada medición. Las primeras mediciones daban a Lula como ganador seguro en una primera vuelta y perdía en la segunda. Las nuevas mediciones ya lo dan como ganador también en el ballotage. En las movilizaciones callejeras del PT exigen elección presidencial directa y no parlamentaria porque tienen candidato ganador. Los adversarios del PT, en cambio, se desesperan por mantener a Temer, cada vez con menos entusiasmo, o se afanan por elegir a su sucesor en el Congreso, el mismo que destituyó a Dilma Rousseff y cuyas autoridades principales están involucradas en las causas por corrupción por Petrobrás y Odebrecht. La gran jugada del sistema es destruir a Lula en la Justicia igual que en Argentina a la ex presidenta.
Las causas por corrupción contra Cunha y los demás políticos involucran cientos de millones de dólares. La acusación contra Lula es por un departamento en Guarujá, un balneario popular en Brasil –un equivalente a Miramar o Mar de Ajó–, como soborno para la realización de obras multimillonarias. La desigualdad es tan enorme entre la obra y el supuesto soborno, que aparece ridícula. Pero además Lula dice que el departamento no es suyo y que nunca lo utilizó y que el juez no tiene ninguna prueba concreta. A Cristina Kirchner la acusan de recibir sobornos por obras públicas multimillonarias. Pero no encuentran los fondos que debería haber recibido. Todo el dinero que han encontrado está declarado y justificado. Entonces la acusan por el alquiler de un hotel en el sur y otras propiedades en Capital. Aquí también la diferencia entre esos alquileres comprobados y a precio de mercado, con las cifras enormes de las obras en cuestión, es absurda, no alcanza para explicar sobornos del calibre que denuncian.
Según Julián Assange, fundador de Wikileaks, Temer visitó varias veces la embajada norteamericana para pasarle información política estratégica a cambio de un apoyo posterior. En Argentina, los medios concentrados contaron con la ayuda del dueño del principal fondo buitre, Paul Singer, que financió infructuosamente la búsqueda de pruebas contra Cristina Kirchner en diferentes paraísos fiscales.
Con Arribas, los dos espejos confluyen en una sola imagen. Leonardo Meirelles, el director del área secreta para pagar sobornos de la megaempresa brasileña Odebrecht e importante testigo de la justicia en las causas de corrupción, declaró que depositó 850 mil dólares en la cuenta suiza de Arriba.
La afinidad de los gobiernos de Temer y de Macri es un escenario de la nueva inserción internacional del país. La otra está dada por una visita a Trump llena de palmaditas pero sin ningún resultado económico y una visita a China para recomponer el desastre que había generado el gobierno macrista por su desconocimiento de la situación internacional.
Para denunciar al kirchnerismo como aliado ideológico del comunismo chino, Mauricio Macri exageró sus críticas a los acuerdos que había cerrado Cristina Kirchner con la República Popular China. Incluso escribió una carta pública al embajador chino. Con el Tratado Transpacífico con Estados Unidos en la cabeza, apenas asumió Mauricio Macri paralizó la construcción de dos grandes represas en la provincia de Santa Cruz, con el objetivo adicional de ahogar su economía.
La respuesta de China a la torpeza de Macri fue contundente. Los contratos con las empresas chinas tienen una cláusula de default: si se detiene una obra, se paran todas. Con esa decisión que reveló la ignorancia del macrismo sobre la crisis mundial se frenaron obras por 20 mil millones de dólares. La reacción de China fue reducir las compras de soja que la convierten en el segundo socio internacional de la Argentina y frenar, entre otras obras, las del Belgrano Cargas y la construcción de dos centrales nucleoeléctricas que habían sido concertadas por Cristina Kirchner. Pero Estados Unidos tiró abajo el Transpacífico. Macri creyó que podía conseguir algo de Donald Trump y lo único que trajo fueron palmaditas en la espalda, mientras los chinos mantenían sus represalias y al país no llegaba un solo peso de las inversiones soñadas.
Un informe de la consejería agroindustrial de la embajada argentina en China indicaba que en los primeros siete meses de 2016, Beijing había adquirido a diferentes países 4,1 por ciento más de soja que en el mismo período del año anterior, pero que las compras a Argentina habían caído 29 por ciento.
Macri viajó a China y tuvo que prometer que mantendrá la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic y espera que, la semana próxima, la Corte deshaga lo que él hizo y destrabe el camino. Fue la condición del presidente chino Xi Jinping para continuar el resto de las obras e incluso ampliar la inversión en Argentina. Al finalizar la visita, Macri dijo que había firmado 16 acuerdos de inversión. Pero de ellos, diez son los que había concertado Cristina Kirchner y que la ignorancia del macrismo había detenido. Macri prometió lluvia de inversiones y desde que está en el gobierno, las únicas que ha conseguido han sido éstas que ya había pautado el kirchnerismo. Hasta ahora, lo que el macrismo describe como la única forma de integrar Argentina al mundo ha sido un fracaso.
Y no sólo desde el punto de vista económico, sino también diplomático. El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias que estuvo en Argentina esta semana hizo un informe muy crítico y condenó de hecho la detención arbitraria de Milagro Salas. Es inminente la llegada de la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)para reiterar su exigencia al gobierno argentino para que libere a la dirigente social jujeña en forma ilegal.